CAPITULO 11
CALDEO
Jodida mierda.
No puedo eyacular.
Y creo, que es por la ausencia de mi esfuerzo de mi parte.
Demonios.
Nunca me doy por vencido.
Para ser sincero, jamás me pasó.
Pero por más que lo intento, saliendo y entrando del interior de Constanza por casi una hora y cada posición que se pueda imaginar e incluso inventando posturas, no estoy ni cerca de llegar.
Estoy empapado de transpiración y gotas de sudor, corren por mis abdominales y pecho.
Y embisto más duro, golpeando su cuerpo una y otra vez para terminar.
Mierda.
Nada.
Y cuando ella, ya se corrió tres veces.
Porque mi mente, mi cabeza y no precisamente la que llevo sobre mis hombros y mi corazón, están lejos.
No acá.
Suelto un resoplido final y me quito encima de ella y de su cama, preguntándome que carajo está mal conmigo, caminando al baño a tirar el condón y cerrando la puerta tras mí.
Abro la llave del grifo y tiro sobre mi cara como pelo, agua helada para despejar mi jodida mente.
Niego, apoyado con ambas manos sobre el lavamanos y me seco con la toalla, mirando mi rostro en el espejo.
Agotado...
Ya no puedo seguir con esto.
Buscando desahogo en otros brazos.
Porque, ahora que la toqué.
Dios...
Mi piel y su piel.
Re mierda.
Salgo en la oscuridad de su cuarto, aún desnudo con mis bóxer y por mis jeans, que quedaron tirados por el piso.
Constanza todavía desnuda, se incorpora y sentándose sobre sus talones en la cama, enciende la luz de su velador y me mira sorprendida, pero callada como me visto en silencio.
- ¿No puedes? - Pregunta, buscando su vestido que cuelga de su mesilla, también para vestirse.
Niego.
Es hermosa y con un cuerpo de mil demonios.
Rubia y con unos ojos tan claros, que parecen un cielo despejado.
Pero jodidamente, ni la mitad de bonitos como el color de ojos de mi cachorra.
Y condenadamente, su piel tampoco.
Como la mía que no la olvidó y su sensación otra vez en mí y después de mucho tiempo, despertó cada puto poro y célula que me compone y que quedó grabado con ella.
Mi piel, reclamando su dueña.
Evocando años atrás, cuando sus manos con cuidado me recorrían sonriente y con suavidad, cada centímetro de mis tatuajes con su cuerpo contra el mío y tirados sobre el colchón formado por hojas de muchos otoños en el estanque.
Fue un puto interruptor, que se encendió.
El contacto de su cuerpo contra el mío esta noche.
Su sensación suave mientras la aprisionaba contra la pared y calidez para el mío.
Y nuestras manos entrelazadas, bienestar que tanto necesito en este momento y más que nunca.
La mirada de sus ojos mientras flexionaba mis caderas hacia ella y contra la pared, me decía a gritos que era mía.
Solo mía.
Como siempre.
Y para siempre.
Como yo suyo, aunque cachorra no lo sepa.
Porque, si mi mundo tiene un significado, es por ella.
Hasta el final de mis días.
Mi vulnerable y hermosa cachorra, se estaba convirtiendo en una leona y sonreí de felicidad, cuando dijo que patearía mis pelotas.
Y me encuentro sonriendo como un idiota, pensando en esa interesante guerra.
- ¿Es por ella, verdad?
¿Eh?
No sé, si me lo pregunta porque no terminé o por la sonrisa tonta, que tengo por mi bebita.
Como sea.
Por las dos, es sí.
Me pongo mi camiseta mirando a Constanza y buscando las llaves de mi camioneta en los bolsillos de mis jeans.
La miro.
Sus cejas se arquearon enderezando su postura, poniéndose de pie y me lanzó una mirada fría.
No la amo.
Constanza, tampoco me ama.
Solo es muy buen sexo.
Su egoísmo y su capricho ambicioso está puesto en mí, desde niños y desde mi profunda amistad con Junot.
Solo soy como su trofeo a futuro y a conseguir.
