CAPITULO 19

                                                        CONSTANZA

Zorra.

Puta zorra.

¿Por qué?

Por ser, siempre ella.

Aprieto con fuerza entre mis dedos la botella de mi champú que saco de mi casillero, recordando como Caldeo siguió a Junot en su huida...feliz.

Él estaba feliz por ese pelotazo.

Él volvió a sonreír, después de ese encuentro en el baño del bar, cuando los encontré contra la pared esa noche.

Cada parte de su célula irradiaba algo que pensé que era mío y con lo que sea que le susurró en la oreja a ella, esa noche en el pasillo y a oscuras del baño de damas.

Y sus ojos color hielo me lo confirmaron, cuando enfurecido por mi broma de los carteles pegados en su casillero y alrededores, me dijo basta al lunes siguiente.

Basta.

Caldeo me dijo basta.

Ya nunca más, él y yo.

Pero se sonrío divertido a la respuesta de ella y no le importó quedar mal delante de todos en la U.

Me deshago de mi vestimenta de porrista, quedando en ropa interior con bronca y me volteo al gran espejo del vestidor de mujeres, bajo el bullicio de todas cruzándose y charlando de forma divertida y semi desnudas a punto de ducharse.

Miro la imagen que me devuelve el espejo.

Toco mis abultados pechos sobre mi sujetador de encaje blanco, para luego dibujar mis perfectas curvas con mis manos.

Todo el campus masculino, daría lo que fuera por un poco de mi atención.

Suelto mi lacio pelo rubio, que como cascada dorada, cae cubriendo mis hombros y torso.

Soy hermosa.

Soy la puta capitana de todo.

De las porristas.

De las populares.

Los hombres me desean.

Las mujeres me envidian.

Cada paso que doy, hacen reverencia ante mí.

Gobierno como Caldeo, la Universidad.

Pero a él, no.

Caldeo, no me idolatra.

Caldeo, no me desea.

Pensé que lo había logrado.

Pero, no.

Su diosa es otra.

Abro la llave de agua corriendo las cortinas, para desnudarme.

Es la escualidonga y pálida Junot.

Enjuago mi pelo con el agua, para ponerme el dichoso champú.

¿Santo Dios, pero qué, le ve?

¡Si ni tetas, casi tiene!

Y acaricio la mías redondas y turgentes, corriendo espuma de jabón entre ellas.

Yo soy perfecta.

Más hermosa.

Y doy un puñetazo a la húmeda pared de azulejos en azul, bajo la ducha.

Él.Es.Mío.

Nadie me rechaza.

Soporté sus cogidas de turno con perra que se le encaramó, cuando lo quiso en cada final de noche en el bar de Salvador con una sonrisa.

Haciendo oídos sordos, mientras lo veía como se besaban y manoseaban en su mesa especial, para después correr su silla despedirse de todos y alejarse con ellas de la mano, dando fin a su noche después de cantar.

Pero, era eso.

Solo coger a una estudiante o grupie de la banda.

Yo siempre estaba.

Lo esperaba.

Su preferida, era yo.

Mis ojos se abren de golpe bajo el agua, por algo viniendo a mi mente.

Y me los limpio, sorprendida.

Porque, siempre fueron morochas exuberantes o rubias y ojos claros.

Nunca castañas.

Nunca flacuchas, pálidas y con el color de ojos marrón de Junot.

¿Para no recordarla?

¿Por qué, nadie se comparaba a ella con los mismos atributos?

Y gruño, cerrando la llave por ello.

No va a pasar.

¿Por qué, ella tiene que tener todo?

Desde muy chicas la observé desde mi pupitre.

Familia perfecta.

Hermanas perfectas y compañeras entre sí.

Ahora y siempre, amigos perfectos.

Hasta el perfecto Caldeo.

Pero, no lo voy a permitir.

- ¡No! - Sale de mí, con fervor y corriendo la cortina, envuelta en la toalla.

Algunas compañeras me miran asombradas por mi exclamación y levanto mi barbilla y las miro con odio.

- ¡Que miran, idiotas! - Les grito.

