Capítulo 5: Travesía
Igual que una mancha en medio de la nada o como la neblina en medio del día asomándose por cada rincón. Bellua tomaba cada parte de Saint Mirange, el picor causado por la neblina que cubría la ciudad se acrecentaba en la garganta de las personas. Los intoxicaba, quemaba y dejaban jadeantes ante la dolorosa sensación que los consumía. Luego de ello, convertidos en menos que nada, se volvían cenizas que la tal niebla oscura aceptaba gustosa. Los adnaratium, libres al fin, terminaron de crear el caos. De sus bocas emergían gases venenosos que asesinaban lentamente a los saukeiss, otros por el contrario, corrían detrás de los hombres como si de un animal se tratase. El puerto de la ciudad estaba en las ruinas, a la merced de las bestias gobernadas por Bellua.
Mucho cayeron con desesperación. Los que lograron escapar tenían el temor corriendo por sus cuerpos, horrorizados, se tomaban de los brazos y movían como lunáticos ante el miedo que les había producido ver tal espectro. Cada hombre que había dado noticia a las autoridades lo sabía. No saldrían librados de ello.
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Kad tomó en manos un arco de color plateado con una línea azul que lo rodeaba. Las inscripciones de las palabras de los vaennsys talladas en ellas había sido lo primero que había visto cuando, después de una devastadora presentación, les dieron la oportunidad de tomar un arma de su preferencia. No sabía usarla, no tenía ni idea de lo que era usar un arma como aquella, pero le gustaba, y tan solo por ese hecho la quería como suya. Sin embargo, tal como los ssaimans habían hecho saber al entrar en aquel recinto, donde aves canturreaban cada vez que sobre volaban —a una velocidad atroz—, debían ganárselos.
Para ella aquel lugar era por mucho impresionante. El techo estaba hecho de cristales donde las luces azuladas, a la intemperie, iluminaban el gran salón ovalado que tenía inscripciones en todas las paredes que la rodeaban. Algunos carteles de un color vino con palabras que ella en su vida había leído: Asaymitnolen[1]. Aquello era demasiado para procesar en tan solo tres días. El suelo se componía de tres círculos, cada uno de un color distinto, el exterior era amarillo, igual que el oro, en él podía ver algunas frases, pero nada de su compresión. El del medio era plateado, dibujos de lo que parecían animales se representaban en ella, de forma arcaica, parecían caminar alrededor del círculo. El último, era azul con un rojizo muy oscuro. Solo tenía una figura en su interior: un remolino con la letra “C” y lianas tomándolo, como si fuera suyo.
La voz de uno de los sacerdotes resonó en el lugar. Cubierto de pies a cabeza con un cinturón dorado amarrado a su cintura y un albornoz que apenas dejaba ver sus labios; se encontraba en lo que parecía un mirador, se sostuvo del barandal, uno que antes no había visto Kad, ni siquiera el balconcillo. Las columnas del barandal tenían la forma de guerreros miniaturas, con los ojos abiertos al horizonte, pero con diferencia de los que ella había visto antes, estos no tenían los ojos azules, eran todos del mismo color blanquecino. El ssaiman esperó a que todos callasen, en total eran quince chicos de edades similares a ella, de los que no conocía absolutamente nada; salvo que para ellos, ella no debía estar allí.
—Mi nombre Ter Gollen y tengo el honor de inaugurar esta nueva jornada. Sabrán que ser un vaennsy y tener sus dones tiene un precio que debe ser pagado con su trabajo y lucha —su voz resonaba en el salón de forma en que fuera tan imponente como el rugido de Rosh—. Serán entrenados, medidos, lastimados e incluso desterrados de este lugar y todo dependerá de su valor. Sé que muchos lo tienen y que otros los adquirirán —esbozó conciliador—. Deberán aprender todo lo necesario, su gracia será mostrada ante los ssaimans de Velurem y, siendo aceptados, sus dones serán despertados. —el rugir de los presentes secundó a las palabras del sacerdote. Agradecían ello—. Quiero que recuerden que ustedes son un don, no lo otorgamos, como muchos de sus familiares cercanos habrán comentado, nosotros nos encargaremos de despertarlos. Empecemos.
