1.

El acoso estudiantil o conocido mayormente como bullyng, suele darse por un montón de motivos. Aunque es algo raro que ocurra en instituciones privadas, no es imposible.

Estudiantes que te desprecian, hacen burlas y hasta bromas pesadas simplemente porque les parece gracioso, te encontraron débil y quieren mostrarse rudos como autoritarios ante los demás, escogiendo al peón con aspecto dócil y hasta marginal de su entorno.

Solo que, en este caso, se equivocaron tragicamente al escoger meterse con Suguru Geto.

Un joven de gran estatura, hombros duros y cabello oscuro recogido en un chongo que parece tener forma de cebolla.

El inicio del año escolar es en abril, cuando los árboles de cerezo florecen y le dan al lugar un hermoso y cálido tono rosado, dando bienvenida a la primavera. En las primeras semanas en su estadía en el prestigiado instituto, nadie le hablaba más que los profesores y rara vez la jefa de grupo en relación a cuestiones académicas, participa mucho en clases y los libros que consiguió están adaptados a su condición, al lenguaje braille, cosa que no fue nada barato ni sencillo de conseguir. Pero con el paso de más días, su presencia comenzó a notarse no sólo en su grupo, sino en los otros salones hasta llegar al típico grupo de bravucones que les divierte molestar a los nerds, a los feos o aquellos que se ven físicamente débiles o que al menos creen según ellos, no son capaces de defenderse del abuso y humillaciones de sus compañeros.

Como están en grupo y vienen de las familias más ricas de la zona, se sienten con autoridad y fuerza para hacer lo que se les plazca, sobre todo porque los profesores no suelen detenerlos o castigar los severamente, terminan saliendo se con la suya e ignorando los regaños de los mayores. Total, la labor de los profesores en enseñar y guiarte en el mundo del aprendizaje, pero no educarlos al parecer.

Hablar civilizadamente con ellos es una perdida de tiempo. Suguru los soporto durante muchas semanas, ya que al principio solo eran burlas y murmullos a sus espaldas, después fue escalando hasta pequeños empujones y robandole algunas de sus cosas como cuadernos, lapiceros y borradores, hasta que llegó a un punto que no ya pudo tolerar, los empujones se fueron haciendo más toscos, agresivos, las burlas más ruidosas y desagradables, accidentes como tirarle comida o bebida encima ya sea en la escuela o incluso saliendo de ésta lo enojaron y llegaron a hacerle "bromas" como forzar su casillero hasta llenar sus zapatos con tierra con un olor desagradable que no quiere descubrir de donde proviene, en ocasiones en su pupitre lo llenan de basura, y, aunque no lo puede ver, está seguro que debe estar todo rayado, quien sabe que cosas horribles habrán escrito en él.

Aunque en más de una ocasión los ha acusado con sus profesores, estos siempre buscan una solución como reemplazar su pupitre—cosa que se ha vuelto costumbre cada fin de semana—, conseguirle nuevos zapatos, limpiar su casillero y darle algunos consejos sobre el control, la paciencia, la tolerancia y el autoestima, como si eso le sirviera algún carajo.

A pesar de que Geto tiene firme sus acusaciones sobre quienes son los responsables porque perfectamente ha identificado sus voces y hasta sus nombres, al parecer no hay más pruebas contundentes de que realmente sean ellos.

Ningún otro alumno quiere testificar a su favor, es obvio que los responsables no dirán la verdad y los adultos siempre le dicen de manera triste e incómoda un "¿Tú mismo los has visto hacer eso?", cosa que lo enfurece mucho más, llenadole de impotencia. Es obvio que no las visto en el sentido literal porque no puede ver, pero sabe perfectamente que han sido ellos, reconocer sus voces e intuye sus acciones. Las bromas pesadas y el robo de sus cosas no han sido cosas de fantasmas y tampoco es un idiota para perderlas.

Creía que estar en una escuela privada y prestigiosa evitaría este tipo de acoso escolar del que ya está acostumbrado en otras instituciones pero públicas, suspira con decepción y lástima al darse cuenta que no ha sido así. Es incluso peor de lo que imaginó.

Sin ninguna prueba verdadera, no puede hacer nada al respecto. Lo peor es que sabe que en varios pasillos, el estacionamiento y en la cafetería de la escuela hay cámaras, pero no ha identificado en que ángulo graban y supone que los bravucones son un poco listos para obviamente tener cuidado de no ser captados en dichas grabaciones.

Como es en esta ocasión.

