X. Consolationem



Justo en el alba, decidí vestirme para irme a casa de mis tíos.

Si a eso se le llama huir, entonces soy un maldito cobarde.


Tan cobarde que salí por la destartalada puerta de atrás, un lugar en el que se supone que no debo estar por estatus. Pero no me importa.



No quiero ver a Bill.



Desperté al sirviente que cuidaba de los caballos y le ordené que preparara a Bastian.


- Tardaré un poco señor. El caballo está aún dormido- dijo.

- Está bien, pero que no sea tanta la espera- respondí y el corrió hacia los establos.


Sentí el aire gélido de invierno en mi cara y maldije el no traerme mas prendas de lana conmigo.

Estuve alerta de no ver a Bill alrededor. Era muy temprano para mí el despertar a esta hora, y si huyera de mí sería este el momento perfecto.


Pero no sé con Bill. Sólo espero que la suerte esté conmigo y no me encuentre con el demonio.

Veía hacia todos los lados, buscando algun indicio de él. Pero él no estaba,... o se escondía muy bien.


- Ya está señor- dijo el sirviente, trayendo a mi caballo consigo.

- Muy bien, gracias- respondí, tomando las riendas. Lo monté rápidamente y acaricié su crin.

- ¿Es indulgente preguntar a dónde va?- preguntó.

- A trabajar- fue lo único que respondí. Después hice trotar a Bastian y me alejé de la casa.


Volteaba a ver hacia atrás para cerciorar que ningún ser de ámbar cabello me seguía. Pero, al parecer, no era perseguido.


El viento era más gélido que de costumbre. Y el cielo estaba tan nublado que no habían rayos de sol.

Mis dientes comenzaron a castañetear, pero no paré. En cualquier momento, Bill podría aparecer.



Me di un respiro cuando llegué a la plaza del pueblo, donde el olor a muerto se podía impregnar en la piel. Dos cuerpos en descomposición estaban colgados en la tarima.

Eran un hombre y una mujer, si mal no recuerdo. La putrefacción en sus cuerpos los hacía irreconocibles, pero bien sabía que era un hombre que no pagó el diezmo y una mujer acusada de adulterio.


Me fui rápidamente de ahí, cubriendo mi nariz con un pañuelo.

Me di el lujo de respirar con tranquilidad cuando llegué a la casa de mis tíos.


Bill no me había atrapado ni nada por el estilo, algo que agradecí con toda mi alma. Por ahora estaba a salvo, al menos hasta que Bill se percate mi falta de presencia. Cuando eso suceda, lo que me pase me será completamente desconocido.



Aunque no tiene derecho de hacerme algo malo.



Le había dicho que necesitaba pensar a solas, sin él acechando. Y esta es mi forma de alejarme de él, y debe respetarla.

Además, la confusión no me deja pensar bien. Esta repentina idea de correr hacia la casa de mis tíos es una prueba de ello. También debería comprender eso. 


- ¡Hermano!- Mabel salió corriendo de la casa. Por un segundo me pregunté cómo había notado mi presencia, pero recordé que mi hermana ha tenido la fea costumbre de aislarse frente a una ventana que le permitía ver quien pasaba cerca de la casa.

Ella me recibió con un fuerte abrazo que me dejó  sin aliento.

- Hola Mabel- le dije, empujándola un poco de los hombros para ver su rostro.


Mostraba una amplia sonrisa como pocas de las que he visto.

- ¡Qué alegría que hayas venido! ¿Qué te trae por aquí? ¿Algún asunto del clero?

- Sólo vengo a visitarte, hermana. Hace mucho que no he venido decentemente- sólo terminé de decir eso y sus ojos brillaron de emoción y lágrimas.

- Entra, entonces. Ya han de estar a punto de servir el desayuno- y sin esperar alguna respuesta de mi parte, ella tomó mi mano y me llevó hacia el interior de la casa.



La casa seguía fría como la recordaba, aún cuándo la chimenea y algunos braseros estaban prendidos.


El olor a comida llegó a mi nariz, mientras que unos murmullos se escuchaban desde el comedor.

Cuando llegué, mis tíos me vieron con sorpresa.

- Hola- les dije, escuchando los cubiertos golpear los platos- ¿Sigue en pie la invitación de ayer?

- Claro que sí, Dipper- respondió Ford y señalo el asiento que yo acostumbraba a usar- Siéntate, ¿ya has desayunado?

- No, vine justo cuando amaneció- respondí.

- Sírvete, entonces- Stan me casi ordenó y yo sólo asentí.