Tal como había aclarado Ter, la jornada de entrenamiento había empezado. Luego de sus palabras, otro de los sacerdotes presentó a quien sería su entrenador, un hombre de tez morena, fornido con una camisa sin mangas, estaba forrado en un cuero negro con líneas verdes que llegaban a sus hombros. Un cinturón pasaba por su pecho y otro se anclaba su cintura, donde mantenía una espada bastarda. En su muslo se divisaba un compartimiento especial para una daga.
El hombre se cruzó de brazos observando a quienes serían sus pupilos, pues todo el entrenamiento correría a manos de él. Detalló los rostros de los quince chicos, algunos parecían compungidos, otros lucían seguro de su estancia en el lugar y otros más con el miedo en sus tobillos. En Kad, por supuesto, pasaba esto último, no sabía nada de aquel lugar y nada de lo que podría ser un entrenamiento. Se frotaba las manos con esmero de manera en que pareciera, tuviera frío.
Cuando el entrenador pidió un voluntario, entre todos se vieron a la cara, nadie quería ser participe, mucho menos sin saber para qué. Uno de ellos, en cambio, destrozó aquella línea de pensamiento dando un paso adelante. Sus cabellos plateados eran largos en relación al resto, llegaban a su cuello aunque él lo ataba en una coleta. Sus ojos rojizos mostraban una mirada sagaz en él, aún más su media sonrisa.
—Les daré una visual de lo que aprenderán. Todos y cada uno de ustedes serán capaces de lo que yo haga en esta demostración —aclaró—. Si temen, deben prepararse para temer el resto de sus días.
Hizo señas para que el chico se colocase frente a él. En posición, le propuso que hiciera lo mismo que él.
—Atácame.
El chico frunció el ceño. Era una orden y por tanto debía hacerlo, pero temía y era normal que lo hiciera, pues como el resto de los presentes, él no sabía nada de combate cuerpo a cuerpo. Sin dar marcha atrás, lanzó un puño que quedó en el aire, el hombre lo esquivó, tomó su brazo, y halándolo, lo llevó al suelo. Hacer otra cosa estaba demás, su postura y fuerza eran mínimas por lo que el propinar un golpe no era necesario.
—Muy rápido, pero visible —comentó. El chico se levantó observando al hombre—. Yo seré quien los entrene, por cierto, me llamo Nanbo, ustedes me dirán entrenador Nanbo —comentó. Uno de los chicos soltó una risilla que Nanbo captó—. El próximo en probar eres tú —lo señaló. El chico era pequeño, de complexión menuda y ojos grises, tenía un rostro juvenil por lo que podía tener alrededor de trece años. Tragó con fuerza y sus ojos se desorbitaron.
Otro de los presentes era una chica de perfil fino, sus labios eran levemente gruesos y su nariz un poco perfilada, su mirada era dulce y amena y sus ojos de tono dorado. Alzó la mano más con miedo que con timidez. Nanbo hizo señas con su mentón dándole la palabra a la chica.
— ¿No es de aquí? ¿Verdad?
— ¿Importa? —el resto de los chicos murmuraban.
—Generalmente no recibimos personas de otras regiones, como ella —lanzó el chico de las risas. El hombre pasó su vista de aquel niño a Kad. Había notado por qué la señalaron, a diferencia del resto, ella conservaba sus cabellos castaños.
— ¿De dónde eres? —Kad dudó por un segundo, hasta que pudo responder.
—Saint Mirange.
—Desde ahora responde: Terram. Saint Mirange, no existe, no lo conocemos y el lugar del que provienes se llama así —aclaró el hombre.
— ¿De dónde es usted? —preguntó curiosa.
—Vakanil. Vengo del fuego, niña.
Se lanzó sobre la cama con las manos extendidas y el corazón latiendo tan fuerte que pudiera salirse en cualquier instante. Su primer día no fue fácil y así como ese, Nanbo se había encargado de recordarles que los siguientes serían igual. Respiró hondo, acompasó su respiración tal como el entrenador les había aconsejado, haciéndolo varías veces notó la diferencia. Podía sentir que el ritmo minimizaba.
