CAPITULO 24

JUNO

- ¿Cómo, que no está? - Es lo que me sale de adentro, en casa de tía Lorna cuando llego y en su cocina.

Mi tía se sonríe y dejando el último plato sucio en el lavavajillas, lo cierra y me mira.

- Es un niño terco...

- Como una mula... - Agrega tío Pulgarcito con un puro en su boca y viniendo del garaje trayendo un colchón.

Quiero reír.

- ¿Papá, ya te llamó?

Dios.

Sorprendente mi padre.

Y mi tío suelta una carcajada, dejando el colchón en una pared para exhalar una linda bocanada de humo y en forma de aro por su cigarro Cubano.

Me mira.

- Princesita, control es el segundo nombre de tu padre...

Sonrío.

Sip.

Eso era verdad.

Me apoyo en la encimera de la cocina y elevo mis brazos al aire.

- ¿Y qué? ¿Solo tomó su camioneta y se fue? - Los dejo caer de forma cansada. - Eso no es bueno tía, Caldeo se sentía mal por los efectos de los medicamentos...

Y suspira, secándose las manos con un repasador.

- Caldeo no entiende razones y más, cuando se trata de su enfermedad y con tu aparición se volvió loco ahora que te enteraste... - Baja su mirada. - ..él jamás, quiso que lo vieras así. Se vistió, tomó las llaves de su camioneta y se fue como alma que lo llevaba el diablo.

Cruzo mi brazo.

- Que se acostumbre. - Digo de forma dura.

Y los ojos de mi tía se abren y Pulgarcito, suelta una risita.

- Búscame mis lentes de sol, mujer. - Dice.

Mi tía lo mira raro.

- ¿Y eso, Ángel?

Su blanca dentadura aparece con la sonrisa y entre ellos, ese diente de oro de toda la vida del tío.

- Porque estamos por revivir viejas épocas y en ella, yo usaba mis lentes de sol oscuros... - Me señala con el puro entre sus dedos. - ...a mi muchachita Vangelis cabezona, cuando se le metía algo y no había vuelta atrás, contra el jodido HRNM.

Sonrío más y mi tía también, para luego mirarme con preocupación con una mano en la cadera.

- ¿Mi niña, estás segura de esto?

Asiento, robándole un pedacito de apio que está por cortar para la cena.

- Tía, sé que Caldeo me va a dar guerra. - Me encojo de hombros. - Nada nuevo para mí... - Mastico. - ...pero, no me voy más...

- Una Vangelis pura sangre. - Acota mi tío, subiendo con el colchón por las escaleras.

Tú, lo dijiste tío.

De golpe, tía Lorna me lanza y atrapo en el aire las llaves de su Mustang '60 rojo fuego.

Rostro que a mi tío se le desencaja, porque jamás lo pudo manejar, ya que no lo presta.

La miro.

- ¿Estás segura, tía? - Digo con ellas entre mis manos. - Ese coche es tu bebé...

Eleva una mano como si nada, cortando las verduras.

- Vas a salir a buscarlo y está por oscurecer. No puedes manejarte en bicicleta a estas horas mi niña, úsalo cuando lo necesites. Tengo el coche de tu tío para moverme.

Y la beso y abrazo como agradecimiento con un chillido de alegría.

Woah...

Iba conducir un envidiable y clásico Mustang.

No me hago rogar y vuelo al estacionamiento de la entrada de la casa.

Cuando subo a él, abrocho mi cinturón de seguridad e introduzco la llave al contacto y el motor, ruge al encenderlo.

Sonrío, apretando el volante, encendiendo sus luces y poniendo marcha atrás.

Puedo apostar, dónde estás jodido Caldeo...

CALDEO

Un fino acorde sale de mi guitarra sentado en la barra, mientras Salvador atiende los pedidos de tragos.

El bar no está muy lleno.

Pero siendo jueves a la noche y casi pisando fin de semana, en breve se colmará de estudiantes por algo de buena música y cervezas.

- Muchacho, tienes una ojeras que te llegan al piso... - Me dice detrás de la barra y dejando frente a mí, un gran vaso de mi gaseosa.

Mi favorita con rodajas de limón.

- ...estás seguro que te sientes bien?

Miento y afirmo con una sonrisa.

Carajo.

Hasta sonreír duele.

Como cada jodido y puto centímetro de mi cuerpo, pidiéndome a gritos una cama.

Le doy un sorbo al vaso y lo miro a través de él.

Salvador es el único de mi círculo de amigos, que sabe de mi enfermedad.

Y mis dedos se deslizan por las cuerdas de mi guitarra sobre mi regazo, haciendo sonar unas notas.

Ni siquiera Caleb o Cristiano.

No quiero miradas de lástima.

Otra nota de mi guitarra, que se mezcla con la música de moda del bar.

Y no quiero que sufran por mi culpa tampoco.

Las náuseas siguen, pero el limón ayuda y suspiro cerrando los ojos en derrota.

Cachorra me vio.

Mierda. Mierda y re mierda.

Su rostro.

Su mirada en mí.

Toda ella, era sorpresa.

Una súplica.

Tristeza.

Y al mismo tiempo, fortaleza y ganas de estar conmigo.

Por un momento, tan solo un momento.

Me sentí feliz de verla ahí.

Porque la idea de ella a mi lado en toda esta mierda, me reconfortaba.

