3 - Cambios
Al otro día, Lola fue a comprar café a La Cafetería de Lalo. Esta vez, pidió un café mocha. Decidió que era hora de probar otro tipo de café. Además, le encantaba la combinación de café con chocolate.
Mientras esperaba a que le entregaran su pedido, observó la tienda. Esta se trataba de una gran habitación en la cual había una estantería con una placa de vidrio delante y un mostrador de madera en la parte superior en un lado. En ella, había porciones de tartas, un tostado de jamón y queso con semillas de amapola, croassan de dos tipos diferenes, panes y scones de queso, y algunos vasos de té helado, jugo de naranja o limonada.
Del otro lado había una barra de madera, detrás de la cual había dos cafeteras y todos los elementos necesarios para preparar café. También había varios mostradores dónde la gente hacía su pedido. En uno de los extremos, había una estantería con vasos de plástico reutilizables y tazas de cerámica con el logo de La Cafetería de Lalo.
Lola siempre observaba el lugar para evitar hablar con otros estudiantes. No podía permitirse tener amigos en la universidad, aunque le habría gustado tenerlos si por lo menos estuviera interesada en la carrera que estaba estudiando.
Martín le entregó su café, él era el único empleado presente ese día. No había mucha gente, así que Lola pensó que podría hablar con él.
Ella se alegró de verlo, después de todo le agradaba saber que le importaba a alguien en aquel lugar. Odiaba la universidad y la carrera que estaba estudiando, esperaba que Martín le diera algo de felicidad.
- ¿Qué te sucedió esta vez? ¿Es que ya no te gusta tu latte con caramelo? - le preguntó el joven al entregarle su café. Había escrito el nombre correcto.
- ¿De verdad te importa? - le preguntó ella.
- Solo me preocupo por la satisfacción de mis clientes. ¿Vas a pagar tu café?
Lola comenzó a rebuscar en su bolsillo. Una vez más había olvidado su dinero, seguro lo había dejado en su cartera, que a su vez estaba en su bolso. Martín pareció notarlo.
- ¿Otra vez olvidaste tu dinero? - le preguntó.
Lola asintió avergonzada.
- Lo lamento, esto es realmente humillante - dijo.
- No hay problema. Si sacas una tarjeta de la tienda te lo doy gratis, igual haré con esta. Después de todo, eres una cliente habitual.
- ¡Vaya manera de hacer publicidad! - exclamó ella.
- Necesito tu nombre completo y número de documento de identidad. También necesitaré un domicilio, nacionalidad y número de teléfono.
- ¿Quién eres? ¿El servicio de inteligencia? - preguntó irónica.
- Soy el hombre que acaba de salvar tu mañana - de hecho, lo hizo, pero ella jamás lo admitiría en voz alta.
No lo pensó dos veces. Lola tomó su rostro entre sus manos y lo besó. Martín se sorprendió por la acción repentina, pero le devolvió el beso con igual intensidad que ella mientras rodeaba su cintura con los brazos.
Lola sintió su aliento a chicle de fresa mezclado con café. Una combinación extraña, pero lo saboreó.
La espalda de él se tensaba ante su tacto. A ella la invadió una súbita necesidad de querer más, todo lo que él pudiera darle. Sin embargo, sabía que estaban en un lugar público, por lo que auqella escena ya era duficiente para dalre de qué hablar a todo el que los viera tan acaramelados.
Cuando se separaron, le dio los datos que él le pedía. Notó que ya no podía seguir fingiendo, Ya no tenía sentido hacerlo, lo había besado.
- Es la última vez que me salvas con dinero - dijo Lola -. Me siento terrible.
- Bueno, no todo está perdido. Podrías invitarme a cenar - sugirió Martín -. Se me ocurre que es una buena manera de compensarlo. De todas formas, no es necesario que lo hagas.
Al regresar a su aula, una compañera de clase le sostuvo la puerta cuando la vio llegar con su teléfono en una mano y el café en la otra. Lola le agradeció y se sentó sn su lugar.
Era la última clase antes de los exámenes de mitad de semestre. La profesora estaba explicando cómo sería el examen.
En ese momentos se encontraba explicando por millonésima vez el protocolo de vestuario para presentarse a los exámenes de mitad de semestre. Lola prestaba atención a medias, en realidad ella llevaba allí el tiempo suficiente para conocer las normas de vestimenta de la universidad.
- Voy a evaluar mediante tres preguntas de desarrollo. Nadie puede llegar tarde o no podré permitirles hacer el examen, no sería justo - estaba diciendo la profesora.
- Profesora, ¿Hay algún tipo de vestimenta que debemos usar? - preguntó un estudiante.
- Tiene que ser formal. Aunque si es elegante-sport está permitido.
- ¿Puedo ir con sandalias de playa? - preugntó un joven.
