CAPITULO 35
JUNO
Amely aprieta más mi brazo que llevo con el suyo abrazada, mientras caminamos al hacerle la pregunta.
Sí, le atrae Constantine.
Y juro, que hasta veo que se le forman estrellitas en los ojos de mi amiga Amely al nombrarlo.
- ¿Gustarme? - Suspira, pateando una piedrita con un pie del camino. - Es poco Jun, es más que eso... - Y me roba un suspiro romántico, llevando mi mano a mi pecho.
Y hace una mueca con sus labios al verme.
- ...y no entiendo el por qué, ya que no registra mi existencia... - Resopla de forma decepcionante.
Río, acariciando su mano con la mía, mientras nos detenemos a orillas del lindo lago.
A un día y medio de nuestra boda con Caldeo, mamá organizó con tía Lorna hacerlo en una linda campiña alquilada a unos kilómetros de la ciudad.
Aunque respetaron que sea algo íntimo y familiar, la suma de toda la familia y de amigos, superó la cantidad para albergar a los invitados en la casona de mis padres, cual en un principio se iba a llevar a cabo nuestras nupcias.
Tomando la decisión de alquilar un complejo vacacional a las afueras.
Un lindo lugar para descansar de la frivolidad de la gran ciudad con espacio verdes, un bello lago cristalino que refleja como un espejo todo este vergel natural, espacios de juegos y deporte con un poco más de media docena de cabañas en madera estilo su construcción, tipo Suizo.
Me giro a ella.
- Es así con todos, Amm. - Miro el bonito lago. - Constantine es una persona reservada e introvertida. - Me encojo de hombros. - Algo tímido. No olvides que fue criado bajo una cultura muy diferente a la nuestra...
- ¿Tímido? - Repite, haciendo una cola de caballo con su pelo que le empieza a molestar por la brisa al llevarlo suelto y de forma nerviosa. - Jun querida, Constantine no es tímido ni reservado... - Se voltea a mí, aflojando sus hombros. - ...es tenebroso... - Abro mis ojos y creo que de asombro y miedo, porque empieza a reír por la cara que puse.
Golpea mi hombro con cariño.
- No te asustes, tontita... - Ríe más. - ...a lo que me refiero, es que Constantine bajo esa fachada reservada, es una persona misteriosamente y poderosa...
Inclino mi cabeza con obviedad.
- Es un príncipe, Amm...tiene un país bajo su mando y con la edad de Caldeo.
Niega, cruzando sus brazos en su pecho.
- No me refiero a eso. - Su mirada se pierde en el lago. - ...para mí, hay más que eso... - Se vuelve a mí, de golpe y por algo que se le cruza en su cabeza tomando mis hombros. - ¿Y si es un mercenario asesino, tipo justiciero?
Río.
Corrección.
Río a carcajadas.
Mucho.
Tanto, que tengo que limpiar mis lágrimas de risa, y que brotan de mis ojos con mis dedos.
Y el eco de ella, suena en el gran espacio verde que estamos de la campiña.
Palmeo su hombro y tomando aire, porque mi carcajada me dejó sin ello.
- Amely estás viendo mucho animé o pelis de Liam Neason... - Suspiro con una última bocanada de aire. - ...Constantine tiene un personalidad pasiva, en su país promulga la paz y el orden entre su pueblo, según me contó Caldeo... – Y mis ojos vagan a las pocas personas que ocupan un par de cabañas fuera de nosotros.
Un muchacho que sentado a orillas del lago y a unos ciento de metros de nosotros, escribe sobre un cuaderno escuchando música de sus auriculares y una señora de edad que con dos niños en la lejanía, que aminan en la orilla y dibujan sobre la arena con ramas.
Supongo que sus nietos.
- Constantine en su vida debe haber cargado algún tipo de arma, Amely. No lo imagino dentro de su timidez con una entre sus manos... - Niego. - ...sería incapaz de matar a una mosca. - Finalizo, totalmente convencida.
Y el chasqueo de la lengua de mi mejor amiga negando, me hace mirarla.