Y vuelven a sus cosas, hablando por lo bajo entre ellas.

No escucho lo que dicen, pero puedo adivinar.

Todas fueron testigos hoy del perro faldero de Caldeo tras Junot, en el campo de rugby.

Que terminó de confirmar que él y yo, ya no somos nada.

Lo que fue un rumor de su rechazo a mí, desde la semana pasada, ahora era cierto.

Y una furia me invade, porque si fuera Junot Mon en esta situación.

Amigos vendrían a consolarla.

La abrazarían, diciendo palabras bonitas.

A mí, nadie.

Y trago una lágrima, al verme sola sentada en la banqueta.

Ni siquiera mis amigas de siempre, que como si nada, charlan animadas entre ellas y apoyadas en los lavados de mármol, que se van a poner el sábado a la noche para ir al bar y festejar el campeonato de básquet.

No se percatan de mi tristeza.

Y si lo hacen, no les interesa.

Solo les importa estar conmigo, lucirse y caminar a mi lado exudando popularidad y por ende, suspiros y la atención de todos los estudiantes.

Y más bronca.

Porque, nadie rechaza a Constanza Goti.

Nadie Caldeo.

Yo decido si me amas, si sigues o te vas de mi lado.

Nadie, se ríe de mí.

Y ese mensaje que leí de su celular, me va ayudar y que el idiota de Caleb sacó de mis manos.

Sonrío.

Pero, tarde lo hizo.

Y aún, está grabado en mi cada palabra que leí.

" 10:44hs -

Caldeo, deja de ignorarme y  que ese tal Salvador te niega.

¿Acaso, sabe quién soy?

Tuve que recurrir a sayida Lorna y me contó todo, porque tengo derecho a saber de ti.

Si no contestas mis putas llamadas o mensajes, me obligas a viajar en el próximo vuelo a tu país de África y romper el juramento que te hice.

No es un pedido, ya es una orden.

Constantine."

Y de golpe, el buen humor vuelve a mí.

Porque, esto es muy interesante del enigmático y mío, solo mío, Caldeo.

Seco mi pelo con otra toalla, cantando bajito las letras de una de sus canciones, sentada y cruzando una pierna sobre la otra de forma tranquila...



            CONSTANTINE

https://youtu.be/8_NkSt9zDqU


EN ALGÚN  LUGAR DE LA COSTA, DEL OCÉANO ÍNDICO...

- Shayj...

La voz de Cabul, me interrumpe.

Dejo de mirar la vista panorámica del océano, semi inclinado y apoyado con ambas manos, sobre la baranda del imponente balcón principal.

Mis manos aprietan con fuerza este en sus curvilíneos diseños, logrando que mis nudillos se tornen blanco por la impotencia y bronca.

Otra vez Caldeo, rechazó mis llamadas y ahora el último mensaje con mi advertencia.

El viejo se inclina a la gran mesa baja, bajo el reparo del fuerte sol Africano por el dociel que lo protege en gamuza y sedas con almohadones en diferentes tamaños y cuelga de este, con calidad en telas y diseños abstractos en su telas marruecas, para dejar la bandeja con el juego de té en porcelana milenaria de nuestra Aíla y dinastía.

- Sokran... - Solo murmuro, por la taza que me ofrece de infusión caliente.

Pero, no la bebo.

Solo mi mirada gris y fría, sobre ella entre mis manos.

Sus ojos oscuros y curiosos bajo su turbante en rojo y oro, caen a mi celular apoyado en el balcón, para luego en mí, que no dejo de remover la taza con la pequeña cuchara de plata.

Sin beber el shai.

Y suspira, porque ya sabe otra vez la respuesta.

- Eanid alshshabad... - Murmura negando y con una reverencia, se retira para dejarme solo nuevamente.

Y me sonrío por su comentario, bajo la suave brisa que se levanta haciendo que cortinas de arena se arremolinen y que rodean la gigantesca propiedad, dancen a su ritmo.

Pero, no debo y vuelvo a endurecer mi rostro.

Porque, soy el Shayj...


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