14.

Satoru había estado reflexionando el día anterior para cuando llegara el momento de hablar con Suguru y como enfrentar a los demás. A excepción de Nanami y Haibara, nadie más se había acercado a preguntarle sobre aquella fotografía donde está besando a Geto.

Pero aquella resulta ser la menor de sus preocupaciones, lo que le tiene más tenso y verdaderamente preocupado, es como hacer que Suguru le diga la verdad, de porque se dejó humillar y como lidiar cuando Geto lo llegue a confrontar al enterarse de que se terminó peleando con esos chicos.

Incluso terminó teniendo una llamada por celular con su amiga Shoko para que le ayudara a pensar, a fijar sus ideas y centrar sus palabras cuando tenga a Suguru frente a él.

Diferenciar entre gustar, querer y amar no es algo sencillo, menos para alguien joven como Gojo que está tan acostumbrado a que muchos lo admiren, quieran e idolatren, alguien que se sale con la suya y nunca lo han rechazado, hasta que apareció en su vida alguien que no puede ver el mundo como muchos otros si lo ven, y aun así, es la persona mas maravillosa que ha conocido.

En un principio estaba seguro de que Geto le gustaba mucho, cuando fueron a la playa ese gustar se transformó en un querer, pero en el momento que se peleó con esos sujetos, se dio cuenta de que ha llegado lejos por Suguru porque lo ama y todo se siente tan extraño ya que nunca ha amado a alguien. Para Satoru ha sido toda una epifanía darse cuenta de la intensidad de sus sentimientos, y lo que le hizo entrar en razón ha sido diversos factores como: las clases aburridas de literatura y poesía, y las diversas conversaciones que ha mantenido con sus amistades, desde Shoko hasta Yuki.

Hablar con sus padres no es una opción, ya sea porque siempre están tan ocupados o porque no serán comprensivos con él.

Cada quien tiene una perspectiva diferente sobre el amor, el factor común es que puede llegar a ser doloroso en ocasiones.

[...]

Las hojas caen lentamente desde las ramas de los árboles, cubriendo el patio con un manto de colores otoñales. El aire es fresco, y un leve crujir se escucha cada vez que alguien pisa las hojas secas. Suguru Geto y Satoru Gojo están sentados en un banco bajo los árboles, sin hablar. Suguru lleva consigo una lata fría de Coca-Cola, sujeta con delicadeza entre los dedos, pero no parece tener intención de entregarla todavía. El detalle es tan pequeño que pasa desapercibido, una presencia silenciosa en la escena.

El silencio entre ambos se extiende como un abismo. Satoru mira el suelo, pateando suavemente una hoja seca con la punta de su zapato. Suguru está sentado a su lado, con los ojos abiertos pero desenfocados, perdidos en la nada. El bastón reposa sobre sus rodillas, un recordatorio de su ceguera. El viento mueve las ramas sobre sus cabezas, pero ninguno parece notarlo.

Finalmente, Suguru rompe el silencio. Su voz es tranquila, casi inaudible al principio. 

—¿Hay algo de lo que quieras hablar?

Satoru alza la mirada hacia él, sintiendo cómo un nudo se forma en su garganta. No sabe cómo empezar, no sabe si puede siquiera hablar sin que su enojo o frustración lo traicionen. El silencio vuelve por un instante más, pesado, lleno de palabras no dichas. 

Suguru no espera una respuesta. Continúa con voz pausada pero cargada de una tristeza sutil.

—Me enteré está mañana... Escuché a mis compañeros hablar de lo que pasó ayer.—hace una pausa, ladeando ligeramente la cabeza, como si intentara medir la reacción de Satoru. No lo puede ver, pero puede oírlo.—¿Por qué lo hiciste?

Satoru respira profundamente, tratando de contener las emociones que se arremolinan dentro de él. Está seguro que Geto lo regañara, ya está mentalmente preparado para ello, aún así, no se siente mal por lo que hizo. Él está orgulloso por haberlos golpeados, por haber defendido a Suguru.

Entonces, ¿Por qué sigue molesto?¿Quizás porqué no pudo mantener el pelo intacto de su amigo?¿O por qué su amigo no puede entender lo que significa para él no haber podido estar ahí para protegerlo?

