CAPITULO 25
JUNO
Bostezo.
- Tía Lorna se va dar cuenta... - Susurro a su lado.
Caldeo, solo con unos viejos pantalones de gimnasia y descalzo, rasca su barbilla.
Su pelo está todo alborotado y disparado sin contar la cara de sueño aún, en su lindo rostro de piel café con leche.
Ambos a los pie de su cama, miramos sus sábanas con las pequeñas huellas rojas de mi virginidad entregada.
- Papá va a matarte... - Digo.
Asiente, totalmente convencido.
- Ordenará a Grands para que lo haga... - Prosigo.
Asiente otra vez, sin dudar.
- Y no te salvará el hecho de que su hijo, sea tu mejor amigo... - Murmuro.
Hace una mueca seria, pero afirmando con su rostro.
Nos miramos.
Y rompemos en risas.
Envuelta como estoy en una frazada y desnuda, me abraza y con un movimiento, me alza caminando en dirección a su baño y conmigo encima.
Se lleva puesto el colchón del piso por comerme a beso, lo que lo hace rebotar contra su armario y que caigan unos libros de un estante sobre su hombro, provocando que riamos más y a carcajadas.
Nos duchamos juntos y la esponja llena de jabón líquido y espuma en mis manos, recorre el cuerpo desnudo de Caldeo.
Me detengo en su brazo que tapizado en tatuajes con diseños tribales, flores de cerezos y algunas maravillas del mundo.
Que con sus colores de tinta en ocres, gama de los rojos y azules con sus sombreados y que ocultan en cierta manera, el color con el hematoma de tantas inyecciones y catéter.
Me inclino y su mirada me dice que sabe, lo que voy hacer.
No me lo niega.
Pero cierra sus ojos con un suave suspiro, cuando lo hago con la lluvia de la ducha sobre nosotros, mientras beso la zona varias veces y de forma lenta.
Para luego, ese brazo después se flexione para rodearme y abrazarme.
Su otra mano desciende hasta mi baja espalda y me jala más a él, para volver a alzarme y llevarme contra la pared.
No lo impido y correspondo con mis piernas abrazando su cintura.
Su mano vagan a una pequeña repisa en busca de otro condón y lo abre con los dientes, mientras corro a un lado su pelo y el mío que por el agua, estorba y cae sobre nuestros ojos.
Escupo agua.
Se sonríe mientras se lo pone y con suavidad, comienza a introducirse en mi interior.
Y los dos gemimos fuertemente por nuestro dulce contacto.
Caldeo empujando contra mí y yo me dejo llevar contra la húmeda pared de cerámicos de su baño.
Suave.
Despacio.
Profundo.
Disfrutándonos.
Y sintiéndonos.
Siendo dos personas, convirtiéndose en una.
Para siempre...
***
Cambiados después y con ropa de semana cómodas, ya que decidimos no ir a clases, bajamos las escaleras con las sábanas hechas un bollo en un brazo que contienen la prueba del delito.
Corremos al lavadero de su casa y con un programa avanzado, dejamos que el lavadora haga su trabajo.
Y una vez hecho eso, en dirección al bosque con un beso fugaz a tía Lorna de los dos, que en el jardín riega algunas plantas bajo una canción de Elvis Presley sonando en su vieja radio y nos encaminamos a él.
Nos saluda sonriendo.
Lo atravesamos corriendo y Caldeo toma mi mano, mientras va haciendo a un lado las ramas de algunos de los árboles en nuestro camino con su otro brazo.
A orillas del estanque, el viejo Rata viene a nuestro encuentro y entre los dos, intentamos tumbar a Caldeo al eterno colchón de hojas del piso, por causa de muchos otoños.
Trastabilla, pero con mirada divertida me lleva con él al suelo rodando en ellas, mientras Rata salta entre nosotros.
Y como en el pasado, Caldeo me deja encima suyo recostado.
Sopla un mechón de su pelo que cubre sus ojos grises y que vuela a un lado, para mirarme desde abajo mío.
Una de sus manos va y viene sobre mi espalda, mientras el otro brazo la flexiona bajo su cabeza.
Y por ese acto, el puño de su camiseta blanca se corre exponiendo su muñeca interna.
Y como en el pasado.