Hasta llegué a preguntarme si incluso su obsesión por mí, seguiría si no estuviera tan fuera de sus límites, porque "el conjunto de querer, lo que no se puede tener," gira en todo lo que rodea a la caprichosa vida de Constanza en cualquier área.
Y eso, me fastidiaba endemoniadamente.
No contesté a su pregunta, tomando mi abrigo y ella, no preguntó más.
- ¿Te veré mañana, verdad? ¿Juntos en la Universidad, como siempre? - Murmuró, sosteniendo la puerta abierta por mi salida.
Y le sonreí besando su mejilla como despedida, para luego subir mi capucha y cubrir más mi cabeza corriendo mi pelo a un lado, mientras me hacía camino en la fría madrugada y cruzando el jardín a mi camioneta estacionada.
JUNO
El fin de semana transcurrió tranquilo y dentro de mi seno familiar.
No supe nada de la existencia de lo que se refiere al engreído pero lindo Caldeo, sacando la charla telefónica como siempre, de mamá con tía Lorna que hace cada día y se extiende por horas.
Sobre el escritorio y junto al ventanal de mi habitación haciendo mis tareas para mañana, miro hacia la casita del árbol.
Y mi cerebro, comenzó con los recuerdos jugando dentro de ella con Caldeo, cuando todavía éramos niños, para después divagar en que corno pasó el viernes en el bar.
Porque todavía no lo puedo asimilar y tampoco quiero profundizar en ello.
Ya que todo Caldeo Nápole es rechazo, enigmas y burlas contra mí.
Suspiro.
Ayer a la noche no salí.
Pero sí, Demian y Amely por unos tragos dulces y buena música al bar.
Pero según los chicos, la banda "Way to Heaven" de Caldeo no tocó en vivo, pero sí, estaban en su mesa de siempre.
Menos él.
Para luego, aparecer a mitad de medianoche con su acto de presencia y bajo un saludo fugaz a sus amigos, recorrió todas las mesas y público presente con su mirada de cristal hasta chocar la suya con la de Fresita y Amely.
Y con un resoplido después, marcharse.
- Te estaba buscando. - Me dice al lunes siguiente, Demian comiéndose una de sus uñas pintada de negro en el estacionamiento del campus para bicicletas, mientras me ve como ubico la mía entre el centenar que hay de otros estudiantes.
Le ruedo los ojos.
Sí, como no.
Aunque debo admitir, que mi pecho se llenó como de un aire de júbilo al escuchar eso.
Carajo, con mi corazón.
Saco mi mochila de la canasta para colgarla en mi hombro.
Lo miro.
- Demian, eso es imposible. - Resoplo, caminando a nuestro edificio con él y por el sendero del campus. - Debe haber estado buscando a su novia Constanza... - Pienso. - ...u otra chica en su radar...
Niega.
- Nop. La peliteñida estaba con la banda en la mesa y por más minifalda que le mostró, Caldeo la ignoró frente a todos y a toda zorra que se le colgó ante esa oportunidad de No.Más.Constanza.Goti.Para.El.Dios.Del.Rock.
Me encojo de hombros.
No quiero pensar mucho en ello.
Porque Caldeo desde que llegó de África, solo tuvo ojos para como solamente ella y sabiendo, que desde la primaria siempre fui molestada por su antipática presencia.
Rodea uno sus brazos en mi hombro y suelta una risita.
- Cariño, no sé qué, diablos eran esos dos... - Me mira y arquea una ceja. - ...pero lo que fueron, ya no hay más eso. Desde hace media hora estoy en la U, y todo lo que se comenta, es que él no quiere saber nada con la Goti ya. - Pega con un puño mi hombro de forma cariñosa y cómplice, mientras caminamos. - ¿Así que, cuenta mi pequeña perra que le hiciste en el pasillo del baño de mujeres? ¿Qué ahora el lindo Caldeo, no quiere saber nada con las mujeres?
Y una bofetada de calor, invadió mis mejillas.
¿Qué?
- ¡Nada! - Chillo sobre su risa. - Solo seguí tu consejo, le dije que patearía sus pelotas si seguía con sus mierdas contra mí.
