7.
El sonido de los estudiantes conversando llena el pasillo mientras Geto y Gojo descansan en un rincón del campus. Suguru está sentado con su bastón descansando sobre sus piernas, mientras que el de cabellera blanca se encuentra recargado contra la pared, con una postura relajada pero una sonrisa juguetona que Geto puede sentir incluso sin verla.
—¿Y qué planes tienes para las vacaciones?—Comienza Gojo, rompiendo el silencio.
—No muchos. Seguramente estaré en casa… tranquilo.—Responde el azabache, encogiéndose de hombros.
El mayor deja escapar una ligera risa.
—Eso suena aburrido. ¿Por qué no vienes conmigo a la playa? Ya lo tengo todo planeado.
Suguru levanta una ceja, curioso pero precavido.
—¿A la playa? ¿Tú y yo?
—Sí, tú y yo. Tal vez otros amigos, si insisten mucho, pero principalmente nosotros.—Satoru se inclina un poco hacia él, su voz baja y cargada de un tono coqueto.—Ya tengo hasta mi ropa lista: traje de baño, gafas de sol… incluso un protector solar de lujo. Voy a ser la sensación.
Geto no pudo evitar soltar una pequeña risa. Gojo suena creído, todo un chiquillo presumido.
—¿La sensación? ¿No lo eres ya?
—Claro, pero siempre se puede subir el nivel.—se acerca más, lo suficiente para que Geto pudiera sentir el calor de su presencia.—Además, quiero verte ahí, disfrutando de la brisa, del sonido de las olas… y bueno, si no lo haces por ti, hazlo por mí.
Suguru frunce el ceño ligeramente, aunque su tono sigue calmado.
—No estoy seguro. Después de nuestra última discusión…
Gojo suspira, sabiendo a qué se refiere.
—Escucha, sé que metí la pata. No voy a prometer que cambiaré de la noche a la mañana, pero estoy intentando, ¿de acuerdo? Y esto no se trata de eso. Solo quiero que te relajes, que disfrutes. Te lo mereces.
El silencio se instala entre ambos por un momento. Geto, aunque todavía algo inseguro, no puede ignorar la sinceridad en la voz de Gojo. Hay algo genuino en su manera de insistir, algo que lo hace dudar de sus propias reservas.
—Me gusta la playa.—admite finalmente el azabache, cruzando los brazos.—Pero no estoy seguro de ir contigo… tú siempre haces todo a tu manera.
El mayor sonríe, inclinándose hacia él de nuevo. La razón por la que insiste tanto es porque considera que sería muy divertido llevar a Suguru a ese tipo de ambiente. Es decir, nunca lo ha visto fuera del Campus, sin esas formalidades y cortesía que lo distingue. Quiere verlo al natural, más despreocupado y divirtiéndose en un lugar completamente diferente al habitual.
—Dame la oportunidad de demostrarte que también puedo hacer las cosas a tu manera. Te prometo que será divertido… y, si no lo es, me debes una patada en la espinilla.
Geto deja escapar una carcajada suave.
—No sé si confío en ti lo suficiente para eso.
—Entonces, esta es la oportunidad perfecta para intentarlo.—replica Gojo, su tono suave pero persuasivo.—Vamos, Suguru. No voy a aceptar un "no" por respuesta.
El mencionado suspira ansioso, sin poder evitar sonreír ligeramente.
—Está bien, lo pensaré. Pero no prometo nada.
—Eso me basta por ahora.—dice Gojo, enderezándose con un aire de triunfo.—Voy a convertir estas vacaciones en las mejores de tu vida, ya lo verás.—Garantiza con un tono fanfarrón genuino de él.
Aunque aún le quedan dudas, Geto no puede evitar sentir una pequeña emoción al pensar en la posibilidad. Quizá, solo quizá, Gojo realmente lo esta intentando.
Estar a su lado le asegura que nunca se aburrirá. Siempre hay algo que aprende de él cada día, por más pequeño y trivial que sea, es interesante. Estos días que lleva conviviendo con él se ha dado cuenta que le encanta lo dulce, en bebidas o en postres, realmente es fan de eso. Suguru en cambio es más de lo salado, sobre todo lo picante. Y también tiene la manía de tomar fotos a casi todo lo que lo rodea para después enviarlas a alguien.
Siempre que están caminando junto a los pasillos o están sentados en algún rincón del instituto escucha a varias personas diferentes saludarlo o también acercarse para preguntarle alguna cosa ajena a la escuela.
