04.


Monografía, la peor palabra que se le ocurría en ese momento. ¿Qué se había fumado el profesor de historia para hacerlos trabajar en una monografía? Sí, estaba bien, que un compañero fuese lo suficientemente ignorante como para no saber lo que era el holocausto era razón para hacer enojar al profesor de Historia, pero no por eso debían sufrir todos. Era indignante que todos tuviesen que pagar por la falta de conocimiento de uno. ¿No podían darle un libro o algo y ya?

Para Paloma lo peor de toda aquella situación fue cómo el profesor en verdad no se enojó. No estaba ni furioso ni decepcionado cuando Amadeo no pudo contestar su pregunta, todo lo contrario. José Ugarte sonrió de manera ¿comprensiva? Y luego de pensar un rato les asignó lo de la monografía. Hubiese preferido verlo enojado, así por lo menos tenía razones válidas para quejarse por su poco profesionalismo. Ugarte era el profesor favorito de Paloma y ella no comprendía cómo maquinaba en esos momentos la cabeza del hombre, lo cual le molestaba porque ella siempre lo comprendía.

-Amadeo Franco, Paloma Aragón, Abril Herrera, Sebastián Lamas, Nicolás Mur y Mia Cid son un grupo, quiero que abarquen los conceptos básicos del holocausto y luego se centren en las propagandas y la lógica detrás de ellas. Desde quién las diseñó en general hasta cuál era el objetivo y resultado de las susodichas. Recopilen tanta información como puedan. Quiero que me presenten un bosquejo de lo que van a terminar presentando en un mes.

Paloma apretó con fuerza el portaminas que tenía en su mano izquierda y mordió su lengua con impotencia hasta que el sabor metálico de su propia sangre inundó sus sentidos. Prácticamente se había tragado su veneno, lo sabía a la perfección, mas no podía ir en contra de Ugarte en esos momentos - al menos no en frente de todos. Esperaría hasta que la hora hubiese terminado para preguntar por qué ella, siendo que era la persona con el mejor promedio, debía andar haciendo trabajos extras que nada le aportaban por culpa de la ignorancia de otros.

-¡Profesor! -Le llamó Paloma mientras éste se retiraba del aula. La media sonrisa dibujada en su rostro le dejó saber a la chica que la estaba esperando.

-Sea lo que sea que me quieras decir, Paloma, tenés el recorrido hasta la sala de profesores.

La advertencia era clara, que no le hiciera perder el tiempo con argumentos insostenibles ni caprichos, ese tipo a veces le ponía los pelos de punta. ¿Cómo haría ahora para zafar de semejante monografía si él tenía tan poca predisposición?

-Creo que no es necesario hacer esa monografía, al menos no para mí. Tengo el mejor promedio, sé todo lo que tengo que saber del holocausto y este trabajo no me aportaría absolutamente nada.

-¿Absolutamente nada? Paloma, me decepcionás debo confesarlo. Sos una chica brillante pero demasiado centrada en vos misma. Entiendo tu argumento, pero no me puedo centrar solo en tus necesidades. ¿Nunca se te ocurrió todo lo que podés aprender en grupo?

-Todo lo que es obligatorio ya lo sé, ninguno de los libros que nos apuntó me va a enseñar nada.

-No estoy esperando que aprendas de los libros, estoy esperando que aprendas de tus compañeros. Tenés el mejor promedio y sabés usar tu cerebro, pero si la vida social fuese una materia ya estarías aplazada.

-Pero si soy de las más populares, todos me quieren.

-"Todos te quieren". Sonás muy segura aunque sé a la perfección que tanto Amadeo como Sebastián prefieren no tenerte cerca. No, no me ruedes los ojos y pienses que ellos no importan. Ellos son tan esenciales e importante como vos. Tienen muchas cosas que enseñarte de las que vos no sabes absolutamente nada. Espero no me decepciones y aprendas.

-¿Ellos? ¿Algo que enseñarme? -preguntó irónica pero la mirada oscura de su interlocutor le dejó saber que había cruzado la raya. Paloma sabía a la perfección que para Ugarte todos sus alumnos eran iguales; jugar la carta de la preferida le saldría en contra.

-En estos seis años como tu profesor, nunca me desilusionaste, Paloma. Espero no empieces ahora. Abrí la cabeza, ayudar al otro y permitir que te enseñen algo nuevo puede ser una de las mejores experiencias que vas a vivir en tu vida. Si supieras los secretos que se guardan Amadeo y Sebastián, por ejemplo, ya te habrías ido a pactar la hora de estudio.

Dicho eso entró a la sala de profesores cerrando la puerta tras de sí. Esa era la señal de que el juego había terminado y el resultado no era el que Paloma quería. Odiaba cuando las cosas no salían a su manera sin embargo era consciente de que no había nada que pudiese hacer para escaparse de aquel estúpido trabajo en grupo. Por lo menos Abril y Nico estaban también con ella.