Se detiene de golpe con sus ojos azules muy abiertos y sobre su lugar, salta divertido y juntando ambas manos en el pecho lleno de emoción.
- ¡Sí! - Exclama triunfante. - ¿Y qué, dijo él? Y lo quiero con lujos de detalle... - Me advierte con un dedo en alto.
Río.
Entramos al corredor en busca de su casillero, quería contarle todo porque necesitaba la perspectiva de lo que sucedió de alguien de afuera.
Con Hope no podía.
Es muy sobreprotectora de Tatúm y mía.
Hubiera pegado el grito en el cielo y a mitad de la conversación, estaría en su búsqueda para desfragmentar y mutilar en pequeños pedazos a Caldeo.
Y Tatúm pasó el fin de semana en turnos de auxiliar de 12h en el Hospital Infantil.
No quería agobiarla más.
Pero algo nos llamó a los dos la atención cuando iba a comenzar con mi relato, haciendo que calle a medio abrir mi boca y a Demian por escuchar mi jugosa historia.
Un papel pegado.
Para ser exactos.
Ese papel pegado en el casillero de Fresita, que momentáneamente también es el mío y otros similares a su alrededor y en la pared de en frente.
Con la leyenda escrita en resaltador negro:
"Junot Mon.
Bienvenida al club de las zorras.
Te dejaste coger en el baño de un bar, por Caldeo."
Una docena de papeles idénticos empapelan el sector a la vista de todos y bajo la mirada como risitas del centenar de los estudiantes, pasando a sus clases y mirándome de forma burlona.
Palidecí.
Quería decir algo, pero no pude.
Porque en alguna parte muy lejana mí, mi voz se perdió en mi interior.
<<Pero qué, zorra.>>
<<Tan santita que parece.>>
<<Son todas iguales.>>
<<Que le vio Caldeo, se viste horrible.>>
Escuchaba de fondo y bajo el bullicio estudiantil, de todos al pasar por mi lado.
Y apreté mi mochila contra mí, con fuerza.
Fresita chasqueó sus dedos delante de mí, para que reaccione mientras saca los papeles de los casilleros.
- Escucha, cariño. Focalízate e ignora esto y no reacciones o les darás con el gusto. - Niega, arrancando el último. - Estoy seguro, que él no tuvo nada que ver...
Y mi cabeza gira a mi amigo al escucharlo.
Quiero hablar, pero un segundo alboroto de todos, me hace ladear mi mirada al motivo de tal rumor.
Caldeo en compañía de su séquito, viene por el pasillo en dirección a sus clases.
Con Constanza a su lado y Cristiano Grands del otro.
Y mis ojos bajan.
Nunca, la dejó...
Y me pateo mentalmente, por pensar o ilusionarme en ello.
Estúpida Junot.
He ira, me invade por ello.
Porque, la guerra había empezado.
Se lo advertí y esto, fue su puntapié para esperar mi respuesta.
Que lo hacía ansioso, según sus palabras en mi oído en el bar.
Puto Caldeo Nápole.
Ya, no más...
Elevé mis ojos y me encontré con los de él, sosteniendo mi mirada con cada paso que daba.
Aunque, solo iba con una simple camiseta oscura y sus jeans desgastados que le caían levemente por los lados de su caderas y sus botas tipo combate.
Todo Caldeo, era belleza exótica y masculina.
Gran altura, porte físico sin exageración y tapizado en tatuajes con mi favorita en su garganta, la flor de Loto.
Con su pelo revuelto y despeinado negro como la noche, en contraste con su piel café con leche y sus ojos, hoy más claros que nunca.
Percibí una leve sonrisa en esa boca condenadamente linda.
Debería estar prohibida por lo caliente que es.
Cretino y hermoso como un dios Egipcio.
Por supuesto, que fue él.
Fresita no lo conoce tan bien como para saber, hasta dónde llega su odio por mí.
Respiro hondo.
¿Soy una zorra para él?
Okey, Nápole.
Seré la zorra que me bautizaste.
Y sin quitarle los ojos de encima llena de odio, le pido a Demian un resaltador mientras le saco la docena de hojas con las dedicatorias hacia mí.