Y jodidamente eso, me cabreó después.

Y le grité.

Mis manos cubren mi cara y las bajo, pesadamente por mis mejillas.

Santa Mierda.

Yo le grité a mi bebita y me debe odiar.

Muerdo mi aro de acero del labio, abriendo mis ojos.

Es lo mejor, Caldeo.

¿Era lo que siempre quisiste, no?

Que te odie, así se alejaba de ti.

Llevo mi mano a mi corazón y me lo acaricio por sobre mi camiseta.

Jodida mierda, ahora me duele más todavía, en solo pensar Junot odiándome.

Y me pongo de pie y me encamino con mi guitarra al escenario.

Salvador me mira raro secando los vasos.

Le guiño un ojo.

Sí, lo sé, amigo.

Solo canto los fines de semana.

Pero le hago señas a los chicos sentados en nuestra mesa junto al escenario y Cisco como Bruno, cual haciendo girar sus palillos de batería entre sus dedos al aire y sonriendo, me dan el okey.

Están conmigo.

Sí.

Necesito cantar.

Gracias chicos por acompañarme.

JUNO

Empujo la puerta de vidrio de la entrada del bar.

Automáticamente me golpea la música con los instrumentos en vivo tocados por Bruno y Cisco.

Y oh Dios...

La hermosa voz de Caldeo arriba del escenario acompañado de su guitarra.

Mi cuerpo vuelve a detenerse por ella.

Pero esta vez, no por escuchar su grito.

Si no, por el tono de ella.

¿Puede una suave voz llena de sentimientos dulces, ser poderosa y fuerte al mismo tiempo?

<< Está atrapado por su pasado.

Él, ya no es el mismo.

Pero, me pertenece...>>

Dice la letra de su canción y es suficiente para mí, y no tengo idea del por qué, de esa emoción.

Personas me empujan al querer entrar, porque estoy interrumpiendo el paso de la entrada.

De a poco se está llenando el bar.

Un trío de chicas agrupadas en un rincón, gimen su nombre desde abajo del escenario y moviéndose entre ellas abrazadas al ritmo de su canción.

Caldeo les sonríe, mientras continúa cantando en esa actitud sexy de dios del Rock, que todo él irradia.

Vuelvo a mirar a las chicas.

Piernas kilométricas y hermosas.

Rubias y morenas con ropa informal, pero de la cabeza a los pies con sus jeans y faldas con miradas lobunas.

La mano de Caldeo empezó a acariciar el micrófono y sus dedos se deslizaron por el pie de este, como si fuera el cuerpo de una mujer, bajo esa canción romántica mientras su otra mano reposaba en sus pantalones negros y a un golpe constante y suave del ritmo.

Más gemidos de ellas.

Y yo inmóvil con mi corazón latiendo con fuerza dentro mío, observando los movimientos de su boca con cada palabra que cantaba.

Gesticulación perfecta en labios perfectos y en una canción perfecta.

Movimientos sincronizados al compás del bajo de Cisco y la batería de Bruno.

Y esos ojos rasgados en color hielo que parecen más cristales, claros y felinos en la semi oscuridad del local.

La canción está llegando a su fin y las tres se susurran entre ellas.

Sus objetivos.

Los chicos de la banda.

Y mi sangre hierve.

Pero qué, perras.

La morena del trío focaliza en Caldeo y se acerca a él, cuando finaliza la canción.

De forma predecible se inclina a él, para decirle algo y exponer con ese escote "sutilmente" sus tetas talla 100.

Ruedo mis ojos y no puedo evitar sentir mi estómago que se retuerce locamente por los celos y en señal de saber, que él es solo mío.

Me detengo y abro mis ojos con una mano en el pecho.

Santo Dios.

¿Acabo de decir que tengo celos y Caldeo es mío, en la misma oración?

Sorprendentemente, mi cerebro y corazón, me responden que sí.

Y me vuelvo a encaminar al escenario decidida, pidiendo permiso a la gente de pie con tragos en mano y esquivando las mesas, cuando veo que Caldeo se agacha desde el escenario, para escuchar lo que ella le quiere decir al oído.

Él le responde y ella se sonríe, jugando con un mechón de su pelo enroscado entre sus dedos, feliz por su atención.

Ruedo otra vez mis ojos.

¿Cómo, no?

Si Caldeo es un maldito hombre hermoso, tatuado y caliente.

Me acerco a ellos.

Lo siento zorra.

Pero, él es mío.

- ¡Fuera! - Sale de mí, llegando y la morena me mira sorprendida.

Corrección.

Ambos me miran sorprendidos por mi aparición y créanme, que yo también lo estoy por mi tono, determinación y fuerza.

La chica sube una mano a su pecho.

Para ser exacta a su escotado pechos que desbordan, bajo ese ceñido top azul.

- ¿Perdón? - Murmura, escaneándome de arriba abajo.

Mierda.

Debo dar asco y seguro una imagen de cualquier cosa menos sexy, con mis holgados jeans claros, zapatillas blancas y mi camiseta rosa con el diseño de una tabla de surf algo infantil.

Lo mira a Caldeo y me señala.

- ¿Es tu hermanita? - Su tono es dulce y hasta diría maternal.

¿Qué?

¡QUÉ!

La mirada mezcla de asombro y enojo por mi intromisión de Caldeo, cambia a cálida y hasta de humor.