—Lo hice por ti, Suguru.—responde al fin, su tono firme pero con un rastro de desesperación. No está culpando al menor, solo quiere hacerle entender que no hizo algo malo.—¿Qué esperabas que hiciera? ¿Quedarme de brazos cruzados mientras esos idiotas se burlaban de ti y te humillaban? ¡No podía permitirlo!

Suguru suspira, con una elegancia que solo él parece poseer, pero sus palabras reflejan algo más profundo: una tristeza reprimida.

—Satoru... ¿Cómo te atreviste a enfrentarte a esos tipos estando enfermo? Todo por... ¿una broma tonta?—Señala con preocupación y enojo.

—¡No era solo una broma, Suguru!— interrumpe Satoru, su voz elevándose un poco por el señalamiento, herido.—No puedes esperar que me quede quieto mientras te tratan así. ¿Qué clase de persona sería si lo hiciera?¿Qué clase de amigos sería?

Suguru lo interrumpe con calma, pero hay firmeza en su tono. Para el azabache quien lleva varios meses conviviendo con el albino, hay situaciones en que Gojo puede ser o muy predecible, o un enigma que contradice cada palabra o gesto que hace, algo difícil que hace a Geto pensar en su próximo movimiento esperando alguna sorpresa.

—De todas formas los iban a suspender por unas semanas. Lo que hicieron era suficiente para que las autoridades académicas tomaran medidas.—comienza a explicar tratando de mantener su paciencia, relamiendose ligeramente sus labios secos pero sin intención de abrir la lata de refresco que trajo.—Pero ahora... ahora los enviaste al hospital por al menos un mes. ¿Y sabes lo que eso significa?

Gojo no responde, se queda callado observando el rostro relajado pero expresivo de Suguru mientras habla. Geto se pregunta internamente si el albino está tomando en serio sus palabras, si lo está observando o mira hacia otro lado sintiéndose regañado. Al no oír respuesta alguna de su compañero, continúa hablando mientras toma su baston, el cual le hace sentir un poco reconfortado para seguir hablando con Gojo.

Si Satoru se molesta mucho con él y se marcha, al menos le queda su bastón, éste jamás lo dejará y no se sentirá tan solo.

—El equipo de fútbol americano no podrá participar en el partido por falta de miembros importantes.

No es como si a Suguru le importara demasiado ese partido, sabía que casi toda la escuela e incluso los profesores estaban emocionados por ese partido. El azabache le da importancia porque sabe que Gojo está ahí, porque es cercano a él y como amigo, lo apoya y alienta en sus entrenamientos. Pero ahora que el mayor mando a tres jugadores estratégicos al hospital, el equipo de la escuela ya no podrá participar hasta posiblemente el otro año.

Satoru lo mira con incredulidad, su frustración transformándose en enojo. No le gusta discutir con Geto, pero está furioso por como se toma lo que le hicieron a la ligera.

—¿Eso es lo que te importa? ¿El estúpido partido? ¿No lo entiendes, Suguru? ¡Esto no es solo un juego! ¡Te cortaron el cabello! ¡Te humillaron frente a todos! ¿Por qué no te defendiste? ¿Por qué no peleaste como lo hiciste antes? ¿A qué le tuviste miedo?

Suguru guarda silencio, su rostro sereno pero sus manos apretadas alrededor de su bastón revelan una pequeña grieta en su fachada. Finalmente, responde, su voz un susurro cargado de emociones.

—A perderte a ti.

Las palabras caen como un martillo, dejando a Satoru completamente pasmado. Lo mira, su mente en blanco por la sorpresa. Suguru se mueve lentamente, dejando el bastón a un lado nuevamente y tomando valor, preocupado y ligeramente nervioso de que Gojo esté realmente enojado con él.

Lleva ambas manos hacia el rostro de Satoru y comienza a tantearlo con cuidado, acariciándolo con una delicadeza que nunca había mostrado antes y que deja embobado al mayor.

