CAPITULO 14

JUNO

La cena familiar fue bastante fuera de serie.

Otro adjetivo, singular.

Papá sentado a la cabeza de la mesa masticaba sus verduras al horno como si le debieran dinero y a la carne, como si le hubieran dicho que es humana y con su mirada, viajando a Caldeo en su silencio perpetuo, a mí, para luego a mamá que solo se sonreía y le guiñaba un ojo detrás de su vaso de jugo cuando bebía.

Tatúm, no participaba.

Llamó avisando que se quedaba un par de horas más en el Hospital.

Pero Hope, sí.

Y juro que si mi hermana, fuera algún tipo de androide de otro planeta de una galaxia cercana y Caldeo su enemigo, como un maestro Yedai.

En este momento ambos, estarían luchando con sus respectivas espadas láser encima de la mesa, para seguir por la sala saltando los sillones, rompiendo los muebles y decoración de la casa, peleando por la forma en que se miraban ambos con su ceño fruncido de odio y con cada bocado que dan a sus comidas.

Va ser muy duro que Hope perdone todas las mierdas contra mí, del lindo pero jodido Caldeo.

¿Yo?

En mi burbuja.

Sip.

Apenas probé mi cena, porque aún sentía sobre mis labios, el dulce calor de los de Caldeo.

Y mis dedos tocaron con disimulo mi boca, porque su suave textura, su sabor y calidez está en mí.

Me reacomodo en mi silla, al notar su mirada gris cristalina mirándome mientras se sirve ensalada de papa.

Y me arquea una ceja con arrogancia.

Pero, que pendejo.

Sabe lo que estoy pensando.

Calor en mis mejillas.

Y en otro lado.

Me inclino sobre la mesa.

- ¿Pimienta, para tu ensalada? - Le ofrezco de forma angelical el frasco, bajo la risa por mi sarcasmo de Hope.

Por cabrón.

Y me estrecha sus ojos grises por ello, mordiendo el aro de su labio, negando y alcanzando la ensalada a papá para que se sirva.

Le pestañeo con inocencia ante su mirada de odio, pero con cierto aire divertido.

Creo.

Más tarde mamá y de sobremesa en la sala, sirvió helado a todos como postre con extra bocha de helado para papá y Caldeo.

Y como si fuéramos aún niños, a todos le crujió galletas extra crocante con salsa de chocolate encima.

Inclusive a papá.

Porque mi padre a veces era como un niño más.

Caprichoso y demandante de mimos como una criatura de 5 años.

Como ahora, comiendo cada cucharada de su helado y discutiendo con Hope, por quién tiene más crocante de caramelo.

Mamá les rueda los ojos a ambos y con la bolsa de este, le agrega un poco más a cada uno como lluvia.

Con su media sonrisa muy él, le eleva una ceja a mi hermana.

O sea, a su hija con autosuficiencia infantil al ver que le agregan más y Hope resopla a papá y con el control remoto, busca una peli para ver cruzando sus piernas una sobre la otra sobre la baja mesa.

Y yo río, mientras Caldeo niega divertido y comiendo con muchas ganas, su postre sentado en uno de los sillones de la sala.

Para ser precisa, el otro extremo opuesto al mío.

Obviamente, seleccionó nuestros lugares papá.

- Distancia. - Nos dijo serio, con la risita de mamá y mía.

A veces me cuesta creer, que papá sea lo que la gente dice.

El autócrata y agreste señor oscuro, dueño de las T8P.

Cuando en realidad es un gran oso de peluche de casi 2m de altura.

Ayudando con la limpieza con mi hermana después, papá con una seña dice a Caldeo que lo acompañe a su gimnasio particular que tiene en el sótano.

Para charlar.

Solos.

Y mi cuerpo se petrifica a medio camino a la cocina y con los platos sucios.

¿Gimnasio?

¿No, oficina?

Y miro suplicante a mamá, que palmea mi hombro tranquila mientras con ayuda de Hope pone los cubiertos en el lavavajillas.

- Tranquila, cariño. Confía en mí... - Murmura alegre y sin un atisbo de preocupación. - ...tu padre es la persona con el corazón más justo del mundo...

- Aunque no le vendría mal unas buenas patadas en el trasero al come mierda de Caldeo, arriba del ring... - Acota mi hermana, guardando cosas en las gavetas de la cocina con un gruñido.

No contesto, pero suspiro con mi mirada en dirección a la puerta y que lleva escaleras abajo, al gimnasio.

¿De qué, hablaran estos dos?

Y con tristeza, esa noche no lo pude averiguar.