Sus labios hacen una mueca, mordiendo el piercing de su labio para tratar de contener la risa en auge que le está naciendo al escuchar a la morena.

Aún, inclinado sobre nosotras con su rodilla flexionada y con su guitarra al lado, aclara su garganta ahogando esa carcajada y con una postura seria, dice que sí.

Y le entrecierro los ojos.

Que hijo de***

- Awww...es tan chiquita y dulce... - Susurra y sus amigas la siguen.

Me miro.

¿Acaso, parezco de 15?

Ok.

Con mis hermanas no somos de contextura grande y curvilíneas, demás decir que mi forma de vestir no me ayuda mucho.

Pero, tenemos lo nuestro.

Mis manos se hacen puño a mis lados, bajo la risita de Cisco que se acerca con Bruno al grupo de chicas.

Puto Caldeo.

Respira, Junot.

Busca una respuesta rápida.

Pestañeo de forma tierna y ganándome otra demostración de cariño maternal por parte del trío de tetas sexys y otra risa de Caldeo.

Le divierte toda esta mierda.

- Nuestra madre, me pidió que viniera por ti... - Digo algo tímida, para luego mirar a la morena muy para mi gusto, cerca de él e invadiendo su espacio personal. - ...pero, veo que estás muy bien acompañado, hermanito... - Deja de sonreír y me arquea una ceja sospechosamente por mi teatro. - ...voy a estar allá. - Señalo la barra ocupada por un grupo de chicos apuestos y lindos, con botellas de cervezas en mano y tipo buitres, follando con sus miradas a toda mujer que camina en el bar.

Y Caldeo frunce su ceño al notarlo también.

Me inclino a la morena.

- Asegúrate que use condón. La última chica que estuvo con mi hermano, se quejó de una fuerte urticaria vaginal... - Susurro y sin más, me encamino a la barra con las carcajadas de Bruno y Cisco por mi dicho y bajo la mirada atónita de la chica y un Caldeo haciéndose a fuego lento.

El hombre de barba tupida y entrecana, se apoya en el barra y me mira.

- ¿Qué te puedo servir, amiga?

Frunzo mi nariz sentándome en una de las banquetas altas, algo cabizbaja pensando en Caldeo y esa chica juntos.

- ¿Un whisky? - Digo indecisa.

En las películas todo beben esa mierda, cuando están tristes.

Y una sonrisa aparece en su rostro barbudo, negando con su cabeza divertido.

- Marchando un vaso de gaseosa.

Rayos.

Ni el hombre de fisonomía temible me cree adulta.

Y una mano fuerte, rodea mi cintura por atrás.

- ¿Por qué viniste, cachorra... - Su grave y baja voz con su cálido aliento en mi oreja, me atrapa haciendo erizar los bellos de mi nuca.

- Ya te lo dije... - Balbuceo sin mirarlo y con mis ojos en el vaso de gaseosa que me ofrece el viejo, que nos mira curioso y con poco disimulo. - ...para ir a casa...

Sus labios tibios, reposan en mi nuca.

- ¿Por qué? - Siempre con su voz baja y sobre mi piel.

Y cierro mis ojos por ese dulce contacto.

- Porque voy a cuidarte, Caldeo... - Digo con el mismo tono de voz.

Y por mi respuesta, un jadeo triste y cansado sale de él, apoyando su frente en la parte trasera de mi cabeza.

El hombre de la barra lo escucha y sus ojos brillan de satisfacción.

¿Y de agradecimiento?

Uno de los buitres en ese momento se gira con su trago en mano y saluda a Caldeo, para luego mirarme.

- Muy linda castaña... - Dice con su voz babosa, algo borracha y sus ojos se depositan en mis pechitos. - ...lo tuyo son las morenas y rubias con escandalosas curvas, Caldeo. - Le reclama. – Déjame esta muñequita flacucha a mí...

Y una mano rápida de Caldeo sostiene la garganta del chico, causando que tire parte del contenido de su vaso con líquido en color ámbar por su movimiento brusco y de sorpresa al piso como parte de su ropa.

Corre su pelo negro de sus ojos a un lado, que aunque tienen señal de agotamiento por lo de hoy a la tarde, se estrechan amenazante.

- Ella, es intocable... - Dice entredientes y muy bajo, mirando al resto del grupo al lado de este, desafiante. - ...y mía...

Oh Dios.

¿Escuché bien?

El chico eleva ambas manos al aire al sentir que su mano que aprieta más su cuello.

- Tranquilo, rey... - Intenta tragar aire. - ...entendimos. Ella, es intocable... - Jadea ahogado por la presión.

Caldeo lo suelta con un gruñido y con una seña que el hombre detrás de la barra entiende, toma su chaqueta de cuero negra que le alcanza.

Agarra mi mano y me jala para que me vaya con él en dirección a la salida, saludando con una mano en alto a los chicos de la banda y yo lo imito.

Otras chicas intentan detener con saludos sugerentes, pero Caldeo las ignora y sigue caminando.

Y me atrae contra él, cuando un grupo de muchachos entre risas y bebidas, obstaculizan el paso por el bar ya lleno.

Mis ojos se abren.

¿Acaso, no quiere que me rocen?

Su brazo se cruza sobre mi espalda y con su mano en mi nuca de forma protectora, sus dedos por sobre mi pelo suelto me acarician con suavidad.

