|Interés lógico|


−Con eso terminamos

El fotógrafo se dirigió hacia su computadora para conectar su cámara. El chico se levantó de la silla alejándose del fondo blanco y se acercó a ver cómo había quedado. El hombre que los atendía, un tipo de cabellera afro y boca grande, ajustó el tamaño de la fotografía y tecleo varias veces ante la mirada del muchacho que se desarreglaba el cabello parado a su lado en aquel estudio.

Se había peinado bien esa mañana por petición de Steve, quien insistía que era bueno cuidar la imagen que daría en una entrevista de trabajo a la que asistirían esa misma tarde.

Dominique había estado con el pelinegro desde que entraron, ignorando casi por completo su presencia. Sintió una de sus miradas desde la esquina donde se encontraban conversando y volteó para asegurarse de su equivocación. Solo era Steve corroborando que habían terminado.

−Algunos no necesitan Photoshop −El fotógrafo llamó su atención, sacó unos papeles de su impresora y los metió en un folder−. Aquí está tu pedido, Ken. Si tienes problemas con tu Barbie, me avisas.

Le hizo un guiño y regresó a su computadora. Dominique se acercó a quitarle el folder de las manos y comprobó que todo estuviera en orden, luego le entregó los papeles a Steve.

En ese momento, una punzada se hizo presente causando que el rubio apretara los párpados. Dolía. No podría aguantarlo por mucho sin que los demás se dieran cuenta, así que preguntó por el baño actuando lo más calmado posible y rápidamente se dirigió a este.

Una vez dentro, cerró con pestillo y se llevó ambas manos a la cabeza. El dolor no cesaba, iba en aumento, no podía evitar quejarse con pequeños alaridos que intentaba contener y mantener bajos. No quería que el muchacho escuchara y mucho menos el hombre que los acompañaba. Pero era un dolor lo suficientemente intenso para evitar que realizara algún movimiento sin que aumentara un poco.

Logró, entre lastimeros quejidos, sentarse en la tapa del retrete y respirar con dificultad mientras presionaba sus manos entre su cabello y esperaba que terminara.

En medio del caos, con sus fuerzas cayendo en picada, varias imágenes llegaron a su mente. Recuerdos perdidos que se asomaban queriendo escapar. Intentó verlos, concentrarse en ellos y analizar su situación, pero hasta el más mínimo esfuerzo requería dolor.

Toallas blancas, una especie de aroma almendras y un número de tres cifras, fueron todo lo que pudo recordar luego de que el tiempo amortiguara su sufrimiento. No habían pasado ni cinco minutos, pero para Caín se habían sentido como horas interminables encerrado, sin encontrar razones y evitando seguir pensando en ello por el temor que le causaba la probabilidad de que se repitiera.

Salió del baño con un pequeño temblor en sus manos limpias y húmedas. Dominique estaba de pie frente al umbral de la puerta principal, dándole la espalda mientras escribía en su teléfono. Agradeció al fotógrafo que le echó miraditas indiscretas y, cuando se disponía a marcharse, el hombre de traje oscuro lo detuvo.

−Solo para refrescar tu memoria: Cerraste el trato y tendrás que cumplirlo sin importar qué. ¿De acuerdo?

Caín alzó la mirada y se encontró con esos ojos pardos que por un momento lograron hacerlo sentir amenazado. Quizás no recordaba nada, pero su palabra aún tenía que tener algún valor. Aún era humano.

−Era una pregunta retórica. Como sea, estuve pensando en lo que dijiste anoche, «todos quieren algo a cambio» −lo citó, casi afinando su profunda voz para imitarlo− Deberías empezar por hacer caso a tus propias palabras y preguntarte por qué ese chico es tan amable contigo.

Dominique parecía no tenerle mucha simpatía, pero Caín pudo darse cuenta que tenía razón. En cuanto el hombre se marchó, sus dudas florecieron.

•••

Habían hablado todo el camino sobre la nueva identidad y en cómo era importante recordar los datos que se hallaban en su currículo para que no levantara ninguna sospecha. Ya habían practicado algunas preguntas que podrían hacerle en la entrevista y por ahora solo había repasado los datos generales de su nueva vida: Su nombre era Caín Rolls, primo lejano de los hermanos Caruso y había venido a quedarse una temporada con ellos para conocer la ciudad. Sus padres fallecieron y es hijo único. Secundaria completa.

