6 - Viernes


El edifico no solo parecía viejo, sino que también tenía varias manchas de humedad en las paredes pintadas de blanco, lo que le daba un tono amarillento. El elevador olía a humedad. Una de las ventanas que daban al patio común, tenía un vidrio roto por el que entraba toda clase de basura. 

El apartamento parecía que se iba a caer a pedazos. No funcionaban la electricidad, por lo que la agente de la compañía de bienes raices tuvo que llevar una potente linterna. 

La loza del techo tenía algunos huecos y el lugar apestaba a humedad. La habitación era demasiado pequeña, tanto, que le hacía sentir claustrofobia.

Había un gran respiradero en el techo de la sala por el cual pasaba el viento, haciendo ruidos escalofriantes. Definitivamente el lugar era terrorífico.

Lola decidió que no viviría ahí. Agradeció y dijo que debía pensarlo mejor.

Comenzó a sentirse abrumada en cuanto dejó de conseguir citas para ver apartamentos que estuvieran a su alcance. Le preocupaba no poder encontar ninguno, tener que vivir con su padre toda su vida.

El viernes Lola fue a la universidad por la mñana. Luego de almorzar con su hermano, su padre como de costumbre se encontraba trabajando en la compañía, comenzó a pensar en la carrera que le habría gustado estudiar. 

De verdad quería estudiar artes visuales. Era su pasión, entonces ¿por qué no la había elegido como primera carrera? ¿Acaso era para no descepcionar a su padre? Sí, debía ser por eso. Ella se enfrentaba a Román, pero nunca en las desiciones que él tomaba para la vida de Lola y su hermano. 

Si tan solo su madre siguiera viva, las cosas serían diferentes para los dos hermanos. Lola habría estudiado artes visuales en lugar de gestión de empresa, una carrera que le aburría muchísimo. Su padre la había obligado a estudiarla y ella siempre la había odiado.

Una vez más leyó el plan de estudios de artes visuales antes de comenzar a estudiar. Soñar no costaba nada después de todo.

Luego se sentó frente a su escritorio repleto de papeles, lápices de distintos grosores y todo tipo de pinturas, para ponerse a estudiar. Le dieron ganas de llorar al pensar que se dedicaría a la gestión de empresa en vez de al arte.

Lola quería ser artista, no una mujer de negocios. Pensó que tal vez cometía un gran error al querer dedicarse al arte. Sin emabrgo, las muejres como ella no era común que se dedicaran al arte.

Finalmente, dos horas antes de irse, Lola comenzó a preparase para su cena. Se puso un vestido negro ajustado, largo hasta los tobillos, con un recorte en la cintura derecha. Completó el look con unas sandalias negras de taco aguja que habían sido de su madre. 

Le dio una punzada de dolor al pensar en la mujer que había sido tan importante para ella, pero que se había ido de una manera muy dolorsa. Lola esperaba que no hubiese sufrido. Contuvo las lágrimas, no iba a llorar esa noche.

Cuando estuvo lista, tomó su auto y se dirigió al restaurante. Por fortuna, allí era donde se encontraba Martín. Él vestía una camisa blanca con los últimos cuatro botones desabrochados, que dejaban al descubierto parte de su fornido pecho, notó que llevaba una cadena con un peuqeño dije de oro con la inicial de su nombre, y unos pantalones negros. En una de sus manos sotenía un abrigo del mismo color. 

- ¿Cómo estás, Leila? - la saludó Martín.

- Hola a ti también - lo saludó. Luego le preguntó algo molesta . ¿Por qué sigues llamandome de ese modo? 

- Me gusta molestarte - respondió.

- Entonces es cuando me pregunto, ¿cúando acepté salir contigo? Más bien, ¿por qué te invité?

- ¿Por qué tienes que ser tan hiriente todo el tiempo? ¡Aspi jamás vas a lograr agradarle a nadie

Lola sabía que Martín tenía razón. Bajó la mirada derrotada.

Un camarero los guió hasta su mesa, donde la pareja se sentó. Estuvieron un rato eleigiendo su comida en un silencio que Lola temía que significara que Martín se había arrepentido respecto de cenar con ella.

Lola se preguntó por qué era siempre tan fría con él. Martín jamás le había hecho daño, al contrario, todo lo que él hacía era iluminar sus días.

Desde que lo había conocido, los pensamientos suicidas se habían suavizado, ya no eran tan recurrentes. Esto le aliviaba un poco porque no quería dejar a su hermano solo. Pensó que Martín había llegado a su vida para traerle alegría, felicidad y buenos momentos.

Ordenaron una entrada. Para acompañar Martín pidió un cóctel y Lola un té helado, sabía que si bebía alchol en ese momento acabaría hablando demás, tal vez hasta arruinaría su cita.

- Cuentame de ti. ¿Quién eres, Lola Echeverría? - le preguntó Martín.

- Bueno, estoy estudiando gestión de empresa, solo me queda un semestre.

- ¿Te gusta?

Lola tardó unos minutos en responder. Pero luego de pensarlo mejor, dijo:

- En realidad no estoy segura de querer esto para mi vida. Yo quería estudiar artes visuales en realidad.