Mi rostro se pega a su pecho por ese movimiento protector y cierro mis ojos, porque la respiración de su pecho duro, es suave y pausada ante mi piel.

Y su perfume masculino y amaderado sobre la tela de su camiseta, me colma con cada respiración que doy sobre la tela.

Ellos se corren ante la fría mirada de él, dejando un espacio para que pasemos y Caldeo sin dejar de abrazarme, me saca del bar.

Me lleva hasta donde está su camioneta negra estacionada y me detengo.

- Vine en coche. - Suelto y me gano una mirada rara de él y saco del bolsillo trasero de mis jeans, las llaves del Mustang.

Y las mira sorprendido.

Ya que, su madre nunca presta el coche.

Ni a él y por eso, le arqueo una ceja con suficiencia.

Pero a mí, resulta que sí.

Me rueda los ojos y me las saca de mis manos, volviendo por donde vinimos.

Busca el Mustang por sobre los autos estacionados.

Caminando a su lado, me inclino para mirarlo.

- ¿Qué? - Mis ojos van a su camioneta que vamos dejando atrás. - ¿La dejarás toda la noche, acá?

Se encoje de hombros sin detenerse y me paro en seco como extiendo una mano, por las llaves que me quitó.

- Si te vuelves conmigo, yo manejo.

Y se le escapa una risa en el medio y la oscuridad del estacionamiento, sin dejar de caminar.

Pongo mis manos en las caderas.

- ¡Tía Lorna, me prestó su bebé a mí! ¡Caldeo, dame las llaves! - Chillo. - ¡Le voy acusar!

Si, lo sé.

Re pendeja.

Sus hombros se sacuden por la risa de su linda espalda que veo con cada paso que da en dirección al coche, cuando lo divisa entre dos autos.

Rabia.

Odio.

Y ganas de arrancarle su sexy y caliente pelo desordenado, invade mi mente.

Grito de frustración, dando un pisotón en el piso y corro a él.

Y antes que se dé cuenta, me lanzo sobre su espalda y le hago mi famoso torniquete de lucha con mis piernas en su cintura, que muchas veces utilicé contra Hope en la sala de casa, por la posesión del control remoto de la televisión.

Otra risa sale de él por mi ataque infantil, mientras intento inútilmente robar las llaves de su mano.

Y como si nada, camina en dirección al coche conmigo encima de su espalda, sin el menor esfuerzo ante mi lucha.

Seguido a como si nada también, abrir la puerta del acompañante.

Y como si nada, saludar a unos chicos que gritan su nombre con una mano en alto, mientras lo hace.

Como si nada nuevamente y de un movimiento ágil como rápido de él, ya me encuentro sentada y con el cinturón de seguridad abrochado en el interior del auto.

Como si nada obviamente, rodea el coche y abre la del conductor.

Y como si nada final, lo arranca y conduce por las casi desiertas calles, bajo la noche estrellada en su silencio perpetuo, pero con una media sonrisita de lado y yo, con mi nariz arrugada y de brazos cruzados mirando el frente.

CALDEO

Santo Dios.

Quiero matarla.

Pero también besarla.

Tal vez, besarla hasta el cansancio y después matarla.

O mejor aún, besar cada parte de ella, acariciarla, volver a besarla hasta que crea soy su jodido mundo, acariciarla más y tal vez matarla.

No puedo evitar sonreír, mientras manejo por su obstinación por querer conducir ella.

Jesús.

A las luchitas jugábamos cuando teníamos diez años con cachorra.

Pero, que pendeja.

Me obligo a mantener mi mirada al frente mientras giro en una calle.

Porque, si la miro reiré a carcajadas.

Y recuerda, que estás cabreado Caldeo.

Cierto.

Enojado.

Dudo.

¿Por qué, era?

Y maldita sea.

Por la forma en que me mira con sus bonitos brazos cruzados sobre su pecho y causando que ellos resalten.

El calor de su cuerpo cuando se lanzó sobre mí y el olor de su piel me estaba volviendo loco.

Mi dulce droga que me hace olvidar todo.

Y la de mi pene, también.

Carajo.

Me reacomodo sobre el asiento con disimulo por la jodida erección que tengo gracias a cachorra y aprieto con fuerza el volante con mis manos, para contener las ganas locas de tomarla aquí en el auto.

- No voy a casa... - Susurra, cuando pido giro para doblar otra vez y en dirección a su casa.

¿Qué?

La miro raro.

¿A dónde, cree que va?

Es tardE, jodidamente a la casa de nadie.

Ella me mira, pero se sonríe.

- Voy a tu casa, Caldeo.

Y ahora, sonrío yo.

¿No me jodas?

Pero su mirada me lo confirma.

Mierda.

No, no y no.

Nadie me cuida.

- ¡No! - Digo decidido.

Y me arquea una ceja desde su asiento.

JUNO

No, dice Caldeo, porque no quiere que me quede.

No, sigue diciendo cuando se vuelve.

No me dice, apagando el coche en el estacionamiento de su casa.

No, le dice a su madre una vez dentro y señalándome, para luego subir las escaleras de su habitación con nosotras detrás.

Abre la puerta de su habitación.

- SÍ. - Dice automáticamente y me mira de lado y con él, una sonrisa pervertida.

¿Eh?

