Dos

un tipo de globo diferente

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El agudo chirrido de niñas de 15 años llenó ya la cabaña. Me sentí aliviada al descubrir que el resto de las camas de las chicas estaban por encima de mí, excepto la de Stevie. Nuestras camas tenían una pared en medio, pero eso hizo mucho más fácil el maniobrar a través de la cabaña.

—Stevie—llamé, aún recostada sobre mi cama. Fui la primera de ellas en terminar de desempacar, lo cual fue francamente ridículo.

—¿Qué, Jess?—preguntó, sonando impaciente.

—¿A qué hora es la cena?—gemí, sosteniendo mi estómago considerablemente. Nadie me estaba viendo, pero un pequeño drama personal no daña a nadie.

—¡En quince minutos! ¡así que espero que la chicas estén apurándose y no perdiendo el tiempo!—ella regañó, y comencé a reír. Su rostro de repente apareció alrededor de la esquina y mis ojos se ampliaron—. Puedes ir adelantándote, sálvame un asiento. Algunos miembros del personal deben estar allí ya—asentí sonriendo.

—Aaaahkay—murmuré, me levanté y caminé por la puerta.

Iba caminando por la profundidad del campamento hasta que me di cuenta:

No tengo ni idea de donde está el comedor.

Iba sólo a entrar a edificios al azar con mis dedos cruzados, pero decidí no hacerlo cuando recuerdos de como una vez corrí hacia el baño de los hombres vinieron a mi mente. Vi cosas que ningún niño pequeño jamás debe ver.

Vi al mismo chico que se rió de mí treinta minutos antes sentado sobre una todoterreno verde oscuro, explorando los ojos sobre su teléfono, masticando un silbato que colgaba alrededor de su cuello mientras tanto.

—¿Disculpa?—llamé, esperando que me oyera.

—¿Hmm?—él ni siquiera giró su cabeza. Tomé el tiempo para notar sus largas y velludas piernas dobladas por encima del volante, muslos y rodillas cubiertos por azules jeans que parecían cortados en shorts por sí mismo. Una colorida camisa pintada, con las palabras "Campamento Clementine" escritas en el pecho, y unos cuantos tatuajes cubriendo sus brazos.

—¿Dónde está el comedor?—pregunté tímidamente, jugando con mis manos ante el nerviosismo. Él no respondió—. ¿Hey?

Alzó su cabeza y sonrió, mirándome de arriba a abajo. El negro silbato cayó de sus ahora partidos labios hacia su pecho, colgando alrededor de su cuello venoso—. ¿Tienes prisa?—respiré profundamente, orando por paciencia.

—¿Sólo puedes decirme dónde está?

—¿Vas a cenar?

—Sí.

—¿Qué vas a comer?

—Yo-no sé.

—Realmente debes aprender dónde están las cosas.

—Sí, por eso te estoy preguntando.

—¿Quieres que-

—Mira hombre, siendo honesta yo-

—¡Necesitamos una introducción adecuada, entonces!—hice una mueca al verlo saltar del todoterreno, parándose sobre la hierba.

—¿Qué?

–Hola Honesta, soy Harry Styles—bufé y rodé mis ojos hacia sus manos extendidas.

—Tienes que estar bromeando—murmuré hacia mí.

—No, yo todavía soy Harry. Me encanta tu nombre por cierto—parpadeé—. ¿Es Ruso como tu?—rió—. ¿Entiendes? ¿Ruso? Porque estás en un apuro—aunque estaba severamente molesta de no estar en el comedor aún, fue difícil no formar una sonrisa—. Me encanta cómo es un nombre demasiado...

—¿Puedo sólo saber dónde está el com-

—...como todas las mujeres que hay en mi vida.

—Espera, ¿qué?

—Rihanna, Cher, Beyoncé, Madonna, Adele...

—Mira, estoy siendo seria-

—¡Sabía que tenías un apellido!—me quedé allí, con la cara en blanco, mirando al chico frente a mí, riendo tan fuerte que perdió el equilibrio, casi golpeando su cabeza en una de las cuatro ruedas, pero en su lugar, cayendo de rostro al suelo.

—Oh mi Dios, ¿estás bien?—pregunté de rodillas hasta donde estaba su cara, en la suciedad y la hierba.

Cuando levantó su rostro, él todavía se reía, y no pude evitar sonreír. Le ayudé a pararse, empujándolo hacia el todoterreno donde "subió a bordo." Él recuperó su aliento y apuntó el dedo pulgar detrás suyo.

—¿Qué?—pregunté, mirando confundida.

—Es un tanto lejos. Súbete—mi mandíbula cayó un poco, y sacudí mi cabeza.

