CAPITULO 6

SANDRA

Las fuertes pisadas del director Jeremías, se sienten llegando al auditorium pasado unos minutos de nuestro descanso, acoplándose en compañía de su ayudante de siempre con bolsas.

Más bien, lo que parece fundas que protegen ropa con su cierre característico en todo su largo, causando que todos no llame la atención y caminemos a él, al llegar a las pequeñas escalinatas laterales y apoyar todos en una de las sillas vacías.

Complacido y refregando sus manos entre sí, por satisfacción no mira a todos, seguido de señalar cada funda prácticamente una arriba de la otra.

- ¡A tiempo sus respectivas prendas para usar el día del estreno! - Afirma lo que sospechamos y no hace falta que nos de la orden.

Todos felices y festejando ello, rodeamos la silla distribuyendo la que corresponde a cada uno, ya que en su frente tiene las etiquetas con nuestros nombres.

En muchos conciertos clásicos, predomina los colores al unísono oscuros como el negro o un azul noche tan fuerte que pasaría por el primero, pero sobre una charla grupal, cual Jeremías muy democrático pidió opinión en cuanto a ello de lo que nos gustaría.

Todos asentimos por algo claro y bajo la sugerencia de Nazareno de por qué no, lo que jamás se optaría, como el color blanco.

Uno diáfano, dijo.

Y para mi asombro al bajar la cremallera de mi prenda y extenderla frente a mí, sobre su prolija percha sosteniéndola, mientras todos hacen lo mismo.

Me encuentro que la mía, es un bonito vestido algo largo con detalles en rosa pálido en ciertos lugares de su diseño.

No es ceñido ni mucho menos, sugerente con connotación sexi.

Pero sí.

Supongo, ya que no lo me lo probé todavía.

Envolviendo mi silueta donde tiene que hacerlo en su bonito corte, con delicadas mangas largas con porciones en transparencias.

Que y aunque, no tienen mucho parecido en sí.

Me recuerda a un vestido del mismo color que tuve de pequeña y amaba.

El otro por obvias razones era más infantil, pero sin saber el motivo, los encuentro como si fuera que tienen el mismo ADN de confección.

Y para mi asombro otra cosa, mientras veo con detención a mis demás compañeros con sus trajes.

Que no solo los diseños de ellos son diferentes, pero manteniendo el blanco siempre.

También, que soy la única que corta el el color con esos pequeños detalles rosas pálido.

- ¿No te agrada? - La voz de Nazareno, siento a mi lado mirando tanto me vestido entre mis manos como a mí.

Niego.

- Me encanta... - Murmuro sincera, volviendo a mi prenda y tocando suavemente su género. - ...solo, que noto que soy la única que lleva aparte otro tono del color blanco.

- Será, porque eres la única mujer, Sandra... - Me dice lo que es cierto.

En la compañía éramos en un principio dos mujeres, pero eventualmente mi compañera recibió una gran propuesta del Reino Unido por la gran trayectoria que tenía, siendo una profesional con su instrumento por su más de 20 años de ejecución.

Sonrío ante sus palabras.

- Eso sonó machista, Nazareno... - Lo reprocho mientras guardo con cuidado mi vestido y para nada en contra a mis palabras.

Niega.

- No. - Me dice, notando que fue el único que no verificó su traje. - Es un halago mi querida amiga... - Me corrige con cariño. - ...tú, en ese vestido blanco y con detalles en ese color... - Me señala. - ...en la noche del concierto, una bonita mujer digna para escribir las más lindas odas en una composición poética a la feminidad, bajo la majestuosidad de tu violín.

Y mi puño, no se hace esperar en su hombro.

Lo golpeo suave y a modo amonestación por su halago salamero, respondiendo con una sonrisa alegre.

CAÍN

- Todo fin, es el comienzo de algo... - Una brisa, así la siento.

Como lo es siempre que me responde, desde la ventana que aún a gachas me encuentro.

Ni siquiera me molesto en incorporar mi rostro, todavía oculto entre mis rodillas y manos.

Jamás lo vi, tampoco a ciencia cierta sé quién es.

Explicar su tono de voz como color del mismo, imposible.

Pero lo más cercano, lo mencionado antes.

A una brisa.

La misma que siento que envuelve este lado del jardín de la parroquia y por eso a mis oídos llega el tenue sonido de las ramas del cerezo meciéndose ante ello.

Cosa que me hace elevar mi vista retirando mis manos de mi rostro, para observarlo.

Y con desconcierto, ya que no lo noté a llegar, logro divisar pequeños brotes en algunas de sus muchas ramas.