Y miro por sobre el hombro de mi tía.

El colchón extra que tío Pulgarcito subió por las escaleras, está al lado de la cama de Caldeo.

¿Qué?

Caldeo entra y yo me quedo en la puerta.

- ¿Voy a dormir con él? - Mis mejillas arden al escucharme y sacudo mi cabeza. - ¿Quiero decir...en su habitación con él? ¿No en la de huéspedes?

Caldeo se sienta en su cama y me arquea una ceja sugerente.

Cabrón.

Tía Lorna niega.

- La tercera habitación no tiene calefacción, hija. - Nos mira sonriente. - ¡Cómo, cuando eran niños! - Exclama nostálgica.

Miro mis pies.

Sip.

De niña muchas veces me quedé a dormir.

Pero ahora resulta, que no somos niños...

La tía se gira hacia Caldeo.

- ¿Cariño, podrías traer el bolso que trajo mi niña Vangelis con ropa de dormir para Junot que quedó en la sala?

Caldeo asiente y nos deja solas.

- Tu madre trajo tu ropa de cama. - Me susurra. - Está muy emocionada con todo esto... - Saca unas frazadas y una almohada extra de un clóset. - Todos lo estamos. - Se corrige. - Contigo al lado de Caldeo y su enfermedad... - Me sonríe triste y la abrazo.

Aunque la cena casera de mi tía estuvo deliciosa, Caldeo apenas tocó lo de su plato.

Ayudando con el lavado de platos y limpieza de la cocina, mi tía me tranquilizó diciendo que era normal la falta de apetito de Caldeo en un día de Hospital y después de su control con suministro de fuertes medicamentos, vía oral e intravenosa.

Aunque a una nueva quimio se había negado, aceptaba los calmantes contra el dolor y soportar su aplicación cada jueves de semana con el tormento de secuelas que acarreaba ello después.

Saludé con un beso de las buenas noches a mis tíos y con un profundo respiro, subí las escaleras en dirección al cuarto de Caldeo, que ya estaba ahí.

Di unos suaves golpe a la puerta antes de entrar y su cuerpo recostado boca arriba, aún vestido y con un brazo cubriendo sus ojos me da la bienvenida.

Y silencio.

La respiración de su pecho, baja y sube de forma suave.

Está dormido.

Camino despacito a mi bolso que está en una silla por mi pijama, para luego en dirección a su baño personal.

Cuando salgo ya vestido con él, Caldeo sigue en la misma postura.

Me dejo caer sobre el colchón del piso y me siento sobre mis talones, para de forma cuidadosa aflojar más los cordones negros de las botas que tiene puestas, para sacárselas de a una y dejarlas en el piso.

Me incorporo y también con cuidado, acomodo una de sus piernas que cuelga de un lado de la cama para subirla.

Hago a un lado su frazada para taparlo vestido y por encima de ella.

Y en el momento que me alejo, la mano que descansa sobre sus ojos, me toma por mi nuca.

Y aunque es demandante y fuerte, no es de forma dura.

Nuestros rostros están a centímetro y su pulgar acaricia mi cuello de forma tierna y con su mirada de cristal puro en mí.

Transparente y cálida, pese al color gris hielo que tiene como color.

Y con su pelo totalmente sobre ellos, haciéndolos poco visibles pero hermosos.

- ¿Estás segura, cachorra? - Dice suave y con su mano aún en mi nuca sosteniéndome.

El recostado y yo, casi encima suyo con ambas manos mías por sus lados, para no caer sobre él.

- ¿Esta segura, de querer hacer esto? - Prosigue de forma apagada y sus ojos tristes vagan por mi rostro, pero aunque ellos y su voz, denotan eso.

En su pregunta, hay cierta luz.

Una luz de emoción por estar ahí, para él.

Una luz de esperanza.

- ¿Estas segura de poder soportar mis recaídas... - Susurra bajito. - ...de mis enojos y crisis por toda esta mierda. - Prosigue. - ¿Acompañarme en las cosas difíciles que nos esperan juntos con mi visita semanal al Hospital? Soportar que ya un día no podré hacer cosas como cualquier chico de mi edad, como seguir en la liga de básquet, salir o... - Su mirada cae. - ...volver a cantar? - Para luego, mirarme duramente. - ¿Y los cambios que recibirá mi cuerpo en mi apariencia, por lo que vendrá? - Y su voz se apaga cuando finaliza. - Hasta que llegue ese día...

Dios.

Que no diga eso...

Elevo una mano despacio para acunar su mejilla y acariciarla e interrumpirlo.

Y sus ojos se cierran por mi contacto.

- Jamás estuve tan segura por algo en toda mi vida, Caldeo. - Sonrío. - Me alejaste de tu vida una vez... - Murmuro y niego. - ...pero, eso nunca más... - Vuelvo a sonreír. - ...voy a recuperar cada jodido día que me hiciste perder de estar a tu lado estos casi dos años...

Suspira y me trae a su pecho de forma tosca y de golpe.

¿Existe, lo dulcemente bruto?

Sonrío sobre su pecho mientras me abraza lleno de necesidad, recostado.

Porque, Caldeo lo inventó.

Se gira conmigo de lado sobre su cama y en silencio, acomoda las frazadas para taparnos.

Obedezco a su orden silenciosa y me acurruco más contra su pecho y su abrazo, cerrando los dos nuestros ojos.

