CAPITULO 7



SANDRA

- ¿Segura? - Nazareno al lado del taxi que bajamos ya frente de mi edificio, repite nuevamente al llegar.

Tomo mejor el estuche con mi violín y le regalo un blanqueo de ojos por sus insistencia.

Sonríe por eso mientras señalo la puerta de entrada.

- Muy segura. - Abro más la puerta trasera del taxi, para que se monte en él. - Hay luz y no es tarde. Nada me puede suceder, subiendo el único piso que me lleva a mi departamento...

Lo empujo en sus hombros para que de una vez se suba y lo hace con dramático suspiro que hace que ría.

Pero no contento, baja la ventanilla ya dentro y se apoya sobre esta con su brazos mirándome y antes que sus labios ya entreabiertos digan algo, mi dedo lo silencia.

- No te atrevas a decirme por tercera vez, si estoy segura... - Amenazo divertida.

Y logro que no lo haga.

Se limita a asentir sobre mi dedo, sin emitir una frase.

Y como en las películas, golpeo el techo del móvil a modo que el conductor siga su camino.

Y lo hace, pero a metro de moverse, se detiene de golpe, causando que voltee de mi camino a la entrada para ver casi la totalidad de la cabeza de Nazareno fuera de su ventanilla.

- ¡Descansa bien mañana! - Grita. - ¿Paso por ti, el gran día? 

Afirmo feliz.

Mañana es día de los preparativos finales en el teatro en la parte de producción y utilería al estreno del concierto.

Solo descansar, practicar como último recurso si es necesario y cuidar nuestras manos como instrumentos que todo esté a punto para el otro día.

Como dijo mi amigo, el gran día.

Su pulgar arriba de asentimiento es lo último que veo, mientras el taxi se pierde por la calle casi desierta.

Miro el cielo nocturno. 

A medias estrellado y lo que parece por unas grises nubes acercándose, con ganas de llover nuevamente.

La idea de algo dulce como unas galletas acompañada de un caliente té muy lejos de tener sueño mientras practico otro poco, me seduce y por eso me encamino sin dejar de mirar calle abajo, donde el sobreprotector Nazareno se fue con el taxi en dirección la mercadito 24h cerca de mi edificio.

Minutos después salgo con mi mediana bolsa de compras y ya, degustando una de las galletas para hacer amena mi caminata.

Una, algo cuesta arriba por muchas colinas que compone la ciudad.

Zona que conozco prácticamente desde que nací, ya que a pocas cuadras vivían mis abuelos y cual con mis padres nos mudaríamos.

Pensar eso, me recuerda a la charla con los chicos momentos antes en el bodegón a la espera de nuestras pizzas.

Sus rostros e inclusive Nazareno, atentos y con respeto, mientras volvía a narrar algo de esa noche del accidente, cosa que ya lo sabían, porque no es algo que oculte.

Como también, pasar a curiosos cuando mencioné creencia o no, la existencia de seres especiales.

Me encojo de hombros, mordiendo con ganas mi galleta.

Yo creo que existen, es así.

Pero ante mi segunda galleta dulce, detengo mis pasos de golpe para mirar sobre la baja pared vecina que sobre los desniveles de la colina, contiene la misma y construidas de las mismas rocas del lugar entre vegetación verde y cactus.

Es por un sonido.

Más bien, un bajito maullido.

Y no lo dudo por más hora tardía ya de la noche.

Camino a la dirección de ese sonido, pensando que tal vez un gatito quedó atrapado entre los arbustos y los cactus estando en problema.

Cosa que es a media verdad cuando logro localizarlo, tras mirar en varias partes, eludiendo las plantas.

Es un lindo gatito gris entre ellos, pero no atrapado.

Se me escapa un suspiro, cuando me inclino frente a él, lejos de temer mi presencia.

Más bien feliz de verme, con apenas meses y con mucha hambre.

Me lo dice su cariñosa forma de pasarse sobre mis piernas y notando mi galleta en mano.

Sonrío, desgranando pequeños pedacitos en el suelo, cual come con ganas.

- ¿Eres callejerito? - Le pregunto, acariciando su lomo.

Obviamente no me contesta, pero desmenuzando otra galleta que saco para coma con ganas, me dice que sí.

Otro sonido hace que voltee sobre el ronroneo del gatito agradecido.

Ver a metro de nosotros de golpe, alguien de pie y a espalda mía.

Podría haber gritado.

Podría, por más que su presencia apareció de improvisto, asustarme.

Aunque, reconozco que mi corazón latió y casi se me sale.

No sé, el motivo.

Sin embargo desde mi postura, apenas lo mire por el rabillo del ojo mientras noté como rápidamente guardó lo que tenía en una de sus manos muy sorprendido atrás de su espalda, seguido de llevar su mano libre a su cabeza acusando dolor por cerrar muy fuerte sus ojos.

Creo.

Aunque eso sí, me alarmó provocando que corra a él, al ver que cae al suelo y sobre sus rodillas.

Dios...

CAÍN

Grandes muros empedrados compone esta calle colina arriba y me apoyo sobre el mismo esperando.

Me es familiar la zona.

Supongo, porque noche atrás y bajo la lluvia, traje a septiembre el día que la salvé de su accidente.

Y recordando eso, un bufido se me escapa, ya que hice algo prohibido.

No ir contra el destino de cada humano.

Pero, lo que más me atormenta.

¿Por qué, no fui castigado?

¿Llamado?

Miro mis ajab de flechas.

Siguen todas.

Y lo que más llama mi atención.

Resoplo.

¿ Por qué, no siento culpa?

Un arrepentimiento.

