16.
Suguru desliza la puerta corrediza de su casa y, como siempre, anuncia su llegada en voz alta.
—He llegado a casa. —Su tono es tranquilo, rutinario, pero hay una ligera emoción contenida porque esta vez trae a Gojo consigo.
Se inclina para quitarse los zapatos en la entrada, colocándolos con cuidado en una cajonera diseñada específicamente para guardarlos. Luego, saca un par de pantuflas de interior y se las pone con naturalidad. Suaves y perfectas.
Gojo, un poco nervioso y sintiendo que está invadiendo un territorio sagrado, observa cada uno de sus movimientos antes de imitarlo. Se quita sus costosos zapatos deportivos, dudando si colocarlos en la cajonera o no, hasta que Suguru le indica con un gesto hacia el espacio donde debe dejarlos con una ligera sonrisa.
A pesar de no ver, tiene perfectamente memorizado el espacio correcto.
—Gracias.—Dice Gojo, mirando de reojo las pantuflas, que parecen pequeñas para sus pies largos. ¿Acaso todos en la familia son de talla siete y menos?
Creía que Suguru poseía la misma talla de calzado, pero se equivoco. Es talla siete y Satoru ya es ocho, casi nueve.
—¿Seguro que puedo usar estas pantuflas de tu familia?
Suguru asiente mientras camina hacia el interior de la casa.
—Sí, solo relájate. No es tan complicado, Satoru.
Gojo respira profundo mientras se pone las pantuflas, ligeramente apretadas pero cómodas, y da unos pasos dentro de la casa. De inmediato, nota que el ambiente es completamente distinto al de su propio hogar. Aunque la casa de Suguru tiene dos plantas, se siente mucho más pequeña y sencilla que la suya, pero no de una manera negativa. Las paredes combinan elementos tradicionales, como paneles de madera y puertas corredizas de papel, con algunos toques modernos: electrodomésticos discretos en la cocina y una televisión de pantalla plana en la sala.
El aroma de la casa también lo sorprende. No es el perfume artificial que domina su mansión, sino una mezcla acogedora de incienso, madera vieja y algo dulce, quizás té. Es cálido, familiar, casi como un refugio. Son olores tan tranquilos y hogareños que le hace darse cuenta que definitivamente es el hogar de Suguru.
Geto camina hacia las escaleras con cierta libertad, teniendo tan memorizada cada rincón de su casa, señala hacia arriba con su bastón.
—Mi habitación está en el segundo piso, subiendo las escaleras.
Gojo lo sigue, pero no puede evitar mirar a su alrededor.
—¿Y tus padres? —Pregunta con curiosidad, esperando encontrarse con alguien en cualquier momento.
De hecho, en todo el recorrido hasta la casa de Suguru, estuvo mentalizadose como saludar a los padres del azabache, como crear conversación y no actuar como un idiota.
—Mi padre está trabajando, llega hasta la noche y mi madre salió con unas amigas. Fueron a un santuario a orar. —Suguru se encoge de hombros, como si fuera algo normal.— Ella es así, ya sabes, muy devota.
Gojo asiente, aunque Suguru no lo ve, y sonríe con un poco más de confianza ahora que sabe que no tendrá que enfrentarse a sus padres por ahora.
Llegan a la habitación de Suguru, y Gojo se sorprende por lo pequeña y sencilla que es. Las paredes tienen un par de estantes con libros en Braille y algunos adornos discretos, como una figura de madera tallada y una planta en una maceta. La cama individual ocupa una esquina, cubierta con un edredón suave que parece recién lavado. Hay una atmósfera tranquila, íntima, que le recuerda lo diferente que es el mundo de Suguru del suyo.
—Voy a cambiarme en el baño. —Suguru toma ropa limpia de un cajón y desaparece por una puerta lateral, dejando al albino solo en la habitación.
Gojo, sin nada mejor que hacer, se deja caer sobre la cama de su amigo. Se recuesta, dejando que su cuerpo se hunda ligeramente en el colchón, y cierra los ojos por un momento. No puede resistirse a tomar una de las almohadas y llevarla a su rostro. Huele el edredón también, sin vergüenza, embriagado por el aroma cálido y limpio que identifica como Suguru. Es un olor único, simple pero increíble.
—Tu cama es más cómoda de lo que pensaba. —Satoru murmura para sí, sonriendo como un niño atrapado haciendo travesuras.
