06.


Ya iba a ser la tercera vez que se reunían y Paloma aún no juntaba las fuerzas para proponerle un trato a Amadeo. ¿Qué podía hacer? Estaban a punto de terminar por el día y se le iba a escapar otra oportunidad de las manos. No debía permitir que eso le pasara, ¿desde cuándo se había vuelto tan cobarde? Su plan era perfecto, con lograr que él aceptase los dos saldrían ganando; eso lo tenía claro.

Tenía que juntar coraje y hacerlo, seguir desperdiciando oportunidades como lo estaba haciendo ya no era admisible. Paloma era más que la versión mediocre en la que se había convertido esos días y lo tenía claro. Su error era haber permitido que la presencia de Amadeo la inmovilizara a tal grado de ya no reconocerse frente al espejo; ella debía tomar las riendas o no funcionaría. ¡Podía lograrlo, no había dudas!

—Bueno, ¿les parece si aflojamos por hoy? Se me parte la cabeza. —La voz de Abril la sacó de sus ensimismamientos. Era la hora, tenía que mover sus piezas de forma estratégica si quería ganar.

Guardando sus cosas en la mochila, le dijo que no a Abril pues ella le había invitado a quedarse a dormir una vez más. Debía irse pues había avisado que llegaría después de estudiar a su casa y no le gustaba incumplir si ya había prometido algo. Supo que a su amiga se le hizo raro su contestación pero gracias a Dios y todos los santos no siguió preguntando.

Al quedarse en el portal como siempre hacían, escuchó que Nicolás los invitaba a ir todos juntos como siempre lo hacían. Nicolás, Amadeo y Sebastián, el trío que nadie se veía venir ni a diez millones de años luz.

—Amadeo, ¿podés acompañarme a mi casa? Creo bien que no queda lejos de la tuya y se está poniendo oscuro.

—¿Eh? —Notó que era genuina sorpresa la que se le había escapado de la garganta al hablar. Hasta sus ojos lo demostraban.

—Sí, sos al único al que no jodería si le pido me acompañe. Sebastián y Nicolás viven en la otra punta, ¿no? Vos los acompañas hasta la estación del tren y te volvés. ¿Podrías acompañarme a mí?

—Es verdad, Amadeo. No es bueno que se vuelva sola si está oscureciendo y te queda de paso. —Confirmó Nicolás sonriendo. ¡Ese era su amigo, carajo!

El silencio que los acompañó hasta la esquina de la casa de Paloma fue tan incómodo como ella predijo que sería en su imaginación, mas eso no la iba a parar. Cuando Amadeo frenó su andar y la quedó mirando con curiosidad disimulada se supo descubierta, él era más que consciente que acompañarla hasta su casa ese día no había sido necesario. Suspiró y antes de poder hablar él la interrumpió.

—¿Se puede saber por qué querías que te acompañe, Paloma? Tu barrio es de los más seguros de la provincia y dudo que no tengas plata para un taxi. Ojo, no me jode porque en verdad me queda de camino pero no entiendo por qué me lo pediste. Vos tenés algo en mente, no me digas que no.

—Bueno, me descubriste. Sí, estoy interesada en algo en particular, por eso te lo pedí. No pensé que estaba siendo tan obvia.

—Tengo dislexia, pero no soy idiota, Paloma. ¿Me vas a decir qué querés o nos vamos a quedar acá lo que queda del año?

—Y esa es la actitud por la que casi todos te tienen miedo. Estás siendo práctico pero te sale decirlo de una forma que parecés la versión actual de James Dean. Si no fuera porque no le tengo miedo a nada, me asustarías.

—Dale, desembuchá que no tengo todo el día. ¿En qué estás pensando?

—Bueno, tengo una idea en la que podemos ganar los dos. Te voy a ser honesta: odio a mis viejos. No están nunca, no les puede dar más igual si estoy o no, no se preocupan por mí, no son padres, punto. Y quiero volverlos locos, quiero ver si hay algo que yo pueda hacer que los vuelva locos. Si logro eso... voy a sentir que al menos les importo un poco.

»Acá es cuando vos entrás en mi plan. Quiero que pretendas ser mi novio. No en la escuela y cosas así, pero acá en frente de casa, o entrando. Quiero que te vean con esa facha de chico problemático que tenés y se asusten de con quién anda su hija. Vos y yo sabemos que sos buena persona, pero ellos no. Tenés la pinta perfecta para lo que necesito aunque no te lo propongas, podemos darle uso por una vez a esa aura intimidante que emanás.

—Me tenés que estar tomando el pelo, Paloma. ¿Me hablás en serio?

—Nunca en mi vida fui tan seria. ¡No te rías, Amadeo!

