11-b
Cuando Sophía se dio cuenta dónde estaba, miró sus manos enlazadas con un cuero especial y la mayor parte de su cuerpo se encontraba en una tina natural con una cascada detrás de ella lejos de la civilización, para que la mujer no destruyera todo.
-¡Oh querido Demonio! -exclamó derritiendo sus amarres-. No puedes domar a un Dios, recuérdalo. ¿Dónde estás Vergil Larsa? -Comenzó a caminar entre las aguas sintiendo los peces acercarse y hacerle cosquillas, cuando algunos truenos se hicieron escuchar los animales huyeron-. Estimado Vergil -susurró la diosa, observando unos ojos color trueno entre la niebla de la cascada.
-Sabía que no funcionaría por mucho, pero valió la pena tratar -dijo el aludido todavía oculto entre la niebla de la cascada-. No sabes lo excitante que fue verte amarrada aunque fuera por tan poco tiempo.
Sophía escuchó esto y sonrió de una manera picara, moviendo sus manos para disipar la niebla y buscarlo.
-¿Qué te parece si jugamos? -La mujer se desataba el cabello y el vestido se mojaba en las orillas dando frescura a la sofocada Reina-. Nos haremos preguntas y el que no responda perderá -De verdad, la locura de estar a punto de casarse con Lucifer la había contagiado.
-Y cada vez que perdamos nos quitamos una pieza de ropa -añadió él, apareciendo frente a ella, salpicando agua por todos lados, y acomodando un mechón de su cabello tras la oreja antes de acariciarle la mejilla-. ¿Qué opinas?
-Perfecto, subo algo al premio -colocó una mano encima del pecho de aquel modelito-, podrás amarrarme y me portaré como una niña buena -anunció, dando un guiño y alargando la mano izquierda para tocar los labios de Vergil.
-Oye, no se vale tocar la mercancía antes de ganarla -susurró el demonio, tomando la mano de la diosa y posando un suave beso sobre los dedos-. Te cedo la primera pregunta, mi dama celestial.
-Querido trueno azul... -Sonrió al sentir la electricidad en sus dedos-. ¿Por qué tuviste tanta curiosidad al conocerme? ¿Qué viste en la cabeza de mi querido James? -Sujetó sus manos hacía atrás pues deseaba tocarlo, pero habían llegado a un acuerdo; aunque si él no lo rompía, se equivocaría en algunas preguntas para que la tomara.
Los labios del príncipe se curvaron, formando una media sonrisa mientras recordaba el momento que ella mencionaba y comenzaba a desabotonarse su camisa.
-Ese secreto me lo llevaré a la tumba -dijo, negando con la cabeza antes de quitarse la pieza de ropa y dejarla caer sobre las cristalinas aguas donde se encontraban-. Sólo te diré que fue algo hermoso y tierno -Le regaló otra sonrisa que se tornó malvada antes que sus labios se movieran-. Mi turno. ¿Qué tiene Lucifer que no tenga yo?
-Digamos pequeño, -ese sustantivo no iba con él, pero lo usaba para provocarlo-, lo que te revelaré es que él tiene Poder. El día que Lucifer desaparezca, te daré la corona de Rey -Se desató las sandalias de plataforma, de esta manera le tocaría mirar hacia arriba para disfrutar de los ojazos del príncipe-, es una promesa Vergil. Ahora es tu turno.
-No señorita, te saltaste la pregunta para mí o estás planeando perder a propósito -Vergil alzó una ceja y chasqueó la lengua-. Así no es divertido, señorita Dios.
-¡Diablos! -Sonrió jugando con el agua bajo sus pies, mojando un poco a Vergil-. Me descubriste, la verdad no te he probado, por consiguiente no tengo como compararlos, niño trueno -confesó, mordiéndose el labio al ver algunas gotas de agua bajaban por el abdomen bien marcado del demonio.
