8.

Unos segundos después la Dama Dios, estaba en la tierra con un atuendo mortal. Un vestido de tirantes y su pelo suelto. A su lado: Vergil y Esteban quienes vestían ropa oscura pero suelta. Este último nada contento con el ser que ya habitaba en el vientre de la mujer. fruncía el ceño. Decepcionado tal vez.

—Chicos—, los miró a los dos que cruzaban los brazos—iré por Mina y Daniel. 

—Su majestad, si desea yo la acompaño—Larsa trató de congraciarse con la mujer. 

—No, creo que sea buena idea—, miró las escaleras del hotel, para después dirigir la mirada a su Esteban—arriba deben de estar Uriel y Miguel.

Cuando iba a dirigirse a las escaleras, Esteban la agarró de la mano para rodear su pequeña cintura y preguntar. 

—¿Qué carajos hiciste?

—Ya lo sabrás, querido —besando su mejilla, en la parte que aún no se había curado —, lamento mucho que el Karma te diera tan fuerte. 

Esteban tragó en seco, su manzana de Adán moviéndose de arriba a abajo en su garganta mientras intentaba morderse la lengua cuando la puerta de la habitación donde Mina y Daniel los esperaban, se abrió y unos ojos grises se posaron sobre el trio. Vergil y James, no la obedecieron siguiéndola. 

Mina miró primero a su cuñado favorito, con varias heridas a medio curar que parecían haber sido bastante profundas, y luego su mirada pasó a su marido para finalmente caer sobre las brillantes esmeraldas de la Dama Dios.

Enojo brotó de su corazón de inmediato y la joven no pudo evitar que el sentimiento se transformara en palabras mordaces que no esperaron un segundo más para brotar de sus labios.

—¿Cómo diablos pudiste ser tan bruja de lastimar tan horriblemente a dos hombres que pondrían el mundo a tus pies si tú lo pidieras? ¿Acaso nunca los amaste? ¿Solo fueron tus juguetes para pasar el rato?

Sophia empuñaba las manos, pues ella era consciente de ese maldito daño. La semi mortal no entendería eran 200 años de estar con ellos, siendo Reina y Señora de ambos y de ambos lugares tambien Sophia. Suspiró dejando el aire  entrar a los pulmones Comprendía que el amor de esos dos era de ella y de nadie más. Vergil se asustó mucho notaba la ira de la Reina. 

—Primero, esos dos son mi vida y fui yo quien les puse el mundo a sus pies—, miró la puerta y toco su vientre protegiendo su nueva semilla—Por la misma razón que tu tomaste las llaves del Infierno y nos tienes aquí ¿no? —giró los pies hacia los demonios y ordenó —saquen a Mina de aquí. No tengo idea que este pasando Dani. 

—¡No! ¡No tienes derecho a sacarme como si fuera tu hija! —replicó Mina y sus ojos grises se tornaron dorados al instante—. No se atrevan a tocarme o la Chispa de Dios les hará daño —advirtió, posando su mirada sobre los dos demonios que acompañaban la diosa.

Sin embargo, Vergil se acercó hasta que sus dedos acariciaron la mejilla de su consorte. Humo comenzó a salir de su piel de inmediato y un tenue olor a carne quemada llegó a la nariz de Mina, pero ella se negó a apartarse. Esa vez su cojonuda esposa no parecía querer ceder como lo había hecho otras veces.

—No seas terca, paloma. Ven conmigo. Dejémoslos a solas por unos minutos —susurró el peliblanco, tratando de soportar el dolor de sentir su piel ser quemada capa por capa—. Esto es un asunto de pareja… bueno, ¿de trio?

Rápidamente Esteban intercedió antes de que Sophia hiciera alguna locura o que Mina siguiera con su terquedad o peor aún que Miguel y Uriel se dieran cuenta que Larsa y él estaban allí.

—Mina, no ha pasado nada, estoy bien  — la voz en calma de James, hizo reaccionar a su Reina tratando de hacer que Mina también reaccionara —, niña, estás dañando a Vergil.

