Único
Rúben había llegado a Madrid esa misma tarde para una sesión de fotos, para fin de año, Pep lo obligó a ir porque "Eres el rostro guapo del equipo ".
Maldice la hora en que nació siendo guapo.
Había sido un día largo, casi arrastró sus pies hasta la cama, cerros sus ojitos bellos y..
¡Te romperé las piernas si no me haces caso!
El tono de mensaje había hecho que se de un brinco en la cama, jamás vuelve a darle su celular a Gavi.
Eran casi las tres de la mañana, y la pantalla mostraba un mensaje de su amigo... A veces se pregunta, ¿Qué pecado estara pagando?
—¿Qué demonios...? —Gavi miró su pantalla, confundido.
No pasaron ni quince minutos antes de que alguien comenzara a golpear la puerta del hotel en el que Gavi se encontraba, ya bastante pasado de copas.
—¿Quién demonios...? —Murmuró, tambaleándose al abrir.
Ahí estaba Rúben, envuelto en una bufanda que parecía más grande que él, con cara de pocos amigos.
No vuelve a dejar que Rúben tome su celular, aparte del GPS quién sabe que cosas le habrá puesto.
—¿Qué haces aquí?—Preguntó Gavi, sorprendido.
—¿Dónde están?—Preguntó Rúben, empujándolo hacia un lado para entrar a la habitación.
—¿Quiénes?
—Mis calzones, ¿Quién más Pablo? Los dos idiotas.
—No sé, los vi en una tienda... Iba a comprar un regalo ahí.—Dijo Gavi, encogiéndose de hombros.
Rúben resopló y se dejó caer en una silla.
—Increíble, vengo hasta aquí y ni siquiera sabemos donde están ahora... Se cancela el show. —Dijo para dejarse caer en la cama.
Gavi lo miró como si estuviera loco.
—¿En serio viniste solo por esto?
—¡Pues claro! ¿Cuántas veces en la vida te conviertes en un cachudo internacional? Al menos tenemos que hacer drama, ¿No?
Gavi lo miró con los ojos entrecerrados.
—No sé si me estás tomando el pelo o si realmente estás orgulloso de esto.
—Mira, si no puedo evitarlo, al menos me río. ¿Qué otra cosa puedo hacer?
—Golpearlos, tal vez.
Rúben se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la cama y viendo al chico todavía parado en la puerta.
—¿Y tú? ¿Los golpeaste?
—No... —Gavi suspiró, mirando su vaso medio vacío.
—Solo me fui.
Rúben lo observó con expresión crítica.
—Eres gay, Pablo, ¿Dónde está tu espíritu dramático? Tenías que montar una escena, romper vasos, tirar mesas, ¡Hacer que la gente te grabara para subirlo a TikTok!
—¡No todos somos tan dramáticos como tú, Rúben!
—Eso explica por qué ellos se besaron y no tú.
Gavi lo miró con los ojos muy abiertos, ofendido.
—¡Eres un maldito!
—No, soy un maldito que tiene razón.
Gavi se dejó caer en el sofa que tenía frente a él, con las manos en la cabeza.
—No puedo creer que esto esté pasando.
—Mira, pequeño cachudo... —Rúben le dio un golpecito en el hombro.
—Todo esto se resolverá con una cosa.
—¿Qué cosa?
Rúben se puso de pie de un salto, señalando hacia la puerta.
—Vamos a buscarlos.
—¿Qué? ¡Estás loco!
—Exacto, loco por el drama, ahora levántate.
Gavi intentó protestar, pero Rúben ya lo estaba arrastrando fuera de la habitación.
—¿Tienes idea de dónde podrían estar?—preguntó Rúben mientras caminaban por las calles desiertas.
—No... —Admitió Gavi.
—Pero seguro están en algún hotel caro, Jude siempre insiste en esos lugares.
—Perfecto, vamos al Ritz.
—¡¿El Ritz?!—Gavi lo miró como si estuviera loco.
—¿Y si no están ahí?
—Pues hacemos un tour por todos los hoteles de lujo, esto es Madrid, Pablo, no puede ser tan difícil.
Horas después, ambos estaban sentados en una banca frente a un hotel, comiendo churros y chocolate mientras debatían si valía la pena seguir buscando.
—Esto es inútil.—Murmuró Gavi, sumido en el drama.
—Tal vez, pero al menos tenemos churros.
—¿Cómo puedes tomarte esto tan a la ligera?
Rúben le dio una palmada en la espalda.
—Mira, Pablo, si hay algo que he aprendido en la vida es que no puedes controlar a los demás.
