4 - Joaquín ¿es gay?
Aunque Joaquín y Fabricio se veían muy seguido, Lola jamás se habría podido imaginar la escena que se encontró al llegar a su casa. Entonces tuvo una idea general sobre por qué su padre estaba tan ensañado con el adolescente.
Al entrar en la cocina, Lola se encontró una escena que le resultó tan tierna como impactante, puesto a que jamás se lo había visto venir. Se sorprendió, pero a la vez sintió que acababa de interrumpir algo que para su hermano era muy importante.
Aunque, a decir verdad, ¿Cómo no lo había notado? ¡Era tan obvio! Los golpes, el enojo de su padre, las continuas visitas de Fabricio a su casa. Tenía que habérselo imaginado.
El mejor amigo de su hermano, Fabricio Reyes, se encontraba contandole a Joaquín una historia que parecía ser muy interesante porque él lo escuchaba con atención. Vio que, sobre la mesa, tenían las manos entrelazadas.
Lola intentó que no notaran que los había visto y se dirigió a su habitación tan sigilosamente como pudo. Decidió terminar su obra. Como no encontró inspiración, tomó su computadora y comenzó a buscar un apartamento en la Capital para mudarse.
Lola había comenzado a hacer algunos trabajos para la empresa de su padre. Con eso ganaba dinero suficiente para sus gastos, hasta creía que podría comprar un apartamento.Sin embargo, ese trabajo no la hacía tan feliz como la pintura o el dibujo.
Su madre siempre la había alentado a dibujar y pintar. Ella se percataba de la pasión de su hija por las artes. En reiteradas oportunidades le había remarcado su gran talento, también lo orugllosa que se sentía de que su hija siguiera su pasión una vez que terminara la secundaria.
Antes de que ella muriera, Román era una persona amable, un padre divertido y presente. Luego de esa trágica situación, se había vuelto irascible. Ya no se preocupaba por formar parte en de la vida de sus hijos, sino que ahora las controlaba.
Lola pasó cerca de dos horas revisando stios web y haciedo preguntas sobre los apartamentos que le interesaban. Sin embargo, nadie parecía querer venderlos realmente.
Entonces sintió hambre, por lo que salió de su habitación para prepararse una ensalada, También iba a sentarse a estudiar, pero antes tenía que comer algo. Su desayuno había consistido en una taza de café con leche y una tostada con aguacate y huevos revueltos, pero había sido hacía seis horas, por lo que su estómago ya estaba gruñendo otra vez.
Se percató de que los jovenes habían almorzado debido a que sus platos limpios estaban escurriendose en el secaplatos. A veces olvidaba que su hermano poco a poco se estaba convirtiendo en un hombre adulto. Joaquín había madurado mucho desde la pérdida de su madre.
Había teido que aprender a cocinar y a hacer cosas de la casa. Lola sabía hacerlas desde hacía mucho tiempo antes de que su madre muriera, pero él tuvo que aprender forsozamente, porque pasaba la mayor parte del tiempo solo.
Aunque ya no volvería a estar solo jamás. Fabricio había hecho que su vida fuera más feliz, algo que Lola podía notar.
No se preocupó por pasar desapercibida esta vez. Al verla, los jovenes se separaron y actuaron con naturalidad.
- ¡Has vuelto! - dijo Joaquín a su hermana. Él tenía un golpe en el brazo y un arañazo en la mano, pero ella fingió que no lo notaba - ¿Cómo te fue?
- Muy bien. Logré hablar con dos compañeras de clase, pero aún no estoy segura de que esto sea para mí, ¿sabes? - respondió ella.
- ¿Es el ambiente?
- No, es la carrera en sí.
- Mi hermana está en tu misma situaicón - acotó Fabricio -. Mi madre dice que es normal dudar sobre la carrera que estás estudiando.
- ¡Eres muy sabio! - dijo Joaquín dirigiendole una mirada cargada de amor.
- Mejor tengan cuidado, no querrán que mi padre los atrape mirandose tan amorosamente, mucho menos tomados de las manos o algo así - observó Lola.
Joaquín la miró algo avergonzado, pero no dijo nada. Fabricio, en cambio, solamente se limitó a asentir con la cabeza. Lola se apresuró a cambiar de tema.
- ¿Tienen exámenes en estos días? - les preguntó a la vez que se preparaba una rápida ensalada de espinacas, tomates cherry y queso rallado. Era de sus favoritas. Mientras tanto, comió un poco de pollo que había sobrado de la noche anterior.
- El profesor de historia nos tomará un examen la próxima semana - dijo Joaquín -. Fabri ha venido a estudiar conmigo.
- Es que es una asignatura muy aburrida - explicó él -. ¡Si estudio sólo me duermo encima de mis libros!
Los hermanos rieron con ganas. Lola añadió aceite y vinagre a su ensalada mientras conversaba con su hermano y Fabricio. Hablar con ellos siempre le ayudaba a olvidarse de sus problemas, al menos, podía seguir conectada con su anterior vida de algún modo.
