La Misión

"Solo una semana" .
Ese pensamiento repercutía en la mente de Nathan, mientras se miraba en el espejo tratándose de reconocer. "Tengo tan poco tiempo para salvarme... pero aún no consigo acomodarme en este cuerpo".
El muchacho había regresado, pero con otra fisonomía. El suyo yacía tres metros bajo tierra y era imposible recuperar.
Nathan había vuelto a la vida, pero no como era antes. Esta vez su alma ocupó una nueva figura, con un nuevo rostro... otra identidad. A pesar de sentirse perdido, cumplir con la tarea asignada por el purgatus Bastian era su prioridad; quería volver.
Había algo más perturbador para el chico. Antes de partir hacia el mundo vivo, le preguntó a Bastian por qué se convertiría en un ángel gris. "¿Acaso no hay una sola forma angélica?", preguntó curioso.
-No. Hay tres formas: los ángeles áureos, los ángeles negros y nosotros, los grises - contestó el purus sin dejar de mirar su nómina.
- ¿Y en qué se diferencian unos de otros? - inquirió Nathan.
- Pues, un ángel áureo es aquel que tuvo una vida terrenal sufrida, pero aún así prefirió ayudar a los demás sin pedir nada a cambio; y cuando llegó su alma hasta aquí aceptó su destino final: ir al cielo y no volver. Ellos se encargan de velar a los humanos. Son los que se conocen como "criaturas de la guarda".
Los ángeles negros son aquellos seres que siempre defendieron a los demás, pero desde un lado violento. Estas almas forman las filas guerreras comandadas por los arcángeles. Son los mundanamente llamados "brazo izquierdo de Dios" o "manos ejecutoras". Ellos se encargan de enviar las almas turbias que no pasaron el juicio del purgatorio. Solo saben recibir órdenes y no objetan. Al igual que los áureos, los nigrum  no recuerdan absolutamente nada de su ciclo humano.
Nathan miraba expectante al ente frente a él, esperando que continúe con su explicación. Se generó un silencio largo y extenuante, que el atribulado fantasma cortó con una ansiosa pregunta:
- ¿Y los grises? ¿ Qué tienen de distintos al resto?
Bastian paró de hojear su lista para levantar su mirada. En su rostro había algo alarmante y tenebroso a la vez. Solo dijo: "preocúpate por cumplir tu tarea lo más rápido que puedas. Si de verdad aprecias esta oportunidad, con la información que te dí basta y sobra"
Nathan no se conformó con lo que le dijo su interlocutor. En su interior sentía que había algo más serio y complicado alrededor de este tema. "¿Por qué no me explicas sobre los grises?", abordó preguntando. Bastian, viendo que el chico tenía todas las intenciones de seguir indagando, bufó fastidiado; miró desinteresadamente hacia un costado como queriendo restarle importancia a lo que iba a decir: "los ángeles grises son los entes intangibles más perjudicados. Son aquellos que tuvieron una vida vana. No tuvieron reparo en cuidarla. También son aquellos que no se resignan a morir y buscan por cualquier medio volver. A ellos no se les  borran los recuerdos de su vida corpórea; jamás ascienden y tampoco descienden. Generalmente no logran cumplir con la misión que se les asigna cuando ruegan por retornar. Lo peor de todo  es que son los ángeles encargados de  cortar los hilos de la vida y absorber las almas".
Nathan quedó petrificado, la mirada desorbitada. Bastian lo miró, como tratando de compadecerlo, pero también él recordó que había pasado por lo mismo y prefirió no inmutarse.
- Entonces, ¿sigues con la idea de retornar a la Tierra y cumplir esa tarea utópica? - inquirió Bastian.
- Cueste lo que cueste, la cumpliré. No tengo nada qué perder - se escuchó Nathan decir con esfuerzo.
- ¿Crees que enamorar a una mortal que está ciega de amor por otro hombre  es algo fácil de resolver? - argumentó el purgatus.
Y esa misma incógnita era la que golpeaba tenazmente el pecho de Nathan augurándole algo que no era tan bueno para su futuro. Sin embargo, estaba decidido a no dar el brazo a torser. Quería vivir. Quería volver a ser él. Y la única persona que le podía devolver su vida era Anya, la mujer que lo redimiría o lo hundiría para siempre.

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