Caín releía el papel con cierta incredulidad acerca del plan. Por un lado, se veía que habían pensado en su situación. Mantuvieron su nombre, había una explicación razonable para vivir con los Caruso y lo más importante, nadie preguntaría acerca de su familia. Eso realmente lo tranquilizaba, pero no podía dejar de pensar en algo más.

¿Por qué Steve se tomaba tantas molestias para ayudarlo?

El olor a queso que se iba intensificando conforme se acercaban, hacía que su estómago rugiera y la sensación de experimentar algo nuevo en ese lugar le inquietaba. Antes de entrar, Steve se volteó a revisarlo de pies a cabeza. Le arregló las puntas del cabello, el cuello de la camisa que se había desdoblado y por último sacó una pequeña tableta de chicles de su bolsillo para que tomara uno.

Caín no dijo nada mientras masticaba, ya tenía la repuesta en mente. Era lógico imaginar que su acompañante estaba más interesado en el dinero que recibiría de la renta a fin de mes que en su persona realmente y eso estaba bien para él.

El interior de la pizzería era muy acogedor, con el decorado de ladrillos en las paredes, un gran tubo en el techo que iba desde la cocina hacia el exterior y las mesas de madera barnizada donde un par de familias convivían con los gritos de sus inquietos hijos.

Ambos se acercaron a una chica de cabello lacio recogido en una coleta baja que ya los esperaba en una de las mesas. Los saludó agarrando los papeles que le dieron y tomaron asiento frente a ella.

Caín recordó lo que traía en la boca, pero no quiso pararse temiendo que luciera grosero de su parte. Así que no le quedó de otra que tragarse el chicle que aún conservaba sabor.

Empezaron las preguntas.

Eran semejantes a las que había repasado antes con el pelinegro, así que se concentró en responder de manera natural en lo que respectaba a sus −inexistentes− trabajos anteriores.

¿Limpieza de casas? Si, le gusta el orden. ¿Salvavidas en una piscina? Por supuesto, la seguridad, ante todo. ¿Alimentó a la tarántula mascota de una cliente? Caín tardó en procesar aquello, así que se disculpó con ella diciendo que se había distraído y le pidió amablemente que repitiera lo último. La gerente lo hizo. Al parecer la imaginación del chico sentado a su lado había ido un poco lejos, pero asintió a la pregunta de todas formas.

Había sido una entrevista bastante aceptable en su opinión, aunque de igual manera incómoda. La gerente miraba a Steve antes de hacer alguna pregunta y este ni se inmutó, se quedó en su lado en silencio mientras escribía con desinterés en su celular.

Cuando terminaron, acordaron que le llamaría en el transcurso del día y ella le estrechó la mano e intentó hacer lo mismo con su compañero, pero este se dirigió a la salida sin despedirse.

Ya en el exterior, Steve no pudo reprimir una pequeña sonrisa que se asomó por sus labios mientras veía a Caín, esperando que este se quejara de su ficticio encuentro con el arácnido, pero él no dijo nada y solo le devolvió la mirada mientras caminaban.

−Maya tiene una −Suspiró, entrando en el tema− Si se lo pides quizás hasta te deje cuidarla de vez en cuando, ya sabes, por si quieres hacer realidad lo de tu currículo.

Esta vez, el rubio sonrió. No porque le hubiera dado gracia la broma, sino porque sentía que era lo correcto. Una sonrisa falsa con buenas intenciones. Después de todo, no podía ser distante con alguien que solo intentaba ayudarlo.

−Hablando de ella, nos invitó a una fiesta la siguiente semana ¿vienes?

−No lo sé, creo que no es mi ambiente.

Ambos cruzaron la pista rozando con varios hombros en el camino y escuchando las conversaciones bulliciosas entre las personas que hablaban por sus celulares.

−Descuida, esta será diferente −Confirmó el chico, deteniendo un taxi−. Además, no quiero hacer mal tercio con Maya y su novia. No puedes dejarme así, es deprimente beber solo.

Al rubio no le quedó más opción que aceptar la propuesta y emprendieron rumbo a la casa que ahora compartían.

•••

Luego del almuerzo, Caín encendió la televisión para distraerse un rato. Dreany había salido a buscar trabajo y Steve llevaba casi dos horas encerrado en su cuarto porque estaba en clase.

Miró el canal de noticias y dejó que el sonido matara el silencio del lugar con la intención de ahogar sus pensamientos.