Sin sutileza y poco femenino de mi parte, me abalanzo para ver cada tatuaje nuevo.
Chillo emocionada.
- ¡Tienes un tatuaje, que no vi ahí!
Sus ojos siguen los míos y se abren por ello e intenta ocultarlo.
Arrugo mi ceño.
Aunque es muy pequeño, quiero verlo.
Como toda la vida lo hice con cada uno de ellos.
Procuro con otra maniobra.
Pero se niega y lo oculta, más bajo su cabeza.
Se sonríe.
¿Eh?
Me siento a horcajadas suyo y me cruzo de brazos.
- Quiero verlo, Caldeo...
Niega.
Le frunzo mi ceño.
Se sonríe más.
- ¿Sabes, que no me daré por vencida verdad? ¿Y que insistiré en ello? – Digo y afirma totalmente convencido, acomodando más su brazo debajo de su cabeza.
- ¿Tengo que esperar? - Sigo curiosa.
Me dice que sí.
Y maldición, porque no me gusta esperar.
Toma mi nuca y me atrae a él, para besarme.
Suave y acariciando mis labios para luego profundo con otra sonrisa, mientras nos ponemos de pie.
Porque gracias a Dios, siente algo de hambre.
Y almorzamos en casa algo ligero.
Caldeo aunque no es mucho su apetito, prefirió solo unos sándwich de jamón que nana Marcello nos preparó.
Con el subimos a mi habitación y mientras yo preparaba en otra mochila con más muda de ropa, Caldeo se tiró en la cuarta cama que papá mandó a poner, por sus visitas nocturnas a mirar la colección de los CD de música de Hope.
Quiero presentarte a alguien me dijo, tomando mi mano y la mochila por sobre su hombro después y mientras bajamos las escaleras.
Y una tosecita nos hace mirar los dos a la sala.
Papá sentado en su sillón en pantalón pijama, descalzo y camiseta, lee el periódico.
Me acerco con un beso.
- ¿No fuiste a trabajar, papá?
No contesta.
Baja el diario y nos mira a ambos.
Mucho.
Arquea una ceja.
- ¿Por qué no están en clases, pequeños? - Nos pregunta.
- Y tú, en el trabajo? - Respondo.
- Dolor de garganta. Rayo dijo, que lo mejor era que descanse. - Hace una mueca triste.
Y me inclino a papá para abrazarlo por su carita triste.
- ¿Y mamá?
- Se fue y me dejó solito... - Nos acusa.
Con Caldeo nos miramos y sonreímos.
Porque, mamá sería incapaz.
- Te escuché, Herónimo. - La voz de mamá aparece con unas bolsas de compras, que apoya sobre la mesada con las llaves del coche.
Nos besa a ambos sonriente, para luego mirar seria a papá.
Sin sonrisa, para él.
- Fui por tus remedios y unas revistas para que no te aburras en tu reposo.
Papá frunce su ceño y acomoda sus lentes.
- Me dejaste enfermo y con un extraño. - Gruñe, señalando a nana Marcello.
Que desde la cocina lo oye y lo mira amenazante con una mano en la cadera y la otra con la seria posibilidad de tirarle un sartenazo.
Mamá le rueda los ojos.
- Ya te dije una vez, que Marcello es como un padre para ti.
- Cierto... - Farfulla, recordándolo por lo bajo papá.
Con Caldeo los saludamos para que se sigan matando con esos insultos sexys que ellos se dan de toda la vida, para luego matarse a besos, abrazos y vaya a saber que más como siempre.
Nada nuevo para mí, y mis hermanas.
Papá y mamá se aman con locura.
No entiendo todavía, como no tuvimos más hermanos.
Tendríamos que ser como cien.
CONSTANTINE
https://youtu.be/C4VYShO_u9c
Levanto mi fina copa de champagne ante el brindis que todos quieren hacer por las negociaciones cerradas del Emirato Árabe por su petróleo al exterior después de la cena.
Miro mi reloj con disimulo, dando un sorbo a mi copa.
Cinco minutos más y me largo.
Jodidas, aijtimaeat aleamal.
Latifa a mi lado y por abajo de la mesa, acaricia mi pierna interna para luego más arriba, sin dejar de sonreír o hablar con los demás integrantes de la mesa, en el finísimo restaurant en el que estamos.