El príncipe demoníaco gruñó bajo y sus ojos se tornaron de un rojo sangre que titilaban como pequeñas estrellas malvadas. La mujer continuaba provocándolo al decirle niño como si quisiera que le probara su masculinidad, sin embargo, iba a mostrarle más que eso a la pequeña engreída. Quizás unas buenas nalgadas hagan que vea con quién se está metiendo.
Una sonrisa se pintó en el rostro del demonio mientras su aura oscura lo cubría y sombras danzaban a su alrededor. Un minuto poseía su forma humana y, al otro, se hallaba en su verdadera apariencia frente a la reina celestial. Luego, llamas lamieron su piel negra, quemando toda su ropa hasta dejarlo desnudo.
-¿Esto era lo que querías?
La curiosidad humana de Sophía brillaba sin precedencia, añoraba tocarlo, y montarlo sin fijarse en las repercusiones que traería eso después, ya imaginaba el contraste de su Luz con la oscuridad del hijo de su querida Lilith. En definitivo, el joven demonio era un modelito en ambas formas.
-Claro, sabes cuánto he esperado por esto -caminó lenta y curiosamente, hasta llegar a su diestra-, desde que te ví llegando con el Rey de los Pecados a la puerta de los Cielos -habló tratando de aparentar esas ganas de hacerlo con él-, pero si vamos jugar en nuestra verdadera forma, ¿me puedes quitar el vestido? -Le dio la espalda y se pegó bastante, tanto que su trasero tocaba la ansiada virilidad masculina.
-Niña mala, deseando un hombre casado -ronroneó en el oído de ella mientras sus manos con garras se posaban sobre aquellas caderas de avispa-. ¿Acaso eso es correcto para un ser de los Cielos? ¿O pretendes tirar SU libro por la ventana y crear el tuyo propio? -gruñó al final, aferrando la delicada tela del vestido y tirando hasta que el sonido de los desgarres se escuchó sobre ruido de la cascada. Ella ahogó un grito y él respondió rozando sus colmillos sobre el hombro izquierdo mientras terminaba de arrancarle los pedazos de tela restantes del cuerpo, dejándola justo como vino al mundo.
Sentir a Vergil, sus garras y su aliento, la volvían loca, a un más cuando la besó en el hombro; si él seguía torturando su piel le haría pagar por solo retarla.
-Claro que es correcto, soy Dios y pues si me preguntan por el libro creo que se debe modernizar -Estaba tratando de no gemir pues las manos de Vergil la quemaban con su electricidad-. ¿No te parece?
La risa del príncipe se hizo escuchar ante tales afirmaciones. ¿La Reina del Cielo? La mujer entre sus brazos debería tener el título de reina de la tentación, ella debería quitarle el puesto a su padrastro Lucifer; pues, en sus ojos, Sophia era más diabla que ángel, y eso solo hacía que la deseara con más ansias.
Relamiéndose los labios, Vergil hundió sus colmillos en el cuello de la castaña y fue bajando una mano por el pecho de ella hasta llegar al triángulo entre sus piernas. Sus garras jugaron con los suaves rizos por unos momentos, dejándose llevar por los sonidos de su compañera, y luego se abrieron paso entre la abertura femenina para hallar el punto que la hacía retorcerse de lujuria.
Ella gritó de placer al sentir los colmillos en su piel y, para sentirlos más profundamente tanto los dientes cómo las manos, comenzó a restregar sus nalgas mientras rogaba que el niño se acomodara bien y la penetrara ya; encontrando que la electricidad del demonio le fascinaba. Deseaba ver sus ojos pues nunca había visto unos tan sensacionales.
Deseo que pidas por mi Vergil Larsa, que me hagas tuya y que te muevas sin piedad cuando estés dentro.
Su sonrisa se tornó en placer, al sentir el calor y la motivación de las manos de Vergil dentro suyo.
El hijo de Lilith liberó el cuello de su víctima, relamiendo la sangre de sus labios mientras retiraba los dedos que aún torturaban el clítoris de la pequeña reina. Negando con la cabeza ante las protestas de la mujer, la sostuvo de una de sus muñecas y la llevó consigo hasta la orilla del estanque donde se hallaba una roca grande y lisa. Sin darle tiempo a protestar, se acomodó a sus espaldas y puso una mano en su espalda para obligarla a recostar su pecho sobre la roca.