Diminutas yemas percibiendo suaves tonos rosas pálidos, augurando en este día tan blanco por el sol iluminado desde el cielo despejado ya lejos de toda lluvia, la próxima primavera.

- Septiembre... - Murmuro.

Y con ese mes en sus primeros días, siento mi propósito.

La voluntad de mi cometido, con respecto a esa chica.

Me atrevo al incorporarme y sacudiendo con mis manos mis pantalones negros, por más que no tuvieron contacto mis rodillas con la tierra, ya a mirar por la ventana siempre abierta con la misión a seguir y bajo las palabras mías dichas en voz alta minutos antes, diciendo que es el fin.

Pero en él, que es un comienzo.

Y una exhalación descarga mis pulmones, haciendo a un lado mi pelo blanco por molestarme algo la vista.

Una, que como cuando llegué curioso o extrañado, se pregunta desde que tengo uso de razón, cómo es una iglesia por dentro.

Mucha curiosidad.

Pero la lluvia, siempre me recuerda esa negación.

Cada gota caída del cielo, evitando su contacto y que no puedo.

Sin embargo, antes podía.

Miro el cielo.

Eso creo.

El tiempo con su edad, transcurre pero no está en mí.

Lo sé por mi sueño recurrente que sé tener, vigente cuando lo experimento, pero pierdo mucha totalidad de él al despertar.

Uno siendo un niño, tal vez con 8 años de edad y cual para mi asombro, una lluvia me cubre sin nacer mis alas.

Como si fuera un humano.

Un niño normal.

Sobre una lluvia copiosa e intermitente, que te ciega si intentas ver por estar oscuro el lugar.

Nunca pude deducir donde ocurre, pero sí, que es inhóspito y no una ciudad o parecido.

Como lo único sobre mi posición acurrucada sobre mi mismo y llorando con esa siempre lluvia sobre mí, sin piedad y sintiendo su frío húmedo calando cada parte de mi sistema como huesos, solo el reflejo de algo, también único pero fuerte, siendo el aislado destello de todo en esa negrura.

Mis ojos bajan a las ramas del árbol de cerezo con esos brotes que antes no vi.

Sin embargo, aunque nunca termino de recordar todo de ese extraño sueño.

Sé que hay más.

No tengo idea que puede ser, pero siento que algo sigue a ello.

Lo podría apostar.

Pero mi recuerdo solo llega hasta en el momento, cuando me atrevo a levantar mi rostro lloroso y bajo esa copiosa lluvia acurrucado en ese rincón, para ver ese algo que llama tal vez mi atención.

Si.

Hasta ahí y ya no logro recapitular nada después como rememorar, por más que sé que hay más.

Nada de nada...

SANDRA

- ¿Pizza para todos? - Nazareno consulta al entrar todos al local de comidas.

Un bodegón cerca del teatro, cual casi todos mis compañeros y yo sin mucho que hacer en mi departamento, decidimos cenar siendo temprana hora.

Todos asentimos tomando asiento y rodeando las dos mesas que unimos como dejando en otra por la escasa clientela, nuestros trajes con sus fundas al igual que los instrumentos.

El dueño del local toma el pedido en masa que le hace mi amigo, mientras yo siendo la primera vez que vengo al lugar y mis compañeros no por ser habitué, miro todo los que nos rodea.

Es agradable a la vista.

Más bien casero y notándose con cada mobiliario como decoración, que lleva sus buenos años desde su inauguración haciéndole competencia a la fecha de la creación de la misma tierra.

Y río para mis adentros por ello.

- Muy antaño todo, ¿verdad? - Nazareno aparece con vasos y una gaseosa en jarra.

Lo ayudo a distribuir en las mesas.

- Bastante. - Respondo, dejando que uno de los chicos llene nuestros vasos. - Pero me agrada la decoración y el aroma... - Finalizo, captando uno de mis sentidos el delicioso aroma a pizza haciéndose y llegando hasta donde estamos.

Mi vista se centra mientras bebo algo de mi vaso y por sobre su vidrio en un cuadro algo antiguo acusando su marco como fotografía, de lo que parece el mundo siendo rodeado por ángeles.

- ¿Te molesta? - Me pregunta sobre la mirada atenta de Naza, Batista uno de mis compañeros. 

- No, es un lindo dibujo. - Le digo, porque me recuerda a esos viejos cuadros que los abuelos de uno saben tener en su casa y como tal, algo parecido mis abuelos cuando íbamos a visitarlos con mis padres o sin ir más lejos y después de su accidente siendo mis tutores legales, ver en su sala uno con similitud ya viviendo con ellos.

- ¿Crees en los ángeles, Sandra? - Felix, prosigue con la charla.