—Si Anna y Jude quieren comportarse como unos idiotas, allá ellos, pero nosotros...—Hizo una pausa dramática, levantando un churro.
—Nosotros siempre tendremos los churros.
Gavi no pudo evitar reírse, a pesar de sí mismo.
—Eres un caso perdido, Rúben.
—Lo sé, pero soy un caso perdido que sabe consolar a un amigo cachudo.
Ambos rieron mientras el sol comenzaba a salir sobre Madrid.
—Entonces, ¿Qué hacemos ahora?—preguntó Gavi.
—Ahora, vamos a comprar un balón, molestar a los madrileños es mi pasión.
—¿Qué?
—Confía en mí.
Gavi y Rúben seguían pateando la pelota en plena Gran Vía, ya con los churros bien digeridos y los ánimos medio aliviados.
La gente empezaba a salir a trabajar y miraba con curiosidad cómo dos locos se comportaban como niños en plena Vía.
—¡Rúben, que no soy portero, deja de chutar tan fuerte! —Gritó Gavi mientras esquivaba el balón.
—Entonces corre, hombre, que pareces mi abuela.—Respondió Rúben entre risas.
De repente, Gavi se dejó caer en una banca, respirando agitado.
—Ya basta... Estoy muerto.
Rúben se dejó caer junto a él, tirando la pelota al suelo.
—Vale, lo admito, tienes el cardio de un abuelito.
—¡Soy más joven que tú! —Gritó Gavi, indignado.
Rúben se encogió de hombros, observando el cielo que ya comenzaba a iluminarse.
—¿Sabes? —Dijo de pronto, su tono más tranquilo.
—Todo esto es una locura.
—¿El qué? ¿Que tu novia se líe con mi novio o que terminemos jugando en pijama en Madrid?
—Ambas cosas.
Hubo un momento de silencio, luego Rúben se giró para mirar a Gavi.
—Pero, siendo honesto, ni siquiera estoy tan molesto por lo de Anna.
—¿No?—Preguntó Gavi, frunciendo el ceño.
—Nah, Anna y yo llevábamos meses teniendo problemas, creo que esto era solo la excusa que necesitaba para dejarla.
—Vaya... Pues a mí tampoco me molesta mucho.
Rúben arqueó una ceja.
—¿En serio? ¿Por qué estabas gritando como loco en el hotel, eh?
—¡Pues porque me dolió en el momento!—Dijo Gavi, cruzándose de brazos.
—Pero ahora que lo pienso... Jude hece mucho no me hacía reír.
—¿Y eso es importante para ti?
—Mucho, me gusta alguien que sea divertido, que me saque de quicio pero de una forma buena, ¿Sabes?
Rúben lo miró con una media sonrisa.
—¿Como yo?
Gavi lo fulminó con la mirada, pero sus mejillas comenzaron a teñirse de rojo.
—¡Cállate!
—¡Es en serio! Mira cómo te has olvidado de todo el drama conmigo. Soy como un terapeuta, pero guapo.
—Eres un idiota —Murmuró Gavi, mirando al suelo.
—Tal vez...—Dijo Rúben, inclinándose un poco hacia él.
—Pero soy tu idiota.
Gavi lo miró, confundido y sorprendido.
—¿Qué?
—A ver, piénsalo, somos guapos, estamos solteros, y claramente somos los únicos que entendemos este caos.
—¿Por qué no darle una oportunidad?
—¿Estás diciendo que quieres salir conmigo porque nuestros ex nos pusieron los cuernos?
—No, lo digo porque eres lindo y me haces reír, aunque grites demasiado, lo de los cuernos es solo el bono extra.
Gavi lo miró fijamente, intentando procesar todo.
—Esto es ridículo...
—Sí, pero mírame a los ojos y dime que no te gusta la idea.
Gavi intentó mantener la compostura, pero sus labios comenzaron a curvarse en una sonrisa.
—Eres un desastre, Rúben.
—Y tú me adoras por eso.
Antes de que Gavi pudiera responder, Rúben se levantó de la banca, extendiendo una mano hacia él.
—Anda, ven, vamos a desayunar como los nuevos “ex-cachudos” más famosos de Madrid.
—¿Y qué se supone que somos ahora?
Rúben se encogió de hombros, con una sonrisa traviesa.
—Lo que tú quieras que seamos, dulzura.
Gavi suspiró, tomando la mano de Rúben mientras una sonrisa se asomaba en su rostro.
—Bien, pero pagas tú.
—Por supuesto, ¿Qué clase de pretendiente sería si no lo hiciera?
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