Después de tan brutal entrenamiento, en que le tocó saltar, correr, hacer cuclillas y volar por los aires —sí, volar— tenía el nombre de Dreon Vanet clavado en su frente. Empezaba a odiarlo por no haberle dicho todo lo que sucedería. Ella no sabía de un entrenamiento, él dijo que sería una aventura. Bueno, algo parecido a ello. Tomó la almohada y se tapó con ella para luego gritar por su idiotez.
Elyn, como se llamaba la chica de ojos dorados, se quedó pasmada viendo la escena. Sentada frente a ella, esperó a que Kad se levantase. Hecho esto, no pudo evitar sentir vergüenza. Aquella no dijo nada, solo se rio por un segundo rememorando la escena.
—Tranquila, yo también quiero gritar —exclamó acomodándose en su cama.
A Kad le tocaba compartir habitación con uno de los quince chicos que en el salón se encontraban. Impuesto por los ssaimans, empezaba a agradecer que le hubiera tocado con aquella chica, pues había otras más de las que no deseaba compartir ni el agua.
—¿Te dijeron que sería así?
—No —respondió rápidamente. Tenía la vista fijada en el techo, uno donde las estrellas se divisaban como si estuvieran al aire libre y, a pesar de ello, se encontraba iluminado por pequeños faros dispuestos estratégicamente en la habitación. Era como sí, una parte del lugar se iluminase, y la otra —la parte superior—, se oscureciera—. Los gasin no suelen decir qué haremos. Cuando a mamá le tocó, me contó que tuvo que pasar una semana en las ruinas. Siempre es distinto.
—Prefiero pasar una semana en las ruinas —exclamó Kad lanzándose nuevamente contra el colchón.
—Yo prefiero esto —respondió Elyn con tristeza—. Las ruinas no son un lugar al que quisiera ir. —una punzada de culpa se produjo en el estómago de Kad. Hizo una mueca pensando en lo que había visto, no debía ser fácil.
—Lo lamento.
—No importa. Pasó hace mucho tiempo —murmuró— y no estuve allí —Kad estuvo de acuerdo con ello, más no en que no importase, si así fuese ella no tendría esa voz.
Se levantó nuevamente pero con más fuerza. Acercándose a la chica, la convidó a ir por la cena, ella aceptó.
La sala principal era tan amplia como el salón de entrenamiento, la diferencia cabía en que estaban literalmente al aire libre y el suelo se componía de césped y adoquines de piedra grisácea. En el centro, una fuente con la forma de una mujer se movía por cada vaennsy que se acercaba. Era completamente disparatado ver aquello, pues la fémina era una estatua que adquiría movimiento cuando alguien estaba cerca. Con movimientos gráciles, la figura dejaba caer en el platillo los alimentos de las personas. Su rostro se torció ante lo que veía, completamente fuera del mundo, no podía creerlo. Se frotó los ojos y la imagen seguía igual para luego detenerse en seco. Elyn la tomó del brazo haciéndola caminar a su lado.
—Es de locos —resopló
—Sí, pero es increíble.
—¡Se mueve sola! —chistó Kad aun anonadada. Tal actitud profirió una carcajada en su compañera.
—Aquí muchas cosas se mueven solas, Kad, ¿no habías entrado antes? —posó sus ojos en la chica. Tenía sus grandes ojos dorados observándola inquisitoriamente, Kad bajó la cabeza y se alejó— ¡Eh! ¿Qué pasa?
—En el tiempo que llevo aquí no recorrí el lugar —murmuró acercándose a la figura.
— ¿Es por Rami? —Fijó a su compañera para luego asentir— Vamos, Kad, ella no debe por qué preocuparte, solo esta zafada —exclamó haciendo señas de locura. Ambas rieron ante la ocurrencia.
—Pero tiene razón, seré la primera en salir —afirmó. Elyn le dio varias palmaditas aun sonriente.
—No quieras quitarle el puesto a Loton, él lo tiene bien merecido —burló.
