CAPITULO 10
CALDEO
Cada palabra es un sentimiento fuerte que digo cantándolo.
Cierro mis ojos por un momento, mientras lo hago y entrelazo el micrófono frente mío y con mis manos.
Porque, pido por esa razón frente a mis miedos.
Esa respuesta.
En una carrera contra el tiempo.
La batería suena fuerte con sus palillos pegando con fuerza y contra los platillos por Bruno.
Provocando que la multitud y en especial las chicas, griten mi nombre.
Y sonrío abriendo mis ojos y haciendo a un lado mi pelo detrás de mi oreja.
Porque ese sonido de toda la puta música sonando, es energía corriendo en mis venas y con la voz de Cisco a mi lado y con su guitarra en mano haciendo el coro conmigo.
Buenos amigos como Cristiano abajo, bebiendo su botella de agua y su sonrisa alentadora, sentado en nuestra mesa y moviendo sus hombros al ritmo de esta y a su lado, un par de compañeros de la U con unas grupies y Constanza en mi silla y aún, con el vaso de agua que me ofreció momentos antes entre sus manos.
No somos nada.
Lo sabe.
Lo aclaré en un principio.
Es todo lo que puedo ofrecer.
Pero ciertas aptitudes, ya me están jodiendo como el papel de novia posesiva.
Aplausos, desbordan el bar con el final de otra canción.
Bruno me pasa mi guitarra, cuando llega mi solo.
La cuelgo sobre mi pecho y el sonar suave de un par de notas musicales, hace al público en su mayoría tomar asiento.
Saben que es un tema lento y solo para escuchar.
Roto mi cuello y hombros, para comenzar con la canción que escribí hace un par de días.
Y que se convierte en una de mis favoritas.
Porque, es solo para ella...
Extraño.
Siempre un cantante lo hace por primera vez, frente a su musa y mirándola a los ojos.
Porque cada jodida palabra, verbo y sentimiento que canta, es para ella.
Las estrofas afloran y mi sentimientos se abren.
Mis ojos van al público que muchos ya sentados, despejan mi visión del bar de Salvador.
Recorro a todos ellos y sonrío, mientras elevo mi voz.
Mis ojos reposan en la linda espalda de una chica.
Y esa espalda, tiene un lindo traserito.
Pero, frunzo mis ceño sin dejar de cantar.
Ya que me es familiar ese lindo traserito que envuelve un jeans muy ajustado.
Y mis ojos la recorren con sorpresa y quiero masticar el micrófono o mejor aún, lanzarlo sobre las cabezas de dos tipos, que la cogen con la mirada unos metros más atrás.
Porque, solo una persona me preocupa más que mi vida.
Mi cachorra.
Y nadie la puede tocar ni mirarla de forma obscena.
Porque ella es pura, bonita y mía.
Solo mía.
¿Pero qué carajo, está haciendo acá?
Y mis dedos desgarran las cuerdas de mi guitarra con bronca por verla y con ello se va mi voz.
Porque dejo de cantar de golpe.
Y mis ojos destellan de disgusto, cuando choca con los míos al girarse y veo un vaso entre sus manos.
¿Bebiendo alcohol?
¡Pero, si es una bebita!
Gruño.
Y a la mierda todo.
Mi vieja y querida guitarra con la canción, mi nombre bajo la voz de Constanza, la mirada de asombro por mis amigos desde mi mesa con el público y la de Salvador detrás de la barra sirviendo unos tragos.
Que viejo sabio, sus ojos van a donde estoy focalizando y negando divertido, hace seña al Dj con una mano, que es hora de poner música.
Porque se acabó la en vivo.
Bajo del escenario de un salto y en su búsqueda.
Por un momento dudo.
¿Para qué?
Y sacudo mi cabeza para ordenar mi cerebro.
Carajo.
Nada.
No tengo la más puta idea.
Por lo pronto para sacarla de acá.
Cachorra es como su sobrenombre.
Alguien inocente y dulce para tanto buitres sobrevolando por carne fresca.
Y una sonrisa se dibuja en mi rostro al ver que escapa.
Santo Dios.
Es tan chiquilina a veces.
Que me enloquece de amor.
Miro a su amigo gótico al pasar empujando la gente y se encoje de hombros, ante mi mirada amenazante y me guiña ojo.
¿Pero qué, demonios?
¿Acaso, él es...gay?
Y quiero reír.
Mejor, imposible.
Puta suerte la mía.
Y no me detengo.
A metros delante mío, observo como cachorra esquiva la gente y huye de mí.
Su meta, el baño de damas.
Y niego con mi cabeza y me echo a reír silenciosamente, tomando impulso pasando entre mesas y el público.