Es la primera vez que hace algo tan íntimo, tan personal. Sus dedos rozan las mejillas de Satoru, bajan por su mandíbula y luego suben de nuevo, tocando su frente. Es un gesto lleno de significado, un intento de comprender lo que Satoru está sintiendo a través del tacto. Su voz sólo está cargada de desesperación y enojo, Suguru quiere saber que más siente.

El tacto es suave más no delicado, hace temblar a Satoru y sonrojarlo. Que la persona que te guste te esté tocando el rostro es algo que inevitablemente emociona. Las manos de Suguru son tan tersas y delgadas, tan perfectas. Las yemas de sus dedos agarran confianza para seguir tocandolo con una libertad que Gojo le otorgó desde el momento en que ambos tomaron asiento en esa pequeña banca.

Sin querer, Suguru presiona un área sensible, y Satoru suelta un pequeño quejido de dolor. Suguru frunce el ceño, deteniéndose por un momento.

—Estás herido.—Dice con una mezcla de desaprobación y gran preocupación. 

Gojo se queja mentalmente, un poco irritado. Ahora comprende porque Suguru lo tocó, claramente no puede ver que está vendado ni las heridas, así que lo comenzó a tocar con esa intención...

—No es nada.—Responde Satoru encogido de hombros intentando no sonar adolorido, pero Suguru no lo deja pasar. 

—¿Cómo puedes decir eso? Estás herido porque actuaste sin pensar. ¿Qué tan estúpido puedes ser, Satoru?—Lo regaña, pero su tono carece de verdadero enojo. Hay más preocupación y tristeza que otra cosa. 

Satoru, a pesar de todo, sonríe ligeramente. Suguru es tan inteligente, agarro desprevenido a Gojo y le tocó el rostro para así averiguar y descubrir que en realidad sigue lastimado por la pelea de ayer, aún así, vino a la escuela para hablar con él en vez de descansar.

—Si soy estúpido, es porque no puedo soportar verte así. Haría cualquier cosa por ti, Suguru. Cualquier cosa.

El nombrado se detiene, sus manos aún sobre el rostro de Satoru. Luego suspira profundamente, bajando las manos y recogiéndose un poco sobre sí mismo.

—Eres imposible.—Murmura, pero hay una pequeña curva en sus labios, casi imperceptible. 

Satoru sonríe más ampliamente, inclinándose un poco para mirarlo directamente.

—¿Te arrepientes de lo que hiciste?—Pregunta Suguru con interés. Está vez no busca regañar a Satoru, quiere entenderlo y saber que piensa.

—Jamás. Lo volvería hacer con cualquiera que tenga intenciones de hacerte el más mínimo daño, te amenaze o te haga llorar.

—¿Y si él que me hace llorar eres tu?

Gojo ríe incrédulo, fingiendo estar ofendido. Geto está jugando, pero aún así, Gojo quiere ser claro con él.

—Yo nunca te haría llorar, Suguru.—promete con seriedad, para después hacer una pequeña aclaración:—A menos que sea de risa.

Suguru ríe ante aquel comentario. Definitivamente se siente mejor y un poco más relajado. Sabe que no puede seguir regañando a Gojo, eso no quita que esté preocupado por él, pero a veces, debe empezar el día con buen humor. A él no le gusta estar enojado por tanto tiempo con el mayor.

—Toma.

Suguru le entrega la lata de Coca-Cola que se ha mantenido guardada con él, sigue fría sorprendentemente.

—¿Suguru quiere recompenzarme?—Sonríe con diversión, aceptando el obsequio de su compañero.

No suele tomar refresco tan temprano, pero puede hacer una pequeña excepción.

—Sé que te gusta, eso es todo.—Se encoge de hombros tranquilamente, escondiendo sus intenciones.

Satoru abre la lata de refresco cerca de sus labios, el sonido al abrirse llega a sus oídos, pero no es aquello lo que le alerta, sino lo que sucede después.

La Coca-Cola se derrama encima suyo como si fuese un volcán de bicarbonato de sodio. Aquello lo sorprende y aleja rápidamente la lata de él confundido, aunque ya ha ensuciado parte de su camisa.

—¿Pero que diablos?—Se queja en voz alta, no sabe si estar enojado o solo incrédulo. Normalmente quien le hace éste de tipo de bromas es Shoko o Utahime, pero siempre las esquiva.