Aquellos ojos dorados se posaron en Sophia nuevamente y el color divino aumentó hasta cubrir todo el cuerpo de la mujer con un fino brillo. A veces ella deseaba que su poder funcionara con todos los seres sobrenaturales no sólo con los nacidos de la oscuridad.

— ¿Me piensas atacar?— preguntó la mujer sintiendo el poder de la Chispa de Dios—, a tu Dios. Recuerda que te puedo quitar esa chispa y convertirte en un ser humano común. ¿Eso no es lo que deseas? — cruzó los brazos terminando de sanar a James, antes de desaparecer en un halo de luz. — Esteban, semper erit.

—Lo sé, mi ángel caído.

Al otro lado de la puerta, un mar de plumas y unas cuantas tarjas en la pared, mostraban un combate, en el que Miguel trataba de estar en el medio, como siempre lo había hecho, fugazmente respiro la mujer en el cuarto, haciendo que Miguel alzara una ceja rubia.

—Hasta que al fin aparece la muchachita —gruñó entre dientes Uriel, aún pegado a la pared por el poder de su hermano mayor.

 —Sueltalos, por favor Miguel  —, sacando sus alas y mirando al único ser que ella amaba en esa habitación, se acercó sintiendo como Daniel se quebraba en pedazo. Sin prestar atención a Uriel —¿Estas bien? —. De inmediato ella se arrodillo quedando en la mirada azul y matadora de su Rey Celestial al no escuchar respuesta. Más que estar lastimado físicamente le había roto el corazón.

¿Que hiciste Sophía? Se regañó ella misma. 

—Solo los tenía así para que no continuaran haciéndose pedazos —explicó Miguel antes de bajar a ambos hombres de las paredes y darles una mirada, advirtiendoles de no recomenzar lo que habían sido obligados a detener.

Uriel fue el primero en darse cuenta del cambio en la mujer divina. Entornando los ojos sobre la espalda de Sophía, caminó hasta detenerse al lado de su hermano y un tic nervioso hizo que el ojo izquierdo le temblara. No podía ser lo que sus sentidos percibían. No. Un ser celestial jamás haría cosa tan horrenda. 

—Yo siempre tuve razón —murmuró mientras su cabello rojo se tornaba en llamas y su mano iba a su espada—. ¡Tú no eres más que la mujerzuela de Satán! —gritó, lanzándose en su contra con intenciones de atravesar su vientre y eliminar al engendro en su interior.

Sophia giró su cuerpo después de tratar de conversar con un inerte ángel guardián, antes de que Uriel la atacara tomando su espada para decir. 

 —Acaso se te olvido, Ira De Dios,que si yo muero tu y los tuyos también—, lo amenazó con su espada, iba a proteger a su hijo aún no nacido con el mismo amor ferrio que adoraba a sus dos estrellas —traeré al Anticristo. 

Los ojos de Miguel se agrandaron ante aquellas palabras y su corazón se aceleró. La indecisión lo hizo su presa por primera vez en eones, congelando su cuerpo. ¿Cómo era posible que Dios cometiera semejante pecado? No solo había ensuciado su cuerpo con el Enemigo sino que pretendía traer al mundo a una criatura que causaría la muerte de miles en la Tierra. 

—Yo no pienso matarte, bruja, solo al engendro que cargas —sentenció Uriel, retomando su ataque. Así muriera en el intento, haría lo posible por destruir esa pequeña maldad. 

La mujer protegió al ser que crecía en ella, antes de hablar con superioridad, no podía dejar las cosas así con el padre de esa dimensión, elevando otra vez a Uriel con su mente. 

 —Miguel —cerró los ojos tratando de ser lo más explicativa y clara posible—. Se que desconfias de mi, que para ti esto es una abominación, pero tengo un plan. Un plan para deshacernos de Lucifer y la oscuridad del mundo.  

—No te dejes engañar —comenzó el Fuego de Dios, pero se calló cuando el rubio levantó una mano.

Posando sus ojos verdes sobre los de la diosa, el mayor entre los arcángeles asintió levemente, agachando la mirada pues la mujer estaba sin zapatos. De esta manera se veía más pequeña, pues era incómodo hablar ante su padre celestial siendo más alta que él. 

