05.
—Man, no te queda otra. Vas a tener que contar en el grupo que tenés dislexia. Cuando trabajás en grupo esas cosas no se pueden esconder. ¿Querés que Paloma se ponga insoportable porque no podés leer a su ritmo el libro de historia? Evitemos un problema ahora. Sé que no es lo que más te gusta y te entiendo, pero mirá que se nos arma si no.
Amadeo sabía muy bien que Nicolás tenía razón. No solo porque era lo lógico sino porque además Paloma era su amiga. Abril no iba a ser tan problemática, pero Paloma era una bomba caprichosa e inestable sin visor que te avisara cuándo iba a detonar. ¡Odiaba esa situación! ¿Quién mierda se creía que era para obligarlo a él a hablar de algo tan personal y suyo? Si él tenía dislexia era cosa suya, de nadie más.
—Sé que te jode, a mí también me jodería.
Las palabras de Sebastián y la mirada comprensiva de Nico le ayudaron a volver a su eje. No quedaba otra, tenía que contarlo y después atenerse a las consecuencias. Tal vez y hasta Paloma se acordaba que tenía conciencia y no se burlaba de él. Esa monografía de mierda iba a ser una tortura.
—Mi casa está libre hoy a la tarde. Podemos empezar ya, cosa que no se nos junte con los exámenes de fin de trimestre. ¿Qué les parece? —Las palabras de Abril retumbaron dentro de él y los nervios le hicieron sentir enfermo.
—Sí, por mí está bien, ¿alguien tiene que hacer algo hoy?
—Em... en casa tengo unas revistas con información del tema. Eran de mi abuelo. ¿Quieren que las vayamos a buscar? —Aventuró Mia y con esas simples palabras sorprendió a Amadeo una vez más. La chica había abierto la boca dos veces ese día, era tan raro ser testigo de semejante evento que lo ponía hasta incómodo.
La media hora que tardaron en ir a buscar las revistas del abuelo de Mia para después ir a la casa de Abril se le hizo larga y tortuosa. ¿Por qué le tenía que pasar a él? Contarle a Nico y a Seba fue hasta casi natural, pero sus compañeras eran otra cosa.
Se reirían de él, estaba seguro. No Mia, ella era más buena que el pan. Pero Abril y Paloma eran cuento aparte, tan "perfectas" que se iban a reír con ganas de su problema. Amadeo se sentía inmerso en una pesadilla y solo quería despertar.
Incomodidad tras incomodidad, los pasos del chico –por más despacio que fuesen– lo acercaban al momento final en que debería quedar vulnerable. Para colmo de males, la apariencia de la casa de Abril le hizo sentir incluso más mínimo de lo que ya se apreciaba. Parecía un castillo lujoso y moderno, lleno de recovecos asimétricos y ventanales de al menos tres metros de altura. Era hermosa, perfecta en todos los niveles. No era que él sintiese envidia o algo así, pues el departamento de su tío le era más que suficiente, pero aquel sitio daba placer visual.
—¿Te llamó la atención, Amadeo? Mi papá estaría feliz, quería llamar la atención cuando la construyó. —El guiño que le envió Abril lo dejó sin habla. ¿Cómo podía hablarle de forma tan natural cuando nunca lo había registrado entre sus círculos de conocidos?
—Tenés una casa muy linda.
—Casa como se dice casa, yo no la llamaría. Para llamarla casa debería haber amor adentro, eso se fue hace rato. —Y ahora se veía una nueva faceta de Abril, la misteriosa. ¿Es que no conocía en verdad a ninguna de las personas con las que había compartido un aula por más de seis años? Bueno, en verdad Amadeo era el último con derecho de sentirse ofendido por aquella nueva situación; después de todo él mismo estaba a punto de revelar algo que prácticamente nadie sabía.
Paloma no podía creerlo, con honestidad, no podía creerlo. Tratar de asimilar que lo que salía de la boca de Amadeo era cierto se le hacía hasta biológicamente imposible. Era como si sus propios átomos se negasen a asimilar semejante bomba. ¿Dislexia? ¿En serio? ¿Cómo carajo podía tener un chico de diecisiete años dislexia? ¿Cómo nadie pudo darse cuenta antes? ¿Dónde estaban los padres del chico? ¿En una nube de...?
Respiró hondo e intentó calmarse un poco; no comprendía por qué, pero saber el secreto de su compañero la enfureció. Todos los adultos tenían la culpa, ¿es que nadie había prestado la atención necesaria como para poder solucionar un problema que le complicaría la vida hasta que se muriese? ¡Indignante! IN-DIG-NAN-TE. ¿Cómo se podían permitir semejante negligencia en un colegio privado y tan elite como el de ellos? Sí, Amadeo estaba becado, pero no por eso dejaba de ser parte del colegio como institución. ¿Qué demonios había pasado?