Está vez lo han agarrado tan desprevenido, bajó la guardia. Pero lo que le asombra es quien le hizo esta broma.

Mira desconcertante al azabache quien extrañamente infla sus mejillas como hámster, como si se estuviera conteniendo algo.

—¡Suguru, me engañaste!—Señala acusador, sorprendido de que su mejor amigo le haya echo ésto. Últimamente Suguru le causa diversión hacerle bromas.

Pequeñas, inocentes y simples bromas, en las cual solo un tonto sin experiencia caería. Satoru tiene experiencia, pero es un tonto enamorado que confía ciegamente en Suguru y que jamás se enojaria con él.

La estuvo guardando desde la mañana para dársela, aprovecho el momento y se la entregó. No es difícil deducir como consiguió hacer que se derramará el refresco apenas la abrió, la debió haber agitado mucho antes.

Normalmente cuando a Satoru le intentan hacer una broma o le logran hacer alguna con éxito, éste la regresa peor y más ingeniosa, a veces suelen ser pesadas. Pero Dioses, Gojo nunca le regresaría una broma a Suguru, podría tratar de asustarlo como aquella vez que le dio hipo para espantarselo, pero hasta ahí. 

Lo más gracioso es que Suguru no puede contener más las risas, porque aunque no puede ver su reacción, puede tratar de imaginarla y al escucharlo, se le hace tan divertido. Que Gojo haya caído en su pequeña broma le hace sentir bien, porque demuestra que él también puede hacerlas, que puede ser un estudiante normal.

—Sólo ha sido una inofensiva broma. Quería que dejáramos de estar tan tensos.—Responde Suguru relajándose y tratando de disminuir sus risas.

Gojo observa la lata y solo queda muy poco del contenido, aún así lo bebe.

—Tendrás que limpiarme con tu uniforme.—Agrega burlón y malicioso. Pero el menor se niega a acatar la orden.

—¡Ni hablar! Aléjate de mi o te pego con mi bastón.—Finge sonar amenazante, dándole un pequeño golpe en su cabeza con su bastón blanco, nada fuerte al recordar que Gojo debe seguir lastimado por la pelea de ayer.

—Que cruel eres~

Gojo se soba su cabeza entre ligeros quejidos, a lo que Geto suspira pensativo  para direccionar la conversación a un tema en específico.

—Satoru. ¿Puedo hacerte una pregunta importante?

—¿Sobre qué?—Le mira curioso, sonriendo de medio lado, terminando de beber el poco contenido de Coca-Cola que hay en la lata y aplastando está con una sola mano para después, encestarla en el bote de basura frente a él.

Sigue siendo tan bueno apuntando, no por nada estuco un semestre entero en el equipo de baloncesto.

—Es algo que he estado reflexionando bastante estos días. Y ahora con lo que pasó, con la pelea que tuviste ayer y que amenazaste a toda la escuela de no meterse conmigo o acabarán en el hospital... ¿por qué llegar a esos extremos?¿realmente es por mi?

Satoru analiza y medita aquellas interrogantes del azabache, es justo de lo que estuvo hablando con algunas personas el día de ayer durante la tarde y noche por llamada.

—¿Es necesario dar una explicación?

—Si. Necesito oírla.—Insiste con seriedad, pasando su mano por su cabello para acomodarlo algunos mechones rebeldes.

Gojo lo piensa detenidamente, una justificación, una explicación por lo que hizo. Podría parecer sencillo, pero él no quiere ser cortante, quiere ampliar y abordar sus sentimientos para que Suguru entienda el porqué de sus acciones.

—Me dí cuenta que no eres difícil de conquistar, sino difícil de merecer.

—¿Qué tiene que ver eso con lo que pregunté?—Pregunta confundido, sin comprender la confesión del mayor. Como lo pensó antes: a veces Gojo es un enigma porque es difícil predecir sus acciones o palabras o contradice lo que crees que hará.

—Para nada. Es aún mejor. Quiero ser alguien que pueda ser merecedor de ti.—Sonríe ampliamente, rascando su barbilla.