De repente, escucha la puerta abrirse lo cual lo asusta, y Suguru regresa al cuarto. Se ha quitado el uniforme y ahora viste algo más casual, más de casa. Unos shorts oscuros hasta las rodillas que se cierran sobre su cintura, con bolsillo y una playera gris de manga corta. Nunca imaginó ver a Suguru en un estilo tan simple, tan casero e íntimo.
En algunos muebles hay varios portaretratos con fotografías de Suguru con su familia, en varias de ellas es un niño. Satoru se pregunta porque tendrá fotografías en su habitación si no las puede ver, ¿quizás sólo es lo habitual?
—¿Qué estás haciendo? —pregunta con curiosidad Suguru al escuchar los movimientos en su cama.
Satoru se endereza de inmediato, casi como si hubiera sido sorprendido haciendo algo indebido, aunque sabe que Suguru no puede verlo, aún así, escuchó que se arrojo directo al colchón.
—Nada, nada, solo… probando la comodidad de tu cama. —Se aclara la garganta, intentando sonar despreocupado.
Suguru frunce el ceño, pero no le da demasiada importancia.
—Bueno, si terminaste de acomodarte, hablemos de los disfraces.
—¡Perfecto! —Gojo se sienta en la cama, ahora lleno de entusiasmo y confianza.
Suguru se cruza de brazos, pensativo. Tomando asiento en una silla del monitor.
Es hora de la lluvia de ideas. ¿Se vestirán de monstruos clásicos?¿O algo más moderno?¿Del tipo realista con maquillaje espectacular o solo el vestuario con máscaras? Tantas opciones que emocionan a ambos.
¿Monstruos o asesinos?¿fantasmas o demonios?
—Recuerdo una película que me gustó mucho, "Scream". Creo que quiero vestirme como el asesino de esa franquicia.—Comenta Geto luego de haberlo meditado, ansioso.
—¿Viste esa película?—Pregunta el albino confundido.
—No la vi, la escuché, ya tiene años.—Responde encogido de hombros.—¿Por qué?
—¿Sabes o recuerdas como viste el villano de la franquicia?
A Satoru se le suele olvidar que, no porque Geto sea ciego, signifique que no tenga conocimiento de filmes, del mundo del cine. No las puede ver pero si oír, escuchar.
—Es un disfraz sencillo: una túnica oscura y una máscara de fantasma. Ambos podemos ir vestidos así.
Gojo lo mira, aunque sabe que Suguru no puede verlo, rueda los ojos no muy de acuerdo con esa opción.
—Eso no da miedo. Además, es un disfraz súper común.
—Eso no importa. Me gusta, y es lo que quiero usar.
Gojo suspira, como si estuviera lidiando con un niño terco. Aunque él sea igual o peor que Suguru.
—Yo pensé en algo más original… ¿qué tal de un vaquero? Del Salvaje Oeste. —Menciona con emoción, dándose ideas geniales de lo que puede ser su atuendo.
Suguru suelta una risa breve y genuina. Para el azabache, el albino ha dicho algo tan tonto.
—¿Un vaquero? ¿Eso da miedo?
—No, pero me vería increíblemente caliente con ese atuendo. —Gojo sonríe ampliamente, divertido por su propia idea—. Y tú también podrías ir de vaquero. Seríamos el dúo más atractivo de la fiesta.—señala con seguridad y ansioso por la idea, agregando con picardía:—Siento que en mi vida pasada, debí ser el vaquero más caliente del salvaje oeste.
Suguru niega con la cabeza, divertido ante las locas ocurrencias de su amigo pero firme en sus palabras.
—Prefiero algo aterrador y sencillo, no algo "moderno y sexy", como tú lo llamas.
—¡Vamos! —Gojo insiste, acercándose un poco más.—Solo imagínalo: botas, sombrero, un chaleco y pantalón ajustado… —Se muerde ligeramente el labio inferior, dándose ideas de lo bien que se vería Suguru sin camisa y con un chaleco de cuero y botas. Debe de conseguir un pantalón ajustado que levante su trasero y se ajuste a su delgada cintura.
Suguru levanta una mano, interrumpiéndolo.
—Satoru, no hay forma de que me ponga un disfraz así.
—¿Ni siquiera si te digo que sería el disfraz más épico de la noche? —Gojo lo mira con ojos suplicantes, como si eso fuera a convencerlo.
