Prólogo


Un año atrás.

Lola despertó en una cama de hospital. Al mirarse los brazos, notó que tenía vendas hasta las muñecas. 

Una zonda conectada a sus venas le estaba pasando una medicina que le estaba haciendo sentir menos deprimida. Entonces un médico que parecía ya conocerla entró en la habitación.

- ¡Has despertado! - le dijo - ¿Cómo te sientes?

- Me siento mucho mejor. 

- Hemos llamado a su padre, el adulto a cargo.

- ¿Qué? - preguntó Lola segura de no haber oído bien. No podía ser cierto que se hayan contactado con su padre.

- Hemos dado aviso a tu padre de que has intentado acabar con tu vida. Ahora él tiene que comprometerse a  ayudarte a seguir el tratamiento adecuado desde tu casa porque, debido a tu estado, van a llevarte a una clínica de salud mental.

- ¡No pueden hablar con mi padre! - dijo incorporándose - Él no se querrá hacer cargo de mí. Además, si me internan, ¿qué va a pasar con mi hermano menor?

- Él aseguró que estaría bien.

- Nadie está bien con mi padre. Por favor, déjeme regresar a mi casa. 

- Lola, esto no es para tomárselo a la ligera. Podrías intentar hacerlo otra vez.

- No volveré a hacerlo, decidí darle otra oportunidad a la vida. Por favor, déjeme regresar a mi casa. Mi hermano me necesita.

- No depende de mí decidir eso. Depende de que tu estado mental es delicado. Lo entiendes, ¿verdad?

Luego de muchas súplicas y de que Lola se comprometiera a seguir su tratameinto el psiquiatra dijo que podía regresar a su casa si tomaba todas las medicinas que le recetaba, las cuales le ayudarían a estab ilizar el ánimo y dormir mejor.

Lola aceptó y le agradeció dejarla regresar a su casa. Aunque, cualquier lugar habría sido mejor en lugar de vivir con su padre. 

Cuando regresó a su casa, los gritos de su padre se escuchaban desde fuera. Parecía estar regañando a alguien, al entrar, Lola se encontró con un empleado de la compañía de su padre, quién le dirigió una tímida sonrisa como saludo antes de irse. 

- Ten cuidado, está algo enfadado - le dijo el muchacho.

- Gracias, lo tendré en cuenta - respondió ella educadamente.

- ¿Quieres que llame a la policía?

- No hace falta, ya me encargaré yo. ¡Gracias!

La verdad era que no iba a hacer nada, porque su padre era un hombre con un carácter particular. Siempre era mejor no enfrentarse a él. Esto era algo que le había llevado tiempo entender, pero ahora sabía que  su objetivo no era que sus hijos fueran felices, sino que quería satizfascer su propio ego.

Rodeada de sus elementos de pintura en su habitación, se observó en el epsejo. Tenía unas marcadas ojeras por falta de sueño. Su cabello castaño estaba atado en un moño y se veía demasiado flaca para lo normal porque haía dejado de comer bien porque se sentía tan peridida como nunca antes.

El hecho de estar a dos semestres de terminar la uniersidad no hacía más que hacerla sentir perdida y sin un rumbo. Ella no sabía cuándo su padre había comenzado a tener control sobre su vida, pero estaba segura de que había sido después de que su madre desapareciera de este mundo.

Le estrujaba el corazón pensar que, de estar viva, lo que acababa de sucederle iba a dolerle mucho porque ellas eran muy cercanas, pero la vida tenía otros planes al respecto. Comenzó a llorar, pero no supo bien por qué. Extrañaba a su madre, pero Lola había estado apunto de reunirse con ella, solamente que decidió darle una segunda oportuidad a la vida.

- ¡Volviste! - le dijo su hermano al abrazarla con lágrimas en los ojos - ¡Por favor no te vayas de nuevo!

- Esta vez no me iré. Seré fuerte, resistiré. ¿Ya has comido?

- Aún no. Papá acaba de irse a la compañía.

- No me sorprende - murmuró Lola minetras ella y su hermano se dirigían a la cocina para comer un buen plato de carne de la noche anterior con papas a la crema.

A la joven le dio gusto volver, también que la vida le haya permitido continuar. Aunque, ¿qué sentido tenía si todo seguía igual? Se dijo que no iba a volver a hacer lo que había hecho esa mañana mientras su hermano se encontraba en la escuela.

Iba a estar bien, se lo prometió a sí misma. También, añadió que iba a hacerlo por su hermano. Quería darle un buen ejemplo.

Lola comenzó a pintar un cuadro tras el almuerzo. En esa ocasión se le ocurrió pintar un paisaje invernal. Pensó que representaba como relamente se sentía.

Le sorprendió su optimismo repentino, su necesidad de mejorar. Esto porque hacía tiempo que Lola no conocía la felicidad. Parecía que su madre se la había llevado con ella para siempre. 

Lo que más le entristecía a Lola era que tenía la sensación de que nunca iba a poder terminar de hacer aquel duelo. Sobre todo por la falta de respuestas respecto a la muerte de su madre, la cual había sido dudosa.

Le gustaba pensar que tal vez no había muerto, quizás estaba viva. Tal vez solo se había escapado del infierno que Román, su marido, le hacía vivir todos los días. Sin embargo, ¿cómo iba a saberlo? Si ya no podría siquiera buscarla.

La policía tenía sus dudas acerca del caso, pero al no encontrar una prueba de lo sucedido, el caso quedó en la nada misma. Su padre le había contado una versión sobre una ccidente de trránsito, pero a Lola le resultaba sospechosa. 

Como no pretendía fingir ser detective, se permitía solamente divagar al respecto. Depsués de todo, nada ni nadie le iba a devolver a la mujer que le había dado una vida feliz. 

Después de todo, todavía estaba recupernadose del estado en el que se econtraba el día anterior cuando su hermano había llamado a emergencias para que se encargaran de ayudarla. Lola comenzó a llorar nuevamente, le dolía pensar que su hermano de solamente deciseis años tenía que verla en ese estado.

Ya todo estaba bien. Todo iba a cambiar desde ese momento.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top