—Yo-yo.. uh... estoy retrasada para, uhm, la asamblea, pero no tanto. No quiero que... yo no... nosotros no... uhh... contacto...—dejé de hablar y mordí mi labio cuando me di cuenta que él sólo estaba mirando como yo tartamudeaba, sonriendo.

—No estoy haciendo nada, más que siendo un caballero—él saludó, haciéndome reír.

—Está bien—murmuré no muy segura. Sonrió amablemente, inclinándose hacia adelante. Estaba de repente muy consciente de cuánto se notarían mis oscuros cortes cuando separara mis piernas y las colocara alrededor de él.

Tal vez no fue una buena idea.

Lentamente y con cuidado me deslicé, ganándome una sonrisa de su parte. Coloqué mis manos en mi regazo, sin saber qué hacer. No quería envolver mis brazos alrededor suyo u algo, mis piernas eran lo suficiente como para meterme en problemas.

—Brazos.

—¿Qué?

—A mi alrededor.

—¿Qué?

Rió, buscando detrás de él para agarrar mis brazos, envolviéndolos alrededor de su torso, descansando sobre su ombligo.

Olvídenlo, esto fue una buena idea.

(...)

Llegamos al comedor, que, en realidad, no estaba "un tanto lejos".

Nos tomó menos de un minuto para llegar.

No sabía qué hacer con eso.

Harry desapareció en la cocina mientras caminé por los alrededores. Una simple sala con mesas y bancos de madera. Una pequeña puerta hacia la cocina. No era nada especial, tal y como las cocinas de la escuela.

Y al igual que el primer día de escuela, no tenía ni idea de dónde sentarme. La esquina posterior fue siempre una buena opción.

(...)

Esperar por las chicas han sido torpe diez minutos de ansiedad, hasta que un sonriente británico pelirrojo llamado "Oliver" me dijo que podía adelantarme y conseguir mi comida. Le agradecí y rió.

Dos tacos y una taza de budín más tarde, Stevie entró pisando fuerte sobre el pasillo, claramente molesta, con una hilera de chicas riendo detrás de ella.

Ella golpeó bruscamente su bandeja contra la madera, haciendo eco en la sala. Miré sus ojos chocolate hirviendo.

—Eso fue un poco innecesario—dije, sonriendo ante su ceño frustrado. Ella suspiró y se sentó, mordiendo violentamente una zanahoria.

—Estas chicas se tardan demasiado. Nunca he tenido una cabaña, en mis tres años de asesoramiento, en la que se lleven tanto tiempo—gimió—. Así que...—dijo entre bocados de zanahoria— ...me olvidé de decirles cómo llegar—asentí, tomando un bocado de budín—. ¿Tu cómo encontraste el camino?

—Por el hijo del dueño.

—Él es delicioso, ¿no?

—¿Acabas de utilizar el término 'delicioso' para describir a un ser humano?

—¿Eso no está bien?

—No estoy segura todavía.

—Eres deliciosa.

Me detuve—. Eh, sí, está bien.

(...)

La cena terminó antes de que pudiera terminar mi ensalada, lo cual no fue mucha decepción para mí. Los horarios fueron publicados después de la cena, de las cosas que estaríamos haciendo. Me alegré al encontrar que no asignaron parejas. Nunca fue bueno para mí.

De repente, el día había terminado y debíamos ir a dormir. Sabía que Stevie nos dejaría quedarnos despiertas después de que el guardia fuera a comprobar para ver si nos quedamos dormidas porque ¿quién se va a la cama a las 10?

Cinco minutos después de que Louise había revisado nuestra habitación, estábamos todas en un círculo en la litera de arriba. Me senté al lado de Stevie, en la almohada de alguien, con las piernas cruzadas. Acordamos decir nuestros nombres, edad y algo acerca de nosotras.

—Está bien, ya que soy la asesora voy primero. Soy Stevie, tengo diecinueve años y he sido consejera desde que tenía diecisiete años. Y antes de preguntar, sí, alguien ha conseguido ser expulsada por intentar chupar el pene de Harry—Una frágil chica a mi derecha jadeó mientras sus manos volaron a su boca. Dejé escapar una risa al mirarla. Ella sonrió tímidamente, llevando sus manos hacia abajo para mostrar un leve rubor, iluminado por la luz de la linterna. (Nosotras no podíamos encender las luces, porque Stevie dijo que tendríamos que limpiar la cocina si descubrían que aún estábamos despiertas.)

—¿Voy?—sugerí, buscando aprobación. Las chicas asintieron, mirándome con sonrisas. Yo soy Jess, o Jesse. Uh, estoy a punto de cumplir dieciocho años en un par de semanas, así que apenas y llegué al límite de edad aquí y uhh, creo que me voy a morir sin mi teléfono—la chica a mi derecha soltó una risita y sonreí hacia ella. Delgada, de cabello oscuro enmarcando su rostro joven, ojos avellanas sonriendo.

