1. El mejor error


Seis meses después del acontesimiento.

Lola se encontraba esperando su café latte con crema y caramelo en la fila de La Cafetería de Lalo. Era el mismo café de todos los días, pero sentía que ese día en especial iba a necesitarlo más que nunca.

La noche anterior se había dormido tarde puesto a que había estado pensando en lo mucho que cambió su vida desde la muerte de su madre.

A raíz de esto no podía dormir bien, menos las noches previas a sus clases en la universidad. Su padre les había contado a ella y a su hermano menor que su madre había muerto en un confuso accidente de tránsito.

La extrañaba mucho, sentía que vivir sin ella cada vez era tarea más difícil. Sus ojos color café estaban siempre hinchados, puesto a que se pasaba noches enteras llorando porque su vida no era igual desde aquel trágico acontecimiento.

El hecho de casi acabar con su vida un semestre atrás, no hacía sino confirmar la desesperación en la que se encontraba. Aún continuaba yendo a terapia, solo que lo hacía a escondidas de su padre, quién considereaba que su hija estaba mentalmente sana.

Desde entonces había ido a terapia, pero no había sido suficiente para aliviar aquel inmenso dolor. Lola sabía que de ninguna manera iba a estar mejor, al menos así lo creía,

Lo que empeoraba su siatuación era que esa mañana tendría dos horas de teoría de las organizaciones, una de marketing y una de contabilidad. Todas esas asignaturas le aburrían terriblemente. No se parecían en nada a lo que ella en realidad quería estudiar.

Apartó un mechón de su largo cabello castaño  castaño. Siempre lo llevaba suelto, no le gustaba sujetarlo muy seguido. Llevaba unos jeans rosa chillón, una blusa blanca sin mangas y un abrigo de jean azul. Estaba usando los zapatos de cuero acordonados que habían sido de su madre. Tenía suerte de que ella también tenía un famoso <<pie de princesa>> debido a su pequeño tamaño.

Entonces vio que preparaban el café que ella había pedido, ¡por fin su mañana mejoraba! Podía sentir el aroma a café tostado mezclarse con el caramelo. Sabía que estaba por comenzar el momento más feliz del día cuando podía disfrutar de un vaso de café de su cafetería favorita del campus.

El café le ayudaba a pensar con claridad, le daba una razón para no darse por vencida. A veces lo bebía sentada en la barra de madera que se encontraba en el exterior de la tienda, otras se sentaba en un banco del comedor y otras solamente se lo llevaba a su salón de clase para beberlo mientras intentaba prestar atención a sus aburridas clases.

Como no tenía amigos en la universidad, disfrutaba de su propia compañía. Era mejor de esa manera, porque así, su padre no los alejaría. 

Y no eran devaríos suyos, Lola lo sabía por experiencia. Así había hecho con sus amigas de la escuela, por eso no había participado en el viaje de graduación. Ella quería ir, pero no si iba a estar sola. 

Cuando comenzó la universidad, ya estaba resignada a pasar tiempo con ella misma, parecía que ya no había tneido suficinete con la muerte de su madre y la gran cantidad de tiempo que pasaba en soledad. No le gustaba estarlo, pero no había tenido otra alternativa desde el primer momento.

Contuvo las lágrimas, no podía permitirse llorar en público. Entonces, su mañana mejoró en definitiva.

- ¡Un latte de caramelo con un shot extra para Leila! - dijo una joven sosteniendo un vaso de café humeante en la mano. 

Era justo lo que Lola había pedido. Solamente que era el nombre equivocado.

Tal vez se trataba de una joven que había ordenado la misma bebida. Ella le había dicho claramente al trabajdor que su nombre era Lola. Esperó a que la chica se acercara a retirar su café. Nadie lo tomó, lo que a Lola le hizo suponer que se trataba del suyo, solamente que con un error en su nombre.

- ¡Leila! - gritó con voz profunda un joven castaño de ojos verdes, que llamó poderosamente su atención, mientras miraba a Lola - Tu café se enfría. ¿Vas a llevártelo o no?

- ¿Me hablas a mí? - le preguntó Lola algo confundida.

- Es lo que ordenaste, Leila.

- ¡Pero mi nombre es Lola!

- No es lo que está escrito aquí.

- ¿Podrías cambiarlo?

- Es que tengo trabajo.

- No va a llevarte mucho tiempo - Lola habría hecho cualquier cosa con tal de seguir observandolo.