Suguru suspira con una mezcla de paciencia y resignación.
—Mira, si tú quieres ir de vaquero, hazlo. Pero yo iré como Ghostface.
Gojo se deja caer dramáticamente sobre la cama, quejándose. Él desea tanto que vayan combinados, y definitivamente lo que ambos buscan y quieren no se relacionan, a menos que...
—Eres tan aburrido a veces, Suguru.
—Y tú tan exagerado.—El menor sonríe levemente, disfrutando de la pequeña batalla de voluntades.
Para sorpresa de Satoru, Suguru se recuesta a su lado, sin importarle nada más.
—Satoru...
—¿Sí?
—¿Por qué a la gente le gustan tanto tus ojos?—Pregunta inocente, curioso.
Gojo esta casi seguro de que ya ha escuchado eso antes por parte de Geto, pero está vez siente que hay algo diferente en la pregunta.
—Muchos dicen que porque les recuerda al cielo.—Contesta con naturalidad y calma, sin dejar de observar a Suguru.
Éste parece meditar aquella respuesta. Como si quisiera comprender la belleza del hombre a su lado, algo que nunca le ha dado importancia pero que ahora parece tener curiosidad.
—¿El cielo tiene el color de tus ojos?—Cuestiona esperando una afirmación del contrario.
—Si.
"Dios castigó a nuestro hijo, y ahora no puede ver el cielo, no puede ver el mundo."
Aquellas fueron las palabras de su madre retumbando en su mente, sonando desesperada, cruel y entre sollozos, como si le doliera tanto que a Suguru le gustará otro hombre. Entre más piensa en ello, más le entristece, sobre todo ahora que entiende más que nunca que los ojos de Satoru Gojo son del mismo color que el cielo que los rodea y por el cual su madre siempre ora.
"Dios te castigó para que no puedas ver los ojos de Satoru"
Aquel pensamiento salió de la nada y tan profundo de sí, le da escalofríos y estremece. ¿De dónde ha salido aquello?¿Por qué lo pensó?
—Deben ser tan hermosos y perfectos.
—Lo son, al igual que el resto de mi.
Suguru parece meditarlo un poco, dudando si decirlo, pero en estos momentos, no confía en nadie más que en Gojo.
—Mi madre dijo que Dios me castigo haciéndome ciego, y ahora soy incapaz de ver el mundo, incapaz de ver el cielo...
Silencio. Gojo no sabe que decir al instante, tal vez porque piensa que Geto lo dice de broma, pero al examinar su rostro y no ver rastro de risa, entonces lo sabe. Suguru no bromea, y escuchar aquello le duele demasiado.
—¿Tú madre te dijo todo eso?
—Incapaz de ver tus ojos.—Agrega, como si no hubiera terminado lo de antes, poniendo sus manos encima de su barriga. Gojo se levanta, solo un poco, para tener más altura y seriedad.
—Suguru. No repitas eso.¿Por qué una madre te diría algo así?—Pregunta con confusión, tardando en asimilar la situación.
Geto está siendo demasiado fuerte para contarle todo ésto, para no quebrarse ahí mismo y decirle lo que le ha ocurrido. Pensar en que Suguru tuvo que aguantar a una mujer así le parte el alma al mayor.
—Ella es así, devota.
—Una cosa es tener fé, amar a tu hijo sin importar su discapacidad y otra es ser un fanático extremista.—Explica lleno de rabia, apretando sus labios con fuerza para no enfurecer aún más.
Esta vez no sabe cómo ayudar a Suguru, claramente no puede ir a buscar a esa mujer y golpearla por decirle cosas hirientes a su hijo como lo hizo con lo bravucones, es su madre y una mujer mayor, y amenazarla tampoco es una opción aunque lo ha pensando con tentación.
—Mi madre no era así conmigo, ella siempre me quiso sin importar mi condición.—Añade Suguru, lo que genera intriga y más confusión al albino.
—Entonces, ¿Por qué te dijo eso?
Suguru abre la boca y la cierra, hace esto dos veces más sin saber cómo decirle lo que siente, no aún. El verdadero motivo por el cual su madre fue tan cruel con él es porque le dijo cuanto gusta de un chico, porque gusta de Satoru, pero todavía no se siente tan preparado para confesar lo, a pesar de que esa ha sido su intención inicial y por lo cual invitó a Gojo a su casa.