- Yo, no. - Batista responde sin bacilar, provocando que ría al igual que Nazareno, ya que se caracteriza por ser muy honesto e integro. 

Diría hasta escéptico, notando esta conversación a lo religioso.

Me encojo de hombros.

- Nunca lo pensé... - Hago una pausa para pensar mejor. - ...o analicé en detalle, pero me parece bonito pensar que sí.

- ¿Por qué? - Paul que se mantenía callado me pregunta, animado por la charla y robando algo de maní de un platito que Juanchi otro compañero, segundos antes fue a buscar por el dueño a modo aperitivo y regalo, hasta que se hagan las pizzas. - Antes no creía, pero ahora sí... - Agrega ferviente y sin dejar de masticar, sobre ese arrepentimiento que parece tener por ello antes.

Pienso nuevamente mi respuesta, jugando con un par de maní entre mis dedos.

- Me gusta pensar que los ángeles de la guarda existen... - Murmuro llevando estos a mi boca y saborear despacio cada uno.

- Yo, no sé... - Interrumpe Tomy incrédulo, otro de mis compañeros.

El que acompañó a Nazareno en nuestro descanso momentos antes con el piano y no regaló a todos de esa dulce melodía con mi amigo.

- ...yo no creo en cosas, si no las veo... - Acota mientras se hace a un lado para dejar espacio y al notar, al dueño viniendo con dos fuentes trayendo las pizzas.

- Aunque se experimente dudas... - Nazareno toma la palabra, que en todo el debate se mantuvo en silencio. - ...esa creencia de lo que sea, puede estar dispuesto a restaurarnos la fe sin ver nada... - Me mira, mientras reparte las porciones a cada uno. - ...creo... - Sonríe.

- ¿Qué te lleva a pensar en el ángel de la guarda? - Juanchi sigue totalmente por lo que veo, que si cree en el Cristianismo o en todo esto, al igual que Paul.

Me parece.

Agarro mis cubiertos.

- Cuando tenía 8 años, sufrí con mis padres en un viaje mudándonos a la ciudad de mis abuelos, un accidente... - Esa parte todos lo conocen por sus rostros desencajados, arrepentidos por mi pérdida y sin saber que nuestra gran cumbre me llevaría a hablar de eso. Sonrío para animarlos. - ...como ya saben, perdí a mis padres en él, salvándome solamente yo y aunque no recuerdo mucho, más que esa intermitente lluvia que no cesaba en la oscura ruta sobre nuestro coche y el que ocasionó el nefasto accidente que a duras pena pude ver la fatalidad de todo, por la única iluminación de las farolas de los autos... - Comienzo a cortar mi porción. - ...yo sentí algo...

- ¿Qué? - Batista murmura tan atento como todos y apoyando todo su cuerpo sobre nuestras mesas, sin recordar en comer.

- ...como un ángel. - Respondo, dando mi primer bocado. - ...pese a que estaba herida y confundida, intentando encontrar mis padres arrastrándome por la carretera y bajo esa lluvia sin animo a detenerse... - Corto un segundo pedazo. - ...recuerdo a alguien también ahí, llorando y hasta juraría por más bruma por la situación, que necesitábamos encontrarnos. - Saboreo otra vez mi pizza. - Supongo...no lo sé bien, porque luego me desvanecí y desperté tiempo después en el Hospital, pero y aunque, casi siempre sueño con esa noche, creo que era un ángel... - Finalizo.

Capté la total atención de los chicos, cual se miran entre ellos tras escuchar mi sinceridad, causando que sonría.

- ¿Soy chica, recuerdan? - Río. - ¡Necesito romance en una tragedia! - Quiero amainar la situación, ante sus rostros.

Y lo consigo, porque ríen conmigo, ya charlando de lo que nos gusta con cada porción que repetimos con gusto.

La gran noche de nuestro concierto.

Solo Nazareno con postura muy relajada y todo el peso de su cuerpo en su silla, me observa sereno como reflexivo, convirtiéndolo en una bonita estatua viviente y acusando la misma, sus ensortijados bucles dorados moverse apenas, ante una suave brisa que entra de golpe por la ventana a medio abrir que está de su lado.

Lo obligo con un gesto en el aire de mi tenedor en mano a que comience a comer, que lo hace reír como por fin acatar mi pedido y degustar su primer porción.

Y suspiro aliviada, atacando mi tercer porción de pizza.

Por más que es inevitable no sentir un duro dolor punzante que voy a llevar por siempre ante el recuerdo del accidente como perder a mis papás siendo testigo.

No me gusta ni quiero contagiar esa aflicción a nadie.