Luego de que la figura de Nanalen les diera su porción de alimento, buscaron un puesto disponible. Las mesas eran circulares y grandes, tanto como para colocar a veinte personas en el mismo puesto. Su pata, la central y única era muy afilada pero no tocaba el suelo, de igual manera sucedía con los banquillos. Kad y Elyn decidieron tomar puesto al lado de Thoren y Jas. El primero, era el chico de los ojos rojizos que tuvo el des fortunio de probarse en la visual del entrenador. El segundo, era uno de los mayores en el grupo de quince, de ojos negros como la oscuridad, tenía las cejas muy pobladas. Era un poco serio a menos de que le diesen un tema de conversación en el que realmente era el mejor: Danures del Velurem. Los danures, son animales con largas alas flexibles, su cuerpo es uno solo y no tiene pata alguna. De su rostro emergen finas orejas capaces de llegar a ser tan largas como sus alas y generalmente son de tono azul marino. Jas, había crecido con aquellos animales como mascota, por lo que verlos rodear la cúpula donde ellos estaban viviendo realmente lo emocionaba.
—Tenemos algo planeado —dice Thoren llevándose un pedazo de comida a la boca.
— ¿Qué?
—Iremos a la ciudad —Elyn se ahogó en su propia comida tratando de digerir lo que ellos habían dicho, por otro lado Kad no tenía ni idea de lo anormal que sería eso, pues la proposición había resonado en su cabeza. Quería conocer la ciudad.
— ¡No podemos!
— ¿Por qué no? —inquirió Kad.
—Sí, Elyn ¿Por qué no?
—Tú, no quieras pasarte de listo —señaló a Thoren— y tú no lo sigas. Kad, si estamos encerrados a aquí es porque esto es… —bufó sin poder explicar. Kad se recostó de la silla cruzada de brazos.
—Una vez dentro de la cúpula de los ssaimans no podemos salir, solo cuando sea el día final —comentó Jas entretenido con una baratija que correteaba por toda la mesa con las manos alzadas al aire y claro miedo en su cabecita de maniquí.
Ella resopló, realmente quería salir. No había pasado años dentro de aquel lugar, pero no podía ocultar su curiosidad. Al llegar a Caelum no pudo ver más nada que la zona comercial y, según las anécdotas de Elyn, había otros lugares que debería visitar. En ese momento Elyn sintió una punzada en su mente por haber creado ideas en Kad, ahora que alguien más estaba interesado en ir a la ciudad, ella deseaba acompañar.
Kad sellaba las cortinas, una bonita luna con estrellas a su alrededor se notaba. Eran tantas que parecía que no había anochecido en realidad, pero para los efectos, los sacerdotes pedían que a cierta hora las ventanas fueran cerradas igual que las puertas. Decían que el descanso era necesario, sobre todo si son jóvenes —aunque ellos no lo entiendan—. Luego de ello, se lanzó en la cama con las manos sobre su abdomen y pensando muy bien la posibilidad de ir a la ciudad. La cúpula no parecía ser arduamente protegida, de hecho, todos los sacerdotes dormían a la hora en que el cielo oscurecía, nadie podía entender eso. Tenían una buena opción de salir si así lo quisieran.
—Lo estás pensando, ¿no? —murmuró Elyn. Estaba acostada con los ojos cerrados.
— ¿Tanto se nota? —preguntó encogiéndose de hombros.
—Creo que lo destilas —lanzó. Luego de una leve pausa en que Kad no sabía si su compañera se había dormido o estaba esperando a que ella dijese algo, continuó—. Está bien. Lo haremos
— ¿Es en serio? —preguntó Kad emocionada.
—Claro, yo conozco la ciudad como si la hubiera construido —burló.
—Me alegra que te nos unas —Elyn abrió los ojos de par en par. Notó como la chica se deshacía de las mantas y pijama para ponerse unos pantalones blancos, una blusa larga de mangas, que se anudaba en la cintura, posteriormente sacó un cinturón azul y luego de anudarlo como le había enseñado Elyn, la observó— ¿Qué estas esperando?