¿Si eso va a detenerme?
Jodidamente, no...
JUNO
Mientras miraba hacia él intentando escapar de sus brazos, mordí mi labio y eso, hizo oscurecer sus ojos de una forma posesiva.
Mierda.
¿Por qué?
Una de sus rodillas abrió mis piernas, lo que hizo empujar más mi cuerpo contra la pared.
Y un jadeo sin mi permiso, salió de mi interior.
El pasillo estrecho, era oscuro y solo iluminado con un par de carteles de marca de cervezas contra las paredes.
Chicas pasando por este o saliendo del baño, nos miran y cuando perciben que Caldeo es el que me acorrala, miran sin nada de disimulo y hablando por lo bajo entre ellas y con sorpresa de asombro.
¿Y de envidia?
Su pecho contra el mío, es de una presión fuerte y profunda que va al ritmo de mi respiración la suya.
Acelerada.
Y me mira como si fuera una cosa atrapada para su disfrute.
Cavernícola, dominante y de forma interminable.
Pero al mismo tiempo con la suavidad de una pluma, cuando los mismos dedos que retiene mi barbilla para que lo mire, comienzan a descender por la curvatura de mi cuello, mi hombro, hasta acariciar con pequeños dibujos mi pecho para llegar a mi cadera.
Y como final a mi baja espalda y abriendo su mano, empujar con delicadeza mi cintura contra su abdomen, haciendo erizar mi piel.
Un suspiro escapa de sus labios entreabiertos por nuestro contacto y mordiendo después el aro de su labio inferior.
Querido Dios.
¿Qué estábamos haciendo?
Porque para mi sorpresa, eso me gustó.
Mucho.
Mi autopreservación, me decía que huya y que escapara de su contacto.
Pero la sensación de su piel cálida contra mí, como el tacto de su mano sosteniendo las mías y por encima de mi cabeza, pedía más.
Negándome a dar algún paso.
Tal vez minutos o segundos.
No lo sé.
Pero sus tibios labios en contraste con el frío del acero del piercing en ellos, acariciaron con un suave barrido mi clavícula, cuello como mandíbula y sin dejar de mirarme con sus ojos grises a través de sus oscuras pestañas.
Y ahogué un gemido, porque algo caliente colmó mi bajo vientre, he hizo retorcerme sobre mi lugar y sus labios se sonrieron por ello y se detuvieron en la punta de mi nariz y con otro suspiro suyo, lo rozó con una caricia de ellos.
De golpe, me helé sobre mi lugar y abriendo mis ojos sin pestañear.
Porque Caldeo, descendió con suavidad y chocó mis labios con los suyos.
Sin besarme.
Pero, pegados.
Labios contra labios.
Pero, jodidamente sin besarme.
Y con sus ojos en mí, abiertos.
Mi corazón palpitó fuerte, porque sus ojos de ese frío hielo cristalino, irradiaron calor.
Y con ese calor, el destello de la mirada de mi mejor amigo del pasado, apareció.
El de mi Caldeo.
- Dime que no quieres este beso, cachorra...dime que no te bese, Junot... - Susurró contra mis labios, bajito y con ternura. - ...dime por favor que no quieres sentir mis manos sobre ti, nunca más... - Me rogó.
¿Qué?
Su mirada era sincera, me suplicaba y al mismo tiempo me desafiaba.
¿Por qué?
Sus labios no se separaba de los míos y una presión de su cuerpo frotándose contra el mío, nos hizo jadear a los dos y cerró sus ojos con fuerza por ello.
Reclamaba mi respuesta y al mismo tiempo, tenía una lucha interna.
Y por esa dulce lucha.
Yo, no quería mi primera vez así...
Porque, Caldeo no me amaba.
Solo estaba excitado y quería sexo.
Pero la poca conciencia que le quedaba, le trabajaba por ser yo.
En cierta manera y pese a su odio contra mí, éramos familia.
Y tristeza me invadió.
Siempre soñé que mi primera vez en todo sea con él y bajo llena de estas sensaciones nuevas que mi cuerpo temblando experimentaba y pedía a gritos a Caldeo que se haga cargo, era solo sexo por parte de él.
Excitación, placer, hambre, dominio de hombre.
- No quiero... - Dije.
Y como si fuera una orden, sus labios se separan de los míos como también, el afloje de su mano entre las mías de forma lenta sobre mi cabeza, con respeto a mi decisión.
Y creo, que triste al mismo tiempo por tal.
De pronto el alboroto del bar con su bullicio normal, invade mis oídos.
Porque el encanto de ser solo él y yo, se rompió cuando también el dulce contacto de su cuerpo se separó de mí y en su silencio de siempre.