- ¿Por qué no lo haces? Siempre se puede volver a empezar. Y no tes escapes de esta como siempre haces.

- Está bien, de hecho, no pensaba hacerlo - accedió Lola -.  Es que mi padre es muy controlador. Él tiene una compañía de hacienda, en la cual le está costando conseguir nuevos empleados porque renuncian continuamente, quiere que mi hermano y yo nos encarguemos de ella. Mi hermano está muy interesado en eso, pero a mí me gustan las artes visuales. Me encanta dibujar y pintar.

- Tal vez si se lo explicas, él lo entenderá. ¿Siempre ha sido así?

- Él cambió mucho cuando mi madre murió en un accidente de tránsito hace cinco años. Mi padre me contó que ella se encontraba de camino a un fin de semana de spa en un exclusivo hotel. Un auto chocó al suyo viniendo en la dirección opuesta. Ella voló varios metros y cayó en una laguna cercana, jamás encontraron el cuerpo de mi madre - Lola intentó contener las lágrimas, pero no pudo. Era la primera vez que se abría con alguien acerca de lo sucedido aquel día. 

- Lo siento mucho - dijo él mientras tomaba su mano -. No lo sabía.

- Es que no es algo que me guste contar. Además nunca me he creído del todo esa versión.

Él tomó su mano.

- Tranquila, ya se sabrá la verdad.

Ella sonrió y lo miró a los ojos. Luego él se acercó a ella hasta que sus frentes estuvieron juntas.

- Se me ocurre que tal vez no me importe en este momento.

Entonces la besó. Fue un largo y lento beso, pero a Lola se le pasó demasiado rápido. Quería disfrutar el momento un poco más. Entonces volvió a besarlo. Esta vez metió su lengua en la garganta de él.

- O tal vez solamente por unas horas - dijo ella acariciando su mejilla con los dedos.

-  ¿Qué te parece si ordenamos la comida? - le preugntó él - Después de todo, es el objetivo de nuestra cita.

- ¿Esto es una cita? ¡Creía que solo era una cena casual! - dijo Lola haciendose la tonta.

- De verdad que eres muy hiriente. ¿Es que no estás interesada en mí?

- En realidad es que estoy interesada, me gustas mucho. Es que no quiero que mi padre te lastime.

Luego de comer, Lola pidió la cuenta. Martin se ofreció a pagar su parte, pero Lola insistió en pagar ella, así que eso hizo la joven.

Se sintió verderamente feliz de poder agradecerle de alguna manera. Después de todo, él le había salvado la vida. Eso no tenía precio.

El tiempo se les había pasó volando. No habían dejado de conversar e intercambiar miradas traviesas.  

Lola ya sabía cómo él besaba, ahora quería saber más. Relamente quería conocerlo bien. Se permitió fantasear. Quería saber cómo tocaba, qué se sentía tener sus manos sobre ella. Pensó que le gustaría tenerlas de collar.

Pero era la primera cita que tenían, no iba a apresurar las cosas. Ya habría teimpo para hacer realidad sus fantasías.

- ¡Gracias por la cena, Lola! - le dijo Martín - De verdad necesitaba una cita contigo.

- ¡De nada! Cuando tú quieras podemos repetirlo. Me hace bien estar juntos.

Lola dijo esto sin saber que a la semana siguiente volverían a verse. En esa ocasión, fueron a comer hamburguesas. Martín invitó a Lola.

- Creo que ya he pagado mi deuda monetaria - dijo Lola durante la cena.

- ¿Quieres decir que te irás? - le preguntó Martín.

- No, solo que esta vez tú invitas. ¿Por qué me iría si me haces feliz?

- ¿De verdad te hago feliz? ¡Eso no me lo había visto venir!

Lola rió.

- En serio, la paso muy bien contigo - dijo luego -. Solo me gustaría divertirnos más. Mi vida es muy aburrida - se lamió los labios.

- Ya entiendo. Podríamos esperar un par de citas más para ver cómo va la cosa, creo que será lo mejor.

- Seguro. ¡No veo la hora!

Lo besó.

Durante varios meses, Lola y Martín fueron construyendo su relación. Durante ese tiempo, Lola se sintió mejor. Ella tenía claro que, si no fuera por él, Lola habría renunciado a todo, incluso a la vida, tiempo atrás.

Ya no sentía un vacío dentro, ni sé sentía sóla. Los pensamientos suicidas también habían desaparecido. Lola por fin pudo volver a sonreír.

Su psicóloga le djo que Lola había hecho grandes avances, que pronto estaría recuperada del todo. Aunque su psiquiatra mantuvo las píldoras que Lola tomaba, ella sentía que estaba mucho mejor.

Además, comenzó a pensar en serio en seguir sus sueños. Ella siempre había querido eso, solo que le asustaba dejar atrás a Martín. Después de todo, él era la única razón por la que aún no se había decidido.

Sólo quedaba la parte más difícil, contarle a su padre que tenía novio. Eso no iba a gustarle en absoluto. Sabía que sería como darle una razón a su padre para enfadarse aún más. Sin embargo decidió contarselo. Aunque no estaba segura de cómo iba a hacerlo.


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