—Perdón, —No pudo terminar la oración por la carcajada que fue incapaz de retener —, pero no me podés decir que esto no es chistoso. Parece sacado de una novela barata, esto de tener que pretender que soy tu novio.

—No me descartes tan fácil, porque te dije que los dos ganábamos.

—A ver, Paloma, contame ¿qué gano yo pretendiendo ser tu novio? ¿Enamorarme al final?

—No seas boludo, ¿te crees que esto es After o algo así?

—¿Qué es After?

—Da igual, escúchame bien: vos me ayudas a volver locos a mis padres y donde quieras te pongo la firma de que pasas este año con buenas notas.

—¿Me vas a ayudar a estudiar?

—Sí, yo no estudio porque con lo que damos en clases me alcanza, pero me siento con vos y estudiamos.

—¿Y con eso voy a pasar sobrado?

—Por supuesto, ¿no te estoy diciendo que me voy a poner a estudiar a tu lado?

—Debés estar extremadamente desesperada por llamarle la atención a tus viejos como para ofrecerme esto.

—¿Querés pasar de año bien o no?

—Trato hecho. —Amadeo quiso estrecharle la mano pero quedó prendado del gesto pues la expresión de Paloma le hizo entender que así las cosas no se hacían.

—Mis viejos están en casa, llamé antes de salir de lo de Abril y me tardé en el camino de gusto. Además, se ve desde la ventana que estamos acá parados.

—¿Y? —Amadeo estaba completamente perdido, no entendía qué era lo que la chica quería, después de todo, estaban por cerrar el trato. ¿Los tratos no se cerraban con un apretón de manos?

Paloma giró sus ojos verdes exasperada y sin miramientos se puso en puntas de pies, rodeó el cuello de él con sus manos y plantó un leve y lento beso en sus labios. El chico quedó congelado, Paloma podía apreciarlo con facilidad. A pesar de eso decidió ignorarlo, si sus padres estaban viendo quería que notara que lo estaba besando en serio, que no era un "jueguito".

Ladeó la cabeza hacia la izquierda profundizando esta vez el roce y al sentir la tímida lengua de Amadeo que dubitativa no sabía qué hacer, lo comprendió. Ese era el primer beso de él y ella se lo había robado. Bueno, ahora no se podía solucionar, lo que sí podía hacer era asegurarse de que valiese la pena el allí y el ahora.

Lo siguió besando con serenidad y seguridad, guiándolo, enseñándole con simpleza y lentitud cómo le gustaba a ella. No era experta y Paloma lo sabía, por más de que ya había besado a algunos chicos había tantas formas de besar como personas en el mundo. Ella solo buscó ilustrar lo que ella sabía, lo que a ella le atraía y él, de ser honesta, aprendía rápido.

Las manos de Amadeo rodeando lentamente su cintura le hicieron saber que a pesar de la sorpresa él no se quejaba. Comprensible, más si era la primera vez que él tenía ese tipo de contacto. Se decía que si encontrabas a la persona adecuada, el contacto se hacía adictivo; ella no podía aun confirmar si era verdad o no, mas esperaba algún día poder averiguarlo.

—Perdón... —susurró ella algo apenada cuando se separaron. Amadeo la seguía abrazando y ella seguía aferrada a él. Sus rostros estaban a milímetros el uno del otro, como si esa fuese la distancia justa para poder respirar y que aun así el perfume del otro siguiese intoxicando sus sentidos—. No pensé que era tu primer beso, a veces tengo ese maldito defecto. Pensé en que me estaban mirando y no dudé. ¿Espero no haya sido tan malo?

—Me hubiese gustado que el primero fuese más significativo, pero no, no me quejo. Como experiencia fue, digamos, instructivo.

—Chico de muchas palabras— irónica le respondió sonriendo y dejó que sus pies descansaran al apoyar toda la planta sobre el suelo. Aun así no se separaron.

—Accedí a toda esta locura del novio falso, así que sabía que se venía; lo que pasa es que no pensé que iba a ser tan rápido.

—Perdón. —Paloma intentó arreglar su metida de pata con palabras, mas él no le dio espacio para lograrlo.

—Basta de disculpas. Ahora, entrá a tu casa que ya es tarde.

—Te veo mañana en el colegio.

—Nos vemos. —Se despidió Amadeo con un gesto de la mano a la vez que emprendía su camino a casa de nuevo.

—¿Quién es ese chico, Paloma? —Indagó su mamá con cara de póker a la vez que la recibía en la casa— ¿Estás saliendo con él?

—Es mi novio, sí. Se llama Amadeo.

—¿Amadeo? ¿Amadeo Franco?

—Sí, ese Amadeo.

—¡Qué grande está! No lo reconocí. ¿Qué fue de la vida de ese chico después de la muerte de sus papás?

—¿Vos sabías de eso?

