Epílogo
Joaquín se encontraba apunto de graduarse en ese entonces. Se había inscripto en la universidad para estudiar gestión de empresa y tener su propia compañía, ya que no heradaría la de su padre, ni tampoco su hermana.
Había comenzado su propio emprendimiento, tenía un salón de belleza. Había aprovechado sus momentos de libertad para tomar clases de arte en unñas, pero él pensaba dedicarse a la parte administrativa del negocio.
Joaquín sabía que su padre estaría furioso si supiera a qué se iba a dedicar su hijo en un futuro inmediato. Y más aún si sabía que Lola tenía su propia galería de arte y estaba casada con un joven que la había impulsado a perseguir sus sueños.
De vez en cuando actuaba en musicales, pero sabía que el arte era tan incierto que no podría vivir de este toda su vida. Así que decidió continuar con ese hobbie sin descuidar sus estudios.
Faltando una semana para graduarse, regresó de su clase de comedia musical con los ojos hinchados y con signos de que había estado llorando. Lola se encontraba preparando la cena, pero cesó con esta actividad y le preguntó qué había sucedido.
- Fabricio y yo terminamos - dijo él.
- Lamento oir eso - dijo Lola.
- No importa. Esta situación podría serme de utilidad. Necesito arpender a amarme a mí mismo primero.
- ¡Me parece muy bien! Tal vez aún no estes listo para una relación. Esto podría servirte de aprendizaje, como todo en la vida.
- Suenas idéntica a mamá.
- ¡Y ella estaría orgullosa de nosotros! Solo mira lo que logramos hacer. Tenemos nuestro propio apartamento y papá está en prisión. Todo esto lo conseguimos por nuestros propios medios.
- Además, por fin estamos siendo felices. Nadie controla nuestras vidas. Estoy seguro de que mamá quería eso para nosotros, ¿no lo crees también?
Lola sonrió con nostalgia mientras asentía. Siempre que algún miembro de su pequeña familia traía a la mesa a su madre, sentía que se le encogía el corazón.
Estuvo a punto de llorar, pero no lo hizo porque escuchó a Martían saludar a un vecino que también regresaba a su casa y luego el sonido de sus llaves en la puerta. Lola dejó lo que estaba haciendo para revolver una vez más el estofado que estaba cociendose en la hornalla.
- ¿Qué huele tan bien? - preguntó Martín tras saludar a su familia, acababa de regresar de su trabajo en su propio bufete de abogados.
- Hice lasagna con estofado de carne para cenar - dijo Lola con orgullo.
- ¡Adoro que mi esposa me reciba con platos tan deliciosos cuando regreso de trabajar! - dijo él besandola en la coronilla - Pondré la mesa.
- Yo te ayudo, Tín - dijo Joaquín - . Por cierto, esta mañana rompí un vaso por accidente y olvidé decirles. Así que contamos con un vaso menos.
Lola lo miró con dureza.
- ¡Pero eran nuevos! - exclamó.
- No hay problema, se puede reponer. Los que tenemos alcanzarán para nosotros - dijo Martín apra calmar las aguas.
Cenaron viendo un partido de rugby, porque Martín amaba ese deporte. Lola se fue a dormir pensando en la suerte que tenía de haberlo encontrado aquel día de universidad en La Cafetería de Lalo. Una vez más deseó que su madre pudiera verla feliz.
Cada cosa estaba donde dabía estar, pero Lola solo deseó que su madre no hubiera muerto, sobre todo de la manera injusta en que lo hizo. Ella sabía que eso no haría que vuelva a la vida, pero por lo menos aliviaba el dolor de saber que ya no estaba ahí con ella.
Aunque, con el pasar de los días se había acostumbrado a su ausencia, le dolía pensar que su madre se había perdido de muchos momentos importantes en su vida. Uno de ellos había sido recientemente cuando Lola y Martín dieron el <<sí >> ante todos sus amigos y la familia de él.
Su boda había sido el mejor día de su vida, pero ella y su marido no planeaban tener hijos hasta después de unos años. Primero querían disfrutar de la vida de casados.
Lola se puso su propia galería de arte, donde vendía las obras de artistas que dedicaban mucho esfuerzo, dinero y tiempo al arte. Además, vendía sus pinturas, las cuales ya no tenían un tinte oscuro.
Ahora usaba muchos más colores. Además, siguió pintando durante los días de lluvia, pero ya no lo hacía con melancolía.
Los paisajes que pintaba eran de colores brillantes, expresando la alegrí que la artista sentía. Disfrutaba mucho más de la pintura ahora que ya no lo hacía para escaparse de la realidad, sino que lo hacía para disfrutar aún más de la vida que tenía.
Su ánimo había mejorado claramente desde que se había librado de Román. Era feliz, disfrutaba de la vida que había construido.
Lo más importante de todo era que Lola sentía que se había hecho justicia. Con su padre en prisión, vivía más relajada y de manera independiente.
Aunque le hubiera gustado tener una buena relación con él, ella sabía que no había manera de que un psicópata quisiera a alguien. Así que acabó resignandose a pensar que su única familia eran su hermano y su marido, quienes le habían mejorado la vida.
Lola no podía sentirse más agradecida con la UAE por haberle dado la oportunidad de una pequeña confusión que la llevó a conocer al amor de su vida y a cumplir su mayor sueño a la vez.
Después de todo, La Cafetería de Lalo fue lo mejor que le había pasado. Ahora no se imaginaba una vida en la que Martín no fuera parte.
- Una empresa multinacional quiere que mi bufete se encargue de una demanda que hizo contra Meta. ¿No es genial? - le dijo Martín tras unas horas de pasión con su novia.
- ¡Eso es incríble! - dijo ella.
- ¿Cómo te fue en la galería?
- ¡Excelente! Ha sido un muy buen día con las ventas. ¡Me siento muy afortunada de estar viviendo todo esto! Y pensar que antes no podía ni soñar con esta hermosa vida.
- Pero ahora tus deseos se han vuelto realidad - Martín la besó y ella se sentó a horcajadas sobre él. Esa conversación era motivo para festejar.
Entre los brazos de Martín finalmente se durmió, mientras tanto pensaba en lo mucho que le gustaba aquella vida que había creado. Ya tendría tiempo de analizar su buena suerte en otro momento.
Pensó en su madre y en lo orgullosa que estaría de sus hijos. Esta vez no lloró al pensar en ella. Lola sabía que lo mejor era seguir adelnate.
Después de todo, la vida no se había terminado cuando ella decidió que así sería. Había tenido una oportunidad de cambiar el rumbo de las cosas, y la había aprovechado.
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