—...¿Me acompañarías abajo?
[...]
Gojo baja las escaleras detrás de Geto, aunque sus ojos están fijos en él, disfrutando del simple hecho de estar juntos. Pero siente que el ambiente puede ser más divertido, más vivo. De pronto, una idea cruza su mente y su clásica sonrisa burlona aparece en su rostro.
—Oye, Suguru, ¿sabes que soy mucho más fuerte que tú? —Comenta con un tono desafiante, intentando provocar alguna reacción.
Suguru se detiene al comienzo de las escaleras, girando la cabeza hacia Gojo con una ceja levantada.
—¿Más fuerte que yo? Eso habría que comprobarlo.
Gojo cruza los brazos, inflando el pecho como si fuera a ganar un trofeo.
—De hecho, apuesto a que puedo cargarte sin problema.
Suguru ríe suavemente, claramente dudoso. Geto no es alguien de cuerpo tan grande, es delgado pero un poco rubousto en ciertas áreas, es fuerte y alto sobre todo. Seguramente pesa lo mismo que Gojo y duda que esté pueda cargar su propio peso.
—No te creo, Satoru. Ni siquiera lo intentes, podrías romperte la espalda.
—¡Ah, vamos! Déjame demostrarlo. —Gojo da un par de pasos rápidos y se posiciona frente a Suguru—. Confía en mí.
Suguru suspira, pero al final cede con un gesto de resignación.
—Bien, pero no te quejes si terminas tirándome por las escaleras.
Con cuidado, Gojo pasa un brazo por detrás de la espalda de Suguru y el otro bajo sus piernas, levantándolo con facilidad. Suguru se sorprende al ser alzado del suelo como si fuese una delicada pluma, sintiendo cómo su peso se equilibra perfectamente en los brazos delgados pero tonificados de Satoru.
Como no lo puede ver y menos aún le toca sus brazos con frecuencia, se le olvida fácilmente que Gojo tiene brazos largos y fuertes, bíceps marcados y resistentes, no por nada está en el club de fútbol americano de la escuela, donde se necesita tanta fuerza.
—¿Lo sientes? Te lo dije. —Gojo sonríe con suficiencia mientras comienza a descender las escaleras, lenta y cuidadosamente.
—Será mejor que me sujete, ¿no?—Suguru dice con tono burlón mientras se aferra al cuello de Gojo, acercándose un poco más.
Gojo siente cómo su corazón da un salto ante la cercanía, sus piernas se estremecen ligera y brevemente.
—Sí… será mejor que lo hagas. —Su voz tiembla ligeramente, pero lo oculta con una risita.
—Aunque, si me caigo, quiere decir que no eres tan fuerte como alardeas. —Suguru sonríe con picardía, aunque sigue aferrado, su cabeza descansa ligeramente en el hombro del albino, como si buscará acurrucarse en él.
Gojo traga saliva, sintiendo el calor de las manos de Suguru contra su nuca y la respiración caliente del menor sobre su cuello. A pesar de lo nervioso que está, logra bajar cada escalón con cuidado, hasta que finalmente llega al último.
—¡Y listo! Te dije que podía hacerlo.—Gojo presume, como si acabara de conquistar una gran hazaña.
Suguru ríe suavemente, impresionado.
—Debo admitirlo, estoy asombrado. Pensé que me tirarías.
Antes de que Gojo pueda responder, Suguru se inclina ligeramente y le da un pequeño pero sonoro beso en la mejilla.
Gojo se queda completamente inmóvil, con los ojos muy abiertos y el rostro enrojecido. El lugar donde Suguru lo besó está increíblemente cerca de sus labios, lo que hace que su corazón se acelere descontroladamente. Suguru, ajeno a su reacción, solo sonríe ligeramente.
—¿Ya puedo bajar? —Pregunta Suguru con naturalidad.
Gojo tarda unos segundos en procesar lo que acaba de pasar, pero finalmente asiente, bajándolo con cuidado. Aunque el deseo de volver a tenerlo en brazos regresa en él casi al instante.
Suguru se acomoda las ropas al tocar el suelo y dice con tranquilidad:
—Es hora de ir a la cocina.
Pero antes de que pueda dar un paso, Gojo lo detiene, sujetándolo firmemente de la muñeca.
—Suguru, ¿estás jugando conmigo? —Su tono es serio, con una mezcla de frustración y vulnerabilidad.