«Esta alerta informativa nos llega desde el centro, donde se ha registrado un aparatoso accidente. Un choque frontal entre dos vehículos ha dejado la lamentable cifra de tres fallecidos.»

Cambió de canal.

Terminó dejándolo en uno de cocina, donde un hombre joven, con barba bien recortada, explica a los televidentes acerca de los diferentes tipos de cortes de la carne de res. El chico vio el juego de cuchillos que colgaban a la espalda del hombre, estaban afilados y listos para destrozar. Tenían sed de sangre, hechos para abrirse paso a toda costa. Una sensación de miedo le invadió la nuca y se deslizó por su espina dorsal. Podía escuchar el reloj de la cocina con su incesante tic tac y casi percibir el sonido de la cuchilla arañar la madera donde era cortada.

Le sudaban las manos, sentía la comida entre los dientes y no podía mantenerse tranquilo, había dejado de prestar atención a lo que sucedía en el programa o a su alrededor.

Una sensación de pánico lo invadió de golpe.

Sintió algo posarse ligeramente sobre su hombro, como si se tratase de una gran araña y se alejó con espanto. Una imagen borrosa gobernó por unos segundos su mente, la bocanada de aire que entró por su boca le resultó asfixiante y solo instantes después pudo ver la realidad.

Steve estaba parado tras el mueble, lo veía con cierto asombro mientras sostenía su celular en la mano izquierda y mostraba la palma de la derecha en un gesto de inocencia. Se sentó con lentitud en el sofá e hizo una seña para que el chico lo imitara.

−Pensé que me habías escuchado bajar −Le mostró la pantalla de su celular donde aparecía una llamada reciente de un número sin agendar− Era tu nueva jefa. Felicidades, comienzas mañana.

El chico se quedó observándolo, esperando alguna reacción optimista de su parte, pero Caín se limitó a asentir con la cabeza mientras tomaba asiento a su lado.

−¡Hey!− Susurró y agachó la cabeza para buscar su mirada− No te emociones tanto que vas a estallar.

−¿Alguna vez olvidaste algo importante?−Murmuró sin responder a la broma

Pensaba en voz alta. Tenía esa rara sensación desde que despertó, como si muy dentro de sí entendiera que había algo esperando por él, algo que debía encontrar. No estaba seguro si se trataba del asesino, de su familia o de algún objeto que había olvidado en su pasado. Cada vez que aparecía, una imagen borrosa se le venía a la mente por algunos momentos, esa era la única pista que tenía, pero solo se distinguía una figura rectangular y opaca.

−Una vez olvidé las llaves cuando Drea se fue a una pijamada y me quedé afuera hasta el día siguiente. -contó

−¿En serio?

−No− Enarcó una ceja en su dirección −, pero tuve que caminar hasta la casa de Maya y su sofá parecía un fucking cubo de hielo en pleno invierno.

Una ligera sonrisa se asomó por el rostro del rubio. Quizás no debía preocuparse tanto, desde ese momento tenía un trabajo que lo mantendría ocupado y alejaría esos pensamientos.

−Whatever, no tienes que sentirte mal por no recordar. -Guardó su móvil en su pantalón y se puso de pie− A veces es mejor no hacerlo, hay cosas que uno quisiera olvidar.

El chico asintió, pero no pensaba igual. Él no quería olvidar a su familia, no quería perder todos los recuerdos de las personas que en algún momento conoció. ¿Qué sería de ellos? ¿Cómo se desarrollan sus vidas después de su muerte? ¿Les habrá afectado o solo fue una noticia más? La mente se le volvió a llenar de cuestionamientos y decidió cambiar de tema. Siguió a Steve hasta la cocina y se sentó a observarlo con atención mientras se preparaba un sándwich y le explicaba los detalles de su nuevo empleo.

•••


Resoplaba cuando amarraba los cordones de sus zapatillas maldiciendo en voz baja la mañana calurosa que los acompañaba. Había dormido unas tres horas esa noche, una menos que lo habitual a causa del sonido del reloj electrónico al lado de su cama y del clima que lo obligó a recostarse con el pecho descubierto.

Las pesadillas tampoco ayudaban.

Esa mañana, Steve fue a despertarlo para que no llegara tarde en su primer día y lo encontró respirando agitado en su cama con la frente empapada.

Le dejó un cambio de ropa y, antes de salir se acercó a su rostro y le pidió que abriera la boca y exhalara. Confundido, Caín obedeció. El chico arrugó la nariz, fue a su cuarto y regresó con un cepillo dental nuevo.