Comenzamos a desayunar, al principio en silencio. Eso me ayudaba a sumirme en  mi revuelta y confundida mente.

Bill era el núcleo de aquellos pensamientos que no hacían más que darme dolor de cabeza.

No sabía si sentirme aliviado o culpable de haberme alejado así.

No conocía lo que era correcto y erróneo en mi situación.

Y peor aún, no reconocía la trampa ni la verdad en sus acciones.


Sentía mi corazón latir desenfrenado al recordar los sueños de aquel beso, que al final resultaron ser reales. Pero no sabía si ese frenesí era de éxtasis o de terror.


- ¿Acaso si te levantaste temprano?- Stan me sacó de mis cavilaciones y yo fingí una risa.

- Si. El mal clima me despertó. Y aproveché para venir- dije.

- Bendito es el señor que hizo esto. Sólo Él sabe cuánto te hemos extrañado y te trajo aquí

- Sin duda alguna

Volvimos a sumirnos en silencio.


Se me torna extraño desayunar tan callado. Bill y yo desayunamos siempre juntos, lo que significaba que jamás dejábamos de hablar. De alguna extraña forma, él sacaba algún tema de conversación, por lo general todos absurdos.


Bill...


Su nombre dolía al sólo pensarlo. Me pregunto si acaso podré disculparme... o si acaso podré volver a dirigirle palabra alguna.

La confusión se va disipando de mi mente como una espesa niebla, haciéndome pensar mejor y sentir mejor.

- ¿Y qué haces cuándo no vienes, Dipper?- preguntó Stan.

- Leo, o a veces camino por el bosque- respondí- No es que sea una interesante aventura estar en esa casa

Mi boca se sentía amarga al mentir, pero no podía hacer más. No creo conveniente ni seguro decirles que en realidad me la pasaba estudiando con un demonio lo que la sociedad considera pagano.

- No parece que sea divertido- murmuró Ford.

- Ya lo creo- respondí.

- Sabes que tienes invitación permanente de venir cuando no tengas obligaciones- invitó Ford con una amplia sonrisa.

- Muchas gracias, lo tendré siempre en cuenta


Terminamos de desayunar después de poco tiempo, algo completamente diferente a los desayunos con Bill que no terminaban hasta que nos hubimos hartado de estar sentados.


Fruncí el ceño al darme cuenta de lo que hacía. Pensaba tanto en Bill que parecía necesidad tenerlo en mente.

Cabía la posibilidad de que gracias a lo que pasó en la noche anterior hacía que pensará más en Bill, quien es el culpable de todo esto.


Caminé por los pasillos hasta llegar a  la biblioteca, ya que mi tío Ford había dicho que había nuevos libros, clara indirecta de que debía ir.  Sólo fingiré leer, y así podré sumirme en mis pensamientos y confusiones sin que nadie me pregunté en qué tanto pienso. Y así me evite mentirles más de lo que ya hago.


Tomé un libro de pasta desconocida, de bastantes páginas suficientes para que no me molestaran por mucho tiempo.


Como era de esperarse, trataba de algún tema bíblico, de algún versículo que no logro recordar con claridad. Y no lo recordé, porque ni la molestia me tomé de leer un par de páginas.



El primer paso ante todo era calmarse. Justo como cuando aprendí a cabalgar: tenía tanto miedo y me caí dos veces seguidas, apenas intentando subirme en Bastian, antes pequeño. No fue hasta que mi padre me dijo que me calmara, que el caballo no se sentiría seguro con un jinete con miedo a él.

Y esa lección me ha servido suficiente, y lo hará con esta situación.


Una vez que pude liberarme de todo el pánico gracias a que ahogué mis gritos de frustración en mi antebrazo, pude ser capaz de avanzar al siguiente paso que trataba de reflexionar.


Los sueños que tuve resultaron no serlo: Bill era quien me besaba todas las noches para parar mis constantes pesadillas, algo sumamente real.

La noche anterior lo descubrí en pleno ósculo, y siguiente a eso y a mi obvio enojo, él me hizo caer en cuenta de que él es mi único consuelo ante mi cruda soledad, la cual era tanta que mi mente no podría ser capaz de crear sueños de alguien besándome, algo que también me dijo y que ahora lo veo grosero y prejuicioso.


Sin embargo, por más que la furia me embargara por sus nada amables palabras, este sentimiento aminoraba al recordar que el se ofreció a seguir siendo mi consuelo. A lo que se refería sólo me daba alguna idea, pero no lo comprendía a la perfección.


¿Acaso se refería a seguirme besando todas las noches?.