—Me tenés que estar cargando. —Estalló sin ser capaz de aguantar más aquella furia que le incendiaba el interior —¡Me tenés que estar cargando, Amadeo!
—No es mi culpa...
—¡Por supuesto que no es tu culpa, no seas idiota! Años de llenarse la boca diciendo que es el mejor colegio de la provincia, del país. ¡Años cobrándonos por la excelencia en su forma de inculcarnos! Son todos unos ineptos, unos ineptos totales. ¡Cualquier adulto con dos dedos de frente debería haberse dado cuenta! No tiene nada que ver que vos no dijeras nada, ¿y tus viejos? ¿Cómo es que no se dieron cuenta tampoco? ¿Es que creen normal que te cueste tanto estudiar?
—Paloma, calmate...
—¡No puedo, Abril! ¡Los grandes son una mierda!
—Mis viejos murieron hare rato, Paloma; el único que me cuida es mi tío y vive trabajando para poder mantenernos. El poco tiempo que tiene libre me ayuda a estudiar, pero no es culpa de él.
—¿Tus papás...? Perdón, me fui a la mierda, me olvidé por completo.
—Eso te pasa por hablar sin pensar, amiga, ahora sentate y tratá de calmarte. Que no le haces bien ni a él ni a nadie en este estado.
Nunca había visto a Paloma de esa forma, Abril estaba segura. ¿Qué le pasaba a su amiga? Sí, era más que obvio que no era Amadeo el motivo de su indignación, Amadeo solo era el daño colateral. Pero no comprendía qué pasaba y eso no le gustaba. Abril era la única que entendía a Paloma por completo. Conocía cada mirada, cada palabra, cada gesto, por algo eran mejores amigas desde el jardín de infantes. Sin embargo, hoy su amiga había mostrado un lado de ella que Abril no conocía.
Se podría haber ofendido, eso sería hasta lógico porque todos estaban en ese estado por la negligencia cometida, pero la chica creyó que ni siquiera Paloma conocía ese lado suyo. ¿Es que tanto la definía y limitaba la situación con sus viejos que le saltaba a la yugular a cualquier adulto que le hubiese fallado a alguien de su edad? ¿Tanto odiaba a sus padres?
Eso la dejó ansiosa e intranquila, Paloma estaba escalando para el lado incorrecto de las cosas y si no hacía algo para ayudarla, todo se iría a la mismísima mierda. ¿Mas qué podía hacer ella? Tenía su teoría sobre lo que en verdad pasaba dentro de la familia Aragón, sin embargo, sus manos estaban vacías de evidencia.
Ella creía que los padres de Paloma no le prestaban atención porque creían que su hija no había crecido nunca. ¿Qué hacen algunos padres cuando sus niños explotaban en berrinches? Los ignoraban hasta que se cansasen y Abril tenía muy en claro que eso era lo que le estaban haciendo a su mejor amiga. Hasta que ella no demostrara madurez, sus padres no cederían en sus caprichos. Y sí, su amiga era antojadiza en extremo, pero bajo todas esas demandas superficiales y ruidosas que exigía, se escondía una Paloma insegura que precisaba que le demostraran un poco de amor. Su amiga necesitaba con desesperación sentir que alguien se preocupaba por ella y su bienestar, solo que no lo conseguía de sus progenitores.
—Amadeo, por tu dislexia te cuesta leer con naturalidad, ¿verdad?
—Sí.
—¿Qué te parece si agarramos varias revistas y empezamos a leer en voz alta algo de información y vemos si nos sirve para el trabajo? Escuchá y tratá de ayudarnos a filtrar qué es importante de qué no. Paloma, sé que a vos te gusta hacer los trabajos en grupos rápido pero...
—Está bien—coincidió su mejor amiga—, por mí está bien leer en voz alta. ¿Podés tomar apuntes, Amadeo? Yo te ayudo con eso cuando no esté leyendo.
—Bueno.
Todo tenía sentido ahora. La cara seria de Amadeo durante las clases, su concentración, su mal humor. Sus expresiones de enojo profundo y su rotunda falta de interés al ver que solo no podía. Mia le había prestado mucha atención, bueno, le había prestado mucha atención a todos sus compañeros.
Gajes de no tener amigos, suponía, pero Mia tenía mucho tiempo entre las manos. Durante los recreos, durante los trabajos en grupos, a cada rato. Por eso había desarrollado una habilidad bastante acertada, era como un radar de cosas que en verdad no eran como se mostraban. Tanto Amadeo como Sebastián eran sus mejores ilustraciones. No estaba segura todavía del segundo, pero sus sospechas sobre el primero terminaron a la larga por darle la razón. Amadeo no era el típico rebelde sin causa problemático que odiaba la escuela y esperaba con ansias cada segundo para marcharse de allí como si fuese lo más inútil que le hubiese pasado en la vida. Sí, odiaba la escuela y esperaba con ansias cada segundo para marcharse, pero no por las razones aparentes. Para él el colegio era tortura en el significado más básico de la palabra. Ella se sentiría de la misma forma si le obligasen a ser el centro de atención por tres horas de corrido, lo comprendía.
