CAPITULO 22
CALDEO
Despertar con alguna chica al lado después de coger.
Nada nuevo para mí.
Despertar envuelto a un cuerpo femenino en una cama, después de la salida del bar por algo de diversión sexual y menos vainilla.
Casi siempre y tampoco, nada para mí.
Despertar hasta con dos cuerpos calientes de chicas en un colchón, después de una noche de sexo.
Igual.
Y linda experiencia.
Pero, despertar de un cuerpo caliente con el que quería estar acurrucado toda mi vida, perderme una y otra vez y no dejarla nunca.
Bueno, eso es otra cosa y mi primera vez.
Y digo perderme del verbo, solo en su cama y estar abrazados.
Su cuerpo en contacto con mi cuerpo.
Piel con piel.
Su calor y mi calor.
Y no, sexo.
Porque mi cachorra es virgen.
He iba a esperar.
Porque cuando sucediera, será perfecto.
Pero...
Despertar con la chica de tu vida, entrando infraganti a su habitación y meterte en su cama a mitad de media noche, siendo encontrados por sus padres al otro día.
Es otro tema.
Más cuando el padre es mi tío.
Y ese tío, es Herónimo Mon.
Sonrío para mis adentros ya en su coche con él y en dirección a casa.
Porque y pese a que aprieta el volante de su auto conduciendo como su fuera mi cuello.
Lo respeto, quiero como a un padre y es una de las pocas personas como los chicos de la banda o mis propios padres, que puedo conversar.
Que el hablar, no me duele.
Ya que ellas demuestran emoción y me cuesta procesarlas o tratar de entenderlas.
Porque las palabras duelen y eso no te protege.
Me decía Lála...
Detiene su coche en la acera de casa y apaga el motor.
Y con eso, el dispositivo de su cierre centralizado avisa las puertas abiertas.
Lo miro interrogante y apoya su brazo en su ventanilla, para poner su mano en la sien.
- Ve a cambiarte y buscar tus cosa. Yo te llevaré o llegarás tarde a clases. - Se sonríe, acomodando sus lentes.
Bajo mi mirada.
- Voy más tarde, tío. – Digo y por su mirada curiosa, prosigo. - Es jueves... - Y tío Herónimo abre sus ojos al entender.
Se saca los lentes para masajear el puente de su nariz y pasar la mano de forma cansada por su rostro.
Suspira.
- Lo lamento Caldeo, lo olvidé... - Se disculpa.
Y me encojo de hombros, sonriendo.
- Lo prefiero así, tío.
Realmente, lo prefiero así y también suspiro como él.
Palmea mi hombro con cariño.
- Ve, muchacho...
Y asiento, abriendo la puerta.
- ¿Caldeo?
Me giro, pero no lo miro.
Me limito a cubrirme más con mi capucha y mis manos en los bolsillos de mi campera, porque sé, jodidamente lo que me va a preguntar.
Aclara su garganta.
- Lo hablamos esa noche en el gimnasio... - Frota sus labios pensativo. - ¿Junot, ya lo sabe?
Juego con el aro de mi labio y niego.
Mira mi brazo, bajo mi chamarra.
- Deberías, hijo...
Vuelvo a afirmar y no digo más que un ademán de agradecimiento por el aventón.
JUNO
El repiqueteo de mi lápiz entre mis dedos, jugando de forma nerviosa sobre mi pupitre me pierde lejos.
Como mi mirada por la ventana del segundo piso de mi clase, al campus y acomodo mi puño bajo mi barbilla de forma aburrida con un suspiro.
- Ya van 8.
Me giro a Demian, sentado al lado mío.
- ¿Qué? - Digo bajito, para no molestar al profesor dando su clase.
Y agradezco a ver elegido los últimos asientos al final del aula.
- Tu octavo suspiro desgarrador, cariño... - Susurra inclinado a mí y al mismo tiempo, escribiendo lo de la pizarra. – Juro, que si sigues mirando por la ventana de esa manera el campus, derribarás los árboles o mucho peor, la fuerza de tu mirada incendiará a los estudiantes que caminan por él y tumbará los coches del estacionamiento tipo "Carrie" pero sin la sangre y todo eso.
Lo empujo con mi hombro con cariño.