Suguru se detiene y gira su rostro hacia donde esta Satoru, hacia donde escucha su voz, aunque no comprende del todo a qué se refiere.
—¿A qué te refieres?
Gojo lo mira con una mezcla de dolor y confusión.
Suguru lo rechazo, porque, según sus propias palabras, sólo quiere concentrarse en sus estudios, quiere graduarse con un excelente promedio y postularse en una buena universidad. Entonces, ¿Por qué le da ilusiones?¿Por qué le hace sentir cómo si fuesen algo más que mejores amigos?
—Sabes que me gustas. Lo sabes, y aun así haces cosas como estas. Te dejas cargar por mí, me abrazas del cuello, pones tu rostro tan cerca del mío, te recuestas sobre mi de manera tan tierna… y luego me das un beso. ¿Por qué haces eso? ¿Por qué juegas con lo que siento por ti?
Las palabras de Gojo caen como un balde de agua fría para Geto. No sabía que lo que hizo tendría ese impacto. Inclina ligeramente la cabeza y busca las palabras correctas.
—Satoru… yo no lo hice con mala intención.
Gojo, sin soltar su agarre, insiste:
—Entonces, ¿cuál es tu intención, Suguru?
El nombrado se queda en silencio unos segundos antes de, con un movimiento brusco, soltarse del agarre de Gojo. Antes de que este pueda reaccionar, Suguru extiende las manos y comienza a tantear el espacio frente a él hasta encontrar el rostro de Satoru.
—Esta… está es mi intención. —Su voz es baja, casi un susurro.
Suguru desliza las yemas de sus dedos por las facciones de Satoru, recorriendo su frente, sus pómulos, su nariz y esas gruesas cejas sobre sus párpados. Gojo se queda inmóvil, sintiendo cómo el tacto gentil y suave de Suguru lo desarma por completo.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunta en un hilo de voz.
—Estoy "viéndote", Satoru. Esta es mi forma de verte.
Gojo siente cómo las caricias del azabache se detienen en sus mejillas.
—¿Sientes el calor de mis mejillas? —Pregunta el albino, tratando de recuperar el aliento.
Suguru no responde, pero sus dedos se mueven con delicadeza hacia la boca de Satoru, rozando sus labios y luego su mentón. Gojo siente que esos toques lo ponen cada vez más nervioso, su corazón latiendo tan fuerte que está seguro de que Suguru puede escucharlo.
De repente, el azabache hace algo que el contrario nunca habría imaginado.
—Te quiero, Satoru. —La voz de Suguru es tan clara y honesta que desarma por completo al albino.
Antes de que Gojo pueda responder ante aquella inesperada confesión de amor, Suguru se inclina y lo besa directamente en la boca. Es un beso suave, dulce, algo torpe pero que lleva una intensidad que Gojo jamás había sentido. El mundo parece detenerse, y todo lo que existe en ese momento son solo ellos dos.
Realmente ha tomado la iniciativa, Suguru le está dando un beso y no puede creerlo, procesarlo le está costando, pero como si fuese parte de su ser, lo corresponde de manera tan natural, como si sus bocas encajaran a la perfección.
Satoru apenas puede respirar, y aunque Suguru se separa de él siente que le quita un pedazo de su alma, un pedazo de su corazón.
¿Qué acaba de pasar y por qué Suguru está igual de rojo que él?
Ahora Satoru Gojo puede entender la clara diferencia entre el beso que le dio a Suguru Geto hace tiempo al aire libre, al beso que esté le acaba de dar donde sólo las paredes son testigos de lo que acaba de pasar.
—Debe ser un sueño.—Suspira un poco embobado el albino, casi a punto de desfallecer y recordando vividamente la sensación de los labios de Suguru sobre los suyos.
Una vibración se aloja en su pecho que lo hace sacudirse ante la sensación de ser besado.
—¿Qué dices?—Pregunta Geto un poco confundido, ladeando una ceja sutilmente mientras Gojo le sigue pareciéndome irreal haber sido besado por el contrario.
Satoru lo piensa detenidamente antes de preguntarle con pena:
—Cuando te dí un beso, ¿sentiste que te force?
Geto parece pensarlo, recordarlo. Aquel primer beso entre los dos, él como se sintió y lo desconcertado que se sintió en su momento. No tuvo miedo, solo se sintió extraño y hasta un poco molesto, pero fue comprensible ante los impulsos de Satoru de haberlo besado.