—Por supuesto, el colegio llamó para informarnos ese mismo día. Pobre chico, era tan jovencito. Ocho años cuando pasó. El tío se hizo cargo de él.

—¿Y por qué los llamó el colegio?

—Tuvimos una reunión de padres esa semana, todos decidimos pagar un poco y darle una beca a Amadeo de por vida.

—¿Todos...?

—Todos, era lo mínimo que podíamos hacer. El tío es profesor, no tiene un salario muy alto que digamos. Le alcanzaba en ese momento para los dos y nada más. Encargarse de un chico que no es tuyo, con la economía en el estado de él, no era fácil sin embargo nunca lo dudó. Es más, estaba dispuesto a llevar a Amadeo a una escuela pública para no debernos nada. Nos costó hacerlo entender que lo hacíamos porque queríamos y que si los papás del pobre chico habían elegido el colegio era por algo. Al final cedió.

—No sabía nada de todo eso.

—Eran cosas de grandes en su momento, tenías siete años nada más. Ahora, contame de ese chico, ¿es problemático? Porque tiene una pinta algo rara.

—Definí problemático.

—Dale, Paloma, sabés a qué me refiero.

—Hace unos días me contó que con sus amigos fumaron marihuana, pero fue una sola vez, má.

—¿Marihuana? ¿Con qué amigos?

—Con unos que se hizo fuera del cole. Me los quiere presentar y dice que son buenos chicos así que no hay nada de qué preocuparse.

—Paloma, ¿vos crees que es bueno juntarse con un chico así?

—Es buenísimo, más bueno que el pan, en serio.

—A la primera que no me guste, se terminó. ¿Me escuchaste? No me deja tranquila eso de los amiguitos y la marihuana. ¿Quedó claro?

—Tranqui, má. Recién empezamos a salir. No me va a ofrecer drogas en la primera semana así que quedate tranqui. —Paloma la dejó con una sonrisa y se fue contenta a su cuarto, victoriosa; al fin le estaban prestando algo de atención.

—¿Te enteraste de la última de tu hija, Tadeo? —Cuestionó Maira esa noche antes de dormir.

—¿Y ahora qué hizo? ¿Lanzó otro berrinche?

—No, se buscó novio.

—¿Novio? ¿Desde cuándo tiene edad para novio?

—Desde que, de la nada, empezó a comportarse como una chica de diecisiete y no de cinco. Es Amadeo Franco el noviecito.

—¿Amadeo Franco, el de los padres fallecidos?

—Sí. Paloma me contó algo de unos amigos y de que había probado marihuana. Está queriendo llamar la atención de nuevo pero esta vez lo hizo de manera inteligente, está madurando.

—¿Ella sabe que vos tomás un café todos los meses con el tío para ver cómo va Amadeo?

—No, no tiene idea. Nunca le dije nada y menos mal. Mirá con la que me salió la mocosa, le tengo que ceder que fue perspicaz. Hice como que me comí el cuento de la droga, cométela vos también y hacete el preocupado. Es lo único que ella quiere, que le mostremos que nos preocupamos. No sé por qué pero lleva años en esa etapa rebelde boba de llamar la atención. Pensé que se le iban a pasar los berrinches con la edad, más siendo mejor amiga de Abril, pero nada. Le dimos demasiadas cosas.

—Pero por lo que decís se va calmando.

—Está más inteligente, no sé si se está calmando. Vamos a ver. Vos hacete el que no estás muy contento con esto del noviecito, yo voy a hablar con el tío y a explicarle para que no crea que es en contra de Amadeo. Si el chico es tan bueno como su tío dice, entonces puede ser bueno para Paloma, crucemos los dedos.

—Hacerme el ofendido, bien, supongo que me puede salir medio natural. No me gustó mucho eso del noviecito, ni siquiera si es falso. Viste lo hormonales que pueden ser los chicos.

—Como vos a su edad, dejate de joder. No nos vamos a preocupar por eso todavía, recién empezaron la mentirita. Si se confunden y se les va de la mano, me voy a ver obligada a tener la charla del noviecito, por más de que tenga diecisiete y sea brillante. Y yo que pensé que había zafado. Bueno, vamos viendo, tal vez no pasa nada.

—¿Querés decirme cuándo nuestra vida se convirtió en una novela de Nicholas Sparks?

—¡Ay, callate, Tadeo! ¡Ni sabes quién es Nicholas Sparks! Además, todas sus historias son tristes al final, dejate de joder.

—¿Me hiciste comer El Diario de Noah como cinco veces para decirme ahora que no sé quién es Nicholas Sparks? Esto es el colmo...

—Si no la cortás la vemos una vez más.

—Buenas noches. —Tadeo se atajó apagado la luz y pretendiendo dormirse en seguida, Maira solo pudo reírse de semejante ocurrencia.

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