-Separa tus piernas, Sophia. Voy a darte lo que anhelas -le susurró al oído luego de inclinarse sobre ella.
Sin chistar la mujer abrió las piernas y habló con una sonrisa.
-Vamos a ver de lo que es capaz el hijo de Hades -lo retó ella, dando una carcajada al escuchar el gruñido de su amante-. No me tengas piedad.
-Tenlo por seguro que no la tendré, no después que me recordaste a mi cabrón progenitor -murmuró entre dientes, agarrando su cabello y jalándole la cabeza hacia atrás mientras la penetraba con una fuerte embestida. Las paredes de ella se contorcionaron a su alrededor, logrado que un gemido bajo escapara de su garganta y le hundiera las garras de su otra mano en la cadera, hilillos de sangre brotaron a la superficie con la acción.
La mujer gritó de nuevo, sin antes decir:
-Hazlo antes que te tome la delantera -sus manos presionaban la roca creando un agujero en ella-. Yo tengo un cabron hebreo por padre, así que te entiendo perfectamente.
Moviendo las caderas sin percatarse de su sangre por la piedra, ambos se daban duro sin limitaciones; estaban en éxtasis total y sin ni siquiera llegar al orgasmo.
-Dejame montarte, por favor -susurro Sophía al levantarse cuando sintió sudor por su frente-, mí trueno -Su clítoris dolía y se moría por ver sus ojos. Ese muchacho la dejaría sin sangre, a pensar de esto no le sorprendió.
-No -gruñó él y le soltó el cabello para darle una nalgada que le dejó marcada la piel e hizo eco alrededor de la cascada-. Quiero... no, necesito sentirte venir en esta posición. Luego y solo luego me rendiré a tus deseos. Mientras, usaré toda mi fuerza para tenerte como quiero -anunció antes de aumentar la velocidad y profundidad de sus estocadas.
-Eres un maldito, querido Larsa, pero me encanta -gritó la diosa, mordiendo su labio y percibiendo que en algunos minutos llegaría a su ansiado final-. Dame con todo lo que tengas, niño -giró su rostro para darle un guiño y una sonrisa saciante.
Un siseo de gato emergió del príncipe al escucharla llamarlo niño de nuevo y se retiró por completo de ella antes de desaparecer entre la niebla que volvió a cubrir el lugar.
-Este es tu castigo por tus travesuras, niña -dijo desde su escondite-. Sí luego de sentir mi tamaño, creo que no seré suficiente para ti.
Ella se enderezó muy tranquila, limpiando las heridas hechas por el príncipe para seguir hablando.
-Eso veremos querido -Sonrió al ubicarlo, se sentó en la roca para abrir sus piernas-. Si no quieres estar dentro de mí -frotando su clítoris y su seno derecho-, pues podré satisfacer mi cuerpo yo sola -se le ocurrió una idea-. Esteban es mucho mejor y ni hablar de Daniel... pero mi amado Rey de las tinieblas, Lucifer, es un animal en la cama -acariciando su pezón con la punta de su cabello.
Algunos truenos se escucharon, como si fuera una demolición lejana. El clima sobre la cascada se empeoró de repente, nubes grises, casi negras cubrieron aquel pedacito de paraíso y relámpagos comenzaron a centellear.
Sé que me miras y que te rendirás, al verme venir sin ti.
Hundiendo el dedo índice, para recorrer y frotar su punto de placer el cual necesitaba atención, tal vez de unas garras o de una lengua viperina. Sabía que en algún lugar la veían y quería dar un espectáculo para que Vergil se uniera a ella, duro y sin lamentarse.
Un gruñido se escuchó sobre el sonido de la cascada antes que una mano negra carbón con garras grises se cerrará alrededor de la muñeca de Sophía, deteniéndola de inmediato.
