|Golpe bajo|


Despertó aún con las mejillas húmedas, había tenido una pesadilla algo diferente esa vez. En esta, la mujer que recordaba con dificultad, le gritaba que se alejara. No percibía odio en su voz, pero sonaba dolida. Como si él la hubiera decepcionado y no entendía el por qué. Lo estuvo pensando mientras caminaba fuera de ese lugar y volvió a escuchar el bullicio de personas con rumbos distantes al suyo y autos recorriendo distancias mucho más largas que la suya, sobre las pistas que rozaban la vida de los demás. Llegó un punto, en medio de vaivén de pensamientos, en el que sintió arder los músculos de sus piernas y cayó en cuenta de que había estado casi tres horas caminando sin percatarse de nada. Volvió a sentarse en una de las aceras mientras observaba a un tumulto de gente delante de él, se sentía raro y ansioso, como si la ciudad le cerrara paso a lo que escondía, pero no iba a darse por vencido. Cerró los ojos por unos instantes, se concentró en la imagen de aquel hombre sin rostro que aparecía en sus sueños y respiró profundo al no poder recordar nada particular para poder buscarlo. Maldijo entre dientes y miró al cielo como solía hacer cada vez que algo no salía como esperaba. No sabía exactamente a qué o a quién dirigía esa mirada llena de odio y reclamo, lo hacía por impulso.

Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar a un hombre grosero al volante escupirle impropios a una chica de exuberante vestido rojo que caminaba por el paso de cebra al cruzar la calle, mientras ella aceleraba el paso. Caín hizo lo mismo para seguirla con la mirada hasta verla entrar a un bar de apariencia extraña, pero moderna y luminosa. Había pasado por ahí un par de veces y le llamó mucho la atención por la sensación extraña que le daba ese ambiente. Dudó en si lo dejarían pasar viéndose de esa manera, así que se limitó a ver por una de las ventanas. No parecía haber ningún guardia y solo tenían a una persona trabajando detrás de la barra así que, después de un largo suspiro y de la curiosa sensación de hacer algo nuevo en la ciudad, entró a la taberna.

A pesar de la apariencia exterior, había un gran televisor plasma incorporado al medio del gran salón frente a la barra donde transmitían la final de un partido entre equipos nacionales. El lugar estaba casi vacío, a excepción de tres tipos que bebían cerveza en una de las mesas cercanas mientras veían el juego y a un hombre sentado frente a la barra con una copa de vino tinto entre las manos.

—¡Oye! Tú, niño. El baño esta por allá —dijo el hombre de la barra señalando un cuartucho pequeño en una de las esquinas—.Tienes una mancha, por acá —rió leve señalando todo su rostro.

El chico obedeció, una vez dentro uso el inodoro y luego de jalar la palanca se lavó la cara y los brazos con fuerza, intentando quitar toda la mugre que tenía encima de la piel y sintiéndose un poco más limpio. Se le vino a la mente la idea de lavar su camiseta ahí mismo, pero lo descartó puesto que ya era muy tarde y no podía darse el lujo de tener la ropa húmeda aún con el poco calor de la noche.

Había un líquido espeso de color verde derramado en el piso y el espejo estaba roto, pero en las partes que quedaban pudo reflejar sus ojos avellana bajo sus largas pestañas y su mentón marcado con un pequeño lunar café al lado y una pequeña cicatriz en la parte inferior que seguramente se había dado mientras cazaba. No había visto su rostro antes, de hecho, lo recordaba muy poco, y por alguna razón le parecía interesante. Se tocó las mejillas y su enredado cabello rubio como si fuera un extraño, pero dejó de hacerlo cuando alguien llamó a la puerta.

-Termina de una vez, idiota. Llevas un buen rato metido ahí, quiero mear- El señor de gorra roja que vio al salir del baño no parecía muy contento.

-Niño -Volvió a llamarlo el hombre de la barra que aún conservaba casi intacta su copa de vino- Sí, tú, ven aquí.

El chico se acercó con desconfianza. Ahora lo veía mejor, era un gran hombre con algunas canas en su amplia barba y una sonrisa desgastada que, sin duda, brillo más en años anteriores. Tomó asiento en una de las banquetas de metal que estaban a su lado y se le quedó mirando por unos momentos.

-No te lo tomes a mal, pero estás hecho un desastre -tomó un trago y continuó- ¿Te peleaste con alguien allá afuera?

El chico negó con la cabeza. Se centró en el movimiento de su copa y en como los cortos dedos del hombre rozaban la boca de esta una y otra vez. Escuchaba bajo la penosa canción que sonaba como ambiente y que realmente solo lograba hacerlo sentir raro en ese lugar. Pero el hombre lo encontraba divertido, o eso era lo que parecía cuando se volteó a verlo sonriente y le invitó a beber una copa con él.

-¿Tienes nombre, niño? -el rubio asintió sin decir nada-.Soy Roger Ham, por cierto -aclaró dándole la copa que el barman le entregó - ¿y tú?