- ¡Por supuesto que no! ¿Qué clase de pregunta es esa?
- Es que las uso para venir a cursar - no bromeaba.
El joven llevaba un traje formal, pero en sus pies en lugar de zapatos, estaba usando sandalias de playa. A Lola le resultó ridículo, por lo que no pudo contener la risa. Se percató de que había sido la primera vez que reía en mucho tiempo.
- ¿Es que no lee el reglamento? - preguntó una joven a Lola por lo bajo.
- Hay muchos que solo pretenden estar cómodos sin importar nada más - le respondió Lola en voz baja.
- Sí, tienes razón. Por cierto, ¿cómo es tu nombre?
- Lola. ¿Cuál es el tuyo?
- Mara. ¡Es un gusto conocerte! ¿Me pasas tu Instagram?
- No uso demasiado mis redes sociales.
Le sorprendió que aquella chica le pidiera sus redes sociales, porque ella jamás se las había dado a nadie. Solo seguía a unas pocas personas, tampoco tenía muchos seguidores. Ademas, si bien no sabía que su padre tuviera una cuenta de Instagram, Lola sabía que encontraría una manera de controlar su vida virtual.
Lola pasó el resto de la calse pensando en su cita con Martín. Tendría que contarle a su padre, pero no se le ocurría razón para que él aceptara que su hija saliera con un hombre mayor que ella que trabajaba en una cafetería.
Martín tenía veinticuatro años y ella solo veintiuno. Sabía que eso no sería un problema para ellos, pero su padre no lo permitiría.
Habían acordado salir ese viernes por la noche, este intercambio de mensajes se dio durante la clase de Lola a escondidas del profesor de matemática. Lola sabía que lo que estaba haciendo iba a tener consecuencias muy dolorosas para ella, pero aún así lo había besado. Por supuesto que ella no prestaba atención a sus clases, pero aún así aprobaba con lo justo.
Lola le dijo a Martín que lo llevaría a un restaurante elegante, por lo que debía vestirse formal. En ese momento, ella estaba buscando un buen lugar para comer con su teléfono escondido debajo del escritorio. Aunque, a decir verdad, solo le importaba aprobar la asignatura y conseguir su título.
Sabía que, si su madre no hubiera muerto, ella habría estudiado artes visuales. Sin embargo, Lola no estaba dispuesta a que su pasión quedara en segundo plano, por lo que decidió comenzar a buscar el plan de estudios de artes visuales en la universidad de sus sueños en cuanto estuvo de regerso en su casa.
Era la segunda vez en la semana, ella sabía que no podía estudiar la carrera de sus sueños. Por eso leía las asignaturas cada vez que podía, aunque sea para permitirse soñar.
La joven amaba pintar cuadros, en especial amaba pintar paisajes. También era muy buena dibujando. A los once años había dibujado una flor por el día de la primavera. Tenía tantos detalles y le había dedicado tanto tiempo, que su profesora de arte le había sugerido dedicarse al dibujo.
La pintura le ayudaba a mantener la cabeza ocupada, alejando a los pensamientos suicidas que amenazaban con concretarse. Ayudaba a que se concentrara en el momento de disfrute en vez del dolor con el que vivía y las ganas de llorar continuas.
Le gustaba utilizar la pintura para expresar cómo se sentía, por lo que lo hacía muy seguido. Cuando se sentía triste, pintaba para sentrise mejor. Entonces sus cuadros eran siempre del mismo estilo: pintaba ciudades bajo tormentas o cielos grises. Sin embargo, las pocas veces que estaba feliz, pintaba paisajes más coloridos y alegres.
Luego de la universidad, Lola tuvo su sesión de terapia. Su psicóloga le sugirió hacer meditación para controlar la ansiedad que por las noches no la dejaban dormir, a lo que Lola respondió con una evasiva, pero cuando lo pensó mejor, le dijo que lo tendría en cuenta.
Al regresar a su casa, notó que el mejor amigo de su hermano se encontraba allí. No le sorprendió, dado que él iba a su casa con mucha frecuencia desde que era pequeño.
Fabricio había sido una gran compañía para Joaquín tras la muerte de su madre. A Lola le gustaba saber que su hermano estaba bien acompañado, porque ella no era la mejor compañía que él podía tener debido a su condición depresiva.
Joaquín salía muchas veces con Fabricio, ellos tenían una fuerte amistad. Sin embargo, Lola no esperaba la escena con la que se encontró al entrar a la cocina.
Nota de la autora: ¡Qué emoción! Lola por fin conversó con alguien en la universidad. Sin embargo, hay algo que me hace ruido, ¿a ustedes no? Aquí va mi pregunta, ¿qué creen que encontró Lola al entrar en la cocina? Creo que tendrán que seguir leyendo.
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