-No es tu lugar autocomplacerte, era yo quien debía hacerte gritar, mujer -murmuró antes de reclamar sus labios con urgencia y descender una mano por su vientre hasta llegar a su centro húmedo y palpitante. Otro gruñido se le escapó al deslizar dos dedos entre sus labios y trazar círculos bruscos alrededor del clítoris.
Sophía se sentía atrapada aún más cuando pudo ver esos ojos rojos rubí, no le disgustaba antes la llama pasional le hacía arañar los brazos oscuros de su modelito, entonces mientras que las manos de señor trueno estaban explorando, ella recorrería el vientre firmé con su mano libre hasta llegar al pene erecto de Larsa para comenzar masajeando.
Un rugido salió de su garganta cuando sintió las manos suaves de su diosa agarrando su miembro mientras echaba la cabeza para atrás, dejando que las puntas de su largo cabello blanco se mojaran con en agua y un rayo cayera cerca de un árbol en la orilla del estanque. Él retiró la mano que aún estimulaba a su compañera para apartar los dedos de la reina celestial de su pene con un tembloroso gemido. A pesar que disfrutaba de la estimulación, no era de esa manera que deseaba venirse.
-Me encantan tus manos ahí, pero quiero estar en tu interior de nuevo. Quiero terminar lo que empecé, hermosa Sophi -pausó para mirarla con aquellos ojos escarlata y la atrajo a su cuerpo de un jalón-. ¿Me vas a permitir amarrarte? Podrás montarme luego si me cumples esa fantasía.
Una sonrisa apareció en ella, para remover el cabello blanco de su príncipe y decir con una voz complacida casi divina para él.
-Querido Vergil -le besó sin clemencia-, todo lo que quieras pedir pídelo en mi nombre y nada te será negado -declaró, juntando sus manos-. Sometedme antes de que me arrepienta -Le besó la frente antes de volver a los labios de aquel demonio.
Una media sonrisa, que dejó ver uno de sus largos colmillos, curvó los labios del príncipe infernal y antes que ella dijera más estaban frente a la roca en la que comenzaron. Vergil chasqueó los dedos y cadenas con grilletes aparecieron en las muñecas de la chica Dios; cadenas que él enterró en la roca mediante un hechizo en su lengua demoníaca. Con Sophía de vuelta sobre la roca, el príncipe se enterró en su interior una vez más, marcando un paso casi doloroso. Sus vaivenes eran bruscos, profundos y totalmente desenfrenados mientras se inclinaba sobre la espalda de la diosa para agarrarle un seno y sus dedos masajeaban el pezón hasta tornarlo rígido bajo ellos. La respuesta de ella no se hizo esperar.
Gritos y gemidos hacían que su ser pidiera más, sentía el cuerpo oscuro sobre ella y el calor que le producía esto no la hacía pensar, antes que su extensión sexual empezara a contraerse.
-Vergil, dame más -moviendo las caderas en círculos-, mi señor tormenta, por favor -Empuñó las manos, logrando que algunas piedras se movieran.
Hace mucho no pedía algo y más si era sexo y eso le encantaba al fin alguien que le diera más. Las paredes vaginales de la diosa se contraían cada vez más junto al clítoris que iba a explotar, en definitiva iba a tener un orgasmo explosivo. Vergil escuchó esto y sonrió con malicia respondiendo a la petición divina de la Nazarena.
Sosteniendola por las caderas, aumentó la velocidad y fuerza de sus embestidas, logrando que la roca bajo ellos se agrietara cada vez que los muslos de Sophia chocaba con ella. Percibir el calor que emanaba de la celestial mezclarse con su propio deseo lo estaba llevando al borde de la locura. Deseaba correrse en el interior de la Dama Dios y llenarla con su semen, sin embargo, ella quería montarlo así que se aguantaría las ganas como un buen macho y esperaría que ella llegara al orgasmo para entonces someterse a los caprichos femeninos; aunque estaba seguro que no duraría mucho una vez ella lo montara.
Los desplazamientos casi mortales de su amante la hicieron gritar, su nombre con el corazón acelerado a mil por hora dejando salir de ella un explosión sin restringirse de nada.
