II

El extraño sujeto, había regresado a las peñas, pero esta vez no se atrevió a subir todas las escalinatas del camino a la cima del cerro Santa Ana. Vestía camisa blanca, pantalón negro, un sombrero del mismo color y no llevaba pañoleta. Pero sí le decoraba el rostro la aparición de bello facial, que le hacía ver un poco mayor.

Aquella tarde se puso nostálgico. Con la restauración de datos en su nuevo teléfono celular, se habían descargado en la memoria las conversaciones y audios de Santinna, también una fotografía. Cuánto lamentaba que fuera la única, esa y la del fondo de pantalla de su teléfono que, por descuido, se veía, en parte, en una captura de pantalla en una publicación de cuarentena en su Instagram. Pero Santinna no era observadora, no tenía sentido borrar la publicación, puesto que ella no la notaría, pero sus demás contactos, sus amigos, si iban a empezar a preguntar porque la borró (ellos solo notaban pequeñeces, nunca algo importante), como tenían la costumbre... De todas maneras, nadie sabía que él mantenía la imagen de una carita perezosa, pero sonriente, como fondo de pantalla de su teléfono. Era su pequeño secreto y nadie sabía cómo desbloquear su celular.

Mientras releía las conversaciones, escuchaba los audios, revisaba cada dato, no encontró indicios de su falta de querer, pero, ¡Qué sabía él de mujeres! Fue la única a la que tuvo el valor de amar, y difícilmente podía meterse en los zapatos de una mujer con una mente tan impresionante como la de ella. Si alguien, si un tercero hubiera sabido de esa relación y los hubiera observado interactuar, concluiría que ella estaba más enamorada que él. Él también creyó lo mismo y se esforzó día a día para que ella no sintiera que la amaba menos, y quizás fracasó, por eso se le apagó el amor... O existía la posibilidad más contemplada: nunca lo amó. Y es que sus palabras y expresiones decían una cosa pero sus últimas acciones apoyaban la idea de que sólo lo utilizó, un hombre para pasar el tiempo o quizás para olvidar un viejo amor (Coquetea, despierta el interés, juega un tiempo y luego ignora, al conocer alguien "mejor", porque nunca se sacia. Esa fue la teoría). Si ella no se lo decía en la cara, él no se atrevía a afirmar nada, pues sentía que era insensato atribuir causas no confirmadas, pero no dejaba de pensar que quizás él fue eso en su vida, una distracción.

—Toda la culpa termina apuntándome. Si la hubiera hecho sentirse segura y amada, yo no habría sido su pasatiempos, solo fuí un payaso ingenuo que aprobó en ignorancia sus actos egoístas.

Ese pobre sujeto vivía de culpas y no podía evitarlo. ¿Acaso el que le grabó en la mente que era el culpable de todas sus desdichas, no podía pasarle un borrador y enseñarle algo nuevo y más realista? Si supiera cómo penaba su alma... Pero, como todos a su alrededor, era ajeno a su sufrimiento.

Tus pensamientos como las estrellas,
Tus sentimientos como lucero del alba

Tan triste el corazón de este niño que quiso alcanzar una estrella, que en un roce dejó sus manos vacías.
Tan desdichado el hombre, que agotado por la melancolía se durmió a pocas horas del amanecer, se perdió su belleza y murió, dejó el mundo aquella tarde.

¡Llévame vida mía!,
mata mi agonía,
Debe haber un sitio para el amor;
Noche y Aurora
Se funden en un momento del día.

—Podríamos culpar al pan, así no sentiré esta opresión en el pecho —meditó, agarrando con desespero su camisa, como si pudiera así arrancarse el corazón—. Fue la devoción con la que habló de comer pan, sin tabúes, lo que recuerdo más me impacto en nuestra primera conversación. Si no le gustara el pan, como una cantidad de mujeres que conozco, yo no me había enamorado, no la habría seguido ciegamente... ¡El pan tiene la culpa!

Pero a parte de buscar culpables, y "alivianar" la carga había algo que era muy cierto y el sujeto ignoraba: había vuelto a perder su fe en el amor, del tipo romántico . Porque siempre vio el enamorarse como algo innecesario para la vida. Por ejemplo, sus padres tenían como cien años de casados y lo cumplían como un compromiso o costumbre, no había amor por ningún lado. El amor, por lo general destruía amistades, de esas que se arriesgan a ser más que amigos y terminan odiándose; a esa situación le tenía pavor, le parecía algo de lo más insensato. Y, hasta, el ser más inteligente de la creación cuando terminaba enamorándose, lo hacía como acostumbraba cualquier persona, como un idiota.

Siempre se mostró escéptico en temas de romance y lo proclamaba en voz alta. Quizás por eso, sin saber, fue que cuando se enamoró lo mantuvo en secreto. No por el qué dirán, más bien porque él mismo no podía creerlo, no sabía asumirlo y le pareció un asunto severo. Además de su creencia de que en la privacidad se disfruta de la complicidad a plenitud. Valoraba la privacidad como nadie.

—¿Debí haber gritado a los cuatro vientos que me estaba enamorando? —se recostó a la pared de una casa— ¡Qué va! Habría echo el ridículo, porque al final ella me iba a dejar y mis amigos solo me tendrían lástima.

Y muchas veces se partía la cabeza pensando en qué podía haber hecho mejor. Tenía la herida abierta y no tenía la menor idea de cómo cerrarla. Algunas veces se sentía mejor, pero instantáneamente, sin previo aviso, le caía la tristeza como manto.

—Retroceder no es una opción —concluyó, al tiempo se paró frente a la máquina de tomar temperatura del bar.

En aquel puesto se tenían cupos limitados para el día, y él había reservado el suyo con tres días de antelación. Había música en vivo, unos paisanos. Se había firmado una especie de tratado para la música, se necesitaba una intervención urgente para salvar este tipo de arte y algunos empresarios ingeniosos habían tomado la iniciativa. En parte se hablaba de toques en bares y restaurantes que garantizarán el uso de todas las medidas de seguridad, para evitar más contagios. Los grandes conciertos se echaban al olvido, las pequeñas producciones trataban de llenar el espacio, para no dejar a los músicos morir de hambre y desamor. En este caso, los chicos de Puerto Candelaria, estaban teniendo su gira por Ecuador y esa era su tercera presentación en Guayaquil de esa semana. Quizás las cosas no eran como antes, pero ellos estaban agradecidos de seguir llevando arte por el continente, por vivir una experiencia más.

Qué nadie sepa mi sufrir, fue la canción que reconoció de fondo al momento que se lavaba las manos. Seriamente el mundo conspiraba para que ella estuviera siempre en su mente. Pero tenía la esperanza de que pronto aprendería a vivir con su recuerdo. Sin sentir ese deseo de olvidarla por causa de la desesperación. Porque francamente no estaba arrepentido de haberla amado sin piedad, tampoco ya se lamentaba de haber sido utilizado, de haber ido por todo o nada, o de haber temido perderla (a conciencia de que estaba roto y ella tarde o temprano lo sabría y sopesaría a su conveniencia), porque, si había cosas malas en la relación que tuvieron, era una buena señal de que existieron cosas invaluables.

—Bien dijo el sabio Nicholas Sparks "Hay momentos en los que me gustaría poder hacer retroceder el reloj y tomar toda la tristeza y tirarla lejos, pero tengo la sensación de que si lo hiciera, la alegría se iría también".

—Retroceder no es una opción. Al igual que ella, yo también voy por todo o nada... Ahora me quedé sin nada, pero mañana 'nada' se puede convertir en 'todo'.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top