El estacionamiento es para uso de profesores como también aquellos alumnos que tenga algún vehículo o motocicleta a su disposición. Geto sólo está ahí porque siempre se encuentra con un gato grande, gordo y peludo que pasea por esos alrededores. A pesar de no saber de que color es, es agradable pasar sus dedos por su pelaje, escuchar el sonido de sus ronroneos y el roce de sus largos bigotes en su piel. Sin embargo, está vez se encuentra rodeado del grupo de chicos que se empañan en seguir molestando lo.

—Aparte de becado y nerd, ciego.—insulta uno de ellos acompañado de varias risas burlonas de sus demás amigos.

Geto suspira harto e irritado, no puede estar en paz por algunos minutos. Sujeta con fuerza su mochila donde carga algunas de sus cosas, ya estaba de salida pero tuvo que encontrarse con los imbéciles que no tienen nada mejor que hacer que intimidarlo.

—Que estés ciego debió ser una desgracia para tus padres.—comenta otro con un suspiro de decepción. Geto le encabrona que metan a sus padres en sus patéticas burlas, aún así, trata de mantener la paciencia y sonreír fingidamente mientras se cuestiona en como reaccionar.—¿Cómo no estás huerfano?

Suguru decide ignorarlos, tratando de no contestarles. Saca su bastón blanco desplegable para guiarse en dirección a la salida antes de que su poca paciencia se agote.

Antes de que esté par de estúpidos monos descubran la razón por la que Suguru Geto fue expulsado de sus anteriores escuelas y no duraba más de medio año en ellas a pesar de ser un estudiante con altas notas y mucha participación en clases.

—Oye, oye, ¿nos estás escuchando? Es de mala educación ignorar a tus mayores.—dice un tercero, el líder del grupito que también es el más corpulento y gordo, tomándolo del hombro con fuerza.

Su toque sudoroso le da asco a Suguru.

Para sorpresa y extrañes del grupo de seis chicos, el contrario no parece intimidado o asustado, ni siquiera un poco preocupado. ¿Así son los ciegos?¿Si no ven, no se pueden sentir ni un poco intimidados? Es absurdo y ridículo. Se ve tan relajado aunque molesto en el fondo.

Geto aparta el agarre del contrario para seguir su camino, hasta que uno de ellos con agilidad y fuerza, le quita el bastón de sus manos, tomándolo por sorpresa.

—¿No puedes andar sin esta cosa?

Guiándose del ruido de los pasos y la voz, se gira a su dirección, extiende su mano en donde supone, está el responsable, con su cabeza ligeramente inclinada y su característico mechon cubriendo parte de su cara.

—Por favor, devuélvemelo.—pide con un tono serio e insistente, conteniendo su furia. Siente su mandíbula tensa y la sangre comenzando a hervir. Solo recibe como respuesta más risas.

Jura que si escucha que rompen su bastón, los torturara.

Uno de ellos, no está seguro si es quien tiene su bastón, se acerca a él hasta chocar su hombro y hablarle cerca del oído.

—No creas que porque eres algo alto te tenemos miedo, mucho menos compasión.

Su voz se escucha desquiciada, altanera e insoportable. Es la voz del tipo gordo y el líder, éste le toma del mentón para hacer girar su cabeza con fuerza y escupilerle en la mejilla.

Asqueroso.

Geto suspira incrédulo y sonríe ligeramente, fingiendo paciencia. El aliento de ese tipo es terrible, le da nauseas y cuando habla ya escupe. Con razón ha escuchado a varias chicas hablar mal de su físico, y resaltando que lo único pasable de él es que su familia trabaja distribuyendo carne de alta calidad en toda la región por lo que son de bastante dinero en la zona.

Suguru se lo quita de encima y se limpia bruscamente la saliva del contrario para tomar aire y guardar sus gafas oscuras en su mochila, precavido, no quiere romperlas.

—Se los advertí.

El tono amenazante y poco sutil en que lo dice, no asusta a los otros quienes lo miran incrédulos, hasta que comienza a golpearlos sin parar.


[...]

Satoru Gojo es un estudiante de último año que se le caracteriza por no estar quieto. A pesar de que le gusta tontear en horario de clases, siempre va impecable con el uniforme de la escuela y una actitud contagiosa. Las chicas se estremecen ante su presencia y ningún bravucón se mete con él.

Ya sea por la familia a la que pertenece o porque ya han visto como pelea.

Donde hay problemas, aunque no los haya iniciado él, de alguna u otra manera, suele enterarse o relacionarse con ellos al final del día. Como si fuera casi parte de su personalidad meterse en peleas o conflictos ajenos.