Los besos para él parecen tener el mismo significado que la visión humana: algo lindo e intimo que compartir.


Pero también hay besos falsos, sin ningún sentimiento mas que engaño.


Admito que sí necesito un consuelo, pero no de tal tipo y mucho menos proveniente del demonio, y peor aún al tener en cuenta que cabía la posibilidad de que sólo estaba jugando conmigo y que nada de lo que dijo anoche es real.


Y sólo tendré respuestas si le pregunto al demonio.



Suspiré. Como siempre, no puedo solo.



- Pensé que detestabas esos libros, Pino- su aterciopelada voz me hizo estremecer. Dirigí mi vista hacia la ventana, la cual estaba abierta. Juro haberla dejada cerrada. Y al lado de ésta estaba Bill, con su cabello lleno de escarcha en las puntas.

- ¿Hace cuánto que estás ahí parado?- pregunté.

-  No mucho- respondió. Cerró la ventana, algo que agradecí en silencio al colarse el frío invernal en la habitación. Después caminó hacia la puerta y la cerró. Mis manos comenzaron a sudar y mis latidos golpeaban tan fuerte a mis costillas que pensé que las romperían.

- Y has venido por...

- No te vi en el desayuno y me dijeron que habías ido a trabajar- tomó su barbilla y me vio de pies a cabeza- Aunque tú habías dicho que hoy no tienes obligación alguna de venir, y eso se ve correcto al verte aquí leyendo cómodamente. Yo sé que lo único que quieres es estar lo más lejos de mi

- Si lo sabias...- murmuré, casi reproché- ¿Por qué has venido?

- Porque soy persistente, Pino. Y me aseguré de que no te hubiera pasado nada- me sonrojé al escucharlo decir eso tan despreocupadamente, como si fuera algo obvio.


Cerré el libro y apreté mis puños tan fuerte que temí que rasgara mis palmas con mis uñas.

- ¿A qué juegas, Bill?- susurré y él se acercó a mí como un depredador.

- No estoy jugando a nada- respondió cuando estuvo demasiado cerca de mí.

- Claro que lo haces. Besándome todas las noches...- mi voz se quebró en vergüenza- ¿Acaso te divierte burlarte de lo solo que estoy desde la muerte de mis padres dándome falsas esperanzas de un imaginario consuelo? Quizá eres más superior a mí en muchas cosas, pero no te da el derecho de jugar conmigo de tal vil forma

- No estoy jugando contigo- susurró, sentándose en uno de los brazos del sillón en el que yo estaba- No estoy burlándome de ti. No te estoy dando falsas esperanzas

- ¿Por qué, entonces?- pregunté, confundido. Al no saber nada, lo mejor es pedir respuestas.

- Porque yo también quiero un consuelo, Mason- acarició mi cabello levemente- ¿Te lo había dicho, no? Si tú crees tu vida miserable, la mía es peor. Mason, somos tan parecidos y a la vez tan distintos que me maravilla. ¿No lo habías notado?


Yo negué y él sonrió con ternura.


- Seamos nuestro consuelo, Mason- me susurró y tomó una de mis manos- Déjame ser tu consuelo y que tú lo seas para mí


Desvíe mi mirada de la de él.


- Somos hombres- susurré- O al menos tú tienes la forma de uno. ¿Eso no es asqueroso para ti?

- ¿Para ti lo es?

Yo negué con la cabeza.

- Pero todos tienen asco de ello. Y quizá tú no eres la excepción- dije.

El rió y apretó más mi mano, extendiendo mis dedos.

- No me conoces, Mason- murmuró- Pero no digo que no te dejaré conocerme...

- ¿Cómo sé que no mientes? ¿Cómo saber que todo esto no es más que un simple juego para ti?- rogué, con la voz quebrada.

- Sólo te doy mi palabra que esto es verdadero. Te hago la promesa de un solitario demonio que no es un juego ni un engaño- besó mis nudillos, y sentí mi corazón estallar- Te pido ser tu consuelo y que tú seas el mío

Mi corazón latía desbocado, y podría jurar que se escuchaba en toda la estancia. Me quedé en silencio, avergonzado y pensativo.


Quizá no esté mintiendo.



Y esta podría ser una oportunidad de no sentirme tan miserable de lo que es obvio que soy.



Pero me tardé mucho en hablar para decirle que podría funcionar, y este demonio ya había dejado en claro que no es nada paciente.

- No te molestaré hasta mañana. Si quieres puedes quedarte a dormir en casa de tus tíos... te estoy dando tiempo para que decidas bien, Mason- me susurró.