-¡Tú eres mejor que Lucifer! -suspiró con el cabello pegado en su cara esperando que le quitará los grilletes-. Por mil veces, yo aún necesito de ti y sé que tú también.
La risa de él hizo eco en la cascada y el demonio posó un breve beso en los labios de la reina celestial antes de retirarse de su interior y quebrar los grilletes que la mantenían atada con sus propias manos. Llamándola con dedo, salió del estanque para luego acostarse bajo un frondoso árbol de flores violetas que parecían brillar con magia propia.
-Ahora es mi turno de ser obediente -dijo con un tono travieso mientras sus irises rojos se oscurecían hasta imitar el vino-. ¿Cómo va a castigarme, ama?
Una risa nada tímida salió de Sophía y el brilló en los ojos la hicieron caminar hasta el, parada y luego se sentó el pecho de este, para besarlo suave con tortura y pasarse a la virilidad del hombre, le encantaba escucharlo gruñir. Comenzar lascivamente despacio mientras que sus garras estaba en sus muslos y los ojos le pedían que lo castigará más. Pero algo pasó sus alas angelicales salieron dando más brillo al lugar, esto hizo que Vergil estuviera hipnotizado con la mujer, tanto para decir.
-Por todos los Dioses Antiguos, tu belleza rivaliza la de la más brillante de las estrellas.
Ese murmullo hizo que sus caderas presionaran fuertemente a las de su compañero, colocando las manos oscuras en sus senos, las heridas sanaban y los recuerdos quedan.
No se lo puedo decir todavía.
-Mi señor tormenta, deseo que te vengas conmigo -le pidió, besándolo de nuevo y dando un festín a sus sentidos que jamás olvidaría.
Agarrando sus manos y truncando los dedos para tomar la mirada perdida de aquel demonio que no quitaba la vista de sus labios hinchados.
-Sí, mi diosa celestial, déjame sentirte de nuevo que no puedo esperar a llenarte con mi semilla -dijo con la voz ronca por la pasión que le quemaba las venas mientras volvía a llenar sus manos con los abundantes pechos de ella-. ¡Dios, necesito sentirte ahora!
Al escuchar esto fue algo instintivo su interior y los movimientos de la diosa eran más bruscos, además de necesitados. Después de esa sensación, él la siguió bombardeando el interior de Sophía con una buena cantidad de líquido blanco y espeso.
Cuando esto pasó los dos no pudieron dejar de mirarse, ni acariciarse. Eran un contraste bello el de esos dos.
Ella aún unida a Vergil se quedó acostada encima de este.
-Vergil, debo de confesarte algo -le tomó del rostro para decirlo una vez, el demonio puso mucha atención-. Yo entregué a mi hijo para salvarte a ti y a tu hermano de la muerte -Lloró un poquito, él muy extrañado la beso, si no soportaba ver a su esposa llorar tampoco lo haría con la mujer encima suyo-. Hades mataría al bebé y Lucifer te mataría a ti y a Esteban. A raíz de esto ya no podré ser mamá de nuevo.
-Sophía... -susurró él mientras la envolvía en sus brazos y la apretaba contra su pecho. Más que nadie, él sabía lo mucho que se sufría por no poder tener hijos. Ver a su madre llorar por siglos por ese mismo motivo había dejado una llaga en su alma que no tenía cura; y saber que el culpable del sufrimiento de la diosa también era su progenitor hacía que quisiera matarlo. Ese maldito no debería seguir causando tanto dolor-. Lo siento.
-Mi Vergil, no te atormentes con esto -dijo ella, escuchando el corazón lleno de vida del muchacho-, que Hades y Lucifer tienen cuentas que pagar. Solo te pido un favor, no permitas que tu hermano sepa esto.
Aferrándola otra vez, el peliblanco le plantó un beso en la cabeza y le prometió en un susurro cumplirle los deseos respecto a Esteban. No te preocupes, estrella, yo estoy aquí para ti.
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