VI. Miseriae
Bill y yo estábamos sentados en la estancia, escuchando a cada sirviente como es debido.
Hacía un esfuerzo para recordar los nombres de los sirvientes y su edad.
Phillips, 5O años. Terrence, 35 años. Chrisopher, 28 años. John, 18 años.
Helen, 36 años. Lottie, 30 años. Arabella, 25 años. Harriet, 21 años.
Me repetí mas de diez veces lo anterior, barriendo sus rostros una y otra vez.
- Amo Dipper- habló el señor Phillips, quien es de ojos cansados y rostro arrugado. Dio dos pasos adelante de los demás para acortar distancia entre nosotros, sin embargo, no se acercó mucho. Me tendió una carta con el sello de la familia Pines- Lo mandan sus tíos, amo
- Ah, claro- respondí mientras tomaba la carta.
Sabía desde antes que me mandarían mis obligaciones, así que no fue sorpresa ver aquella lista con aspecto interminable de deberes.
Los Lunes iría a la Iglesia por razones del clero. Tenía que estar ahí cuando el sol esté casi en su apogeo. Sin horario de retorno definido.
El Martes lo tendría libre al igual que el Miércoles.
El Jueves iría a la Iglesia poco después de que amaneciera. De igual forma que el Viernes. Sin horario de retorno definido.
El Sábado no había nada.
El Domingo es obvio que sí las habrá. Y tengo que estar todo el día, a causa de la misa de todos los Domingos y que las reuniones del clero suelen hacerlas ese día.
Suspiré. Volví a doblar la carta y antes de que la guardase, Bill me la arrebató y la comenzó a leer.
Yo lo único que hice fue fulminarlo con la mirada, pero no le dije nada.
- Hagan sus labores cuando sea pertinente. Si necesitan algo, hablen con nosotros y llegaremos a alguna negociación- dije, poniéndome de pie- Bienvenidos
Bill también me secundó y me regresó la carta.
Caminamos hacia la biblioteca, la cual estaba hecha un desastre.
Los ladrillos de piedra estaban apilados en un lugar sin orden alguno. Suspiré al pensar cuánto tardaríamos en ordenar.
Sin embargo, me olvidé que Bill era un demonio.
Chasqueó los dedos y al instante, el orden apareció en la habitación.
- ¿Tendrás una agenda ocupada, no es así?- me preguntó.
- Sí- respondí- Es el precio de tener esta casa bajo mi mando
- Todo tiene un precio, aunque sea mínimo- Bill se encoge de hombros- Así son las cosas siempre, niño.
- No me digas niño- reclamé- Tengo 18
- Te ves más pequeño. Eres tan enano como lo es un niño de 15 años
Volví a fulminarlo con la mirada, y él sólo rió.
- ¿Y qué? ¿Ya sabes cuándo te casarás? A tu edad muchos ya se casan- cambió de tema súbitamente, algo que siempre acostumbra hacer.
Muchas ganas tenía de decirle que no le importaba en lo más mínimo. Pero las palabras salieron por sí solas sin que yo las pensara.
- No tengo prometida. Mucho menos novia. Si no la tengo, ¿cómo me casaré?- respondí.
- Pues deberías salir más a conocer chicas, ¿no lo crees?
Yo me encogí de hombros.
- No tengo prisa, el amor me llegará cuando tenga que hacerlo. O eso creo. Si no, lo más seguro es que mis tíos ya tienen pensado con quien casarme. La dote debe ser grande- dije, y no evité hacer mi voz temblar un poco.
Detestaba hablar de mi futuro. Todos se casan a mi edad, y a veces no es sólo una esposa la que tienen.
Mueren por alguna enfermedad o al intentar dar a luz. Mis tíos han tenido esposas, las dos muertas ya hace mucho. No se casaron una segunda vez, porque no encontraron alguna mujer digna de su atención, o más bien, alguna dote digna de su atención. Son unos malditos avariciosos.
Y no creo que no sea un caso distinto al mío.
Bienvenida sea a mí la monótona vida que tengo por delante.
- No deberías depender en tus tíos sobre todo lo que haces, Mason- me dijo Bill.
- ¿Por qué no he de hacerlo? No me queda de otra. No tengo opciones- dije.
Él comenzó a reír sutilmente.
- Eres un poco depresivo- habló y fue mi turno de sonreír.
- Quizá. No tengo muchos incentivos para no serlo
- Ya lo veo... ¿Y tus padres?
- Muertos. Asesinados- cuando dije eso, su sonrisa se transformó en una mueca de incomodidad.
- Claro... por algo tú y tu hermana viven con sus tíos. Que obvio- dijo, más para sí que para mí.
Viéndolo así parecía más humano, aún cuando sus ojos y cabello ámbar demostraban lo contrario.
- Ya no me duele tanto pensar en eso. Hasta sé que se lo merecían- y sin siquiera pensarlo, comencé a contarle todo lo que ha pasado en los diez ocho años de vida que tengo.
Quizá sólo quería desahogarme de todo lo que me despierta en las noches más frías y oscuras. De todo lo que hace mis ojos escocer al recordarlo.