Yo solo quiero que la gente sea feliz, me murmuro para mí, mientras veo a cada uno de mis compañeros con cariño y compartiendo esta última cena juntos, antes de nuestra actuación final después de muchas practicas y veo como Nazareno deslizando su silla, se pone de pie para ir al baño.

CAÍN

Apoyado contra la pared de ladrillos de un lado y a las afuera del bodegón, debo decir lejos de la farola de la calle, miro con cuidado por la ventana semi abierta y cual deja a mi placer, la visual completa de la chica de mi propósito cenando con sus compañeros de música.

El aroma a comida llega a mí, pero no siento hambre por más que veo como todos ellos comen a gusto cada porción de pizza.

Mi vista viaja a una mesa aledaña, donde los instrumentos descansan al igual que lo que parece fundas en tono canela protegiendo las prendas que llevan dentro.

Llamando mi atención y obligando a estrechar más mis ojos, que de uno y los muchos apilados uno sobre otros, sobresale una tela un fragmento de género de color blanco puro, pero con cierto toque rosa pálido, viniendo a mi mente los brotes del cerezo de la iglesia por ser del mismo color.

- ¿Buscas a alguien? - De la oscuridad del callejón que estoy, alguien me habla.

Y volteo para encontrar sobre la misma pared que me encuentro a un chico apoyado también.

El rubio y de pelo rizado color oro, que momentos antes estaba en la mesa como todos cenando.

No se altera por mi presencia y debo reconocer que yo tampoco.

Solo lo miro en silencio, como con aire natural y despreocupado con sus manos en los bolsillos de su claro pantalón, me habló.

- Pensé que eras un vagabundo por comida, asomado... - Una mano se alza entre nosotros, con gesto explicativo. - ...y por esa manera mirando hacia nosotros. - Sobre la oscuridad, observo que me escanea. - Pero llevas buena ropa...

- No lo soy y no tengo hambre. - Le respondo, mirando como todos e inclusive la chica, se levantan bajo una conversación divertida entre ellos, para retirarse y recogiendo sus cosas, abandonando las mesas.

Y mi atención, vuelve a él.

- Tú, tampoco... - Hablo, cosa que lo hace sonreír y con ayuda de un hombro con su envión, se separa de la pared para caminar breves pasos, pero se detiene hasta donde estoy.

Paralelo a mí, sin invadir mi espacio personal.

Es casi tan alto como yo y desde donde quedó, gracias a un haz de luz que atraviesa de la farola de la calle, puedo ver algo mejor su persona.

Casi mi edad o tal vez unos años más.

32 o 33 años.

No lo sabría decir.

Lleva como calza, colores claros.

Hasta el suéter abierto que lo protege del fresco de la noche, convirtiéndolo con eso y a juego con pelo dorado como facciones de rostro, diríamos en algo angelical y eso, me pone de mal humor.

Corrección.

Cierta desconfianza sin saber el motivo.

- ¿Un potencial acosador, entonces? - Ni responde a mi duda, sin embargo lo hace con otra pregunta, tras el bullicio de la charla grupal de todos, ya saliendo del local de comida y abrigándose en la acera.

Ambos miramos a la chica.

- ¿Quién eres? - Sin abandonar mi vista, sigo.

No es natural que dos desconocidos y jamás se vieron, conversen como si nada.

Apenas miro en su dirección.

Y él, tampoco lo es.

Pero me quedo con la duda, ya que él ya camina en dirección de sus amigos para encontrarse y sumarse a sus charla divertidas, mientras ayuda a la chica a cubrir sus hombros con su abrigo, cual se le agradece con una amplia sonrisa, mientras abraza contra ella el estuche de su violín.

Algunos se despiden desde ese punto tomando direcciones contrarias y el resto parece que seguirán juntos, eso no llama mi atención.

Lo hace lo que ese chico cual me habló y descubrió fisgoneando hace, provocando mi ceño se frunza.

Besa la mejilla de ella sobre una ligera mirada a mi dirección, ya que sabe que estoy aún desde la oscuridad observando por más que no me puede ver.

Y aunque un beso es signo de amistad, refleja afecto y respeto.

Cariño hacia el otro.

Eso dicen.

Pero, por qué yo...

Y otra vez, me asombro por volver a sentir.

¿Una interpretación, más allá de esas emociones con ese gesto?

¿Me refiero a ese beso, cuando entre ambos se percibe una alta relación de confianza?

- Mierda contigo, septiembre... - Se me escapa en voz alta por ello y con ello, pasmo.

Porque descubro sin saber su nombre, que a la chica la bauticé con ese mes.

Los observo como se van yendo y entre risas, procuran detener un taxi para montarse.

Mes, cual comienza todo esto.

Reflexiono.

O termina...

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