Paseando por los pasillos, escapando de los regaños de su profesor de tez oscura mientras silencia las notificaciones insoportables del grupo de chat al que le metieron recientemente, alcanza a ver a través de la ventana desde el tercer piso del edificio, como en la parte trasera de otro edificio que se encuentra enfrente, están molestando al chico becado que, a pesar de no haber interactuado con él ni un poco, ni siquiera haber cruzado camino con el sujeto, ha oído bastante del individuo estos días por su singularidad característica de no poseer vista. Además que, mientras no esté sentado, siempre llevará un largo bastón al caminar y unas gafas oscuras que cubren sus ojos lo cual suele llamar bastante la atención.

No es el único estudiante en el lugar que se da cuenta que está siendo acosado, pero claro qué nadie se metería ni de broma a ir a defender lo, mientras algunos miran de lejos otros deciden ignorarlo, pero nadie llama siquiera a un profesor.

—Siento un poco de lástima...—admite con desdén el albino, se encoge de hombros, siendo escuchado por su compañera Mei Mei quien le mira incrédulo, casi riendo.

Como si no creyera lo que Satoru Gojo dice, porque es el tipo de persona que no siente lástima por nadie. Hombres y mujeres los ve por igual, ¿y cómo los mira? Inferiores a él. Su nivel de narcisismo es desagradable y odioso, pero a mucha gente poco les importa cuando solo se fijan en el físico y en apellido.

Gojo suspira agotado y aburrido, pensando en el sin fin de tareas acumuladas que tiene. Le había prometido a sus padres ya no meterse en más peleas esté ciclo, tiene que madurar, ya tiene dieciocho años, el siguiente año entrará a la universidad, la más prestigiosa y cara del continente asiático. Ni siquiera está seguro que carrera escoger, sus padres quieren que estudie administración de empresas,  medicina o para ser fiscal. Cualquiera que resulte conveniente para la familia Gojo.

Él siempre ha sido el tipo de chico que no sigue las reglas y se aburre fácilmente, ya sea de las personas o las mismas clases y actividades a las que se mete. Por eso no dura mucho tiempo en un club de deporte y socializar con mucha gente distinta entre sí.

Ha estado en esgrima, tiro con arco, karate, fútbol, béisbol y recientemente baloncesto.

—¿Estas interesado, Gojo?—cuestiona la albina juguetona, mientras manda unos mensajes al chat grupal.

Varios estudiantes se acercan a la ventana para mirar lo que está pasando, el estudiante ciego siendo molestado otra vez.

En el fondo, a Satoru le hace un poco de ruido no ser el centro de atención por unos momentos, que se lo esté llevando el estudiante becado rodeado de matones que solo lo intimidan y se creen fuertes porque van siempre en grupo y están subidos de peso algunos de ellos, le parece intrigante.

Son más patéticos que alguien que no puede ver, piensa Satoru entre cerrando los párpados, analizando la situación.

—Que fastidio.—suspira en voz alta, mientras se da la vuelta y le pregunta a Mei Mei acerca de donde saldrá el grupo esta noche.

Siempre están obsesionados con una noche de bolos, de karaoke o el cine a ver alguna película. Cosas tan típicas, normales y aburridas para Gojo, parecen adolescentes de escuela pública.

A él le emociona montar a caballo, deportes extremos como paracaidismo o esquiar en la nieve. Algo tan emocionante que libere su dopamina.

Él no es precisamente un santo, de hecho, por algo y más no es considerado un estudiante ejemplar a pesar de venir de buena familia y sacar altas notas en los exámenes y exposiciones.

Él podría ser fácilmente considerado un bravucón también, no es tan diferente de ellos, pero entre las principales distinciones que existe es que no tiene ésa pinta cliché de parecer un delincuente o un bravucón en sí, siempre tiene a varias personas que lo defienden a pesar de que ha obrado mal y que tampoco se los ha pedido, tampoco va en grupo a molestar a cada rato al eslabón más débil, le parece ridículo.

El prefiere meterse con los fuertes.

Y en esta institución, la mayoría sabe que no hay nadie por encima de él.

—¿A que club piensas meterte ahora?—le pregunta Mei intrigada.

Satoru no responde ya que aun sigue indeciso en su elección.

[...]

Gojo se dirige al estacionamiento de la escuela para buscar su motocicleta. Debido a que sus padres lo castigaron ahora tiene que conducir en motocicleta y no en su coche deportivo del año.

Al llegar al escenario, con la idea de ignorar a los presentes, lo que mira le causa conmoción al ver la escena frente a sus codiciados ojos.

Esta incrédulo y confuso, porque ni en sus sueños hubiese imaginado que el estudiante ciego sabría pelear, dar ágiles patadas y acabar él solo con seis sujetos de complexión robusta y fuerza media. Claro que, el chico también recibió algunos golpes, su mejilla luce magullada y su cabello que, hasta hace unos momentos lo había visto recogido en un perfecto chongo en forma de cebolla, ahora está suelto y despeinado.