Sin embargo, se ha dado cuenta que no a todos los trata igual, puede identificarlo por el tono de voz que utiliza y cuánto tiempo dura hablando con cada diferente persona.
Satoru es popular, pero no el tipo de individuo que le gusta socializar o mantener dicho estatus en el lugar a menos que sea en una situación muy específica para sacar provecho de ello.
Otro detalle del que también se ha percatado, es que él jamás se ha disculpado o pedido perdón como tal, se puede dar cuenta de que ha cometido un error pero en vez de disculparse, prefiere evitarlo y solucionarlo por si mismo.
[...]
El cielo esta pintado de tonos cálidos, naranjas y rosados que se mezclan con un azul profundo mientras el sol desciende lentamente en el horizonte. La brisa suave mueve el pasto bajo el peso de Suguru, quien yace recostado con las piernas extendidas y los brazos cruzados detrás de la cabeza. Su bastón está a un lado, y su cabello, usualmente recogido, cae en suaves ondas oscuras alrededor de su rostro. No lleva sus gafas de sol puestas, pero el frescor del atardecer le permite descansar sin preocuparse por la luz.
Está sereno, pero algo cansado. Las últimas semanas han sido intensas con sus estudios, y aunque ha terminado temprano, decide esperar a Gojo fuera del vestuario. La paz del campo de entrenamiento y el sonido de los grillos en la distancia lo invitaron a quedarse más de lo esperado.
Satoru sale del edificio minutos después, secándose el cabello con una toalla. Al principio, no se da cuenta de la figura en el suelo, pero al enfocar mejor la vista, se detiene sorprendido. Geto está justo ahí, recostado, algo que nunca hubiera imaginado. ¿Desde cuándo alguien tan serio como Suguru Geto se tumba en el pasto sin preocuparse por ensuciarse?
Con una sonrisa que no puede esconder, Gojo decide no decir nada. Camina despacio y se deja caer al lado de Geto, con el mismo cuidado despreocupado que lo caracteriza. El movimiento es lo suficientemente silencioso como para no alarmar a Geto, pero la cercanía es inconfundible: sus hombros se rozan, y la mirada del mayor termina a escasos centímetros del rostro relajado de su compañero.
—¿Satoru?—Pregunta el azabache curioso, ladeando la cabeza ligeramente hacia él, como si estuviera confirmando lo que ha sentido.
El nombrado suelta una risa suave, sorprendido.
—¿Cómo sabes que soy yo? Podría haber sido cualquier persona.
—Podría, pero no cualquiera se recuesta al lado de alguien sin decir nada. Solo tú haces cosas así.—Responde Geto con un tono calmado, pero con una ligera sonrisa en los labios.
Gojo apoya la cabeza sobre una mano, estudiándolo. Debe admitir que es lindo y refrescante observar a Geto con su cabello suelto, aún más si está recostado sobre algo. Con el atardecer como fondo, es una escena hermosa.
—Y tú tampoco eres el tipo de persona que se recuesta en el pasto, Suguru. ¿Qué haces aquí, esperando como si fueras… no sé, parte del paisaje?
—Estoy cansado.—admite Geto, suspirando.—Han sido semanas largas con mis estudios, y este lugar es tranquilo. Además, pensé que sería mejor esperarte aquí que dentro. El vestuario no es precisamente mi ambiente favorito.
Pensar en el aroma a sudor, gente desconocida y ajena él le hace formar una mueca de desagrado. Además que tiene el presentimiento que no es bienvenido por parte de algunos miembros del equipo.
—Eso sí.—dice el contrario, riendo suavemente.—Pero es raro verte así, tan… relajado. ¿Estás seguro de que eres tú? Porque con el cabello suelto y sin tus gafas, casi no te reconozco.—Ríe con evidente diversión.
Geto frunció levemente el ceño, aunque su tono sigue ligero.
—¿No te gusta cómo me veo sin gafas?
—Todo lo contrario.—responde el albino rápidamente, sin pensar.—Te ves… diferente. Más natural, supongo. Tu cabello… a excepción de aquella vez en que nos conocimos, nunca más lo he vuelto a ver suelto. Te queda tan bien.— Enfatiza con admiración y una sensación rara, disfrutando de la oscuridad de éste. Le gustaría enredar sus dedos en aquellos mechones largos y sedosos del contrario, pero aún no se siente en la confianza o libertad de hacerlo.
Geto permanece en silencio por un momento, sintiendo el calor de las palabras de su amigo. Finalmente, decide cambiar de tema.