—¿Y crees que casi matando a las personas que me molesten está bien?—Cuestiona afligido, sin darle oportunidad a Gojo de contestarle.—No a todo el mundo le puedo caer bien, Satoru.

El albino está en desacuerdo con él, te caiga bien o mal alguien, eso no justifica que lo estés molestando. Debe existir una tolerancia o simplemente ignorarlo, pero no puedes ser mierda con esa persona.

—Pero, así siento yo que es el amor.—Responde entre balbuceos, cosa que Geto alcanzar a escuchar.

—¿El amor?—Repite sorprendido y curioso al escuchar aquel término salir de la boca del contrario.

—Si.

—¿Para ti, que es el amor, Satoru?

El albino recuerda las sensaciones y emociones que ha estado sintiendo estos días con Suguru, pero sobre todo, cuando se peleó con esos sujetos.

¿Qué es amor?¿Proteger?¿Cuidar?¿Apoyar incondicionalmente?¿Anhelar a esa persona? Es más, mucho más que todos esos términos en los que piensa Satoru.

—El amor es... violento.

Suguru frunce el ceño no muy convencido de lo que dice el contrario.

—¿Cómo puede ser el amor violento?¿No se supone que el amor es cursi, bonito, dulce y a la vez cálido?

—Si me lo preguntas, en mi opinión...—se aclara la garganta.—El amor no puede ser neutral, no puede ser equitativo.

—¿Por qué?

Gojo mira a su alrededor. Estudiantes a lo lejos entrando al edificio, algunos otros caminando en los pasillos, el sol elevándose, las ramas más delgadas de los árboles meciéndose con el viento y más a lo lejos un enorme gato gordo durmiendo encima del asiento de su motocicleta en el estacionamiento.

—Cuando amas a alguien, esa persona se eleva por encima de todas las demás, se vuelve tu centro, tu prioridad. Es como si el amor arrasara con todo lo demás, porque nada ni nadie puede ocupar el mismo lugar que esa persona especial.—se expresa sincero y con la vista al frente, sus facciones relajadas mientras el fresco de la mañana sopla sobre su rostro.—Es violento en el sentido de que excluye, aniquila al resto.

—¿Aniquilar?—Repite dudoso.

Gojo relaja los nudillos, está vez, gira su rostro en dirección de Suguru, quien mantiene sus párpados abiertos pero sus ojos parecen esconderse, como si miraran hacia arriba.

Satoru aún no ha podido de cifrar el color de ojos de Geto ya que esté siempre tiene gafas, o los tiene cerrados, o está muy lejos para apreciarlos mejor, y aquellas escasas ocasiones en que los tiene abiertos y lo tiene tan cerca, como ahora, sus pupilas parecen esconderse. Es difícil saber de que color son sus ojos, y lo poco que ha logrado verlos, solo sabe que son de una tonalidad oscura, o quizás es la ceguera que nubla el color auténtico de sus ojos.

¿Son cafés?¿verdes?¿azules como los suyos?

—¿Satoru?

El mencionado despierta de su breve ensoñación y decide continuar expresando lo que siente mientras lo mira fijamente.

—No puedo sentir por los demás lo mismo que siento por ti, porque contigo todo es diferente. Para mí, tú no eres solo alguien más entre tantas personas. Para el resto del mundo podrías ser solo un rostro más en la multitud, pero para mí, tú eres mi mundo entero.—hace una breve pausa, admirando el color bonito que adquieren las mejillas de Suguru luego de oír todo lo que dijo, aquello lo alienta a continuar, porque sigue teniendo intenciones de enamorar a su mejor amigo y eso es siendo sincero con él.—Amarte significa que todo lo demás desaparece, que todo lo demás se vuelve pequeño en comparación contigo.

Suguru tiene sus párpados abiertos. No completamente, pero lo suficiente para que sus ojos apagados queden al descubierto. Es raro que lo haga; suele mantenerlos cerrados, evitando incomodidades innecesarias o miradas prolongadas de los demás. Pero ahora, con las palabras de Satoru flotando en el aire, inmersas en el peso de una confesión tan sincera como cruda, no puede evitarlo. Su sorpresa y conmoción son imposibles de ocultar.