−Ten, justo tenía un repuesto -Le extendió el objeto−. Luego del trabajo vamos a comprarte algunas cosas, ve pensando en lo que necesitas.

−No tienes que comprarme nada, estoy bien así. −Aseguró, tomándo el cepillo

−Por el dinero ni te preocupes, me lo devolverás cuando puedas. Ahora apúrate o llegaremos tarde.

Cerró la puerta sin dejar que contestara.

Terminó de cepillarse los dientes y colocarse la correa antes de bajar por las escaleras hasta la puerta donde ya lo esperaban. Dreany aún estaba dormida, así que intentaron no hacer ruido hasta que salieron.

Steve abrió su mochila y sacó dos sándwiches triples y refrescos para ambos que fueron ingiriendo de camino a la parada del autobús. Una vez dentro, Caín apoyó la cabeza en la ventana durante el trayecto, evitando el contacto visual e intentando ignorar el incesante llanto de un bebe cargado por su madre dos asientos atrás de ellos.

Había un tumulto de basura en la primera esquina que pasaron, estaban muy lejos para olerlo, pero estaba seguro de que algo se podría entre las bolsas negras y los escuálidos perros que intentaban romperlas. Algunas personas se arriesgaban a cruzar entre los vehículos antes de que el semáforo cambiara y un sonido irritante pasando a toda velocidad dominó sus sentidos.

Las luces se fundieron en su mirada y un pequeño dolor en la cien lo distrajo por un segundo de su ensimismamiento, lo suficiente para que su objetivo atravesara su campo visual y se perdiera.

Un recuerdo se le vino a la mente al ver aquella ambulancia, un sitio oscuro y frío donde no podía moverse y de nuevo ese irritante sonido alejándose.

−¡Caín! −Le gritó mientras lo sacudía−Bajamos en la siguiente, ¿a dónde fuiste?

«Solo pensaba»

Caminaron hasta la pequeña pizzería donde ya lo esperaba la gerente cinco minutos antes de que empezara su turno. Los chicos se despidieron y el rubio se acercó a ella sin mucha confianza. Tenía el semblante duro, sentía que lo regañaría en cualquier momento.

Chloe -como Steve le dijo que se llamaba− le enseñó las partes del lugar comenzando por la cocina, donde trabajaría la mitad de la jornada y el número de cada mesa para los pedidos que debía entregar en la segunda mitad. Le entregó su uniforme y un lapicero amarrado a una libreta donde podría anotar.

−Tienes que moverte rápido, así que usa pantalones más...cómodos. -comentó indicándole el baño

Caín asintió, aunque la ropa de Steve no era del todo incómoda ya que tenían casi la misma talla y ese pantalón era el más holgado que había visto de él. Entró en el pequeño cuarto para cambiarse. Se dirigía a la cocina cuando tuvo una rara sensación, pero la descartó de inmediato al escuchar que la gerente lo llamaba para presentarlo con sus compañeros.

Al ser un lugar pequeño, solo eran dos cocineros y dos meseras con los que se presentó y no volvió hablar durante el día. Era mejor de lo que había esperado.

No tenida muchas expectativas al respecto, pensó que alguno iba a bombardearlo de preguntas, pero las palabras que le dirigieron tenían que ver con apurarse con la limpieza.

A pesar de que lo contrataron como camarero, esa mañana no hubieron más de un par de comensales en el lugar, por lo que sus dos compañeras se hicieron cargo mientras él ayudaba con lo que hiciera falta.

Cuando faltaban solo unos minutos para su hora de salida, Chloe volvió a llamarlo, esta vez con respecto a su contrato. Inicialmente la pizzería estaba abierta las veinticuatro horas, pero debido a la falta de clientes en ese horario se veían obligados a cambiar los turnos la siguiente semana.

−Mañana me das una respuesta y si es antes, mejor -Miró hacia la puerta y se puso de pie− Lo puedes consultar con tu primo, está esperándote.

Steve lo saludó con la mano y Caín le devolvió el gesto indicándole que debía cambiarse. Al salir del baño, vio que Steve hablaba por teléfono con el ceño fruncido y moviendo el pie derecho de forma inquieta. Se acercó sin hacer mucho ruido hasta que el chico lo notó y colgó el teléfono luego de una última frase.

«Si abres la boca, olvídate del trato.»


CONTINUARÁ

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