«Tragame, tierra, por favor» rogó Amadeo al saber que había arruinado todo. Ya estaba, su vida social se había terminado antes de empezar. Chau a la amistad que había empezado a desarrollar con Nicolás y Sebastián. Había condenado al curso entero a hacer monografías porque él no había sabido responder una estúpida pregunta sobre el holocausto. Estaba jodido, jodido en serio.

Escondió su cabeza bien por debajo de sus brazos y se negó a mirar a nadie mientras Ugarte armaba los grupos. Sentía la mirada de sus compañeros quemándole la nuca con odio. De ser la persona a la que todos le tenían miedo, ahora había pasado a ser el más odiado además. Genial, su último año iba a ser incluso peor que todos los anteriores. Por lo menos había roto el récord.

La vibración en el bolsillo del pantalón lo desencajo. ¿Quién mierda podía estar mandándole mensajes en un momento así?

No se habían enojado. A pesar de que deberían haberlo hecho, no se habían enojado con él. Una sonrisa improvisada se metió a la fuerza en su boca y un brillo leve en los ojos le surgió al sentirse un poco mejor. Que lo odiara todo el curso, pero que no lo odiaran ellos.

Después de varios mensajes más y de haberle cambiado el nombre al grupo por un "Nico sos un queso", Amadeo comprendió que al final no era tan malo. Incluso con las miradas de odio que recibía, él se sentía bien. Las personas que le importaban no estaban molestas y no podía pedir más. Ser querido por todos era algo que solo gente como Abril o Paloma podían experimentar, él no estaba hecho para eso.

Al pasar el rato, se dio cuenta que intentaba con todas sus fuerzas no sentirse tan mal por lo que había pasado; repetía una y otra vez palabras de aliento en su mente pero la mirada insistente de Paloma no lo dejaba en paz. Los ojos verdes de ella se habían convertido en dagas y parecían lanzar contra él ataques constantes de odio. ¿Y a esa loca qué le pasaba? Era el mejor promedio, la monografía iba a ser pan comido para ella, ¿por qué lo seguía molestando así? No lo mataba que destilara odio, lo mataba su silencio. Si tan solo le gritara o le arrojara algo sabría cómo reaccionar, crearse una coraza para poder ignorarla, pero tener su presencia inminente abarcándolo llena de amenazas mudas lo destrozaba hasta quedarse hecho añicos. ¿Por qué le permitía tener ese poder sobre él? Ella no era nadie, nadie.

Era ilógico, pero ilógico en tamaño cartel de Hollywood, sumándole luces de neón para hacerlo más notorio si se podía. Recordó lo caprichosa e insoportable que podía ser su compañera e intentó calmarse. Era otro de sus caprichos, otro de sus tantos caprichos. Hoy le había tocado a él sufrir la ira de Paloma, al siguiente día sería otra persona y Amadeo se sentía tan seguro como para ponerle la firma a su afirmación. Decidido a no ser víctima de su bullying tácito, Amadeo le devolvió la mirada. Se colocó la expresión más aterradora que tenía en el rostro y la desafió, también en silencio, a que le dijera algo si se animaba. La chica terminó rompiendo la conexión primero pero él no estaba seguro de si eso había sido una victoria. Paloma perdía interés en las cosas con la misma rapidez con que le habían atraído.

Está loca como una cabra. Sentenció antes de dejar de prestarle más atención.

Monografía. Bien, ya no quedaba más. Lo bueno era que le había tocado junto a Nico y eso hacía feliz a Mia. Él era siempre amable y no le iba a hacer el vacío en ese trabajo grupal que se les venía encima. Quitando aquella rara conversación con Paloma y Abril días atrás, nada había cambiado. Los populares con los populares, los renegados en el polo puesto y ella aislada.

La propaganda Nazi: eso era algo de lo que ella no sabía nada, aun así estaba muy interesada en aprender sobre el tema. A Mia le fascinaba todo lo que tenía que ver con fotografía y el poder que las imágenes podían tener sobre el ser humano y sus emociones. El trabajo iba a ser en extremo interesante y si bien iba a conllevar esfuerzo, estaba contenta con la oportunidad que se le había presentado.

Alzó la mirada con timidez y enfocó su atención en Nicolás. Quería hacerle algún gesto buena onda, hacerle saber que estaba contenta de poder trabajar con él, mas él estaba demasiado ocupado haciéndole gestos a Sebastián. ¿Qué pasaba? Mia prestó atención a lo que la rodeaba para comprender que sus dos compañeros estaban preocupados por Amadeo.

¿Le pasaba algo malo a Amadeo? Se cuestionó analizando el lenguaje corporal del chico. Sí, con certeza podía afirmar que el chico no estaba bien. Ella lo comprendía, ahora todos tenían que estudiar porque él no había sabido responder una pregunta. Mia no lo culpaba, en lo más mínimo; Amadeo había sido la víctima de Ugarte ese día, pero le habría pasado a cualquiera. No tenía por qué ser tan duro con él mismo por eso.

