Paradigmas

—Okeeeey... ¿porqué esa cara? ¿No te gustan los musicales?


Me había quedado petrificado.

—Odio los musicales.

La chica gruñó con cierta desesperación antes de interrogarme con una expresión que no creí ver en su cara jamás.


—Porque... amo la ópera. Y los musicales son sus hijos bastardos. Pretenden ser igual de grandiosos cuando son para un público que se conforma con cualquier cosa. ¿'Ópera Rock'? ¿Qué clase de insulto a la ópera es ese?

Respondí. Mientras la quijada de ella caía cada vez más abajo y sus ojos se abrían más hasta quedar como platos.


—No...lo...puedo...creer... ¡DIOS!

Me hice un paso hacia atrás, con ese grito tan fuerte pensé que intentaría golpearme.


—Pensé que había escuchado todo el hate posible hacia los musicales, ¿sabes? Que no es posible que la gente cante de la nada. Que es para viejitos. Que es para homosexuales. Que es infantil. Que es estúpido que en todos los musicales sean tan felices... ¡pero lo tuyo es nuevo! "Hijos bastardos de la ópera", ¿¡qué carajos!?

Había estado dando vueltas frente a mi hasta detenerse de golpe, señalándome.


—¡Te escuché tocar, Edelstein! No fue una pieza que todos conozcan hasta el hartazgo, es algo que pocos conocen. Y la manera en que la interpretaste... me hizo sentir... cosas. La buena música es la que te hace sentir cosas, debes saberlo. Y Larson te hizo sentir, ¡lo acabo de ver en tus ojos cuando me preguntaste!


Touché. Tenía razón, ¿pero cómo aceptarlo? Aceptarlo era negar lo que he creído y defendido desde que tengo uso de razón.

Catalina me miraba, desafiante, expectante, a unos pocos centímetros de mi rostro. Cuando me di cuenta de lo cerca que estaba me sentí un poco incómodo y me aparté.

Ella se sonrojó y se apartó a su vez, sin mirarme. Al parecer no era su intención invadir mi espacio personal y simplemente se había acalorado con sus argumentos. Nunca había visto a alguien defender así su gusto musical. Con tanta fuerza, con tanta pasión. Claramente era importante para ella.


—Mira, piénsalo.

Dijo cortante, mientras sacaba una libretita verde de su mochila, no pude evitar leer que aparecía 'Wicked' en la portada mientras escribió por unos segundos y arrancó la hoja.

—Este es mi número, si quieres agrégame al Whatts y te mando un link para que encuentres completo 'Tick Tick Boom', lo escuchas y luego hablamos.

Me quedé mirando unos segundos el papel, su letra era apresurada y pequeña. ¡No le había pedido su número! ¿Porqué tenía que aceptar su imposición?


—Además me tienes qué contar sobre el recital, ¿no? No creo que te sea tan grata como para hablarme de eso en persona.

Agregó como leyendo mi mente. Aunque si no me era grata... ya no lo sabía. No tenía idea, la Catalina frente a mi no se parecía en nada a la que había visto las últimas semanas.

—No te sientas obligado a escribirme, pero por lo menos no me dejes con la mano estirada, por favor.

Agregó agitando un poco el papel de arriba a abajo. No me quedó otra opción que tomarlo y guardarlo en mi bolsillo.


Suspiró. No pude entender qué clase de suspiro. No podía entender nada.


—Hasta mañana.

Se despidió. La miré... sonreía.

—Perdóname por gritarte, me ofusqué.

—No pasa nada... entiendo.

Mentía, no entendía nada, no lo había podido asimilar.


La vi alejarse sin decirle nada más.

—¡Bastardos de los musicales! ¡AAAAGHHH! ¡Agradece que no te estrangulé, Edelstein!

Farfulló sin voltear ni detenerse.


Todavía sin entender porqué, sonreí.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Sip... sí conozco a alguien que me echó ese argumento de que los musicales son una basura porque le gustaba la ópera.

Y me sigue pareciendo el más ridículo y estúpido, y miren que me los han cantado todos: queesgayqueesinfantilqueesestúpdoqueesparaviejosblablablablablablablabla.

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