- Te digo que se guarda algo el chico de mis sueños más húmedos... - Eleva un dedo. - ...mi sentido observador, me lo dice y lo voy averiguar, chica...
Sonrío.
Ok.
Qué más puedo decir.
Conozco a Amely desde niñas y sería en vano, oponerme.
Cuando algo se le mete en la cabeza, su espíritu investigador y reportero le puede.
Y con otro suspiro para mis adentros, niego.
Lo gracioso para decirlo de alguna manera, es que siempre acierta ante sus dudas.
Y un silbido amistoso nos llama, dando por terminada la conversación del guapo y enigmático Constantine.
Es Fresita que en compañía de Caldeo y ayudándolo a caminar ofreciendo su brazo, viene a nuestro encuentro.
Sonrío y no pierdo tiempo.
Corro a ellos con Amely a mi lado.
- ¿Charla de mujeres? - Dice Demian, mientras abrazo a Caldeo y cierro más su abrigo por la fresca brisa de la tarde.
Me rueda los ojos por ello y yo le guiño uno mío, bajando más su gorra de lana también y que cubre su cabeza.
- Tienes la defensas bajas, no te quejes...
Sonríe pasando su brazo por sobre mi hombro y besar mi frente, mientras con la otra busca el celular de un bolsillo.
Y lo mira frunciendo su ceño.
- ¿Todavía, no sabes nada de tu hermano? - Pregunto preocupada al ver su rostro.
Niega, guardándolo otra vez.
CONSTANTINE
Atravesando la represa y llegando a la entrada de la vieja mina, el filo de una espada me detiene.
Me giro desenfundando el arma de la cintura que me dejé y apuntando a esa persona.
Y un jadeo sale de mí y a un nano segundo de dispararle y retener el impulso.
- Viejo, no hagas eso... - Exclamo con un hilo de voz y una mano en la rodilla.
Dios.
Casi le vuelo la cabeza a Cabul que lo tengo en frente.
Las comisuras de sus ojos oscuros arrugándose a los lados, me señalan su sonrisa pese a estar cubierto la totalidad de su rostro por el Kafhiyye negro.
- ¿Kunt 'aetaqid ínannidhahib 'iilaa tarak wahdah fi kl hdha Shayj? (¿Pensabas, que te iba a dejar solo en esto?).
Y sonrío, bajo mi máscara.
Nunca lo hiciste mi fiel amigo y maestro.
Y con una reverencia suya bajo mi asentimiento, nos internamos en el interior de la caverna.
Es extensa, pedregosa y solo, iluminada por viejos faros de aceite que cuelgan a distancia de estas.
La humedad de ella, es fría en su semi oscuridad.
Provocando que parte de mi respiración en mi carrera con Cabul a mi lado y pese a tener cubierto mi rostro, emane ese vapor de mi boca propio del fresco y con cada exhalación.
Tres hombres de León, vienen a nuestro encuentro y antes de que puedan apuntar con sus armas sobre nosotros, tomando impulso, salto sobre ellos sacando mis sables en el aire y caigo sobre ellos.
El filo de una atraviesa el primero, cayendo al piso herido.
Y el segundo se abalanza sobre mí, al reducir su arma rodando en el suelo por una patada mía, intentando llegar a mi garganta con su cuchilla de mano, mientras veo como Cabul pelea bajo espadas, con el tercer oponente.
Con su pecho pegado a mi espalda lo llevo contra la pared con fuerza, logrando que el ceñimiento de su brazo sobre mi garganta forcejeando por liberarme, afloje ante el impacto de la pared rocosa.
Y tomando su brazo y de un movimiento, me giro a él y con otra maniobra, lo hago caer al piso, sacando mi daga para terminar en su pecho incrustada.
Con su último respiro se lo saco, para luego guardarlo en mi chaqueta interior otra vez.
Flexionado con un pie en el piso y contra el cuerpo, elevo mis ojos a Cabul y aún, jadeando por la lucha.
El filo de su espada en ese instante, es atravesada al hombre de León y cayendo sobre sus rodillas y frente a él, muestra el final del último.
Lo guarda en su funda para señalar el final del túnel, con su dedo y sigo con mi vista la dirección.