—¿Sabes? Hoy en literatura hablamos sobre poesía y la belleza de las cosas. Mi profesor dijo algo que me hizo pensar: que lo hermoso no siempre es lo que vemos, sino lo que sentimos.—Explica con cierto sentimiento y gracia que hace que Satoru se enfoque en todo lo que le transmite Suguru.
Gojo lo mira fijamente, intrigado y un extraño calor alojarse en su pecho.
—Eso suena profundo. ¿Y tú qué piensas? ¿Qué es lo más hermoso para ti?
—La tranquilidad.—responde Geto sin dudar.—Como este momento. No necesito ver el atardecer para saber que es hermoso. Lo siento en la brisa, en los sonidos… en cómo se siente todo tan en paz y en cómo te expresas estando a mi lado.
Gojo se queda asombrado y en un breve trance al oír aquellas palabras, impresionado. Suguru le hace sentir como se él formará parte de la belleza de la que habla, y eso le pone feliz que no puede esconder su sonrisa.
—Eso tiene sentido. Pero, ahora que lo dices, ¿alguna vez te has preguntado cómo te ven los demás? Me refiero a… físicamente.
Geto ladea la cabeza hacia él, curioso. Sus párpados abiertos dejan ver sus ojos.—Hmm, supongo que sí.—Puede darse una pequeña idea de cómo lo ven los demás, Shoko le ha ayudado en eso. Ella le asegura que es alguien bastante guapo y atractivo.
Sin embargo, de quien siente plena curiosidad ahora, es de su acompañante.
—Tú eres popular, ¿no? Apuesto a que todo el mundo piensa que eres atractivo. ¿Qué crees que es lo más atractivo de ti?
Gojo se ríe entre dientes, ligeramente cohibido por la pregunta. Está acostumbrado a que los demás se lo digan, pero se siente tan nuevo cuando Suguru lo menciona. Tan íntimo.
—Bueno, según lo que dicen, mi altura, mi cabello, mi mandíbula, mis pestañas…—enumera con sus dedos, recordando con facilidad las virtudes que varios señalan de él como lo más bello que lo caracteriza.—Pero lo que más destacan o idealizan son mis ojos.
—¿Tus ojos?—repite Geto, intrigado y soltando un jadeo entre cortado.
Pensar que Satoru lo tiene todo, hasta unos hermosos ojos lo hacen sentir raro, no sabe como describir esta sensación, ¿celos?¿envidia? Se siente patético.
—Sí. Son azules. Todo el mundo siempre los menciona.
Suguru asiente lentamente, pensativo y un poco mas serio.—Azules… No sé cómo es eso. Nunca he visto el azul. ¿Cómo lo describirías?
Gojo se queda en silencio, analizando. —Es como… el cielo despejado en un día soleado.
Geto deja escapar una risa suave. Aquello descoloca a Satoru, ¿siempre se han escuchado así las risas de Suguru? Como una agradable melodía que le hace cosquillas suaves en su oído y es tan dulce como la miel.
—Satoru, tampoco sé cómo se ve el cielo.
—Oh… cierto.—dice Gojo, algo avergonzado y un poco frustrado por no saber que palabras escoger.—Bueno, es… como algo frío, pero a la vez tranquilo. Como… el agua clara. ¿Tampoco sabes cómo se ve el agua?
El menor niega con la cabeza, pero hay una sonrisa en sus labios.
—No, pero me gusta escucharte intentar describirlo. Es adorable.—Agrega con un ligero rubor en sus mejillas, de manera tan despreocupada y sencilla que te hace pensar que Suguru debe estar tan cómodo para sonreír así de lindo.
La forma en cómo mueve sus labios y sus pestañas negras aletean, con gracia y elegancia.
Gojo lo observa fijamente, con una mezcla de admiración y frustración consigo mismo.—Supongo que hay cosas que no se pueden describir con palabras, ¿verdad?
Suguru no puede evitar pensar en alguien al escuchar ese diálogo en especifico de parte del contrario. En posiblemente, el único amigo que en su adolescencia más temprana.
—Así es.—responde Geto, girándose ligeramente hacia él. El tiempo vuela y ya debería estar regresando a casa.—Pero eso no importa. Hay muchas formas de entender la belleza, Satoru, y no todas tienen que ver con los ojos.
Gojo lo observa en silencio, sus ojos azules reflejando los últimos rayos del sol. En este momento, se da cuenta de que Geto no necesita ver para ser extraordinario y fascinante; lo es en cada palabra, cada gesto y en la calma como fiereza con la que enfrenta el mundo.