Y podría ser en vano, ya que con quien hablo quizá no entienda lo que se siente estar en mi situación, por más listo que sea.
Y si el caso anterior aplicaba al demonio, no lo demostraba. Escuchó todo atentamente, con el rostro serio.
- No sé por qué te dije esto- hablé una vez que terminé de relatar. Tarde fue cuando noté todo lo que le decía. Estaba temblando a causa del llanto que intentaba ocultar- ¿Te aburrí, no? Lamento esto
- No, está bien-respondió y sonrió con gentileza. No evité abrir mis ojos ante tal mueca, impresionado. Jamás se me hubiera pasado por la mente que aquel demonio pudiera acaso tener algún atisbo de gentileza y empatía.
Mi corazón comenzó a latir con frenesí y tuve que desviar la mirada.
Aún con la sorpresa a flor de piel, la tristeza casi insoportable que adquirí no me abandonaba. Y fue cuando sentí una lágrima querer caer que decidí irme de ahí, para estar a solas y tranquilizar mis ya permanentes penas.
- Iré a mi habitación- susurré- Que me llamen cuando esté lista la comida, bajaré inmediatamente
Bill alzó una ceja, extrañado.
- Oye, en serio que no me aburrí de esta conversación... el que hables sobre eso hace que superes el trauma causado. Y te hará sentir mejor- dijo, parándose del sillón en el que estaba sentado.
No le respondí. Me salí de la biblioteca a grandes zancadas, intentando no correr.
Cerré con un portazo mal intencionado. Sentía mi cuerpo temblar como nunca.
Caminé tembloroso hacia mi cama y por fin, de tantos años diciéndome que no debía llorar más por mis padres, las lágrimas salieron de mis ojos.
Ahogué mis sollozos en la almohada que aferraba, como si eso me sirviera de consuelo.
Porque no lo tengo. Como quisiera que mi madre estuviera aquí y me abrace, acariciando mi cabello y diciéndome que todo estará bien.
Pero mi madre no está aquí, ni siquiera mi padre que tanta consideración me tenía ante el futuro.
Aquella vida ya desapareció. Sólo son recuerdos que poco a poco se esfuman, conforme pasan los años.
Pero daría todo por regresar aquella felicidad de alguna forma.
Los muertos no pueden regresarse a la vida, pero los sentimientos pueden sentirse otra vez, por más perdidos que los hayas dado.
Y espero que pueda recuperarlos.
Entre lágrimas, el sueño me cubrió lenta y cálidamente como una cómoda y bien recibida manta.
Volví a gritar su nombre, pero un susurro fue lo único que salió de mi boca.
Grité más veces, mas no pude hacer otra cosa que raspar mi garganta.
Él, sin embargo, sí podía gritar.
Gritó con enojo y desesperación, maldiciendo su propia existencia.
Clamaba por su desconsideración y por sus nulos intentos de cambiar.
Porque él sabía que si seguía así, los sueños que tiene de erradicar su soledad jamás se harían realidad.
...Cambiar será el primer paso...
Desperté cuándo tocaron la puerta. Soy de sueño ligero, generalmente, pero esta vez me costó mucho despertar.
Mi cabeza palpitaba de dolor y no evité tomar mis sienes entre las manos, masajeándolas en un vano intento de aminorar el dolor.
Si acaso soñé, ya no lo recuerdo. Pero eso no me aflige en lo más mínimo, puesto que ningún sueño tiene importancia.
- Pasa- ordené.
Terrence entró a la habitación con la cabeza gacha. Así podía ver las canas en la raíz de su cabello castaño oscuro. Era alto, pero no tanto cómo lo es Bill y era delgado a causa de las arduas tareas de servir.
- Lamento la interrupción, Amo Dipper- dijo, con sumisión- Pero la cena está lista. El amo Bill lo espera
- Claro. Iré inmediatamente. Puedes retirarte- dichas esas palabras, Terrence hizo una pequeña reverencia y salió de la habitación.
Caminé hacia una esquina, donde había un espejo. Me miré hacia él, esperando no encontrar rastro de mi llanto.
Para mi desgracia, se veían mis ojos y mejillas rojas. Y por más que mojé mi cara con agua, no pude mejorar mi aspecto. Me dí por vencido después de varios intentos.
Bajé hacia el comedor, donde todos los sirvientes estaban reunidos. Bill me esperaba sin tocar el plato, aún cuando la comida ya estaba servida.
El demonio me vio entrar con una de sus cejas alzada y su boca en una linea recta. Lo que pasaba en su cabeza era desconocido ante mi, algo a lo que comienzo a acostumbrarme conforme más pasa el tiempo.
Me senté y comencé a comer, después Bill me secundó.
- Jamás imaginé que comieras como nosotros- le dije, rompiendo el extraño silencio que se instaló entre nosotros.
Él sonrió y me vio por primera vez desde que había pisado el comedor.
- ¿Pues que creías que comía, Pino?- preguntó.
