Escribe Nathan: "Es sorprendente cómo los días pasan rápidamente. He descubierto manchas grises en este cuerpo. Inevitablemente el tiempo se me acaba y esas máculas cenizas me lo advierten.
No logro arrancar del corazón de Anya los sentimientos que tiene arraigados hacia ese infeliz. No logro que ella me mire como, quizas, lo miraba a ese tipo... pero, ¿por qué esto me afecta? ¿por qué me molesta que ella siga enamorada del estúpido de Roman?
¡Pero! ¿En qué estoy pensando? ¡Vamos Nathan, no seas imbécil! Que el sensobilizarte te hará perder tu objetivo y eso no es lo que quieres, ¿verdad?
¡Ánimo muchacho! Que aún te quedan cuatro días para revertir la situación.
Anya solo es el medio para tu únoco fin: volver a este mundo... que ella no te importe... si queda rota o arruinada no será tu problema; que se las arregle para poder seguir viviendo
Todos en esta mísera vida hacemos sacrificios, ¿no es así? ¡Pues que ella se sacrifique por ti!"
Cuando cerró su libreta de anotaciones, vió con tonta esperanza cómo esa incipiente sombra gris que comenzaba a surgir en su brazo izquierdo se detenía, pensando ilusamente que todo iba bien, que todo se solucionaría para él. Lo que no esperaba era que una mancha nueva yacía latente en el lugar menos pensado e imaginado por Nathan; tampoco era gris, era carmín como el órgano que la portaba: su corazón.
- ¡Anya! ¡Anya, espera! - escuchó la muchacha que la llamaban de lejos. Le restó importancia, pues pensaba que había escuchado mal. Esa voz era demasiado nítida y conocida para ser real. Siguió su camino hasta qu volvió a escuchar su nombre. Esta vez un poco más cerca de ella. Su corazón palpitaba violentamente; no quería volverse y ver que solo alucinaba. No lo hizo hasta que detuvo su marcha y sintió dos manos asir sus hombros y darla vuelta.
- ¡Hasta que te pude alcanzar bonita! ¡Uf! ¡Si que me hiciste correr! ¿Eh? - le decía el hombre frente a ella mientras recuperaba el aliento.
Los ojos de Anya no daban crédito a lo que veía; sus oídos desconfiaban de ese timbre de voz... su piel ardía de incredulidad ante ese toque firme y descarado.
- Te extraño pequeña - susurraba en el oído de la muchacha.
Roman había vuelto... Anya volvía a mentirle a su alma... Nathan sumaba un eslabón más a su castigo.
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