A veces las palabras sobran.

Con Caldeo, es así.

No hace falta de ellas.

Porque él, las trasmite sin hablarlas.

Las dice con el sentimiento de cada una de sus miradas.

De sus emociones en cada acción de su cuerpo.

Emociones y sentimientos que dice que no sabe que son y no entiende.

CALDEO

<< La mano de Lála, acaricia mi mejilla ardida por la fiebre.

Acunado en su regazo y envuelto todavía con mi frazadita con mi monito roto y sucio, bajamos de ese bus y tras caminar unas cuadras y en un callejón, se sentó a descansar en un rincón.

Por sus mejillas, recorren lágrimas.

Una tras otra, mientras me mira con dulzura y me abraza más contra su pecho, mientras gimo de dolor.

- Pronto ángeles de blanco, cuidarán de ti, mi pequeño Caldeo... - Hace a un lado mi pelo negro con dos de sus dedos de mi frente. - ...y sanarás. Serás protegido y criado por una familia que te ame como a un hijo, al'amir baladi... - Sus ojos se elevan al cielo negro y algo nublado. - ...'akhuk Constantine te encontrará y cuidará... - Se sonríe. - ...y asegurará tu bienestar, por el de vuestro padre...

Su mano temblorosa, saca del bolsillo de su túnica de lindos colores un celular.

- Ya cumplí, mi pequeño Caldeo... - Besa mi frente, sintiendo la humedad de sus lágrimas por ello.

Teclea tres números y vuelve a mirarme.

- Recuerda la palabras de tu Lála, mi príncipe. No hables, Caldeo...porque, si él te encuentra antes que tu hermano y por hablar, habrá dolor... - Seca su llanto.

Y una voz femenina, suena del otro lado del teléfono.

- 911 Emergencias... - Dice.

Lála, cierra sus ojos.

- Pueden mandar una patrulla...hay un niño abandonado en un callejón, que necesita hospitalización urgente... - Murmura, abrazándome más contra ella. >>

JUNO

Se retuerce.

Gime.

Se queja con dolor en sus sueños.

Me despierto, aún entre sus brazos y con esa lucha interna en su pesadilla.

Aunque todo está a oscuras, puedo ver por la luz tenue de la calle que atraviesa por la ventana con sus cortinas corridas.

Su rostro está lleno de sudor y dormido, que con fuerza batalla contra lo que sea que está soñando.

Me incorporo.

- ¡Caldeo! - Grito, tomando sus hombros. - ¡Caldeo, despierta! ¡Es una pesadilla!

No reacciona.

Ese guerreo sueño, lo tiene atrapado y un escalofrío me recorre de tristeza por su dolor.

Me subo a horcajadas de él y lo abrazo contra mí, con todas mis fuerzas.

Trato de acunarlo, pero su lucha y él, son más fuerte que yo.

Apoyo su cabeza en mi pecho, intentando contenerlo.

- Caldeo, despierta. - Susurro en su oído y antes de que pueda asimilar mi acción, ya lo hice.

Lo besé.

En los labios.

Fuerte.

Sin dejar de abrazarlo y acunarlo en la oscuridad de su habitación y un gemido sale de su boca unida a la mía.

Su hombros se relajan y sus labios se entreabren.

- Bebita... - Me susurra con otro beso.

Lágrimas de felicidad al verlo despertar y ya fuera de sus pesadillas, emergen de mis ojos.

Y sonrío entre ellas y su boca.

- Tenías una pesadilla... - Logro decir, tras el beso y se incorpora conmigo encima.

Sus manos despejan mi pelo de mi rostro con su frente, apoyada en la mía.

Y su respiración aún agitada por el mal sueño, se intensifica cuando una de sus manos en mi cara, recorre el contorno de mi cuello, hombro y cintura.

Para abrirse y acariciar la curvatura de ella de forma tierna.

Y algo me sacude.

Como una descarga eléctrica.

Una dulce descarga que nace de mi bajo vientre, para colmar todo mi cuerpo.

Mis manos apoyadas sobre su duro pecho, se deslizan hacia abajo con mis dedos, acariciando de forma lenta su vientre hasta el borde de su camiseta.

Levanto mis ojos y los nivelo con los suyo, insegura a su reacción.

- Jun...- Caldeo, murmura dudoso.

Me inclino a él antes que dijeras algo más y beso al chico de mis sueños y de mi vida.

Y gime ante el contacto de mi beso y su respuesta es rápida, deslizando su lengua dentro de mis labios, apenas entreabiertos.

Con lentitud elevo la tela y él se inclina hacia adelante para darme acceso y ayudarme para sacarle por su cabeza, jalándolo y cayendo sobre el colchón del piso su camiseta.

Mi dedo dibujó su tatuaje del dios Maorí de todo su torso desnudo, para luego recorrer hacia arriba y a mi favorito.

El de su garganta.

Y sonriendo, echa su cabeza detrás para que tenga acceso.

Como siempre lo hicimos de chicos y tirados sobre el colchón de hojas y a orillas del estanque para que explorara su piel tatuada.

La yema de mi dedo se detiene en la flor de loto color rojo fuego y la beso, y un suspiro profundo sale de él, cuando lo siente y de forma ingenua hago un camino de besitos desde su cuello, clavícula y hombro.