Mi garganta se cerró y elevé una mano a ella, para luego a mis labios y donde aún, permanecía la tibieza por la huella de los suyos.
No podía tragar y me dolía respirar.
¿O era mi corazón?
Y me enojé.
Esto ya era demasiado.
- ¿Es lo mejor que puedes hacer, Caldeo Nápole? - Exclamé, recordando las palabras y consejo de Fresita.
Porque algo de mí, se rompió y dijo basta.
He inclinó su cabeza.
¿Sorprendido?
Sacando valentía que no tengo idea de dónde, me acerqué a él y a centímetro de distancia.
Algo que sabía, que era una mala idea.
Me crucé de brazos y le regalé una mirada de odio.
Y una media sonrisa se dibujó en su engreído, pero por donde lo mires, hermoso rostro.
- ¿Ya no te quedaban nuevos cartuchos de enojo, burla, ignorancia y crueldad hacia mí? - Me señaló. - ¿Qué lo último que se ocurre es esto, Caldeo? ¿Seducirme, para luego usarme como una de tus zorras?
Sus ojos se abren y me mira con cierto asombro.
Creo que y porque, después de mucho tiempo, escucha mi voz que le es familiar y no un llanto.
Niega divertido sin poder creer, para luego negar otra vez y rotundamente de forma seria.
¿Eh?
Eso me descoloca.
¿Se está burlando?
Sigue Juno, no te distraigas.
- ¿Por qué, yo? - Le susurro.
Y mi pregunta le roba toda su atención y cruza sus fuertes brazos sobre su pecho.
Jesús...es tan hermoso.
Todo su cuerpo, grita macho con mayúscula y esa postura hace ver sus músculos poderosos, pero sin exageración de donde estoy.
Y me sacudo a mí, misma por ese pensamiento.
- ¡Y ya es suficiente de tus mierdas, Caldeo! - Chillo. - ¡Y patearé tus pelotas, cada vez que me jodas!
Mi pecho se tensó al escuchar eso salir de mi en voz alta, pero un alivio me recorrió de placer al oírlo.
Caldeo solo me miraba en silencio, bajo la música de moda y con la gente pasando entre nosotros.
Mirándome mucho.
Y serio.
Extremadamente serio y jugando su lengua con el aro de sus labios.
Y aún, con sus lindos brazos cruzados en su pecho.
Hasta que las comisuras de sus labios se alzó y una amplia sonrisa se hizo eco en su boca.
Alegre.
Feliz.
¿Y eso?
Tira de golpe su cuerpo hacia mí, provocando que retroceda y que mi espalda de forma brusca vaya para atrás, por invadir mi espacio personal sorprendiéndome.
Pero su brazo vuela a mi cintura, para no que no caiga al perder el equilibrio.
Pone un mechón suelto detrás de mi oreja con cuidado y con su mirada profunda en mi mirada y sin pestañear, sus labios se pegan a mi oreja.
- No te confundas, cachorra... - Me susurra tan suave que apenas puedo escuchar. - ...se hacer cosas demasiado bien. - La punta de su nariz, acaricia mi mejilla. - Y lo voy a esperar ansioso. - Suelta, ante mi amenaza de responder a sus futuros ataques. – Pero, recuerda... - Sus labios se pegan a mi piel. - ...que me gusta duro... - Finaliza, reposando sus labios húmedos en la base de mi cuello, para besar con suavidad sobre mi pulso.
Santa mierda.
No pestañeo.
Su amenaza me hizo querer pegarle, porque sin llegar a entenderlo totalmente y cual, mi cerebro no coopera para darme el significado total a tras fondo.
Jodidamente, me gustó.
- ¿Caldeo?
Una voz femenina nos hacer girar al mismo tiempo y nuestras miradas, al sonido de ella.
Constanza Goti de pie y a unos metros nuestros, nos mira con una mano en una pared.
Caldeo separa sus labios de mi piel, para mirarme con esos endiablados ojos cristalinos.
Y no dice nada más.
- Cariño, la banda pregunta por ti... - Murmura, estirando una mano a él y como llamado a su lado.
Caldeo retrocede, haciendo distancia entre nosotros y sobre sus pasos, para ir a ella con sus manos en los bolsillos traseros de sus jeans oscuros, pero rechazando la mano que le extiende.
Constanza no se inmuta por eso y sonriente y como si nada, rodea uno de sus brazos con los de ella.
Frunzo mis cejas, mientras los veo irse.
Juntos.
Caldeo nunca voltea, pero ella sí, y esa sonrisa angelical como linda, desaparece para mirarme sobre su hombro llena de odio.
Guau...
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