Porque la charla de ambos, se prolongo y subí a mi habitación, ya que era pasada la medianoche.

Leí un rato en mi cama para distraerme y con mis auriculares escuchando música, para no molestar a mis hermanas ya dormidas.

Nuestra habitación estaba a oscuras y solo iluminada por la suave luz de mi velador.

Mis ojos comenzaron a confundir las palabras de forma borrosa de cada párrafo que leía de mi novela y a entrecerrarse con cada bostezo que daba y mi cabeza divagando.

Santo Dios.

Caldeo me besó, murmuré en mi mente apagando la luz y dejando a un lado el libro.

Mi agotamiento del día y el recuerdo de sus labios, me hizo envolver más entre mis frazadas.

Su sabor y contacto.

Suave y rico.

Y mi primer beso.

Pensar en las caricias de sus manos en mi cuerpo recorriéndome lento y con su mirada de color gris transparente profundo sobre mí, y a orillas del estanque, hicieron cerrar mis ojos de a poco en un dulce sueño.

Para luego, el suave peso de algo sobre mi cama que me hizo entreabrir apenas mis ojos.

Bostezo.

- Rata, no... - Susurré, acomodándome más en mi almohada y las sábanas se abrieron con suavidad, para meterse a mi lado.

Y mis ojos se abrieron y me giré de golpe.

Rata es gigante, pero no tan enorme y aunque, sube a mi cama para dormir en las noches a veces, no aprendió abrir las sábanas.

Una mano cubre mi boca y jadeo al sentir una presión, para silenciar mi grito.

Solo en la oscuridad de la noche, pude ver la claridad de sus ojos.

Y pestañee hasta que los míos se acostumbraron a esta y con la luz, que solo iluminaba con el brillo de la luna la habitación y atravesaba por la ventana.

Y con sus cortinas corridas, dibujó la silueta oscura de Caldeo a mi lado.

Dentro de mi cama.

Tapado con las frazadas y sintiendo su cuerpo.

¿Dije, dentro de mi cama?

Con el índice de su otra mano, me hace señal de silencio en sus labios.

Asiento, corriendo su mano de mi boca.

- ¡Estas loco! - Chillo bajito y con ademanes. - ¿Qué, haces aquí? - Susurro, mirando por sobre su hombro las camas de mis hermanas.

Cristo.

Si Hope despierta.

Si mi padre lo ve.

Y solo, sonríe como respuesta.

Miro la puerta cerrada.

- ¿Papá, te vio?

Niega en su silencio.

- ¿Cómo entraste, Caldeo? - Digo más bajito.

Y se sonríe más y me señala con su barbilla unos de los grandes ventanales estilo puerta francesa de nuestra habitación y que da a un pequeño balcón.

Una de sus hojas está abierta levemente, siendo acariciada la cortina blanca de una forma constante, por el viento cálido de la noche entrando.

¿Trepó, hasta el tercer piso?

¿Está loco?

¡Se podría, haber matado!

Y el silencio se adueña de nosotros.

Solo se siente y algo más fuerte que cualquier noche de normal de la habitación y por el ventanal abierto, el croar de las ranas desde el estanque y el roce de los árboles meciéndose uno sobre el otro por la brisa.

Estamos de perfil y casi, nuestras nariz rozándose y mirándonos.

- ¿Papá, fue duro contigo? – Susurro al fin y sin moverme.

Hace una mueca graciosa, provocando que su pelo negro cubra parte de su rostro y niega divertido.

Y lo hace a un lado de con un movimiento de su cabeza.

Carajo.

Porque es fue tan lindo.

- ¿Hablaron mucho? - Continúo con curiosidad y tratando de olvidar, que su cuerpo está encima de mío, tocándome y solo estoy con una camiseta vieja y en bragas.

Asiente.

- ¿Me vas a contar? - Sigo en voz baja.

Frunce sus cejas.

Niega.

Cruzo como puedo mis brazos sobre mi pecho, en el poco espacio de mi cama por él.

- ¿Y por qué, no?

Hace la señal de la cruz en su pecho.

Lo miro por sobre mis pestañas.

- ¿Te lo hizo jurar?

Sonríe.

Y maldigo a mi padre por lo bajo por ser tan inteligente y a Caldeo por ser un hombre de palabra.

Seguimos mirándonos uno frente al otro.

Suspira, cerrando los ojos.

Y es, uno triste.

¿Y eso?

Su mano empieza acariciar mi cadera y sus dedos se deslizan por el contorno de mi pierna, para luego subir nuevamente.

