CAPITULO 15

JUNO

Fresita eleva su mano frente mío, como señal que calle a mitad de mi relato de lo sucedido ayer.

- Dime por favor que después, tuvieron sexo desenfrenado y en todas las posturas habidas y por haber sobre tu cama...

Amely sentada arriba de la mesa en el jardín del campus, sostiene su estómago para reír a carcajadas, mientras yo resoplo decepcionada y sentada con mis piernas tipo indio en el césped frente a ellos y juego con una linda hoja caída de uno de los árboles, sin mirarlo.

Mi amigo pestañea confuso, para mirar después a Amely interrogativo.

Esta le dice que sí, a lo que su mirada pregunta con la cabeza, sacudiendo sus manos y falda de migas al terminar de comer.

- Sip. Juno, aún es virgen mi querido Demian... - Se pone de pie.

- No jodas...¿en serio? - Me mira fijo con sus lindos ojos delineados de maquillaje negro, que resaltan aún más la intensidad de su color azul.

Se levanta de la mesa, para tomar asiento a mi lado en el pasto.

- ¿El chico tatuaje, jamás pasó a tercera base en años pasados, contigo?

Niego, mordiendo la hoja.

Me estrecha los ojos y cruza sus brazos.

- Raro... - No lo puede creer. - ¿Ni a segunda base en tu cuarto, anoche?

Miro a Amely algo confusa y ella ríe suave, sentándose del otro lado mío.

Me abraza con dulzura por mi inexperiencia.

- Investigar, tocar, acariciarse con tu chico en un sillón, en su coche o en una habitación y por abajo de la ropa, cariño... - Me explica.

Guau.

Y otra vez, niego a Fresita sincera.

No tengo idea que es eso.

Pero, se debe sentir lindo.

Supongo...

- Caray... - Reflexiona con un dedo en su barbilla pensativo y mirando el piso.

Se sonríe.

- Ese chico rudo y sexy, pareciera como que te respeta... - Me mira. - ...y a ti, hay que despertar tu libido a cachetazos. - Me dice. - Ya es hora, mamasita...

Lo empujo con mi hombro, riendo con Amely.

Y se tumba al césped cruzando sus brazos detrás de su cabeza, también sonriendo y mirando el cielo.

- Ahora entiendo... - Gira su cabeza a mí, poniéndose los lentes de sol que hacían de vincha en su a medio rapar pelo castaño. - ¿Te estás guardando para él, no es así?

Me toma de sorpresa su pregunta y siento que mi cara arde por el calor de la vergüenza.

Y suspiro.

A quién, quiero engañar.

Amely es mi amiga de toda la vida y Demian, empezó a serlo en esta pocas semanas de estudio.

Sería estúpido y estaría equivocada en negarle a ellos lo que siento por Caldeo desde niña.

Ya es hora.

Y me encojo de hombro, tirando la hoja de árbol.

- Siempre quise a una sola persona. - Aunque evito nombrarlo. - Lo quise desde niños y eso se transformó en amor cuando crecimos, aunque no lo sabía muy bien. Él, siempre fue todo para mí...y el año que se fue me di cuenta que lo amaba. Pero después, nunca se dio...

Me entristezco recordando su llegada, mi visita a su casa corriendo feliz para verlo y su rechazo para después, casi 20 meses de crueldad con su rechazos y burlas contra mío.

Amely suspira romántica y con ambas manos en su pecho.

Demian se gira sobre su cuerpo recostado a mi dirección, elevando un brazo para sostener su cabeza contra el césped.

- Dulce Juno...ya te dije, eso no era rechazo de él. Era protegerte de él. El sexy Caldeo no te odia, su meta era que tú lo odies a él...

Amely hace un murmullo pensativa, aprobando los pensamientos de Fresita.

- Si tú lo odiabas te alejarías de él, nena... - Concluye.

¿Eh?

Arrugo mi nariz.

No tiene sentido lo que dicen.

¿Yo odiar o alejarme de Caldeo?

Imposible.

En solo pensarlo se llenan mis ojos de lágrimas y un hueco en mi pecho profundo, empiezo a sentir.

Nop.

Eso nunca y jamás pasaría.

- ¿Nunca averiguaste que pasó en ese año de viaje a África? - Pregunta Amely, recogiendo su mochila.

La imito, porque estamos a minutos de nuestra próxima clase que compartimos y coincidimos los tres juntos.

- Sip. - Cuelgo la mía de mis hombros. - Pero cada vez que lo intenté, es como un secreto sumarial. Papá eleva su mano al pecho y recuerda que tiene una reunión y huye. Mamá las veces que lo hice, me abraza y solo dice que fue a conocer a su familia de sangre y a tía Lorna, sus ojos se ponen como para estallar en llanto... - Caminamos por el sendero, que no lleva a nuestro corredor de clases. - ...por eso juré, nunca más hacerlo...

- Ve a la fuente, cariño. - Dice como si nada Demian, caminando a nuestro lado y acomodando sus lentes oscuros de sus ojos. - La amistad entre tú y el lindo Caldeo volvió a nacer, pregúntale...

Y lo miro internándonos los tres por los pasillos llenos de estudiantes.

Tiene razón.

Debería ir a la fuente.

A Caldeo.

Resoplo.

Pero todo, aún es muy confuso.

No sé, que mierda somos.

Porque Caldeo no es mi novio.

Tampoco, creo que amigos.

Ni siquiera, compañero de la U.

Mierda...

¿Qué, corno somos?

Todo es tan frustrante, pienso, entrando a mi clase con los chicos y mirando la hora de mi reloj.

