Resurgimiento
La alarma de un reloj despertador me devolvió a la realidad.
Tardé medio segundo en recordar la situación y un gruñido terminó por convencerme de que no estaba soñando.
—¿Tú pusiste la alarma?— pregunté extrañado por no haber escuchado la mía.
–Sí. Quince minutos antes de la salida por si algún maestro termina primero.
Chica lista.
—¡Pero quiero cinco minutos más!— reclamó como niña pequeña.
Me di cuenta de que yo también. No tenía nada de ganas de salir a enfrentar al mundo después de esas horas de inesperado descanso y relajación. Me sentí un poco culpable al recordar la razón que me había llevado a tal estado.
—Tenemos que irnos.— sugerí lo más suavemente que pude.
Otro gruñido fue la respuesta mientras la chica se zafaba de mis brazos, un tanto entumidos.
Así que eso era "dormir con alguien", en el sentido más literal de la palabra "dormir". Compartir el mismo espacio y luego separarse a seguir con sus vidas. No me encantó eso último, era un poco decepcionante.
Me sentí avergonzado al preguntarme si ella estaba acostumbrada a estar en la cama con alguien más. O si era nuevo también para ella pero lo había tomado con toda naturalidad. No parecía estarse planteando nada en la cabeza como lo hacía yo.
—¿Puedo usar tu...— pregunté nervioso. Las necesidades fisiológicas siempre me habían dado vergüenza y una acababa de aparecerse con urgencia.
Ella se estaba recogiendo el cabello en una coleta y asintió con la cabeza como respuesta. Me levanté y corrí lo más rápido que pude para no prolongar más mi pena.
Aún así supongo que la notó, porque en el momento que me planteaba lo vergonzoso que sería una chica escuchando mi ruido al orinar, escuché música. No era Malcolm Gets, era rock'n'roll en el estilo de los 60's.
¿Porqué recuerdo todos esos detalles? Porque fue mi primera vez en la cama con alguien. Y con el tiempo me daría cuenta de que fue algo muy importante.
Y agradable, en general.
—¿Listo?— me preguntó al verme salir del baño. Me había lavado la cara y me di cuenta de lo raro que se sentía tener que salir con la ropa que llevabas puesta al dormir.
—Sí, vámonos.— respondí antes de seguir planteándome cosas.
Caminamos rápidamente, en silencio, hasta la salida trasera del campus. El vigilante nos saludó y yo me esforcé en no poner cara de culpa al preguntarme qué pensaría si supiera que los chicos a quienes dejaba salir habían dormido juntos.
—Edelstein.— me interrumpió los pensamientos mi acompañante —Si tienes esa cara de culpa al no hacer nada, no voy a confiarte nunca una tarea prohibida.
No me causó gracia, y la sonrisa con que ella me miraba desapareció en un momento al darse cuenta.
—¿Y a dónde vamos?- preguntó.
—Quiero carbohidratos. Unas hamburguesas?— aventuré.
—Y una malteada al final, por piedad.— confirmó, virando hacia el rumbo elegido.
Yo la seguí, enviando un mensaje al grupo para que se nos unieran.
Me di cuenta de que no tenía muchas ganas de que me tomaran la palabra.
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