Cuatro fugaces sombras recorrían el pasillo principal, la única iluminación eran velas que se encendían y apagaban por cuanto aquellos cruzaban. Thoren, al frente de la expedición, tenía la laboriosa tarea de dar aviso para que el resto pasara y nadie los notara. Cuando estuvieran en el punto clave, Jas actuaría, de todos los chicos en el entrenamiento él era el único que había despertado su don. Lo usarían para crear visiones borrosas a través del aire en los guardias que se mantenían fuera de la cúpula.
Pasado un cordón de seguridad donde una gran lamina translucida parecida a una burbuja se mantenía, estuvieron muy cerca de las puertas de salida. En ese momento, Jas, esbozó varias palabras ininteligibles para Kad, pero sea lo que sea, creó confusión en los guardias, empezaron a mirarse unos a otros con particular extrañeza. Después, como un acto coordinado, se tomaron de la cabeza y cayeron sobre sus rodillas. Alzaban las manos al horizonte de manera en que no parecían ver nada.
Thoren instruyó a las chicas para que pasaran primero, era el momento crucial para ellas, pues al ser menudas y la visión de los guardias borrosas sería más fácil sacarlas. Siendo así, Kad corrió el camino con las piernas flexionadas y la espalda gacha, a pesar de que solo los guardias vigilaban aquella zona, no tenían idea si, en lo alto de la cúpula, habían más.
Una vez recorrido el camino, llegaron hasta un muro que era el linde de aquel recinto y el inicio de la plazoleta. Se acuclillaron detrás del muro a la espera de los chicos. Kad veía la plazoleta con una sonrisa entre labios, observó a la chica al lado que más que alegre parecía enfadada. La señaló con el claro intento de regañarle, pero su respiración era tal que le impedía hablar. Bajó la mano y fijó su vista en Thoren y Jas, estaban ocultos tras el marco de la entrada por lo que no podía verlos muy bien, a excepción de los ojos de Thoren, aquel rojizo brillaba con la luz del cielo.
—Allí vienen —confirmó Elyn.
Kad observó al par. Corrían con la velocidad y el cuidado que podían, pronto alcanzaron la mitad de la salida, sin embargo una luz alcanzó a dar con el cuerpo de Jas, este se inmutó. Se quedó en el lugar cual estatua de fuente. Thoren, que estaba a unos centímetros lejos de él, giró a verlo y luego a la luz. Guardias yacían en los aires señalándolos. El miedo embargaba sus cuerpos así como a Kad. Estaba aferrada al muro observando a aquellos dos que no sabían qué hacer ni para donde correr. Petrificada y con el corazón acelerado, no imaginaba que sucedería si fuera atrapada, tampoco deseaba imaginarlo.
Elyn, absorbiendo un poco de su miedo para dejarlo fuera de base, tomó en brazos a Kad. Ella se rehusaba, de hecho su cuerpo estaba rígido.
—Vamos, Kad —pidió Elyn—. Debemos seguir.
Kad la observó, tenía pánico y estaba por mucho asustada, luego de un momento notó que habían pasado inadvertidas por los guardias, aunque Thoren y Jas seguían del otro lado. Se levantó del suelo aspirando todo el aire que sus pulmones podían contener, gritó:
— ¡Corran!
El par de chicos fijaron su vista en aquellas dos, quienes luego de verlos empezaron una travesía hacia la ciudad. Tanto Jas como Thoren se observaron por un momento. Los guardias, avisados por Kad, se acercaron con velocidad al par. Sin embargo, la carrera había empezado, Jas tomó del brazo a Thoren y volaron fuera de las inmediaciones de la cúpula. Un grito austero pero alegre emanaba de las cuerdas de Thoren. Viendo desde el aire lo que quedaba de la plazoleta, divisó a los menudos cuerpos de Kad y Elyn fundirse con las edificaciones de la ciudad.
El camino hacia el centro de la ciudad se hacía cada vez más amplio, seguida por Elyn, Kad daba pasos por un callejón. Era la mejor manera de no estar a la vista de los guardias, además, llegado al punto en que su compañera decía la ciudad estaría más viva que nunca, podrían perder por completo a los guardias. Hacían aquel recorrido con la esperanza de que sus compañeros pensaran igual. Los vieron viajando por el aire, aún más escucharon el grito de Thoren, no pudieron evitar reírse de aquello y continuar.