Me quedo inmóvil y con mi corazón latiendo con fuerza dentro mío al sentirlo.

Y tanto era el silencio, que hasta escuchaba el suyo.

Miro su boca.

Es tan llena y perfecta.

El aro de acero que perfora su labio inferior, destella con la luz de la luna y por la sonrisa que dibuja.

Es lenta, sexy y alegre otra vez.

Y sus ojos se abren de golpe y con asombro, cuando su mano detiene su caricia al contacto de mis bragas.

Y mi boca se abre.

¡Querido Dios!

¿Qué tipo de ropa interior, llevaba puesto?

¿Las de satén y encaje o las bragas tipo abuela, que me resultan más cómodas?

Su mirada divertida en mí, me pierden y no puedo concentrarme.

Mierda, si se trataba de las bragas de la abuela, porque moriría, pero sus labios frunciéndose para retener la risa me lo confirmó.

Palidecí.

Se incorporó en la cama sentándose sobre sus talones, intentando correr las sábanas para mirarlas curioso.

Y una lucha silenciosa y desgarradora, se desató entre los dos.

Él por querer ver mis bragas divertido y yo, por negarme rogando que la tierra me trague.

Mi pecho se tensa en mi lucha de poder contra Caldeo.

¿Mi primera vez de visita nocturna no autorizada con un chico lindo en mi habitación, no podía ser normal?

¿Cómo cualquier adolescente?

¿Y justo con él?

Era inútil.

Caldeo era mucho más fuerte y poderoso y con dos movimientos silenciosos como felinos, me puso de espaldas al colchón y a horcajadas mío.

Sus piernas sostenían las mías con fuerza para inmovilizarlas y con sus manos presionando las mías a los lados de mi cabeza.

Y entrelazó nuestros dedos.

Su pecho sube y desciende por la batalla, acorralándome bajo él.

Su mirada baja y me recorre hacia abajo y su lindo pelo desprolijo como cortina, cubrió su rostro.

Y una risita burlona, se le escapó.

- ¿Hello Kitty? - Su siempre baja y suave voz, fue un susurro en la habitación.

Resoplé y tiré mi cabeza hacia atrás, mirando la oscuridad del techo.

Mierda...

Sip.

Tenía mi bragas de abuelita con motivos del gatito de mi infancia.

Y corrió a un lado su pelo, para ponerlo detrás de su oreja para ver mejor.

Hermoso.

Y mirándome a través de sus pestañas, se inclinó hacia ella lentamente y sin dejar de mirarme, midiendo mi reacción.

Y yo, ahogué un jadeo al sentir su nariz reposar en la tela de mis bragas.

Seguido de acariciarla con la punta de ella y su mejilla, para luego oler y depositar un suave beso en mi entrepierna, cubierta solo por ese algodón.

Exhalé un profundo suspiro de aire que no sabía que retenía, cuando se incorporó con un suspiro profundo, para ponerse de pie con cuidado y caminar hacia la ventana semi abierta.

¿Él...me besó?

¿Ahí?

Y sacudí mi cabeza por pensamientos impuros y me levanté, para seguirlo hasta el balcón.

Que ya, del otro lado y aferrado a este entre las enredaderas me esperaba.

No me importó que me viera bien bajo la luna llena, solo en mi vieja camiseta desteñidas con notas musicales y bragas tipo calzón de Hello Kitti.

Caminé despacio a él.

Y frente suyo y abrazada a mí misma por el fresco, lo miré.

Se inclinó del otro, para nivelar mi baja altura a comparación de la suya, para tomar mi nuca y besar mi boca con un profundo beso.

Y antes de que pudiera abrir mis ojos cuando nos separamos y reaccionar de forma obscena, como tirarme encima de él y lamer cada uno de sus tatuajes, descendió una parte para después saltar al jardín.

Me incliné más hacia adelante y apoyando mis manos en la baranda copada de enredadera de grandes hojas verdes, para poder verlo mejor en su trote en dirección al bosque.

Pero antes de internarse en él, se dio vuelta sin dejar de correr a sus espalda.

- ¡Lindas bragas, cachorra! - Exclamó y sin esperar mi respuesta, se perdió en la oscuridad de este, riendo a carcajadas.

Apoyé mi codo en la baranda y mi barbilla en mi puño, corriendo mi pelo de la cara por el suave viento.

- Pendejo... - Murmuré, mientras veía como se perdía su hermoso cuerpo con pantalones deportivos y camiseta prestada de papá en la noche.

Y no pude disimular mi sonrisita por primera vez, ante una burla suya...





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