Entonces me estrecha con fuerza, aspirando el aroma de mi pelo y me abandono en ese abrazo.

Ambos de esa necesidad de sentirnos y borrar ese largo tiempo distanciados, pero nunca separados.

Porque, nunca lo estuvimos en realidad.

Lo que nos une, es más fuerte que ese alejamiento y la distancia.

Que su pasado y mucho más fuerte que su enfermedad.

- No me dejes, bebita... - Me abraza con más fuerza.

Aún a horcajadas de él, sonrío sobre su cabeza y le correspondo con la misma intensidad su abrazo.

- Nunca me fui... - Digo.

Y toda las razones que teníamos para no estar juntos.

Desaparecieron.

Se esfumaron.

Su abrazo se afloja en mi espalda y tomando con suavidad mi remera de pijamas a cuadros, me despoja de ella, terminando arriba de su camiseta sobre el colchón del piso.

Su dedo dibujo mi sujetador blanco y un suspiro sale de mí, ante el contacto de su mano por sobre la tela de ellos y acariciando mis pechos.

Sin dejar de mirarme, los desabrocha haciéndolo correr por mis brazos, para dejarlos sobre la cama.

Caldeo observó con lentitud cada centímetro de mis pechos desnudos frente a él.

Y nuestros ojos se encuentran.

Él lee mis nervios.

Pero yo también, leo los suyos.

Es mi primera vez.

Nuestra primera vez...

Pasa muy lentamente sus labios por mis senos y el frío del acero de su piercing, eriza mis pezones de una forma dulce cuando lame uno, seguido del otro.

Y vuelve a abrazarme con fuerza, cuando con un de ellos en su boca lo chupa profundo.

Succionando fuerte y provocando, que yo gimiera de placer tirando mi cabeza hacia atrás, ante esa sensación nueva para mí.

Y mi cuerpo convulsiona cuando Caldeo lo abandona para seguir con el otro, amamantándose.

Toma mis caderas, me gira sobre él y me acomoda de espaldas al colchón con suavidad, soltando con un dulce pop mi pezón.

Y sentado sobre sus talones en la cama e introduciendo ambos índices en la cintura de mi pantalón pijama, me mira a través de sus pestañas oscuras esperando mi confirmación.

Muerdo mi labio y mi respuesta, es elevar mis caderas para mejor acceso a sacarlas.

Y sus manos en el trayecto de mis piernas sacándolo, acariciaron mi piel, seguido después de mis braguitas.

Y cierto rubor me invade al sentirme expuesta y mi mano desciende con vergüenza para taparme.

Niega, tomando mi mano y la besa sonriendo.

- No. - Me dice con ternura, para luego conducir esa misma mano entre la suya, al cinturón de sus jeans.

Lo miro.

Y asiente, sonriendo más.

Lo hago tímida como algo indecisa y sin práctica, abriendo la hebilla de su cinturón de cuero, para luego desabotonar su jeans oscuros.

Mis manos empujan su pantalón por su baja cintura e introduciendo parte de mis dedos teniendo contacto en el interior con la suave tela de sus bóxer y su trasero.

Un jadeo sale de Caldeo besando mi hombro, mientras con su ayuda me deshago de él y su ropa interior.

Y ambos jadeamos al sentirnos.

Abrazados.

Él, sobre mí.

Y desnudos.

El calor de nuestros cuerpos.

Y piel con piel.

Sus boca acaricia mi boca, para luego chupar y morder mis labios, profundizando el beso.

Su lengua entrelaza la mía y como el movimiento suave de ellas, su cuerpo se frota desnudo en el mío, sintiendo su duro pene en mi centro.

Gemí sobre su boca y con una sonrisa, la ahogó con otro beso volviendo a frotarse sobre mí.

Calor.

Dulce calor.

Volvió a adueñarse de mis pechos, mientras sus manos dibujaban pequeños círculo en mi vientre hasta llegar a mi entrepierna.

Su caricia es suave sobre mis labios íntimos y eso, hace retorcerme bajo él.

Caldeo me mira y con la punta de su nariz acaricia la mía, cuando introduce en mi interior un dedo.

Y otro gemido sale de mí, al sentirlo y de él, una fuerte respiración de satisfacción.

- Mía... - Susurra profundizando dentro mío, para luego sacarlo y volver a introducir. - Santo Dios... - Me besa. - ...estás estrecha y húmeda... - Murmura, jugando más en mi interior de forma suave, hasta sentir el obstáculo.

Mi tarjeta V.

Acaricia mi mejilla deteniéndose, pero con su dedo dentro mío y yo, me quejo por ese abandono.

Me mira con ternura por ello.

- Cachorra, algo va doler. - Me susurra. - ¿Estás segura?

Acuno su rostro con mis manos, corriendo su pelo y asiento.

Sonríe él.

- M.Í.A. - Repite, besando mi pecho.

Para ser precisa, donde está mi corazón.

Con suavidad saca su dedo de mi interior con otra queja mía y muerde su labio, sonriéndose al sentirme y extiende su brazo, para sacar algo del cajón de su mesilla.

Un condón.

Se sienta sobre sus talones frente mío regalándome la vista de la gloria de su desnudez tatuada bajo la luz que atraviesa por la ventana, rompiendo el envoltorio con sus dientes para luego escupir con sus labios el sobrante y deslizarlo por duro y largo pene.