El callejón, oscuro y sombrío, se abría a una calle donde la luz adornaba edificios. Los vaennsys caminaban de un lado a otro, reían y sonreían, era una vida distinta a la que Kad en tan solo pocos días había visto. Tal parecía que celebraban algo, pero su compañera no dio detalles de ello. Las esferas de luz en lo alto del cielo habían sido apagadas, ahora solo las estrellas iluminaban el lugar con fulgor, y era tal que lucía como si nunca se hubiera apagado las luces.
Transitaron por las calles admirando en lugar. Kad veía a las personas con esmero, era algo nuevo para ella por lo que deseaba tener todo tipo de imágenes. También le hubiera gustado la compañía de Rosh, pero al ser tan grande sería muy difícil no saber su ubicación. Desde el día en que había llegado se había separado de él, el cuadrúpedo estaba pasando sus días en una residencia ideal para los animales de la cúpula.
Las calles las llevó a una nueva plaza donde el suelo se vestía de agua, las personas en el lugar se quitaban los zapatos para entrar y sentarse en los banquillos que estaban dispuestos alrededor de la figura de una chica. Era la primera que veía, su cabeza se cubría por un albornoz y su nariz por un pañuelo, en su mano un arco con una flecha apuntaban a un lugar: El recinto de la Soberana. Kad contempló la distancia que había entre tal figura y aquel lugar, era bastante largo, debía hacer un recorrido de al menos varios kilómetros, sin embargo al final se podía ver la punta de la edificación sobresalir así como sus torres.
—¿Quién es? —su compañera tomó asiento a los pies de la figura. Al escucharla preguntar, observó la silueta con una leve sonrisa.
—Es Evy —contestó—. Ella es una Levianam —murmuró para luego ver el rostro de incomprensión en Kad—. Por supuesto los saukeiss no saben nada —se mofó. Kad arrugó el rostro en evidente molestia, se sentó a su lado suspirando.
—Puedes decirme. Vas a tener la maravillosa oportunidad de instruirme —dijo burlona.
—Claro —burló—. Las levianam fueron unas de las primeras en pisar nuestro mundo. Vivian como nosotros en los aires, por eso se dice que somos descendientes de esa raza, además guardamos ciertas costumbres que ellos mantenían y hacían. Vestimos de blanco y nuestros cabellos son plateados, debemos ser sus parientes —comentó.
—¿Y ella?
—Es una de las más asombrosas guerreras que pudo haber nacido —exclamó expectante—. Las levianam no eran muy bien vistas por los hombres de Gaia, de hecho no se llevaban muy bien, a pesar que recibieron ayuda de ellos. Había un conflicto de intereses y verdades entre ambas naciones. Sin embargo, eso le importaba poco a Kaely, la Suprema de Levisam. Cuando supo que Gaia corría peligro, que sus pueblos y sus diosas serian destruidas por los Avantes, hizo lo impensable. Envió a Evy, su hija, en búsqueda de la salvación de los hombres: Dromades. Bien, pues aunque así se presentaron las cosas, para Evy no fue fácil. Dromades no es cualquier cosa y justo cuando fue por ella resulta que no estaba. Es allí cuando aparecen tus antecesores, Kad. Nathan y Noah Mirgnan. Es una bonita historia, pero no sabemos mucho de ella, no sabemos cómo finalizó ni que pasó en realidad, todas son suposiciones —finalizó.
La historia parecía fantástica a oídos de Kad. No entendía cómo no sabía de aquello, tampoco es que creyera en que tuviera antecesores, pero el saber que venía de algún lugar, sin duda alguna, la hacía emocionarse de forma impensada.
—¡Oigan! —escucharon. Thoren corría hacia ellas emocionado, seguidos de un Jas más que todo exhausto— ¡Hora de divertirnos un poco!
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1.- Asaym it nolen: Descubre tu destino.
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