Mi mejor amigo.
Compañero de fatigas, vacaciones y momentos familiares. Nunca conociste mi tierra natal, porque era más caro montarte en el barco que dejarte en Algeciras. Tienes más que reprocharme que yo a ti, y nunca lo has hecho. Has estado dispuesto cuando yo te he necesitado.
Tu asiento desgastado por mi uso y de quien, en un principio, se sentó en tu asiento de atrás. Tus otros asientos que soportaron el peso de familiares y amigos. Tus cinturones que abrazan como una buena amante.
Tu volante original forrado, a causa del desgaste producido por mis manos. Tu cuadro de indicadores, testigos de luces, batería, temperatura, aceite, reloj y velocímetro. Tu cuentakilómetros que indica ciento ochenta y un mil quinientos cuarenta y siete. Tus botones de diversas funciones. Tus instrumentos para señalizar e iluminar. Tu espejo para observar lo que hay detrás.
Tu puerta original con facilidad para salir y no tanto para entrar. Un espejo que me chiva lo que hay a mi izquierda.
Tu techo rojo como toda la carrocería. Única parte que no ha sufrido golpes, solo roces de carteras, mochilas y otros contenedores. Así como el rigor de nuestra estrella.
Tus ruedas antiguas, que pisaron las carreteras cerca de nuestro Mediterráneo, sobre todo las andaluzas. Tus ruedas actuales, que solo he querido que rueden cerca de Madrid. Ya somos mayores, yo más que tú, pero tú tienes la vida más corta. Prometo cuidarte hasta que me digas: -Lo siento, no puedo más. -Ojalá que ese día tarde en llegar. No por mí, puedo apañarme, sino por ti; para que sigas sintiéndote útil.
Tus faros blancos que han iluminado noches de desgracias y felicidad. Tus luces amarillas parpadeantes, avisadores de mi intención. Estamos bien compenetrados, me obedeces como un perrito fiel.
Tu paragolpes que perteneció a un modelo mejor. ¡Qué ironía de la vida! Él está muerto y tú estás vivo. Contiene dos lámparas sin bombillas ni cable de conexión. Tu matrícula que no es la original, aquella pasó de la pintura negra a gris clara. Tu capó del motor con huellas de golpes, que has soportado estoicamente.
En la parte superior derecha de tu parabrisas he puesto catorce pegatinas y quitado trece, cada una con un año diferente. En su parte inferior una barra larga de metal y caucho, con ello logras que yo pueda ver mejor cuando llueve.
Tu puerta derecha, todo lo contrario de la izquierda. Solo se abre desde fuera. Cuando voy acompañado, me siento como el chófer que abre la puerta a su jefe. Tu falta temporal de retrovisor derecho, porque tu segundo conductor no tiene tiempo para colocarlo. ¿Le echas de menos? Creo que te trató bien, por lo menos te conoce mejor que yo.
Tu puerta trasera. Con el cristal que se desempaña apretando un botón Tus luces amarillas, rojas y la blanca que yo nunca veo, a no ser que otro conductor la produzca. La misma matrícula que estrenaste, con sus números y letras en el mismo tono negro. Otro paragolpes que aceptaste, después de que alguien, con demasiada prisa, no pudo esquivarte.
Poco más arriba de la matrícula, en la parte izquierda, nueve letras grises sobre fondo rojo, que forman: CITROEN AX.
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