—Te escucho.

La hija de Clariz, suspiró para hablar con la brevedad del caso preocupada por su ángel. Ella conocía a Daniel él y era consciente que la necesitaba de verdad.

 —Él será el Infinitium de esta dimensión. Como yo —miró a Daniel levantarse sorprendido—, el único ser que puede llevar la luz y la oscuridad al mismo tiempo. Tiene parte de mi alma y  por otro lado tendrá lo que una vez fue su padre: “El Lucero del Amanecer” —Observó a Daniel acercarse hasta cierta medida; ya no la abrazaría, ni la tocaría. 

—¿Es por eso que te diste a él? —, preguntó el rey de los Arcángeles y Ángeles antes de que la reina hablara, con la mente en su recuerdo y los azules en el vientre de su Reina. —María Sophia, te proclamaste la Reina de el Infierno y eso no tiene marcha atrás. 

—Sí, fue por eso —La mirada de la mujer le erizó la piel al rey—. Necesito ganarme la confianza de mis enemigos para hacerlo más sencillo —Volvió con rapidez a ver al rubio que esperaba una respuesta a la acusación del Rey—. Me quedaré en el Infierno para poder educar a mi hijo —los ojos de ella expresaban cosas duras—, y tú mi querido Rey —acarició el rostro masculino de su ex esposo, cuando fue sujetada por Daniel para impedir más contacto con ella—, vas a volver con nuestras hijas. 

Además que también adoro al bastardo de Lucifer. Pensó ella, analizando las posibilidades. 

El acompañante masculino celestial la miró fijamente para decir, sintiendo a los demonios en otro sitio cerca de allí. 

—No me voy a ir, necesitas quien te proteja y al infante que tienes ahí —La abrazo cargándola sintiendo su aroma—. Nací para protegerla, su majestad Sophia. 

No me ibas a volver a tocar.  Pensó mucho mas tranquila  con una sonrisa dirigida a la ángel guardián 

Tratare de no acercarme tanto, señora mía. Contestó el ojiazul ya en su forma casi normal. Aún tenía el cabello largo. 

—¡Eres una Maldita zorra! Y el niño que tienes va a destruirnos —exclamó Uriel con su arma en llamas. 

Cuando Uriel la iba a volver con su espada, ella lo paralizó con agua helada, glaciar antes de ordenarle: 

—Si tu sigues, tratando de matar a mi hijo —le acarició la cara, derritiendo con el tacto el rostro del Arcángel. Él gruñó del dolor y la ira—, te juro que lo que te haré no será nada divino —Miró a Miguel para volver con ojos hechos chispa verde al Fuego de Dios—. Te encargaré de su protección. 

Con la respiración agitada y su rostro aún sin poder regenerarse, el pelirrojo llamó lo último de su poder para que lo envolviera. Las llamas se tornaron doradas, formando una esfera que fue creciendo en intensidad y tamaño. Una explosión poderosa estaba por ocurrir.

—Ojalá te mueras con ésta, perra.

—¡No, Uriel! —gritó Miguel con verdadero miedo en sus irises verdes, conjurando su armadura de batalla para protegerse.

De repente y así como era de suponerse Daniel impuso un escudo a su reina, antes  de que la la explosión le causara daño. pero Sophia camino entre las llamas volviéndose  luz blanca, dejando las alas. para transformarse definitivamente en Dios y sin más arrebatarle el aire a Uriel de un solo golpe en el estómago. 

—Matadme —lo inmovilizó, dándole otro golpe y arrastrándolo por el lugar—, a ti nunca te han enseñado cual es tu lugar ¿Verdad? —le pisó la cara—. Responde imbécil.

—Y-yo era el mejor soldado de mi señor, pero tú —aquellos ojos amarillos se convirtieron rojos antes que su dueño gritara en una voz rota por el daño recibido—, tú no te mereces mi lealtad. Tú no eres más que una puta que obtiene sus deseos mediante su cuerpo. ¡Me das asco!