Es largo hasta unos centímetros debajo de los hombros, oscuro y parece brillar con la luz del atardecer. Ahora que lo observa de cerca, puede apreciar sus rasgos al momento en que trata de buscar el largo bastón, el cual debido a la pelea se cayó unos metros lejos de él.

Se acerca más a la escena, sus pasos firmes son escuchados por Geto quien se pone en alerta ante la nueva presencia. Creyó haber derrotado a sus molestos acosadores.

—Realmente acabaste con todos.—dice en voz alta, todavía incrédulo por lo que acaba de presenciar.

Mira el bastón que el azabache no puede ver ni ha logrado alcanzar, lo recoge y lo extiende hacia él. Se siente un poco idiota, recordando de inmediato que el chico no puede ver que se lo está extendiendo, por lo que se acerca un poco más para entregárselo en sus propias manos, dándose cuenta de lo lindas que son a pesar de ser de hombre y que tiene los nudillos escurriendo sangre.

—¿Quién eres?—pronuncia curioso y desconfiado el azabache, tomando el bastón con firmeza.

Regulando su respiración, Geto esta seguro que no es un profesor. Ya le hubiese dicho algo más por la pelea y se escucha como alguien joven.

—Soy de otro salón. ¿Cuál es tu estilo de pelea?¿Quién te ha enseñado?¿Vas con un profesional?—pregunta con un ligero interés y una sonrisa de medio lado, observando los movimientos del individuo.

Gojo siente una extraña curiosidad por el contrario, éste mantiene sus párpados cerrados, como si durmiera y posee una mirada que puede interpretar como que no está muy a gusto de estar ahí o como si hubiera dicho algo raro.

—¿Estabas con ellos?—cuestiona ignorando las otras preguntas que Gojo le formuló. Haciendo referencia a los chicos de recién que están todos tumbados y sin poder moverse del suelo, varios de ellos sangrando.

—No... aunque los conozco, pero no soy cercano realmente.—se encoge de hombros, bostezando. Tiene sueño, pero sigue bastante asombrado por el clímax de la pelea que acaba de ver.

En realidad, tres de esos chicos a los que el ciego les dio una paliza pertenecen al tan aclamado equipo de fútbol americano de la escuela. No diría que son sus grandes amigos, pero si ha hablado con ellos en varias ocasiones porque están en su salón y se los topa mucho en la cafetería. No los soporta en lo personal, pero es un poco divertido ver la forma en cómo lo tratan (a Satoru) y se creen rudos cuando son unos idiotas. Tratan de hacerse los graciosos y son tan patéticos.

Al no recibir respuesta alguna del becado, Gojo continúa hablando con bastante ánimo y curiosidad peculiar.

—¿Cómo es posible que alguien como tú pudo contra todos estos inútiles?—pregunta silvando al final y examinado de nueva cuenta le escena.

Los sujetos son unos estúpidos, arrinconaron al ciego en un lugar donde las cámaras no llegan y el ángulo para ver desde lejos se puede perder, está seguro de que no hablaran al respecto, no sólo porque ellos comenzaron a molestar sino porque se sentirían muy humillados al admitir que un solo chico y además ciego, les ganó. Si lo acusan con los profesores, obviamente esa información se difundirá rápidamente entre los estudiantes, serán un hazme reír.

—Digo, uno o dos de ellos son fáciles de vencer, pero todo un grupo de seis es imposible, al menos para las personas con tu condición—,

Antes de que pueda decir algo más, Geto le interrumpe con una patada justo en el estómago que, los reflejos de Gojo no alcanzaron a esquivar al distraerse hablando.

La interrogante aquí es, ¿Por qué carajos lo atacó así sin más?¿Quién se cree que es para golpearlo?

Satoru Gojo se siente indignado y mierda, duele demasiado, no había conocido a alguien con esa magnitud de fuerza que lo hiciera flaquear y casi, arrodillarse. Definitivamente se las va a pagar.

Nadie se mete con Satoru Gojo sin salir ileso, y tal como Mei Mei pronunció, él ve a todos por igual, no tiene consideración por nadie, ni siquiera si esté tiene una discapacidad visual.










[...]


Palabras: 3, 105
Escritor: JaquiiAleWorld
Fecha de Publicación: miércoles 06 de noviembre del 2024.
Fandom: Jujutsu Kaisen
Nota del escritor:
Entre mis horas libres de la Uni aproveche para publicar éste capítulo.  Nos vemos en la próxima!

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