-Caín

Le dio un gran trago a su copa mientras veía que Roger curvaba una ceja y le preguntaba algo que no logró escuchar porque, en ese mismo instante, los tres hombres sentados en la mesa frente al televisor gritaron festejando que su equipo había anotado un nuevo gol contra su rival. Uno de ellos dejó caer su vaso y el barman fue a buscar a alguien que se encargara.

-Eres de pocas palabras -afirmó- ¿No eres de por aquí, cierto?

-No realmente...llegué hace unos días.

- ¿Y qué te trae por aquí? Pareces algo perdido, si me lo preguntas.

Luego de solo asentir y probar un poco de vino, Caín no tuvo que hablar mucho ya que Roger se encargó de eso. Pudo notar que había estado tomando desde antes que llegara, se reía sin razón y le empezó a contar anécdotas que el chico no lograba entender porque omitía varias cosas y nombraba personas que, por supuesto, el no conocía.

-Y termine divorciándome de Martha porque ella me lo pido. -recordaba con un semblante perdido en el fondo de la copa que sostenía- Y cómo decirle que no a esa mujer...si ella no era feliz conmigo, ¿quién era yo para atarla a mí? -Tomó de un trago lo que le restaba de vino y le pidió la cuenta al barman- A esta edad, divorciado y sin hijos lo único que me consuela son mis sobrinas. Te caerían muy bien, parece que eres bueno escuchando y ellas hablan hasta por los codos. No sé a quién se lo habrán heredado, mi hermano menor y su esposa son muy callados...

-¿Entonces solo viene aquí a tomar? -cuestionó Caín un poco cansado de escuchar al hombre

-De hecho, si, aunque también acompaño a Dreany hasta su casa luego del trabajo algunas veces. Bueno, en realidad ella conduce mi auto porque yo no puedo manejar así −volvió a sonreír− Es una buena chica, aunque ella-

- ¡Roger! - lo interrumpió una voz- Aquí estabas, cariño. Necesito que me ayudes con algo urgente...Oh, ¿y quién es tu amigo?

La chica se le quedó viendo en silencio, analizando la ropa del rubio con la mirada. Él llevaba puesto unos vaqueros azules que no estaban en las mejores condiciones y la camiseta no solo estaba sucia, sino que parecía una talla más pequeña de la que debería usar por el tamaño de su espalda. No tenía pinta de maleante, pero su cabello estaba a simple vista enredado y gritando por un buen corte ya que le caía un poco sobre el rostro y parte de los ojos. Su expresión al notarla viéndolo, la hizo reír.

- No pareces de por aquí -sonrió ladeando la cabeza

-Lo mismo pensé yo -dijo Roger jugueteando con su copa vacía-. Caín, te presento a-

-Dreany Caruso, para servirte, cariño.

Ella le guiñó un ojo a Caín y el barman se aclaró la garganta para llamar su atención y señalarle con la mirada severa el piso donde aún yacía la cerveza derramada. Dreany se disculpó con el chico y le dijo algo a Roger al oído. Este sonrió y asintió una vez que ella le extendiera un trapo rojo y trajera una escoba de mano con su respectivo recogedor. Mientras ellos terminaban de limpiar lo que los clientes habían derramado, Caín decidió que era mejor alejarse antes de que volvieran. Se terminó el vino que quedaba en la copa frente a él y antes de salir del local alguien entró precipitándose y chocando su hombro haciendo que retrocediera un paso.

Volteó de pronto para ver de quién se trataba y divisó a un chico de ojos grandes y oscuros, con unas ojeras casi imperceptibles debajo de ellos y la manzana de Adán marcada, viéndolo mientras enarcaba una ceja. El golpe que vino después lo dejó confundido y rápidamente sintió su mejilla arder e hincharse. El recién llegado sacudió el puño y volvió al ataque empujándolo con fuerza contra la barra y acertándole otro puñetazo en la cien. Entrecerró la vista antes de que intentara otro movimiento sin quitarle los ojos de encima y Roger lo tomó por los hombros para detenerlo.

«Estúpido borracho»

Se escucharon los murmullos de los otros tres clientes. Caín no podía estar más de acuerdo con ellos, aunque no dijo nada. Ese chico apestaba alcohol y no parecía muy agradable, sino que forcejeaba con el gran hombre para que lo soltara. Dreany fue rápidamente a ver como se encontraba el rubio, revisó su rostro con la mirada e hizo un gesto que sugería no verse muy bien. El muchacho decidió intentar calmarse, sacudiendo la cabeza por el dolor, pensando que no iba a sacar razón de alguien que no estaba en sus cinco sentidos y se limitó a mirarlo por unos momentos sin decir nada. Dándose cuenta de que los pocos presentes lo observaban, se dio media vuelta y salió del lugar. Pero en cuanto puso un pie fuera del local, sintió que perdía la sensación de las piernas y que el bullicio le hacía arder las orejas, las luces bailaban alrededor de él y la respiración no era fácil de mantener. Escuchó la voz de Dreany, lejana, pero su rostro fue lo último que vio cuando su mundo volvió a oscurecerse.


CONTINUARÁ

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