Si bien Mia lo presentía, nunca se le cruzó por la cabeza que la realidad de su compañero fuese tan oscura y preocupante. ¿Qué podía hacer para ayudarle? Ella no era nadie o al menos así se sentía. No tenía nada que aportar a la mesa y se sintió minúscula al lado de sus compañeros.
Nicolás era buen amigo, Sebastián parecía dócil y lleno de protección que brindarle a Amadeo, Abril estaba llena de bondad y Paloma era brillante, se lo viese de la forma en que se lo viese, ella era la única que no podía ayudarlo por más de que así lo desease.
Como cada vez que se percataba de lo poca cosa que era, el corazón de Mia se oscureció debido a la toxicidad de su propio veneno. No había nada peor que odiarse a uno mismo, aunque ella aún no lo comprendiese.
—No fue tan malo como pensé que iba a ser—confesó Amadeo cuando junto a Sebastián y Nicolás dejaban la casa de Abril.
—Sí, yo tampoco pensé que iba a salir tan bien. Lo único que no entiendo es la reacción de Paloma. Es mi amiga, no me malinterpreten... pero nunca la había visto así de indignada por algo que no le había pasado a ella —confesó Nico pasándose la mano por la nuca, gesto que denotaba culpabilidad por lo que acababa de comentar.
—Yo tampoco, nunca en mi vida la vi reaccionar así. Quiero decir, supongo que lo podría entender si le hubiese pasado algo así a Abril que es su mejor amiga, pero... ¿por Amadeo? No me cierra, no entiendo qué pasó ahí —coincidió Sebastián.
—Puede ser que esté viendo cosas que no sé, —Volvió a tomar la palabra Amadeo—, pero parece como si estalló más por ella que por mí. Parecía estar llena de bronca con los adultos. ¿Alguien sabe algo de sus papás?
—No los menciona, al menos no conmigo. —Nicolás pensó unos segundos antes de responder—. Y ahora que lo decís, es raro, todos mencionamos a nuestros viejos o a los adultos que nos cuidan de vez en cuando.
—¿Por dónde vendrá la mano? Qué mina complicada. —Con el último suspiro de Amadeo se cerró aquel tema de discusión y pasaron a otra cosa. Había tanto de qué hablar aún.
—Lomy, te sacaste, ¿qué te pasó? —La voz de su mejor amiga la sacó de los pensamientos que amenazaban con intoxicarla, estaba tan concentrada en el enojo que le había causado la noticia de Amadeo que se había olvidado de todo lo que la rodeaba.
—Perdón, no pude controlarme. Es que le cagaron la vida, ¿me entendés? ¿Sabés lo que le va a costar a Amadeo poder estudiar sin depender de nadie? Si a nosotras nos cuesta, él le tiene que poner diez veces más ganas. ¿Cómo pueden joderle la vida a alguien así y no tener cargo de conciencia? Sí, genial que ahora lo ayudan un poco con exámenes orales y que le leen las preguntas para que no pierda tanto tiempo, pero este problema es culpa de ellos en verdad. Es indignante que le hayan fallado así. No puedo ni conmigo misma del enojo que manejo todavía.
—¿Pero en verdad estás enojada por lo que le hicieron a él? ¿O estás enojada porque los adultos le fallaron como tus papás te fallan a vos? ¿No será que estás reflejando en Amadeo lo que te está pasando a vos? —Abril usó la voz más suave de su repertorio para abordar el tema, con Paloma había que tener cuidado o podría salir lastimada por el más mínimo descuido.
—No te voy a negar que sí, a mis viejos les tengo mucha bronca y cualquier cosa me deja cerca para enojarme con ellos, pero esto viene por otro lado. Pienso las cosas que le embrollaron a Amadeo por no ver las cosas a tiempo y me enervo.
—Entonces, en vez de enojarte, ¿por qué no hacés algo? Si te enfurece tanto su situación, dale una mano. Sos el mejor promedio, la más brillante del curso, ¿quién mejor para ayudarlo desde lo académico si no sos vos? No te cuesta estudiar ni siquiera un poquito, podrías...
—No soy del tipo de persona que ayuda a gente que no es mi amiga, ni Amadeo es del tipo de persona que acepta ayuda porque sí. Los dos somos demasiado orgullosos. —Que Paloma fuese lo suficientemente madura como para aceptar un defecto propio casi dejó a Abril sin palabras.
—Bueno, sos inteligente, buscá la forma de que funcione. Yo sé que vos podés.
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