- No lo sé. Quizá bebés recién nacidos o algo así- respondí, ganándome las escandalosas carcajadas del demonio.
- Para nada. Los demonios somos muy iguales a los humanos en algunos aspectos- dijo- Nosotros también tomamos energía de los alimentos como ustedes lo hacen
- Ah vaya. ¿Y en qué más somos parecidos, Bill?
- En otras cosas- respondió, encogiéndose de hombros- Te darás cuenta conforme pase el tiempo
- ¿Y no sería más fácil decírmelo?
- ¿Y eso que tendría de divertido? Es mejor descubrir las cosas por ti mismo
No hago mas que sonreír y seguir comiendo.
Puede que su sentido del humor alegré más de lo que debería mi día. Y se lo agradezco, porque si no fuera así, mi vida sería más monótona de lo que ya es. Y más solitaria de lo que ya es.
Terminamos de comer y nos retiramos del comedor.
- Lamento lo de hace unas horas- me dijo, mientras yo seguía sus pasos- No soy conocido por ser considerado
- No me digas- dije, y él estiró de una de las comisuras de su boca, formando una sonrisa torcida- Está bien, fuiste considerado. Es sólo que yo huí, como siempre lo hago- solté un suspiro- Me he querido sentir fuerte, mas no lo soy. Sólo soy bueno escondiéndome y escondiendo mis recuerdos y sentimientos. Por algo nunca salgo y por algo nunca demuestro la furia que siento hacia mis tíos- volví a tomar aire y a soltarlo al sentirme sin aliento, como si alguien me hubiera golpeado en el estomago, aún no siendo nada más que una ilusión de mi miedo- Y cuándo pude por fin desahogar todo lo que tengo dentro, cuándo pude reconocer de alguna forma lo mierda de ha sido mi vida desde hace años... simplemente fue abrumador. Creo que no pude soportar ese sentimiento, y por eso me derrumbe. ¡Que desgracia ha de ser para ti que yo sea así de miserable!
Mientras hablaba, nosotros caminábamos a pasos pesados hacia la biblioteca. Seguía a Bill, así que no sé que es lo que planeaba.
Él negó con la cabeza, aún con su media sonrisa.
- Para nada, Pino- dijo, tan bajo que parecía un susurro- No es ninguna desdicha tener cerca la miseria cuando ya se vivía con ella desde hace mucho. Quizá es un alivio que no sea el único
- ¿A qué te refieres?
El demonio hizo un ademán con la mano, restándole importancia.
Quise exigir respuestas, pero me callé cuando vi que Bill empujaba el librero que escondía la abertura.
- No avanzaremos mucho sólo hablando- dijo- Así que traje algo que facilitará que aprendas. Es de cortesía
Me dio un empujón hacia las escaleras, y yo las bajé a regañadientes.
Él se adelantó y abrió la puerta por mí, con una sonrisa por la que temer. Quién sabe que planeaba este retorcido demonio.
Cuando entré a la habitación, no pude esconder mi asombro. Me quedé estático en mi lugar, observando boquiabierto el lugar.
La habitación, antes oscura y húmeda, se había convertido en un extraño estudio. Había vasos extraños, con sustancias de vivos y muertos colores, burbujeantes y humeantes.
En una esquina había un estante con libros, demasiados como los que tengo en casa con mis tíos.
- ¿Qué es todo esto?- alcancé a preguntar.
- Ciencia- respondió.
Seguí callado, observando todo. Caminé con sumo cuidado entre las mesas largas de metal, distribuidas en toda la estancia. En ellas había diferentes sustancias, la mayoría tapadas. Había también instrumentos extraños.
- ¿Y con qué te pagaré esto?- dije, riendo al saber que esto es una trampa.
- Ya te dije, es cortesía- abrí los ojos y él sonrió ampliamente- Aunque una propina generosa no caería mal
Y ahí está la trampa. No se puede esperar menos de un demonio como Bill.
- ¿Y qué quieres? ¿Mi alma o mi sangre?
El negó, riendo.
- ¿Y eso de qué me será de utilidad?- dijo- No se me ocurre nada, pero con el tiempo saldrá. De ahora en adelante, me debes algo...
- ¿Debo asustarme?- pregunté.
- No lo sé
Clamaba por su desconsideración y por sus nulos intentos de cambiar
•~•~•
Hola, estrellitas!!! La Tierra les dice hola!!! ♥♥ (⌒▽⌒)
Aquí, tarde. No tanto, pero sí un poco tarde. Pues que decirles, ya saben cómo soy.
¿Qué les está pareciendo la historia?
Va un poco lento, lo sé. Pero hay que ser realistas en las relaciones. No hay antecedentes, aí que no hay razones para ya estar ellos enamorados. Aún así, trato de hacerlo un poco rápido para no cansar.
Aún después de lo anterior... ¿Qué les ha parecido? ¡Díganmelo, que muero por saber!
¿Alguien quiere entrar al grupo? ¡Aún hay cupo!
Ahora shi...
Mushos abrashos ahsfixiantesh y beshos baboshotesh!!! ♥♥
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