- Nahn qaribun, lays hunak alkthyr...walwusul Leon. (Estamos cerca, ya no quedan muchos de león). - Murmura.
Y un par más salen a enfrentarnos, pero logramos reducirlos de forma rápida.
Nos detenemos final del túnel y ver que se divide en dos entradas.
Lo miro y Cabul me entiende.
Y sin perder tiempo, toma el camino izquierdo mientras yo, el derecho.
Luces tenue y voces en el fondo, mientras sorteo la senda de los rieles de esta, que en épocas pasadas era utilizado para deslizar carros de carga mineral.
Y cierro mis ojos por fuerza al sentir la voz de León, llegando al final de esta.
Y no pierdo tiempo.
Con mis sables en mano, empiezo mi enfrentamiento contra sus hombres que embisten contra mí, al verme llegar.
¿Tres?
¿Cuatro?
No tengo la más puta idea, cuanto son.
Solo ataco.
De forma ligera.
Con movimientos precisos y certeros.
Y como una sombra.
Al terminar y de espalda a ellos, siento como sus cuerpos caen derrumbados contra el piso, mientras con ambos sables en mis manos intento controlar mi respiración agitada por la lucha.
- Has mejorado bastante tus doctrinas de pelea desde la última vez, mi pequeño hijo... - Sus ojos color agua y cristalina igual a los míos y de mi hermano, me recorren. - Debo reconocer que el viejo Cabul, hizo bien su trabajo.
Elevo mis ojos.
Para encontrarme a mi padre, salir detrás de unas cajas en madera acumuladas de cargamento.
¿Armas?
Lleva puesta una vestimenta parecida a la mía, pero con el escudo de los Kosamé sobre su pecho y el sable de su familia, cuelga de un lado.
Los dos únicos hombres que quedan, viene contra mí.
Y elevo mis sables contra ellos y en posición, pero la voz de León los detiene.
- ¡La! (¡No!). - Grita. - Hasalat ealatyh...(Yo, me encargo). - Exclama con esa media sonrisa que toda la vida lo identificó.
Los hombres retroceden con una reverencia al escucharlo y hacen espacio entre nosotros, pero alertas en un extremo.
- Podrías, haber sido el mejor... - Me mira fijo y a través de su pestañas, rodeando unos tablones que son utilizados a modo mesa. - ...el único, Constantine... - Niega y se sonríe más. - ...después de mí. - Aclara.
Desenfunda su sable y me posiciono más frente a él con las mías apretándolas tan fuerte, que puedo sentir bajo los guantes de mi traje, los nudillos de mis manos blancos.
- Caldeo no lo merecía y tú tampoco... - Se acerca a mí y me reacomodo sobre mi lugar. - ...la descendencia que me dio Al- Almirah Fadila, wamin alkharab...(La princesa Fadila, es ruina), uno enfermizo y el otro un débil... - Ríe con asco.
- Ásma'la walidatuna...(No nombres a nuestra madre). - Gruño.
- ¡No merecen ser parte de los Kosamé! - Grita. - No merecen, llamarse mis hijos...
Y sonrío bajo mi máscara.
- Nunca lo fuimos, León... - Acoto. - ...en la sangre de Caldeo y mía, solo corre la Qurash. - Prosigo. - Profetizar la paz y justicia del pueblo como lo hizo el profeta Abraham.
Y con mis palabras, su sangre vengativa nace.
La de odio a los Qurash.
Y la de los Kosamé que fluye con su grito de desdén que se lanza sobre mí, empuñando su sable.
Aunque está viejo, es un gran gladiador de lucha.
Siempre lo fue.
Por su espada corrió la sangre de muchos para conseguir sus metas.
Entre ellos, la de nuestra madre.
Nuestros sables, retumban en su acero ante el impacto de ambas, chocando en el aire al enfrentarnos.
Y con otro golpe de ellas nos separamos, midiendo uno la reacción del otro.
No subestimo a León, ya que no tendrá piedad de mí.
No lo tiene, ni tuvo con nadie jamás.
El segundo encuentro es peor.
Ambos somos rápidos y con movimientos experimentados, no nos damos tregua el uno al otro enfrentándonos.