Hermoso y sexy verlo.

Una de sus rodillas separa más mis piernas al acostarse sobre mÍ, nuevamente.

Y puedo sentir el calor húmedo de su pene en mi entrada, entrelazando nuestras manos por sobre mi cabeza y apoyando su frente en la mía.

Posicionando mejor sus caderas y con un suspiro, me penetra con suavidad y se detiene.

Ambos gemimos y no pude soportar el calor que tira de mí y como algo natural mis piernas, abrazan su cintura provocando que se profundice más en mi interior.

- ¿Duele? - Me susurra con su respiración entrecortada y besando mi nariz.

Miré sus labios.

Eran llenos y perfectos con ese piercing entre ellos.

Negué.

Sujetó mi cuerpo y se empujó más dentro mío.

Volvimos a gemir y otra vez se detuvo.

- ¿Duele, bebita? - Acaricia mi pelo, bajo todas las sensaciones nuevas que me abrumaban.

Todas y con ese dulce ardor.

Calor embargándome y pidiendo a gritos una sola cosa.

Que Caldeo se haga cargo y me saciara.

Y dónde mi corazón colapsado, pedía también y reclamaba su posesión en mí.

Mi cabeza se sacudió negando y mis caderas como con vida propia se empujaron a su eje, causando que tocara lo que marcaba mi virginidad.

Mi himen.

- Cachorra... - Jadeó al sentirlo, conteniendo su fuerza de tomarme y empujarse más.

Todo Caldeo era una batalla de freno, contra su dominio por poseerme a su ritmo.

Como él, me dijo una vez.

Duro.

Y una oleada de calor me invadió al pensar en ello.

Porque, jodidamente quería y me sentí más excitada pensando en eso.

Relajé mi cuerpo y mis dedos se enredaron en su pelo respondiendo que continúe y Caldeo hizo lo peor y más lindo, que posiblemente podía hacer.

Esbozar una sonrisa sincera y de amor, mientras se deslizó fuera de mí, para entrar otra vez.

Con más fuerza.

Y un ardor.

Un doloroso ardor, llenó mi interior con él dentro mío.

Gemí por ese daño que sentí, echando mi cabeza para atrás, arqueando mi espalda y diciendo su nombre.

Caldeo me abrazo contra él para apaciguarlo, inmóvil pero sin perder ese dulce contacto.

Y algo se rompió en mí, pero eso le dio un dulce acceso de consuelo a mi dolor.

El sentirlo plenamente.

Cada centímetro de Caldeo en mi interior.

Volvió a deslizarse hacia fuera, para entrar otra vez.

Y para mi sorpresa, ya no dolió tanto y en cambio, esa sensación de placer y querer más, me llenó.

Besé sus labios a medida que se empujaba dentro mío.

Y gimió de placer al enroscar más mis piernas en su cintura, provocando que su embestida sea más fuerte en mi interior.

Grité su nombre por la fuerza, pero sin ser duro.

Lo hice de satisfacción y calló mi grito con un beso posesivo y demandante.

Succionó, mordió y lamió mis labios entrando y saliendo de mí.

Su otra mano se aferró más a mi cadera y acunó mi trasero para profundizar con otro empujón, haciéndome ahogar otro grito.

Se quedó inmóvil por tan solo unos segundos, acariciando con el dorso de su manos mi rostro para que nuestras miradas se encontraran y con todo su pene latiendo en mi interior, tan profundo que me hizo temblar.

Poco a poco, lo sentí sacarlo a afuera muy despacio.

Y mordió su piercing sin dejar de acariciarme.

Porque quería, que lo sintiera cada centímetro de su longitud abandonándome, para luego penetrarme de vuelta.

- Tuyo... - Susurró bajito y empujándose más dentro mío.

Rodeé su nuca con mis manos.

- Tuya... - Susurré yo y empecé a sentir el acercamiento de algo hermoso ante el placer, obligándome a pedir más y arquearme más a él.

Mi piernas ante eso, comenzaron a temblar por ello y Caldeo con un gruñido de satisfacción se entregó más a mí y por poseerme.

Algo líquido recorrió mi interior, el resultado de la llegada de mi orgasmo y envolvió a Caldeo en mi interior, dando más intensidad a nuestros cuerpos unidos y escurriéndose en nuestras piernas.

Cuando no pude más, cerré mis ojos y exploté en un dulce equilibrio entre el cielo, la tierra y en millones de pedacitos de mi éxtasis.

Sus brazos me sostuvieron con ternura mientras me corría, para que no colapsara por mis piernas desfallecidas y con mis gemidos de placer, provocando el llamando del suyo y empujándose una y otra vez en mi interior, por la búsqueda de su clímax.

Y su cuerpo se tensa y estremece al llegar, con su corazón latiendo fuerte y con mi nombre en sus labios con su última embestida ya de forma lenta, para sacar los últimos restos de su orgasmo.

Varios segundos pasan con nuestro pechos todavía moviéndose de forma agitada e intentando recuperar el aire.

Me envuelve más bajo él, con cariño y pulsados aún por nuestra unión.

Abro mis ojos y me encuentro con los de Caldeo mirándome sudoroso y de forma tierna.

Corre mechones de mi pelo transpirado, de mi rostro y yo lo imito.

- Te amo, Junot... - Me susurró bajito.























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