Y mientras el atardecer continúa, Satoru no pudo evitar pensar que, por primera vez en mucho tiempo, esta donde realmente quiere estar, a lado de alguien que le hace querer venir todos los días a la escuela mientras pueda disfrutar de su compañía.
—Suguru.
—¿Qué pasa?
El atardecer se vuelve más tenue, envolviendo el campo en una penumbra cálida y tranquila. El aire está cargado de una paz que parece casi irreal, pero también hay algo más, algo que Suguru no puede identificar del todo y lo envuelve de incertidumbre. A su lado, Gojo permanece inmóvil, aunque hay una tensión sutil en su postura, como si estuviera librando una batalla interna que Geto, con sus sentidos agudizados, empieza a percibir.
Suguru siente cómo algo cambia en el ambiente, una especie de energía que lo hace más consciente de la proximidad de Satoru. Antes de poder procesarlo, siente una leve sombra sobre su rostro, una presencia que lo hace detener incluso su respiración.
—¿Satoru? ¿Qué estás haciendo?— Pregunta, aunque su voz apenas se escucha, como si algo en su interior ya supiera que la respuesta no será sencilla.
No hay palabras. Solo siente, de repente, algo suave y fresco contra sus labios. La presión es delicada pero firme, y la realiza con una intención clara. Los labios de Gojo, delgados y ligeramente fríos, se posan sobre los suyos, que son regordetes y cálidos, con una ternura que lo desarma por completo.
El primer impulso del menor es la confusión. Su mente se llena de un torbellino de pensamientos:
¿Qué está pasando? ¿Por qué Gojo está haciendo esto? ¿Debo detenerlo?
Pero, al mismo tiempo, una corriente de calor le recorre el cuerpo, una mezcla de nervios, emoción y algo más que no logra identificar.
Gojo no se aparta. Su beso, aunque inicial y tímido, se vuelve más profundo, más sentido. No es urgente ni apresurado; en cambio, tiene un ritmo lento, como si quisiera transmitir todo lo que siente en ese momento. Suguru no sabe cómo reaccionar. Su cuerpo parece haber olvidado cómo moverse, cómo pensar. Se queda inmóvil, con las manos aún cruzadas sobre su pecho, mientras el contacto lo envuelve en una sensación que nunca antes había experimentado.
El tiempo parece detenerse. Cada segundo se siente eterno, pero a la vez fugaz. La suavidad de los labios de Satoru Gojo contra los suyos, el contraste entre el frío de los unos y el calor de los otros, lo abruman. Suguru no sabe si corresponder o apartarse, si huir o quedarse. Solo sabe que algo dentro de él está cambiando al experimentar estas nuevas sensaciones.
Finalmente, el mayor se separa, aunque apenas unos centímetros. Su respiración es ligeramente pesada, chocando contra los labios del chico que acaba de besar, y cuando Geto abre los ojos por la conmoción, lo primero que percibe es el calor de la mirada de Gojo sobre él. Hay una intensidad que casi le resulta abrumadora.
—Suguru…—susurra Gojo, su voz casi temblando.—Yo… no pude evitarlo. Tenía que hacerlo.”
El nombrado traga saliva, sintiendo su garganta seca. Su mente sigue procesando lo ocurrido, pero su cuerpo no miente: una fina capa de sudor cubre su frente, y puede sentir el calor subiendo a sus mejillas.
—¿Qué… qué fue eso?—Pregunta vacilante, aunque su voz es más un susurro incrédulo que otra cosa.
Gojo se sienta un poco más derecho, apartando su rostro, pero solo lo suficiente para mirarlo a los ojos.
—Un beso.—dice, como si la palabra misma fuera evidente, pero cargada de significado.—No sé cómo explicarlo, Suguru. Solo sé que… tenía que hacerlo. Tú… me haces sentir algo que no entiendo, pero que no puedo ignorar.
El azabache frunce ligeramente el ceño, su confusión es evidente.
—¿Y creíste que esto era una buena idea? ¿Besarme sin siquiera preguntarme si yo… si yo quería?
Satoru se apresura a explicar, su tono desesperado.
—No, no fue eso. Sé que fue egoísta, pero… no podía quedarme con las ganas de saber cómo sería. Cómo se sentiría acariciar tus labios con los mios.
Ni siquiera el propio Gojo está seguro desde hace cuanto tiempo lleva sintiéndose así, con certeza. Solo sabe que justo en estos momentos, tuvo ese impulso. Su mente es un lío porque, entre lanzar indirectas, confesión y luego besarlo, el orden se ha manifestado de la manera menos planeada. No se resistió, su cuerpo lo pedía y él solo obedeció sin cuestionarse nada más.