—Tal vez tengas razón, pero te cuento —le alzó la cabeza tirándolo del cabello rojo—, lastimosamente para ti y para mí, soy el Alfa y el Omega… Principio y fin—suspiró observando a Miguel y Daniel, sin respirar con algo de miedo—tranquilo no me quedaré  espera —lo beso en la frente mientras que su mente lo levantaba —. Te dejare un trabajo cuidaras de mi hijo.  

Fuera de la habitación de hotel, Mina se hallaba paseando de un lado para otro como un animal enjaulado bajo la sombra de un enorme roble en una parte solitaria del jardín exterior. Vergil y Esteban estaban sentados en elegantes muebles de metal mientras la mujer echaba humo. No era figurativo, la piel blanca de Mina reflejaba un brillo dorado que se sentía caliente incluso a la distancia que se hallaban los hombres.

—¡No puedo creerlo! No puedo creer que ustedes le permitan que los maltrate de esa manera —murmuró ella entre diente, perfectamente consciente que ambos demonios tenían la capacidad de escuchar sus más leves susurros.

—Cálmate, paloma. No haces nada con enfurecerte de esta manera —dijo su marido con una mirada preocupada. Era la primera vez que la veía tan furiosa y fuera de sí.

—¡NO ME DIGAS QUE ME CALME, VERGIL LARSA! A ti no te importará tu hermano, pero a mí sí.

De inmediato Esteban puso la mirada ella y aclaro algo. 

—Te lo juro, el comportamiento de la diosa. es normal — tocando sus cicatrices nuevas —, de verdad asi era nuestra relación. —se paró para acercarse a su cuñada. —Gracias por preocuparte, pero conozco a mi Señora y se que esta vez será  algo demasiado fuerte que cambiar todo, más que traer el Heredero. Ella traerá el INFINITIUM. 

El color dorado desapareció de inmediato de su piel y sus ojos grises se empañaron con lágrimas antes de acercarse al pelinegro. Tuvo que pararse de puntas para poder envolver el cuello con los brazos, igual que le pasaba con su príncipe demonio, pero terminó halándolo un poco para poder posar un beso sobre la comisura de los labios de su cuñado. Fue emocionante sentir aquella corriente eléctrica bajar por su espalda y revolcar mariposas en su estómago. 

—Yo nunca te lastimaría de esa manera… ni siquiera como parte de un plan maestro celestial —le susurró en el oído y de nuevo sintió esa dulce sensación recorrerla toda.

Aquel susurró hizo que Esteban se atreviera  estrechar a Mina contra su cuerpo, y con otra mano le acarició la boca observando a Vergil pidió consentimiento con la mirada y la beso, aunque fuese algo corto, sabia que habia dejado la intensión de algo más pasional. 

—Lo sé Mina.  

Sintiendo los labios hormiguear y el calor inundar partes que hacía días no recibían su debida atención, la castaña recordó un muy importante detalle: su esposo la estaba observando. Cambiando de todos los colores del arcoíris, Mina se apartó con rapidez de su cuñado y finalmente se sentó. Su cuerpo temblaba con una mezcla de miedo y deseo que la hacía querer hundirse bajo la tierra. Una porque temía la reacción de Vergil y dos porque una parte de ella deseaba mucho más de Esteban que un pequeño beso.

A su lado, Vergil alzó una ceja y sus ojos azul eléctricos se clavaron en ella.

—¿Te gustó el sabor de mi hermano, mi princesa infernal? Si quieres más conmigo no hay problema, solo te advierto que yo no me iré a ningún lado.

¿Él quiere mirar? La mirada de Mina se alzó hacia la de Esteban e inconscientemente se mordió el labio inferior. Hacía días que fantaseaba con la idea de intimar con su cuñado, pero ¿de verdad podría hacerlo con su esposo mirando?

Me parece que lo hemos logrado hermano, sin ni siquiera proponerlo. Esteban escaneó a la joven Mina  

Cualquiera diría que has estado seduciéndola mientras no estaba, respondió el peliblanco con una media sonrisa mental. 

Cuando iba a responder se sintió un temblor de tierra, era sin duda Sophia, ¿quizás estaba peleando con uno de los Arcángeles?

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1- semper erit= siempre te amaré

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