Él no dice nada. No puede. Las palabras están atrapadas en su garganta como si algo las mantuviera amordazadas. No sabe cómo responder. Nunca se había sentido tan amado, tan visto, tan importante. Es un amor tan diferente al que sus padres le dan o al de su mejor amiga Riko. Es como si todo su ser estuviera detenido en ese instante, congelado, procesando cada sílaba de lo que acaba de escuchar. Su boca permanece ligeramente entreabierta, pero no sale sonido alguno. Solo respira, con un ritmo que parece más pesado de lo habitual.

El silencio entre ellos es denso, pero no incómodo. Es como si ambos estuvieran dejando que las emociones fluyeran, que el momento se construyera sin prisa. Pero Satoru no puede evitar llenarlo con algo más. Con voz baja, como si temiera romper el momento, dice:

—No puedo prometerte hacer nada si te vuelven a molestar.

Y antes de que Suguru pueda reaccionar, Satoru apoya su cabeza en su hombro. El chico que es incapaz de ver como si le hubieran arrojado alguna maldición—como su madre que es algo supersticiosa le dice—, siente el peso ligero pero significativo, esa cercanía que siempre tiene algo de eléctrico y especial. Puede percibir el calor que emana de Satoru, el ritmo de su respiración, pero sobre todo, el latido acelerado de su propio corazón. Es un tamborileo fuerte, vibrante, que parece transmitir un mensaje propio. Suguru cierra sus párpados otra vez, está vez no por incomodidad, sino porque quiere que esté momento termine jamás.

Gojo, con su cabeza aún recargada, alza una mano y toca el cabello de Suguru, pasándola por los mechones más largos que encuentra y logra alcanzar. Geto siente escalofríos al sentir la tierna acción de Satoru de enredar sus dedos con algunos mechones de su cabello. Le gusta más de lo que puede admitir en voz alta.

Gojo con voz suave, casi un susurro, confiesa:

—Tu cabello es tan bonito... Déjalo crecer otra vez, ¿sí?

Suguru suelta una pequeña sonrisa, una de esas que apenas curvan los labios, pero que se sienten auténticas.

—El cabello crece, Satoru. No te preocupes por eso.

—Pero es que... —Gojo levanta la cabeza ligeramente para mirarlo, aunque sabe que Suguru no lo puede ver.—Era hermoso. Y ahora, aunque sigue siéndolo, quiero verlo como antes, largo, como siempre debió ser.

Suguru se encoge de hombros ligeramente, un gesto que parece decir "está bien". Satoru vuelve a acariciar su cabello un par de veces más, como si intentara grabar la textura en su memoria, antes de suspirar profundamente. Luego su tono cambia, se vuelve más serio, más apremiante.

—Suguru, ¿por qué no te defendiste? —pregunta, casi en un susurro, pero la intensidad es evidente. Gojo sabe que hay algo más que esconde su amigo.—¿Por qué dejaste que te hicieran eso? ¿Por qué no los golpeaste?

Suguru baja la cabeza un poco, moviendo sus manos nerviosamente sobre su regazo. Es evidente que la pregunta lo incomoda, pero no porque no tenga una respuesta, sino porque no sabe cómo verbalizarla.

Tiene miedo de meter a Gojo en un problema más grande.

—Satoru… ellos… ellos me amenazaron.

—¿Con qué? —Gojo se inclina un poco hacia él, la desesperación palpable en su voz, Suguru no responde y se preocupa más.—Dime la verdad.

El azabache toma aire, como si necesitara reunir valor para hablar.

—Me dijeron que la foto… esa foto donde tú y yo… bueno, ya sabes… que podrían enviársela a tus padres.—hace una pausa, traga saliva.—No quería meterte en problemas.

Gojo se queda en silencio un momento, mirando a Suguru como si intentara procesar sus palabras. Luego, sin pensarlo demasiado, extiende sus brazos y lo envuelve en un abrazo firme, protector.

—No te preocupes por eso, Suguru.—Su voz suena segura, cálida, transmite calma y seguridad.—No tienes que cargar con algo así solo. No me importa lo que digan o hagan con esa foto. Yo me encargaré de todo.