Pero me vuelvo a desinflar.
- Caldeo volvió a faltar a clases. - Mis ojos van otra vez al estacionamiento, dónde el lugar para el capitán del campus, está vacío. - Y no entiendo, por qué...
- ¿Pero acaso, Caldeo no durmió contigo? - Dice, corrigiendo una anotación de su carpeta y me ruborizo, porque compañeros se dan vuelta al escuchar a Fresita decir eso.
Y cubro mi rostro con mi cuaderno oficio de los demás.
- ¡Quieres parar! - Susurro histérica.
Me arquea una ceja y se ríe.
- ¿Es la verdad o no? - Juega con su lápiz en el aire.
Asiento, terminando de escribir lo que el profe dejó en la pizarra.
- Pero no de la manera que ellos piensan... - Murmuro con mis ojos en el papel. - ...dormir...solo dormir... - Titubeo. - ...dos personas, simplemente vestidas y solo D.U.R.M.I.E.N.D.O - Recalco.
Y me rueda los ojos divertido.
- Cariño, la abstinencia de ambos es digna de admiración. Yo a esta altura y con semejante bombón tatuado, ya hubiera hecho hasta el salto del tigre...
Y quiero reír, pero realmente no sé por qué, ya que no entiendo.
Supongo, alguna postura sexual.
Supongo, dije.
Cuando el timbre anuncia mi última hora de clases, saludo con un abrazo rápido a Demian y Amely en los pasillos y corro hasta mi bicicleta estacionada.
No quiero perder tiempo y con el corazón agitado, saco su cadena y me monto en ella.
Destino.
La casa de Caldeo.
Llego algo jadeante por la velocidad, cuando estoy frente a ella.
Bajo y trotando, hago mi camino hasta el costado y la apoyo contra una pared en el patio, donde su vieja Ford está estacionada bajo un árbol.
Él está.
La radio de tía Lorna no suena, como tampoco el volumen alto de la televisión de tío Pugarcito.
La puerta mosquitera vuelve a crujir terroríficamente, cuando la abro con cuidado.
Malditas bisagras...
CONSTANTINE
https://youtu.be/pyhlzVsvC3w
Observo desde mi oficina principal de mi edificio del piso 80, toda la vista que me regala sus ventanales de vidrio de la ciudad Abiyán.
La ciudad principal de Costa de Marfil y centro comercial como financiero de África.
Mis ojos reposan gracias a la elevada altura de mi rascacielos, en el puerto.
Mi puerto.
Conectado a la costa al golfo de Guinea.
Junto al Casablanca.
Puerto líder de Marruecos y el principal de la región.
Y es el nodo clave para mis negociaciones sociales, industriales y económicas Africana-Europea desde ahí y al mundo con mi país.
- Sayyid, Constantine ¿Está de acuerdo con el cargamento del puerto a Asia?
Me giro sobre mi hombros, aún con mis manos entrelazadas en mi espalda.
Mis mandatarios rodeando la gran mesa ovalada con planos y papeles de por medio, cumplen al pie de la letra mis órdenes.
Conseguir una producción económica avanzada, sostenible y diversificada de mi país.
Y sonrío por ello.
Pero, dejo de hacerlo y al sentir como me llaman.
Vuelvo mi vista a la ciudad metropolitana.
- No me nombres así, Saúl. - Gruño a uno.
Y me hace una reverencia como disculpas.
- Lo siento, Shayj... - Se corrige.
Y las acepto sin voltearme.
Suspiro, mientras ellos siguen con el debate económico de exportación.
Aunque es un título que heredé por ser descendiente y pertenecer a la dinastía de la tribu Qurash por parte materna y tener un linaje que remonta al augur Ismael, hijo del profeta Abraham.
No me pertenece.
Y por más que haya derrocado a mi padre en un golpe de estado pacífico y me convirtió en ello.
Solo, me encargo de los asuntos de mi país día a día y en una monarquía absoluta.
Pero leal, bajo mis convicciones de la paz en el Medio Oriente y el mundo.
Y lo que nuestro padre, nunca quiso y se hizo mi enemigo.
Como otros agazapados en algún rincón del continente.
Por el nacimiento del nuevo Sayyid...
Mi hermano.
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