El silencio de Geto es lo que más le pone tenso y nervioso, ni siquiera es capaz de apartarlo porque está pensando en que decir, pero por sus gestos luce molesto, indignado.¿Tal vez cree que está jugando con él?¿o acaso le dio asco ser besado por otro chico?
Pensar en esta posibilidad lo llena de incertidumbre. Cuando beso a Suguru Geto no se cuestionó si estaba bien o mal, no tuvo ese tipo de miedo y asco de que fuese otro hombre como él, el deseo de besarlo peso más que cualquier otra duda.
—Tú… tú me gustas, me encantas, Suguru Geto. Y no lo digo solo por esto. No sé cómo decírtelo sin arruinarlo.”
El mencionado se queda en otro silencio, sus pensamientos en un caos absoluto. Lleva una mano temblorosa a sus labios, todavía sintiendo la sensación del beso, y luego deja caer la mano sobre su pecho, como si quisiera calmar el ritmo acelerado de su corazón, su pecho se siente caliente y como si algo en su interior se estuviera derritiendo.
—No sé qué decir...—Murmura finalmente indeciso.
Gojo lo observa, su rostro una mezcla de ansiedad y vulnerabilidad. La palabra rechazo se repite varias veces en su cabeza, irritando lo.
—No tienes que decir nada ahora. Solo dime… ¿lo odiaste? ¿Lo odiaste tanto como para alejarte de mí?
Geto aparta la mirada, aunque sabe que Gojo sigue observándolo con intensidad. Es raro. Mucha gente suele evitar tener contacto visual con él, se sienten incómodos o hasta irritados. Pero Satoru no, él está a centímetros de su rostro, observándolo con una intensidad que es bochornosa.
—No lo odié.— admite en voz baja, casi como si no quisiera que lo escuchara.—Pero eso no significa que lo haya entendido, Satoru. No sé si me gustó o no. Todo esto es… demasiado para mí.
Gojo asiente lentamente, una pequeña chispa de alivio brillando en su mirada.
—Está bien. No te estoy pidiendo una respuesta ahora. Solo quería que lo supieras. Y… prometo que no volveré a hacerlo si no quieres...
Suguru suelta un suspiro pesado, sintiendo que la tensión en su pecho empieza a disminuir, aunque no desaparece del todo. Jamás había conocido a alguien que actuará así por él, es decir, en primaria algunas niñas solían confesar estar enamoradas de él, pero jamás duraba mucho y al ser tan jóvenes aún no tenían prejuicios impuestos por la sociedad. Debe admitir que le suceda esto en la adolescencia, a sus diecisiete años y con alguien de su mismo sexo lo aturde de muchas maneras que no puede asimilar rápidamente.
No sabe que le inquieta más, que se trate de quien considera un amigo cercano, o que sea un varón.
—Eres un idiota, Satoru.—Dice al final, su tono algo más ligero, pero con un toque de sinceridad.
Gojo sonríe, aunque su rostro sigue reflejando algo de nerviosismo.
—Lo sé.—responde suavemente.—Pero soy tu idiota, ¿no?
El contrario no responde, pero su expresión, aunque seria, tiene un matiz que el albino no puede dejar de notar: no hay rechazo en sus ojos, solo una confusión que, quizás con el tiempo, pueda resolverse.
Gojo ayuda al contrario a ponerse de pie y marcharse del lugar. La atmósfera se siente incomoda, después de todo, las cosas ya no volverán a lo que fueron antes ahora que Geto esta consiente de los sentimientos de su amigo.
Suguru se cuestiona si todo esto ha sido culpa suya, después de todo, Satoru reacciono por impulso, por verlo con el cabello suelto y tan calmado recostado en el pasto, hablando de forma tan amena que quizás, simplemente sintió una atracción natural hacia él.
Solo espera que nadie los haya visto.
[...]
Palabras: 3,500
Escritor: JaquiiAleWorld
Fecha de Publicación: Sábado 30 de noviembre del 2024
Fandom: Jujutsu Kaisen
Nota del escritor:
Voy a tratar de publicar el próximo sábado 7 de diciembre, antes de ir a la posada/pijamada navideña que tengo con mi grupo de amigos en esa fecha. No prometo mucho, trataré.
Toda la escena está de Geto recostado en el pasto hasta el beso, iba a suceder después de lo de la playa, no antes. Pero como quise apresurar las cosas en la relación de estos dos, ya la inserte antes.
Nos vemos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top