Suguru no retrocede. Permanece en los brazos de Satoru, sintiendo cómo todo su cuerpo se relaja poco a poco. Su respiración, que había estado algo agitada, vuelve a un ritmo normal.

—Gracias, Satoru.—dice, en voz baja, casi inaudible, como si estuviera por quebrarse. Aquello rompe el corazón del albino por lo que no lo suelta y acaricia su espalda.

Suguru siente pequeñas cosquillas ante la respiración de Gojo cerca de su cuello.

—Siempre.—el mayor sonríe, aunque Suguru no lo ve. Luego, en un intento de aligerar un poco el ambiente, agrega—: ¿Ves? Este tipo de cosas no las haría por nadie más. Tú eres mi mundo, Suguru.

El nombrado suelta una ligera risa, algo tímida, pero no dice nada más. En su mente, sabe que lo que acaba de escuchar es algo que nunca olvidará.

Para Satoru, el amor es violento. Pero para Suguru, el amor es justo como éste momento. No puede describirlo tan bien o detallado como Gojo, pero puede sentirlo. Su corazón siente amor cada que está con Satoru, es un sentimiento tan profundo y desordenado, tan real que le hace darse cuenta que, incluso personas como él que no pueden ver la belleza de las cosas o apreciar visualmente ciertos momentos y gestos, puede sentir. Y amar le hace sentir vivo y especial, ser amado por Satoru Gojo es lo más bonito que le pudo haber pasado, incluso más increíble que saber que existe la posibilidad de que recupere la vista con la operación que le harán.

—Ya se que es el amor.—Admite mientras deshacen el abrazo.

—¿Hum?¿Qué es?

Esta claro que Geto no puede decir todo lo que ha reflexionado acerca de este sentimiento, es demasiado largo y se le complica decir en voz alta sus sentimientos, pero al menos puede decir algunas cosas.

—El amor es aquello que hace que me de cuenta que valió la pena nacer, porque así pude conocerte, Satoru.

Gojo se muerde sus labios con fuerza tratando de reprimir cualquier chillido o grito de felicidad y emoción por lo que acaba de escuchar, casi quiere llorar.

Su pecho se siente caliente, feliz hasta el punto de querer desfallecer ahí mismo. Es increíble el poder que tiene Suguru sobre él con tan solo decir algunas cuantas palabras. Luce tan guapo y radiante, con el cuello descubierto y sin sus gafas oscuras puestas, tiene el impulso de besarle.

—¿Puedo besarte?—Pregunta con ilusión, Suguru hace una expresión tan linda al curvar sus labios en una inocente sonrisa y relajar sus cejas.

—No.

Dolió, pero al menos lo intento. Quizás se emociono demás, pero Suguru no parece disgustado por haberle preguntado. Ambos se ríen un poco.

Gojo saca su móvil al sentirlo vibrar, dándose cuenta de la hora. A los dos se les pasó el tiempo tan rápido, se perdieron en la voz y las risas del otro.

—Hay algo que quiero hablar contigo.

—¿Seguro? Ya es hora de la primera clase.—Dice mientras se pone de pie, esperando a Suguru, pero éste le toma torpemente de la muñeca.

—Quédate aquí conmigo, Satoru.

El albino no puede creer que Suguru quiera saltarse una clase por voluntad propia. Eso quiere decir que quiere hablar de algo muy importante con él y personal.

—¿Qué es?

—Quería que fuera sorpresa, pero ya no puedo callarlo más. Eres el primero a quien se lo digo...—hace una breve pausa. Gojo se vuelve a sentar pegando sus piernas a las de Geto.—Me harán una operación de córnea. Es decir, es posible que pueda ver.











[...]

Palabras: 4,548
Escritor: JaquiiAleWorld
Fecha de publicación: lunes 13 de enero del 2025
Fandom: Jujutsu Kaisen
Nota del escritor:
Hoy me cancelaron clases, no me dejaron tarea, además que me levante temprano y no tengo mucho que hacer por la mañana por lo que aproveche para terminar este capítulo, o mejor dicho, editarlo.

Nos vemos la próxima actualización!

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