El eslabón pesado de la verdad.
Roman había vuelto, si... había vuelto y con él se desvanecía la remota posibilidad de que Anya se enamorar de Nathan.
Y Bastian había comenzado a visitarlo con más frecuencia, haciéndole notar que sus días como mortal condicionado estaban a punto de acabarse. Nathan tendría que volver indefectiblemente al purgatorio en su investidura de ángel gris; esa figura que estaba detestando con todo su espectral ser.
— ¿Qué sucede chiquillo? — decía el regens mostrando una sonrisa sardónica mientras se encontraba apoyado en la pared raída del cuarto de la pensión donde se quedaba el muchacho. — ¿Acaso no te advertí desde un principio cómo era esto? — culminó.
— ¿Por qué no me dejas en paz y vuelves a tu agujero? ¿Quién se dará cuenta que te falta un alma insignificante como la mía? — inquiría Nathan al borde de la desesperación y el desasosiego. — ¿Qué tiene de malo querer vivir? — acababa diciendo esto agarrando de la solapa al ente.
Bastian, sumido en una ira velada bajo una aparente calma le respondió:
— ¿y tu me preguntas precisamente eso? ¿Qué tiene de malo querer vivir? ¿O ya no te acuerdas de tu madre y cómo terminó por "vivir"? ¿Cómo seguiste después de ello? Si mal no recuerdo, teniendo una existencia incompleta, odiando a toda figura masculina que representara a aquel padre que los abandonó y los maldijo, ¿verdad? Dime, sinceramente mocoso, que tiene de agradable esta vida si para la única mujer que amas y que podría haberte salvado no existes porque vive perdida en un círculo vicioso de amor y odio con un sujeto que la maltrata y la usa? ¡Respóndeme! ¿Qué tiene de bueno eso? — elevaba la voz el Nkrí mientras se incorporaba de donde estaba.
Nathan sintió una punzada de terror en su corazón ajeno al ver los ojos oscuros y vacíos del ángel. No entendía cuál era la razón por la que Bastian reaccionaba de esa manera. Todo este tiempo se había preguntado por qué este ser se comportaba así con él... ¿qué había detrás de todo esto?
Nathan esperó a que el regente se calmara un poco para indagarlo. Debía saber a toda costa cuál era el motivo, primero, de haberle concedido tan descabellada oportunidad con semejante tarea imposible de cumplir y, segundo, de que actuara como lo estaba haciendo en ese momento.
— Bastian, por favor, solo cálmate. No logro comprender porqué reaccionas así ante mi planteo — habló el chico tratando de encontrar lógica a tan violenta manifestación.
— Tu viviste como humano también, ¿no sentiste la necesidad de permanecer en este plano? ¿Vivir plenamente, conocer a alguien, amar, tener una familia? ¿O, solamente, existir?
El ángel gris experimentó algo que hacía una eternidad había olvidado: un dolor crónico en su pecho, como si reviviese esos días de tormento sobre este mundo.
— No sabes lo que dices niño... solo, solo acepta tu destino para marcharnos de aquí — finalizó Bastian abatido y tratando de evitar hablar sobre su pasado y esa verdad que tenía arraigada en su memoria imborrable.
Nathan no se resignaba ante ese desenlace. Miró con furia al angelus y gritándole le dijo:
— ¿Afrontar mi destino? ¿Que pierda toda esperanza? ¿Acaso crees que seré un perdedor como tú? — escupió las palabras amargamente.
Fue ahí, en ese momento, en que el regens Nkrì supo que la realidad debía golpear sin piedad a Nathan.
— Ciertamente Nathan, por esta razón es que preferirás ser un ángel gris y no existir en la Tierra. Simplemente, porque también serás un perdedor invadido por la desgracia, el desamor y la injusticia — dijo con firmeza Bastian.
El joven sentía demasiada curiosidad ante las palabras del ángel ¿Cómo sabía tanto sobre su suerte?
— Veo que sabes mucho sobre mi fin ¿Cómo es que me conoces Bastian? Jamás vi a alguien como tú — encaró Nathan.
— Nunca me viste ni me conociste... pero yo siempre supe de ti. Traté de cuidarte lo más que pude; sabes que en el purgatorio no estamos para esa función. Pero no podía seguir abandonándote y tampoco verte sufrir. Por eso es que te traje a mi lado, para... — trató el regente de seguir explicando cuando Nathan lo interrumpio, visiblemente alarmado.
— ¿Por qué debías tú cuidarme? ¿Qué tengo que ver yo contigo? ¿Acaso yo fuí tu oportunidad para volver? — soltó expectante el chico.
— Jamás tuve esa chance Nathan. Ansiaba con todo mi ser volver para estar con la mujer que, tarde comprendí, amaba por sobre todas las cosas y a la que no pude salvar de mis pecados... jamás pude retornar para guiar por el camino adecuado a quien más me necesitaba — habló en un susurro desgarrador el Nkrí.
— ¿Y a quién abandonaste para que te castiguen así? — balbuceó el muchacho sintiendo un frío espeluznante en su columna.
— A ti hijo, a ti. Alguna vez fui tu padre.
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