Caldeo frunce su ceño por ello, mientras se acerca cada vez más a nosotros y como si no entendiera que está pasando.
Gran actor.
Sus ojos van al montón de hojas acumuladas entre mis manos y a mí, que escribo con ligereza, pero me tomo la molestia hasta de hacer un lindo dibujito al final.
Detiene sus pasos camino a su clase y al ver que me acerco a él con el montón de hojas y frente a toda la masa estudiantil que sin poco disimulo, se detuvieron a ver en que termina todo esto contra el gran jefe silencioso y la nueva zorra del campus.
Me inspecciona por unos segundos.
- Cuida tu jodido trasero ahora, Nápole... - Lo amenazo entredientes.
Y no le doy tiempo a nada.
Utilizando la misma cinta autoadhesiva con la que fue pegada en mi casillero, se lo pego en el pecho con un fuerte golpe de mi mano y las otras se la tiro en la cara.
Para luego, empujar a Demian a nuestra próxima clase, que sin entender nada me sigue.
Y una risa general con carcajadas se escucha en todo el corredor y a mi espalda de todos los estudiantes, inclusive la de Caldeo.
Me giro sobre mi hombro para verlo.
Que con el papel pegado a su pecho aún, lo lee para después seguirme con la mirada.
Es profunda.
Y se resbala por mi cuerpo sin censura y con satisfacción.
Me arquea una ceja.
Y un escalofrío me recorre.
¿Me folló con ella?
Lo miro con duda a Fresita por eso y me confirma con sí, con la suya.
Y le entrecierro los ojos a Caldeo y el cabrón, se sonríe más.
Cochino.
La guerra está declarada.
Pero, algo me desconcierta.
Luego de mirar por última vez la hoja antes de tirarla al piso, fulmina con ella y furioso a Constanza tirando el papel.
¿Y eso?
La hoja cae al piso con suavidad y es pisoteadas por todos en el apuro por el toque de timbre, llamando a clases con su leyenda y mi respuesta:
***
Las siguiente horas entre clase y clase, pasé a ser de la desapercibidas y del montón de la U a casi, una popular por mi contienda contra el silencioso rey del campus.
Corrección.
Casi una popular, pero no olvidemos el ZORRA.
Una más a la lista de cogidas de él.
Genial, simplemente...genial.
Y ante este primer ataque de Caldeo, dándome los buenos días e inicio de semana con la etiqueta que me puso, cosa que Fresita y hasta la propia Amely dudan que haya sido él siendo debate en nuestro almuerzo.
Siguió otros, al final de la jornada en la Universidad.
Pero más a su viejo estilo con el que siempre fui atacada.
Su sonrisita de bastardo, jamás abandonaba su rostro cuando nos cruzábamos entre los pasillos al mirarme, mientras yo le daba la mía asesina y acompañado a veces, por un ocasional gesto obsceno con mi mano.
¿Su respuesta a eso, ahora?
Arquearme una ceja divertido.
Pero que pendejo, Santo Dios.
- ¿Cómo, que se extravió? - Le digo a la maestra Parker de arte visual, minutos más tardes y frente al escritorio de su oficina, cuando me mandó a llamar al final de clases. - No lo entiendo...
Resopla desde su silla con angustia y abriendo su gran carpeta con dibujos de todos mis compañeros de clase.
Y busca entre la hojas de dibujo.
- Lo siento tanto, Juno...de veras. Pero tu dibujo desapareció, cariño...
La miro resignada y con mis hombros caídos.
- ¿Eso perjudicará mis notas trimestrales?
Se sonríe corriendo su silla y caminando a mi dirección.
- No, cariño... - Me tranquiliza y yo suspiro aliviada. - ...hay mucho tiempo y podrás dibujarlo de vuelta... - Me suelta como nada.
¡QUE!
Niego.
- ¿A qué, se refiere. Usted habla de...
Asiente.
- Caldeo no tiene problema en ser tu modelo otra vez. - Me guiña un ojo.
Un momento.
- ¿Desnudo? - Susurro.
