Anya
Dicen que el infierno, en si, no existe. Que todas las culpas y malas acciones se pagan en esta vida. Literalmente, la Tierra es el Infierno. Pero Anya no merece ser condenada por los pecados de los demás. Quizás su única falta fue amar a alguien que no la correspondió: a Roman, un oscuro muchacho que se aprovechó del ciego amor de ella para sus propios beneficios, y que luego descartaría cuando ya no le fuese necesaria.
El tiempo que Anya pasó con Roman, para ella, fue como toda una vida... para él, eran solo un par de meses aguantando las "bobadas" (como le llamaba a las manifestaciones de cariño de la chica) pues, su medio tenía un fin: llegar a través de ella a su mejor amiga, poseedora de la fortuna más grande. Cuando Roman logró "enamorar" a Moira, Anya desapareció de los intereses del chico ¡Qué irónico! El nombre de la mejor amiga de Anya hacía referencia a la deidad capaz de cortar el destino y traer muerte... pues eso era lo que experimentaba Anya en ese momento: moría lentamente al saber que su amiga, su "hermana del alma", se había entregado a quien ella consideraba su gran amor, su hombre, su Roman.
Moira trató por todos los medios de recuperar su amistad, pero al fin de cuentas, era más poderosa la atracción que sentía por el frío e inescrupoloso hombre, uno que no merecía los sentimientos de nadie.
Pasó el tiempo y Anya seguía inmersa en su mundo de miseria: no sabía cómo volver... en realidad, no quería volver. Prefería sentir cómo todo se le escapaba como si fuese un suspiro en el aire. Tampoco había reparado ni advertido que a sus días llegaría alguien que la sacaría de ese hueco de dolor al cual se estaba acostumbrando. Lo que es peor, tampoco presentía que aquella persona tenía un fin aún peor que el de Roman... y que ella volvería a ser el medio para lograr ese cometido.
- ¡Anya! Por favor, acércate - la invitó su jefe - quiero presentarte a tu compañero de pasantías.
- ¡Oh! ¡Un gusto Anya! Mi nombre es Nathan.
- ¡Bienvenido! - se esforzó en decir la joven mientras dibujaba una sonrisa poco convincente - si necesitas ayuda, no dudes en recurrir a mi.
Nathan, con una mirada turbia y cargada de sus propias y egoistas intenciones, extendió su mano para tomar la de su "nueva compañera" para decirle: "¡oh mi querida! Estoy más que seguro que así será"
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