«Pobre Amadeo, está preocupado por... un momento. ¡¿Amadeo preocupado por lo que los demás piensan de él?! ¿Y eso desde cuándo?» Desde hacía dos semanas, más o menos, cuando se empezó a juntar con Nicolás y Sebastián. Al menos esas eran sus conclusiones. Pocas veces le erraba y ella se creía una de las pocas que había notado algo importante sobre el chico: Amadeo en verdad no era nada de lo que aparentaba.

Todo serio, alto y con cara de pocos amigos. Casi nadie se le acercaba o le hablaba por el miedo que les daba. El chico era capaz de emanar un aura bizarra de chico problemático, pero en verdad no era así. Nunca le hablaban, ¿cómo podía ser amigable entonces si no sabía cómo? Jamás le habían dado una oportunidad y Mia lo sentía cercano porque lo notaba se sabía en la misma situación. A ella la llenaba de impotencia, pero no era capaz de romper las barreras de su timidez para cambiarlo, era demasiado cobarde. A él parecía no haberle interesado hasta hacía poco.

El timbre del colegio retumbó en sus tímpanos dejándole saber que había llegado la hora del recreo. Cansada y enojada con ella misma por estar en la misma situación siempre y no cambiarlo, se paró por impulso; prohibiéndole a sus neuronas que su pusieran a analizar lo que iba a hacer.

-Amadeo -Su voz se quebró al igual que aquella rara voluntad que la había poseído por unos segundos.

-Mia, no estoy para que te vengas a quejar por la monografía. -Le advirtió él, ya en su máscara de chico peligroso.

-No, no te iba a decir eso. Podría haberle pasado a cualquiera, hoy justo te tocó a vos pero nos podría haber pasado a cualquiera. Relájate. -Las palabras borbotaron de su boca como pozo que llevaba tiempo aprisionado sin poder liberar agua. Luego se dio a la fuga, no sin antes dejarle saber a Amadeo que se había puesto colorada como un tomate y que aquello le había costado la vida a la pobre y tímida chica.

-Gracias...-Quiso contestarle mas Mia se había lanzado a la fuga.

-¿Mia te vino a hablar? -Sebastián y Nicolás se acercaron para comenzar su labor de guardaespaldas.

-Sí, fue raro, pero vino a decirme que le podría haber pasado a cualquiera. Creo que Mia nunca me había hablado por sí misma.

-Es raro de ella, es demasiado tímida. -Explicó Nicolás, quien era el que más hablaba con ella.

-Sí, tímida es su segundo nombre aparentemente. Creo que este año entramos al triángulo de las bermudas. Nada es como antes y todo se está tornando bizarro, hasta nosotros. -Las palabras de Sebastián los dejó pensando por un buen tiempo.

Ugarte era un tipo inteligente, Abril se lo concedía. ¿Monografía porque Amadeo no había sido capaz de responder una pregunta en extremo jodida? Excusas. Ya lo tenía pensado y usó la situación como detonante para algo que ya tenía planeado. Sí, Ugarte había resultado convincente al armar los grupos en ese momento pero Abril no era tonta. Seguro y hasta los nombres ya estaban allí en sus apuntes desde la noche anterior. ¿Por qué ese grupo tan disparejo?

Bueno, daba igual lo que estuviese maquinando el docente; ella no era nadie para decirle que no. Su madre no lo habría hecho jamás y ella quería vivir tantas experiencias en su último año de secundaria como le fuese posible. Algo bueno venía con eso, estaba segura porque Ugarte lo había puesto en movimiento. Él era el mejor profesor que habían tenido y se lo conocía por su compromiso con sus estudiantes tanto en lo académico como en lo humano. Cosas buenas estaban por venir.

-Amadeo es un incompetente, ¿viste en lo que nos metió por su estupidez? -comentó en voz alta un compañero buscando comenzar pelea.

-Perdón, Juan, pero no creo que vos te hayas hecho historiador de la noche a la mañana. Quitando Paloma, nadie hubiese sabido responder esa pregunta, ni yo. ¿No te parece que estás siendo un poco injusto?

-Ya sé que no soy historiador pero...

-Pero si Ugarte te preguntaba a vos, tampoco sabías que contestar. Hoy le tocó a Amadeo pero mañana te puede pasar a vos. Pasemos bien el último año, no hay necesidad de pelearnos si la monografía hay que hacerla igual. ¿No te parece?

-Abril tiene razón, Juan, dejate de joder. -Que Paloma se metiese era necesario para solucionar el problema antes de que llegara a escalar. La chica se notaba extremadamente molesta, pero que ella dijese que era hora de terminar el tema era señal que estaba con pocas pulgas. Nadie quería estar en contra de Paloma cuando estaba de semejante mal humor.

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