—Ese beso fue totalmente inesperado. No diría que me forzaste, simplemente lo tomaste sin pedir permiso y yo no supe como reaccionar. Me enoje contigo al principio, y supiste como darme mi espacio.—explica su opinión y sentimientos de aquella vez.—¿Por qué?
—¿Podemos hacer como si ése no hubiera sido el primer beso de los dos?
Suguru, extrañado por la petición del mayor, vuelve a cuestionar:
—¿Por qué?
Gojo se relame los labios suavemente antes de responder.
No cree que el primer beso haya sido un error, pero el hecho de que no haya sido correspondido se siente incorrecto.
—Un beso no debe ser tomado a la fuerza, ahora lo entiendo.
—¿Lo entiendes?
—Tiene que ser espontáneo, natural. Un beso tiene que venir por si solo. Como el que me acabas de dar y yo te correspondí.—responde para envolver las manos de Suguru con las suyas, acercándose aún más.—Hay que sentir ese pulso, ese deseo de querer al otro hasta anhelarnos. Nuestras almas se tocan cuando nos besamos, Suguru.—Le sonríe, su rostro tan cerca del contrario sin apartar la vista de la boca del menor como si ansiara volver a tocarla.
—¿De verdad crees eso?
Más que sentirse nervioso, Geto se siente ansioso, emocionado. Porque no hay otro lugar en donde quisiera estar que con el mayor. Su corazón late emocionado y siente cosquillas en las puntas de sus dedos.
—Si.
—Entonces...—aclara su voz, reuniendo valor.—Antes de comer unos bocadillos, ¿podemos seguir tocando nuestras almas?
Satoru se sonroja ante aquella insinuación tan coqueta de Suguru y el deseo que desborda de su propia voz.
—Definitivamente sí.
Satoru un poco desesperado, comienza a besarlo como si el mundo se acabará está misma noche. Esta última noche. Los movimientos son algo torpes, pero hay deseo y amor ahí. Sus labios se empapan de la humedad producida por el contrario y respiran el aliento del otro.
—Esto significa...—jadea pausado Geto, regulando su respiración y separándose de los labios de Satoru, los cuales quieren volver a fundirse con él.—¿Qué somos pareja?—Pregunta dudoso, con su voz ligeramente temblorosa.
Satoru lo mira con adoración y desprende felicidad ante aquella interrogante. Le parece increíble que Geto todavía lo dude a pesar de que correspondió el beso y han admitido cuanto se quieren.
—Que nuestro amor sea como el mar, Suguru.—Murmura con anhelo, reposando suavemente su frente con la del menor, el cual no comprende su comentario.
—¿Cómo?
—Que se vea el principio, pero nunca el final.
Suguru vuelve a sonrojarse hasta las orejas sin saber que decir, solo puede seguir besándose con Gojo hasta que sus labios se cansen.
El sonido de la puerta corrediza abrirse alerta sus oídos, una voz cansada exclamando "ya llegué" hace que Satoru se de cuenta que uno de los padres de Suguru ha llegado a casa temprano.
Aunque deja de besarlo, no se aleja de él, prefiere abrazarlo y enterrar su rostro en el suave espacio del hombro de Geto, nervioso y aferrándose a él. Suguru lo abraza rodeándolo debajo de sus axilas, menos asustado que Gojo ante los pasos que se aproximan al lugar.
Los ojos de éste tercero quedan en blanco ante lo que ve.
—Oh... ¿Qué está pasando aquí?
[...]
Palabras: 3,967
Escritor: JaquiiAleWorld
Fecha de publicación: Sábado 25 de enero del 2025
Fandom: Jujutsu Kaisen
Nota del escritor:
La frase que dice Gojo sobre el beso no forzado, lo saque de un personaje/actor del cine mexicano, pero de esas películas viejas de blanco y negro.
Ahora lo de que dijo de que "nuestras almas se tocan cuando nos besamos", eso sí me lo saque del culo, se me ocurrió a mi.
Sino mal recuerdo creo que se era Pedro Infante, CREO. Mi abuela ve esas películas y justo estaba por ahí, me gustó la frase y la anote rápido, pero no recuerdo si era él porque ya tiene varias semanas que vio esa película.
Espero les haya gustado este capítulo, pronto viene la fiesta de halloween!
Hasta la próxima!
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