No podía quitar la mirada de su marcada mandíbula o sus carnosos labios. ¡Cómo le gustaría probarlos! Además parecía estar en muy buena forma. Su cabello rizado le llamó poderosamente la atención, además de sus ojos verdes.

El cuello del uniforme que llevaban los trabajadores de La Cafetería de Lalo dejaba entrever una fina cadena de oro, que ella supuso que llevaba un dije de algún tipo. Tal vez se la había regalado alguien que él apreciaba mucho. 

Se preguntó por qué le interesaba tanto aquel joven. Se lamió los labios.

- No puedo hacerlo, me estarías quitando horas de trabajo.

- Solo hay dos personas esperando sus pedidos, además hay muchos otros trabajadores aquí - se preguntó por qué estaba siendo tan molestamente insistente. Ella no solía ser así, aunque había algo en él que le impedía dejarlo ir con facilidad.

- De acuerdo - cedió mientras tomaba un marcador. Lola disimuló un suspiro de alivio fingiendo que en realidad estaba muy cansada, cubriéndose la boca con la mano al bostezar.

- Ya que estamos hablando de nombres. ¿Cómo es el tuyo?

- Martín. ¿Necesitas algo más?

- No, gracias por todo.

Luego, Lola regresó a su salón de clase. En lugar de prestar atención a la profesora, comenzó a divagar. Siempre lo hacía, era la mejor forma de matar el tiempo, ya que ella jamás había querido eso en primer lugar.

Comenzó a pensar en cómo había acabado estudiando gestión de empresa, y lo que le resultaba más extraño, por qué estaba cursando el último semestre de la carrera si ella no estaba interesada. Lola siempre había querido estudiar artes visuales, pero su padre quería que su hija mayor se encargara de su compañía cuando él ya no estuviera.

Ella había intentado convencerlo de que podría hacerlo, aunque ella eligiera estudiar otra cosa. Su padre jamás la escuchó y un buen día, Lola se encontró en un aula rodeada de desconocidos mientras escuchaba a un profesor hablar de temas que le resultaban aburridísimos.

También le había propuesto tomarse un tiempo para decir qué era lo que realmente quería, si se trataba de artes visuales o, efectivamente, gestión de empresa. Por supuesto que no dio el resultado que esperaba.

Cada vez que Lola le planteaba esa posibilidad, su padre se enfadaba más que de costumbre. Lola no le tenía miedo, pero la alarmaba que se desquitara pateando los muebles o rompiendo cosas. Incluso algunas veces regañaba a Joaquín, el hermano menor de Lola.

Estos eran los pensamientos que inundaban su cabeza todos los días de manera constante. Lola quería salir de su cabeza, tomarse un descanso para detener por un tiempo aquellos pensamientos.

Aunque, esta vez, uno nuevo llegó para instalarse allí. No podía dejar de pensar en Martín. No sabía cómo, pero él se había vuelto un pensamiento recurrente que le gustaba tener. Tenía que conseguir su número, quería salir con él.

Quería volver a verlo. Pensó en regresar al otro día a la tienda de café.

- ¡No puedo recordar cómo hacer este ejercicio! ¿Qué se supone que es el análisis FODA? - decía una chica junto a Lola.

- ¿Necesitas ayuda? - se ofreció la joven.

- ¡Sí, por favor! ¿Cuál es tu nombre?

- Me llamo Lola. ¿Y tú?

- Juana. ¿Qué es el análisis FODA?

- Se trata de un análisis del mercado en el cual debes evaluar las fortalezas, objetivos, debilidades y amenazas de tu compañía. Esto es fundamental para que no gane la competencia.

- ¡Muchas gracias! Relamente me has ayudado, Lola. ¿Me prestas tus resúmenes para el examen parcial?

- Es que mi letra parece chino.

- ¡No te preocupes! Yo tembién escribo con jeroglíficos! ¿Me dejas ver?

Lola le mostró sus apuntes. Justo entonces, el profesor tomó lista. 

Lola estaba esperando con muchas ansias el momento de regresar a su hogar. Quería regresar a su casa para poder terminar el cuadro que había empezado antes de salir para tomar el autobús que usualmente la llevaba a la universidad.

Joaquín: Ten cuidado con papá. Está implacable hoy.

Su hermano la tomó desprevenida, se encontraba sentada en el autobús de camino a su casa. Se preguntó por qué su padre estaría regañandolo en esa ocasión. 

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