Ya es pasado el mediodía y Caldeo brilla por su ausencia.

Hoy, volvió a faltar a clases...

Anoche no me dijo nada respecto a eso.

Bueno.

No tiene por qué, tampoco.

Pero si lo hubiera hecho, no estaría con esta angustia en mi pecho que duele como la mierda.

CALDEO

<< Me retuerzo.

- Tu fiebre no baja, mi pequeño Caldeo... - Gime Lála, sentada al lado de mi camita y sin dejar de pasar el paño de agua fría, sobre mi frente afiebrada.

No puedo hablar, me siento débil y me limito a apretar contra mí, el monito de peluche andrajoso y sucio contra mi pecho sudado, que dice que me regaló mi mamita.

La puerta del precario departamento donde vivimos desde hace meses y desde que llegamos a este país se abre. Entra una señora de edad avanzada. No recuerdo el nombre de la anciana, pero es nuestra vecina en el edificio y por su vestimenta, es tan pobre como nosotros.

Sirve un poco de caldo de pollo que trajo en una olla a una taza y se lo da a Lála con una cuchara para que me dé.

Mi nana le agradece con una sonrisa.

Y yo, sufro más.

Porque Lála está triste, pese a que sonríe intentando darme una cucharada de sopa.

- Debes llevarlo al hospital, Lautheliel... - Dice la viejita, tomando asiento en una de las dos únicas sillas que hay como mobiliario.

Me señala con un dedo. - El niño está grave, no es una simple gripe lo que padece.

Lála deposita la taza de sopa en una mesita, porque me niego a comer y porque, me duele adentro.

Mucho.

- No puedo, Doña Abi... - Murmura, mojando más el trapo sobre el agua helada para pasarlo con ternura en mi rostro. - Yo prometí proteger a mi pequeño a Al-Amirah Fadila... - Dice.

La anciana se levanta y arrastrando su pies propio de la edad, se acerca a mi para observarme.

- Hermoso niño de ojos color agua... - Susurra, para luego negar. - ...está muy delgado y enfermo. Mal Lautheliel...mal... - Le reprocha y sin más, regalándome una caricia por mi mejilla con sus ancianas manos, se retira.

Lála deja caer sus hombros y dice algo en otro idioma triste, mirando el techo y con las palmas de sus manos abiertas hacia él, cerrando sus ojos.

Aprieto más el monito de peluche contra mí, retorciéndome de dolor en mi camita.

Ella siempre habla en otro idioma, cuando está triste y preocupada.

Y yo, no entiendo lo que dice...

Su mirada baja a mí, luego. - No hables mi pequeño Caldeo...nunca hables... >>

Me retuerzo.

Y me retuerzo más.

- ¡Caldeo! - Un grito y sacudidas a mi cuerpo, me despiertan.

Jadeo incorporándome.

Mamá con sus manos en mis hombros, me mira intentando sonreír.

- ¿Una pesadilla, mi niño? - Pregunta, sentada en mi cama y preocupada.

Afirmo, aún intentando recuperar el aliento y paso mi mano por mi cara, tirando mi pelo hacia atrás.

Y como con cada pesadilla, miro a donde estoy.

Es mi habitación.

Sí.

Mi casa.

Mi hogar.

Mi único hogar.

Miro a Lorna.

Mi única mamá...

La abrazo muy fuerte contra mí.

Y su mano en mi espalda por mi abrazo, baja y sube de forma tierna y con consuelo.

Aunque no la veo, sé que se sonríe por sobre mi hombro.

- Hijo mío... - Susurra y yo sonrío también.

Me gusta el sonido de su voz.

Y me gusta que ese sonido y que diga esas palabras.

Su hijo.

Siempre...

Se vuelve y con cariño, acomoda mi pelo desprolijo detrás de mi oreja, como lo hizo siempre y de niño.

Se sonríe más.

- Mi niña Vangelis, habló por teléfono conmigo temprano... - Me guiña un ojo cómplice, mientras se levanta y ordena una ropa mía, colgada de la silla de un extremo para doblarla. - ...estaba muy entusiasmada por ti y la pequeña Juno juntos... - Deja la ropa en la silla y yo resoplo. - ...acaso, no se arreglaron las cosas entre ustedes? - Me pregunta triste.

Asiento, pero mi mirada vaga a la ventana que me muestra el cielo despejado y acariciando mi hombro con una mano de forma agotada.

Por todo.

Mamá me mira.

- ¿No vas a cambiar de opinión Caldeo, ahora que Juno regresó? - Se acerca a mí y toma de nuevo asiento sobre mi cama, para acariciar mi mejilla.

Cierro mis ojos.

Carajo, con esa pregunta.

Respondo negando con mi cabeza con un rotundo no y suspira triste, cual me parte en dos sentir a mi madre hacer eso.

- Caldeo... - Murmura.

Robo la mano que está en mi mejilla, para besarla con devoción y le sonrío para tranquilizarla.

No sé, demostrar cariño.

Mi cerebro se pone en cero, cuando tengo que manifestar amor.

No tengo idea con palabras como hacerlo con respecto al consuelo, afecto o cualquier sentimiento a un ser querido.

Ella me decía, que nunca hable.

Que eso, me protegería de mi pasado.

Un pasado que me robaron.

Pero cuando lo recuperé, solo trajo más mierdas a mis mierdas.

Me cuesta hacerlo.

Porque, jodidamente duele hablar.

- Ya es la hora, hijo querido... - La voz de mamá dejando ropa limpia sobre mi cama, me saca de mis condenados pensamientos.

Ya que, hoy no voy asistir a las primeras horas de la Universidad.

Cachorra...


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