Dios...
Padre contra hijo.
Un golpe de él, me lleva contra las cajas.
Y estas.
Tambalean encimadas una arriba de la otra, por el impacto de mi cuerpo contra ellas y cayendo algunas sobre mí.
El grito gutural de ataque de León a mí, nuevamente hace que patee estas y ruede sobre el suelo, intentando esquivarlo.
Y su espada se clava en el piso sin piedad y a centímetro, de dónde estaba.
Lo que podría haber sido mi corazón, si no me hubiera movido rápido.
Pateando su torso me separo de él, en el momento que la saca del suelo y yendo directo a mi cabeza.
Inclinado y con mis sables cruzados sobre y frente mío, detengo la suya, retumbando el impacto de sus aceros en la habitación.
Mi furia crece y con un giro de mis pies, barro los suyos y con un gruñido de fuerza, empujo su sable para arriba.
Provocando que vuele a metros de él y que su cuerpo, caiga de forma dura y con su espalda al piso.
Jadea al verme rodar sobre él y a horcajadas, empuñar mis sables en el aire.
Y contra el pecho de mi padre a punto de apuñalarlo con ambos sobre él.
- ¡No, Shayj! - El grito de Cabul corriendo hacia nosotros y con parte de nuestro hombres reduciendo a los dos restantes con armas apuntándolos, suena en la caverna.
Jadeo sobre León.
Mi pecho baja y sube de forma estrepitosa, sin perder mi postura de ataque por la adrenalina.
Y venganza con su sangre.
Oh Dios.
- Tadeun alddam min aleadalat la alaintiqqam...(Tú, reclamas sangre de justicia, no de venganza). - Dice Cabul sobre su lugar y a metro de nosotros.
Y mis puños aprietan mi sable por sus palabras, pero sin dejar de apuntarlo.
- Lays hdhaan ma kunt taghrrus fi taealim baladi... (Esto, no es lo que te inculqué con mis enseñanzas). - Finaliza con pasos lentos a donde estoy y guardando su arma. - Deja que los excelentísimos esta vez y la voz del pueblo, decidan por ti.
Mis ojos se encuentran con lo de León, que respira tan fuerte como yo, bajo mío.
Escupe saliva y odio.
- Siempre lo dije....un débil. - Entrecierra sus ojos fríos y claros, sin dejar de mirarme de forma desafiantes. - No mereces la corona...
La frialdad paternal de sus palabras y el dolor de ellas sin dejo de cariño, llega a mí.
Empuño más mis sables, contra él.
- Shayj... - Frena con suavidad mi impulso Cabul, rodeando con su mano unos de mis sables.
Niega con esa paz que siempre lo identificó.
Cierro mis ojos.
- No voy a permitir que lastimes a Caldeo... - Murmuro entredientes y sin deja de mirar a León. - ...o al pueblo...
Y una carcajada despectiva y ahogada, sale de mi padre al escuchar el nombre de mi hermano.
- ¿Lastimar? - Repite. - Yo no lastimo lo que estorba eaziz, Constantine...(querido Constatine) yo lo destruyo...
¿Qué?
Oh Dios...
Y giro mi cabeza a Cabul.
Su mirada entiende mi mayor temor.
Y vuelvo a él, presionando mi sables cruzados contra su cuello.
- ¿Jael? ¿Dónde está Jael? - Grito contra él.
Y su sonrisa se dibuja a un lado de su rostro sudado y lleno de tierra.
- Paseando y cumpliendo un encargo... - Solo dice.
No.
NO.
Caldeo...
- ¡Tienes que volver a América, Constantine! - Grita Cabul, ordenando a nuestros hombres que se hagan cargo de León, al levantarme sobre él.
Asiento, guardando mis sables.
Y corro en dirección a la salida, pero me giro a él.
- Si algo le sucede al Sayyid, correrá tu sangre León y no tendré piedad de ti... - Amenazo.
Y volviendo sobre mis pasos, vuelvo a correr sin esperar su respuesta.
Como si se me fuera la vida en ello.
Y bajo su risa enferma, que retumba en la maldita caverna....
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