Le elevo una ceja.
Ya sus caricias no me producen ninguna erección.
Lejos estoy de ello.
Pero es hermosa, fina y educada.
Y muy buena en la cama también.
Por eso me acompaña en esta cena de negocios.
Sus ojos negros como la noche me dicen que me aman.
Alqaraf...
¿Cómo se hace para negarla y no quedar como un idiota?
Porque, sabe que no la amo y no se merece esto.
Pero ella, aún sigue a mi lado.
Hago seña a Cabul con mis dedos en alto, que está desde su rincón y unos metros detrás mío.
Le digo bajo en el oído, que vaya por el coche y me espere en la entrada.
Sé, que voy a quedar descortés, yéndome en plena cena de negocios.
Me importa una mierda.
Vine por una cuestión de protocolo como mi deber de Shayj y porque firmando este acuerdo con mi bendición en ello, será más manos de obra y por lo tanto, más trabajo para mi pueblo.
Pero, solo escuché la cuarta parte de lo que decían.
Porque mi cabeza estaba con mi hermano y en las palabras de Lornaine, su madre cuando hablamos por teléfono.
<<- ...Sus recaídas aumentan Constantine. Ya lo medicamentos no hacen el efecto de antes y estoy preocupada, hijo, porque Caldeo se niega a la quimioterapia. Es terco como una mula...y los médicos, aseguran que su hígado está más débil...>>
Mi mano relajada sobre la mesa se hace un puño.
A la mierda los 5 minutos de espera.
Me voy.
Todos se ponen de pie al ver que corro mi silla y dejo a un lado mi servilleta.
- Sadati, wa'ana 'aetadhir... - Digo.
Y sin más, me retiro con la reverencia de ellos por su respeto hacia mí.
Ayudo con su abrigo a Latifa, para luego de mi brazo caminemos en dirección a la salida.
Una vez fuera, beso su frente como despedida y se sorprende.
- ¿No voy contigo al palacio, Constantine?
Niego, abriendo la puerta trasera de la limosine blanca para ella.
- No Latifa. Me voy ausentar por unos días.
Y sus ojos brillan de tristeza.
- ¿Viajarás?
Asiento.
- América. Visitaré a mi hermano.
Sus manos se entrelazan delante suyo y baja la vista al piso.
Por respeto a mí.
Al Shayj.
- ¿Puedo acompañarte? - Susurra.
Hago a un lado mi pelo de mis ojos que se escapó de mi Kafiyyeh.
- No Latifa, perdón por ello.
Asiente obediente, para luego entrar al coche.
- Hablaremos en mi regreso. - Digo, cerrando la puerta y una vez dentro, toco el techo como orden a mi chófer que la lleve a su casa.
Cabul a mi lado, me sigue al otro parking vip mientras aflojo la pajarilla negra de mi smoking y el botón de mi cuello mirando a adelante.
Le entrego mi Kafiyyeh acomodando mi pelo desordenado a un lado, para montarme en mi moto y ponerme el casco.
- ¿Entonces está decidido, viajará Shayj? - Pregunta.
- Caldeo es muy terco, Cabul... - Digo encendiendo la moto y esta ruge, haciendo eco en el interior del estacionamiento.
El viejo se sonríe, negando y yo, también lo hago bajo el casco.
- Faman mmithllik, Shayj... - Dice, sonriendo respetuosamente y palmeo su hombro con cariño.
- ¿Somos hermanos, no? - Es mi respuesta.
Y hace una reverencia de felicidad.
Con Cabul es el único que me permito ser un poco yo.
Un muchacho de 20 años y no, un hombre con tantas obligaciones.
- ¿Syd León, sabe de su viaje por visita al Sayyid?
Frunzo mi ceño al sentir su nombre y niego.
- Se lo diré personalmente...
Y hace otra reverencia.
Con una seña de mi mano sobre mi casco, me despido de Cabul y con un chirriante acelerada de mi gran moto, desaparezco por la rampa con acceso a la salida del estacionamiento, seguido por algunos hombres que son parte de mi seguridad en su coche negro.
Y acelero más, sonriendo para mis adentros y esquivando los coches a gran velocidad.
Porque, los perderé en la próxima esquina...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top