Recordó cuando los jóvenes eran niños y se preguntó cuándo había pasado el tiempo tan de prisa. Si hasta no hacía mucho a Fabricio le daban miedo los truenos, por lo que cada vez que había una tormenta ella y su madre debían abrazarlo.
Una lágrima rodó por su mejilla al recordar a su madre. En esos momentos era cuando la extrañaba como nunca. Necesitaba de su apoyo inconidiconal, pero ella sabía que quería que sus hijos fueran fuertes. Eso les había enseñado en vida.
No quería llorar en frente de otras personas, excepto su hermano, pero no pudo contenerse. Por suerte nadie lo notó. Ambos muchachos estaban contando a Lola una anécdota muy divertida de esa mañana escolar.
Lola escuchaba con atención. Le gustaba pensar que, de esa forma, el dolor se atenuaba.
- Y entonces, Tomi y yo estábamos aburridos. Por eso decidimos bromear con nustros compañeros. Le escondimos la cartuchera a uno de los chicos y dimos vuelta un escritorio. ¡Fue muy divertido!
-Por suerte el profesor no lo notó, porque llegué justo a tiempo para devolver cada cosa a su sitio - dijo Fabricio.
- ¡Eres muy aguafiestas! - fingió enfadarse Joaquín.
- ¡Suena como toda una aventura! - dijo Lola - Me gustaría ser adolescente otra vez. Aunque, deberían tener cuidado, podrían sancionarlos por causar problemas.
- Yo no he hecho nada. Todo lo hizo él con ese diablillo - dijo Fabricio.
- Lo sé, mi hermano es algo revoltoso a veces. ¡Tú eres el orden personificado!
-¡Pues, sí! ¡Lo soy! ¿Verdad? - no había modestia en su voz, por lo que Lola se sintió un poco mejor al reír.
- Solo cuando quieres. ¡Puedes ser muy travieso sin pensarlo siquiera! - acotó Joaquín.
- Creo que no er anecesario que yo escuchara algo como eso - dijo Lola poniendo cara de consternada.
- Eres mi hermana, pero también mi mejor amiga. No me molesta que escuches estas cosas.
- No, de verdad. Tengan cuidado, ¿sí? Papá podría verlos, Joaco.
Luego Lola regresó a su habitación. Por fin era libre de dar rienda suelta a sus emociones contenidas.
Las lágrimas no tardaron en llegar y la invadió una súbita necesidad de meterse en la cama para no salir de allí en todo el día. El clima se prestaba para eso. Afuera, caía una fina llovizna.
Una capa de niebla cubría la ciudad. Lola pensó que el día no podía ser más apto para pintar, tal como solía hacer en días como ese. Le gustaba pintar con música suave de fondo. }
Lola disfrutaba de encontrar esos pequeños momentos para ella en esa vida caótica en la que estaba atrapada desde la muerte de su madre. La pintura le había ayudado a aliviar un poco las inmensas ganas de llorar que sentía continuamente.
Decidió ser fuerte, por lo que, mientras comía su ensalada, se dispuso a pintar un rato mientras escuchaba música en su computadora de escritorio. Disfrutaba del dibujo y la pintura tanto como beber una taza de café. Al menos su padre no podía quitarle eso.
Amaba la sensación de puro disfrute que le generaba encontrarse entre tintes y lienzos. Cada pincelada que daba era una oportunidad nueva. Un nuevo mundo de colores y personajes que salían de su cabeza, su imaginación se abría paso entre la continua tormenta que había en su interior.
Se encontraba pintando una ciudad, cuando llovía amaba pintar paisajes urbanos. Era un gusto algo extravagante, pero se lo permitía a sí misma.
En esa ocasión, notó que la ciudad que estaba pintando, era muy similar a San Salvador de Bahía. Ese había sido el último verano que había pasado con su madre. Lola había ido de vacaciones a un hotel de ensueño a una paradisíaca playa de Brasil, ubicada cerca de esa pintoresca ciudad.
También conocía Miami, Los Angeles y Orlando. Su familia amaba viajar, pero eso fue hacía mucho tiempo. También conocían Argentina de norte a sur y de este a oeste.
Pero todo eso había sucedido en tiempos mejores, cuando su madre estaba viva. Desde entonces dejaron de viajar por el mundo.
Lola recordó que su madre siempre quiso conocer París y vacacionar en el mar Mediterráneo. Pensó con tristeza que jamás pudo hacerlo y que tal vez ni siquiera Lola podría hacerlo en su lugar.
Extrañaba mucho a su madre. Nada era igual desde que ella se había ido de este mundo en aquél accidente tan confuso.
Las lágrimas rodaban por sus mejillas mienrtras daba las pinceladasd finales a su cuadro. Había pasado toda la tarde pintando. Entonces escuchó que Fabricio se iba y el silencio se apoderó de la casa una vez más.
Nota de la autora: Este capítulo significó un gran desafío para mí, porque no suelo escribir este tipo de romances. Me gustó escribirlo, ¡no puedo esperar a mostrarles más sobre la relación de estos perosnajes!
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