Me incorporo poco conforme, pasando mis manos por mi cara y haciendo hacia atrás parte de mi pelo blanco que molesta mi visión, procurando deliberar todo esto.

Este propósito que me encomendaron, pero no termino de comprender en su totalidad, pero es la chica violinista que tiene raros amigos.

En especial, el rubito ese con rostro angelical.

Miro el cielo oscuro y estrellado.

No me jodas, si?

Él está fuera del plano humano.

Y golpeo una diminuta piedra con la punta de mi zapato, retomando unos pasos en mi espera.

Ya que para variar no me responde, pero siento sobre el aire algo fresco ya y que corre, una brisa divertida.

Genial.

Pero sobre mis cortos pasos, algo hace que gire y mire a un sector del muro de rocas.

Un sonido.

Si.

Más bien un lastimero maullido, donde cactus y vegetación orlan la muralla.

Y efectivamente, ahí está.

Un jodido gatito gris de pocos meses que maulla sin parar, pero al verme, se limita a lamer una de sus patitas.

Y se gana una elevada de cejas de mi parte.

¿Pidiendo auxilio y ahora como si nada?

Mantengo distancia, pero flexionado sobre mis rodillas y mis brazos cruzados encima, lo miro.

- ¿Eres de la calle? - Le pregunto y me contesta con un maullido, sin dejar de acicalarse. 

Me pongo de pie de golpe y notando que el tiempo corre y debo volver a la espera de ella.

Se fue del bodegón y tomando un taxi con el rubio de dudosa humanidad.

¿Mi misión, lo que parece?

Su felicidad.

Y por eso, mi mejor puntería contra ellos cuando bajen del coche y a mi placer, utilizar de las doradas mi favorita.

La que es filosa y certera, pero siendo un caballero ante todo.

Sonrío.

Tendrá él, el privilegio de sentirla.

¿No deja de ser impacto de amor, no?

- Lo siento... - Le digo al minino. - ...no tengo tiempo de ayudarte. - Le informo. - Un samaritano humano, lo hará... - Volteo para irme, pero su actuado maullido lastimero, me detiene.

Lo miro por sobre uno de mis hombros y se lo reconozco.

- Eres bueno... - Le digo y me mira.

Y Dios.

Si, el de arriba.

Con sus grandes y tristes ojos, reconociendo que por su color, me recuerdan a los míos.

Y no por su color tan claros y raros como los míos.

Más bien, por lo que emanan.

Ayuda.

Un auxilio de algo.

Uno que los míos pedían sobre lágrimas y sintiéndome muy solo con frío, de lo poco que recuerdo de ese sueño recurrente que me embarga casi todas mis noches.

Miro descontento al gatito.

- ¿Sabes? - Me apunto con una de mis flechas. - Yo soy malo, muy malo...no soy bueno... - Aunque dudo, sé que no lo soy. - ...y puedo armar devastación si lo deseo. - Le explico, cosa que el gato como si comprendiera no deja de mirarme atento. - Es más... - Le garantizo. - ...me alimento de ello, mi fuerza se genera de eso. - A mi mente viene, el cachorro que ayudé en el parque, para luego cumplirle su deseo de una familia.

Sacudo mi cabeza.

Eso fue al azar.

Yo, no soy bueno.

- Tuve contacto contigo, si mueres de hambre o abandono por la humanidad, serás energía para mí... - Sigo mi camino, dejando atrás al animalito con su mala suerte, pero buena para mí.

Un vicio capital excesivamente deseable, contra este animalito por parte de todos y como las seis restantes, genera a seguir pecando.

La pareza y avaricia.

Amor hacia lo material sin pensar en el prójimo y la asedia como desesperanza.

Pero, me detengo con mis brazos cayendo a mis lados y girando sobre mis pies.

Miro al gatito como calle más abajo, donde la iluminación de la farola indica, que calles más abajo pueda conseguir algún mercado abierto.

Regreso a él.

- Voy otra vez en contra de su voluntad y el destino.

Si, el que piensan.

El de arriba.

- No te muevas. - Le ordeno y un maullido del gatito sale como entendiendo, sin poder creer lo que voy hacer, ya que aplacé el plan de juntar al rubio como bien dije de dudosa humanidad, pero parece la felicidad de ella.

Juntarlos.

Y caminé.

Lo hice, cuando podría haber desaparecido y al momento, traer algo que sea comestible para el animal.

Me encontré para mi asombro y con mi vista en mis pies sin dejar de caminar y hasta cierto punto corriendo por esa calle.

Como lo haría cualquiera.

Cualquier ser viviente.

Y hasta notando.

Nunca lo pensé o sentí.

La fuerza de cada pisada mía, golpeando por mi trote el pavimento.

Raro.

Como también extraño y tras comprar, regresar al gatito.

Pero algo sorprendente.

¿Y esto?

Encontrar a septiembre inclinada como yo minutos antes frente al animalito y dándole de comer.

Retrocedo, porque no teníamos que conocernos.

Vernos.

Verme.

¿Y lo más insólito?

No solo, no asustarse ante mi abrupta presencia entre la negrura de esta noche y siendo un total extraño.

Si no, lo mismo que yo.

Lo presiento.

¿Pero, de dónde y por qué, no antes cuando la salvé?

Algo familiar en toda esta escena.

¿Deja vú?

La noche.

Una calle solitaria.

Algunos refucilos por cierta lluvia amenazando con caer de golpe y sin aviso.

Escondo la lata de comida en mi espalda sin saber el motivo y aprieto mi cabeza con una mano por una punzada de dolor, obligando por unos segundos mis ojos a cerrarlos y caer de rodillas al piso.

Y nosotros dos...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top