- Dijiste que no te gustaba mi nombre- le susurré- Pero lo has dicho muchas veces

- Pino no es algo que concuerde a esta situación- dijo, con diversión quizá ante mi cambio de tema.

- Dipper- susurré.

- ¿Qué?- yo asentí.

- Mi familia me llama Dipper- dije- Si quieres, tú dime de la misma forma

- Dipper- ahora fue su turno de susurrar. Formó una sonrisa que logré ver por el rabillo del ojo- Gracias


Volvió a besar mis nudillos antes de levantarse y alejarse. Abrió la ventana y se salió, sin mirarme nuevamente.



Y me alegro de no tener un espejo, porque sé que estoy igual de rojo que una manzana.

Hice lo que Bill sugirió: me quedé a dormir en casa de mis tíos. Ellos aceptaron gustosos y al instante mandaron a arreglar mi habitación.



Pero pasó rápido la tarde, porque ya no tenía que pensar nada y eso lo hacía menos tedioso.



Algo arriesgado, lo sé.

Pero también quiero ser su consuelo y que él sea el mío.


Cabía la posibilidad de que él me había hechizado para convencerme. Pero eso lo desconocía y comenzaba a restarle importancia conforme el paso de las horas.

Cuando hubo llegado la hora de dormir, mi decisión estaba clara y pasado a un lado las inseguridades que me causaba mi decisión.


Mi cama era fría, más en Invierno. Todas las mantas estaban sobre mí, y aún así, no lograba evitar que temblara de frío.

Sorprendentemente, logré dormir después de un par de gélidas horas. Y más sorpresa fue para mí que no tuve ninguna pesadilla.




Él al fin me alcanzo.

Cubrió mis manos con las suyas y me atrajo a su pecho.

Me susurró palabras de calma.

Me dio consuelo.

Tan hermoso y grato consuelo que me hizo callar.

Tan sensible y amable consuelo que me hizo acurrucarme en él, oliendo su aroma a lavanda.

Y le agradecí en silencio, viendo a sus ojos de un maravilloso oro.



La sensación de ser observado no ayuda a dormir, obviamente.


Me incorporé al instante, maldiciendo al sentir el frío calar mis huesos otra vez.

- Vaya, pensé que te asfixiarías entre tanta lana- susurró una voz desde una esquina. Era fácil saber quien demonios era, o qué demonio era.

- Pensé que cumplirías el no molestarme hasta mañana- le dije, mientras el salía de las sombras y se sentaba en la orilla de la cama.

- Eso te lo dije ayer, Dipper- cerró los ojos después de decir eso- Me gusta el sobrenombre que te han puesto: Dipper.

- A mi también- susurré- Vienes a saber mi respuesta, ¿no? Eres malditamente falto de paciencia

Él sonrió ampliamente y se encogió de hombros.

- No puedo cambiarlo, Dipper- respondió. Tomó una de mis manos e igual que en la tarde, besó mis nudillos- ¿Y bien?


Yo sonreí y alcé una ceja.


- ¿Ya lo sabes, no?- pregunté.

- Puede ser- respondió- Pero quiero que tú la digas, quizá me equivoque


Tragué saliva y sentí mi sangre subir hasta el rostro.


- Yo también quiero ser tu consuelo y que tú seas el mío- susurré y su sonrisa se ensanchó de una forma hermosamente amorosa. No misteriosa ni irónica, simplemente hermosa.

Él me abrazó como si en realidad sus verdaderas intenciones fueran asfixiarme hasta matarme. Y nos recostó en la cama. Por fin me sentía cálido entre esas sabanas frías.


Besó mi mejilla y mi frente, mas nunca mis labios. Y mejor así, no sé como yo reaccionaría si me besara estando consciente de que lo hacía.



Y así,  abrazado a él, pude caer rendido ante el mar de los sueños, el cuál era hermoso y sereno, sin señales de tempestades ni tormentos.



...Y le agradecí en silencio, viendo a sus ojos de un maravilloso oro...


~•~•


Hola, estrellitas!!! La Tierra les dice hola!!! ♥♥ (⌒▽⌒)

¡Nuevo capítulillo!

Me encantó este capítulo en lo personal, ya que adoro las confusiones que los personajes tienen y por ende, las peleas internas que tienen. 

¿Vieron el patinaje artístico sobre hielo de los hombres en los Juegos Olímpicos de Invierno 2018? ¿No fueron maravillosos los patinadores? Yo lo acabo de ver y no fue más que una hermosa y estresante experiencia UwU 


En fin!!!


Mushos abrashosh ashfixiantesh y beshosh baboshotesh!!! 

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