Acomoda unas hojas esparcidas sobre su escritorio, pero se detiene para mirarme.
- Por supuesto Juno, es completar el programa.
Mierda, no...
- Maestra... – Suplico y se sienta sobre su escritorio y cruza sus brazos en su pecho.
- Nena eres artista, no lo olvides. Fuera pudor. - Me señala. - Tu trabajo aunque se extravió, pude llegar a verlo y no cumpliste con el cuarto tiempo, aunque dibujaste el lindo torso del modelo. - Me dice. - Compromiso y respeto, Juno. No lo olvides...
Maldita sea.
Sé, que tiene razón.
Miro mis pies.
- Usted dijo, que varios modelos se postularon ¿Podría darme la lista para congeniar con alguno, después de hora y en mi horario?
Cualquier cosa, menos Caldeo.
Niega.
- Lo siento...los otros dos modelos se echaron atrás horas después de la primer clase. Caldeo es el único que sigue en pie.
Pero, que hijo de***
Y farfullando por lo bajo, me retiro de la oficina de la maestra sin haber logrado nada.
Más que otra cita, si hago ese trabajo con Caldeo.
Sacudo mi cabeza.
Él como modelo desnudo...
Donde tengo que dibujar su "ahí" sí o sí, esta maldita vez.
Voy a mi bicicleta sacando la llave y rompiéndome el cerebro, porque hizo desaparecer mi dibujo de él.
Porque, solo es otra de sus fechorías.
Y me inclino para sacar su cadena de seguridad y noto las dos ruedas totalmente desinfladas.
- ¡Oh mierda! - Gimo con mis manos en mi cara.
¿Y ahora, qué?
Con la reunión después de clases con la maestra Parker, le dije a los chicos que se fueran sin mí.
En bicicleta o en coche hasta casa no es mucho, pero a pie es una caminata de una hora.
- ¿Disculpa? - La voz de un niño, hace que corra las manos de mi rostro para mirarlo.
Lo miro curiosa.
- ¿Eres, junot? - Pregunta el niñito de unos aproximados 10 años de edad con skate en mano.
Asiento en silencio.
- Me dijeron que te entregue esto, cuando te vea... - Exclama y extendiende a mí, una bolsa envolviendo algo de forma cilíndrica.
Y cierro mis ojos.
No puede ser...
¿Será, que es otra más?
- ¿Cómo te llamas? - Pregunto desconfiada y cruzando mis brazos sobre mi pecho.
- Joaquín. - Responde.
- ¿Cuánto te ofreció? - Le pregunto, aceptando el paquete.
- Un billete de 20, una carta de los Vengadores de colección y dos pases en primera fila y a vestidores al primer campeonato de básquet de la U... - Me sonríe muy satisfecho por la negociación contra el cretino de ojos claros.
- Vendiste tu alma al diablo, pequeño... – Digo, abriendo la bolsa de mala gana.
Y se encoje de hombros y riendo mientras se va.
- ¡Oye, pelo bonito! - Me mira volteándose y sin dejar de caminar a espaldas.
Y lo miro, inclinada hacia mi bicicleta.
- Eres linda. Si terminas con él, yo voy a cumplir muy pronto 11 años. - Me guiña un ojo.
¿Eh?
Y no puedo evitar reír mientras lo veo irse a la espera de un par de amiguitos más y deslizándose por el campus con sus skates.
Saco de la bolsa un inflador y con él, un papelito celeste colgando que dice:
- ¡Pero qué, cerdo! - Chillo sobre la primer rueda para "trabajar" inflándola.
¿Amor?
¡AMOR!
Jodido, hijo de perra...
Pero luego, una sonrisa perversa se dibuja en mis labios ante mi venganza, mientras me monto en mi bici jadeando por el esfuerzo, minutos después y una vez inflada las ruedas.
Miro la hora de mi reloj, mientras lanzo mi mochila al canasto de adelante.
Los lunes Caldeo tiene dos horas de práctica de básquet después de clases y antes de llegar a su casa.
Puedo llegar antes que él.
Pero primero, una parada en una tienda.
Prepara tu trasero, Caldeo...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top