—Soy Joey tengo 16 años y sí, sé que parezco de doce—todas nos reímos un poco, al menos creo que todas lo hicimos.

—Yo soy Taylor—una chica con largo cabello castaño oscuro y ojos azules brillantes habló—. Tengo 16 años y... no puedo pensar en nada que más que decir—sonrió, mirando con expectación a la siguiente chica.

—Soy Alex, tengo 17 años y me encantan las películas de Disney. Especialmente los clásicos de princesas—mi rostro debe haberse caído.

Clásicos de princesas Disney.

—Yo soy Elle—una rubia platinada con estereotipados ojos azules dijo—. Tengo 16 años, y creo que deberíamos jugar a verdad o reto.

—No somos niñas de trece años—reí, mirándola.

—Verdad o reto no es sólo para niños, Jesse—suspiré.

—Está bien. ¡Joey! ¿verdad o reto?—sonreí hacia la tímida y frágil chica junto a mí, tomando a todo el mundo por una especie de shock.

—Verdad—juguetonamente fruncí el ceño.

—No eres divertida. Bueno, uuuuh... ¿No te molesta que la gente piense que eres más joven?

—Esa pregunta apesta—Stevie se echó a reír.

—Lo sé.

—Sí, lo hace.

—Jesse—Elle gritó, y mis cejas surcaron por la sorpresa—. ¿Verdad o reto?

—No se supone que sigamos un orden o-

—Sólo responde.

—Está bien, reto.

—Debes colarte en la cabaña de Harry y robar algo—mis ojos se ampliaron.

Mierda.

(...)

No es por sonar como una adolescente cliché pero no era de las que rechazarán un reto, a menos que fuera realmente estúpido, o pudiera llegar a tener graves consecuencias.

Al parecer, en mi mente en ese momento, esto no parecía estúpido. Planeé en encontrar algún tipo de alimento o algo que él no noté su ausencia. Sin embargo, iba a tener que apurarme, porque al parecer el personal estaría ocupado hasta las 11, o al menos eso es lo que dicen las chicas.

Mientras sostenía la linterna apagada en mi mano, mirando su cabaña me di cuenta que esto puede no ser la mejor idea.

Demasiado tarde para dar marcha atrás ahora.

Llegué a su cabaña, mirando hacia atrás la mía, vagamente viendo la cabeza de Stevie asomándose fuera de la puerta, asintiendo con su cabeza para decirme que había llegado al edificio correcto. Tomé una bocanada de aire y encendí mi linterna.

No encendía.

La golpeé contra mi palma con la esperanza de conseguir algo de luz.

Nada.

Tomé una profunda respiración y alejé el pensamiento de la oscuridad fuera de mi mente, entrando en la cabaña como un caballero de justa.

Bien, tal vez no como un caballero, pero estaba funcionando.

Estaba demasiado oscuro para ver algo, así que con mis manos iba tocando alrededor de la cabaña, acercándome a lo que se sentía ser una mini nevera. Mi mano entró en contacto con algo duro y maldije en silencio, pero suspiré al encontrar la sensación de envoltorios de golosinas. Agarré un puñado, levanté el torso de mi camiseta colocándolos dentro y envolviéndolos, para garantizar que no se cayeran en mi viaje de regreso. Cerré la puerta con prisa, mis pies arrastrando contra la hierba húmeda tan rápido como pude, hasta llegar a la cabaña de vuelta.

Mi respiración era superficial, con el asma no ayudándome para nada mientras saltaba, literalmente saltaba dentro de la cabaña, solté una risa y un suspiro de satisfacción.

—Ustedes pequeños pedazos de idiotas me dieron una linterna descompuesta—respiraba, subiendo la escalera para el segundo "piso".

—¿Qué sacaste?

—Bueno, realmente no podía ver pero creo que son dulces—murmuré, sentándome.

—¡Sácalos!—Stevie sonrió, todas con una sonrisa salvaje enlucida en nuestras caras llenas de adrenalina.

Derramé el contenido fuera de mi camisa, alumbrando con la linterna que realmente servía.

Envoltorios brillantes reflejaban en la luz a través de la habitación, sólo que las envolturas cubrían algo más que dulces.

Un pequeño grito estalló por parte de Joey, cubriendo su boca con sus pequeñas manos por segunda vez. Stevie dejó escapar una gran risa. Creció una sonrisa en mi cara, y Elle pretendía no estar sorprendida.

—¿Qué son?—hice una mueca—. Nunca he visto este tipo de dulces antes—declaró Taylor, empujando sus gafas hasta el puente de su nariz para conseguir un mejor aspecto de la muestra. Ella cogió uno, llevándolo cerca de su cara.

—Son condones, Taylor—ella inmediatamente lo soltó y gritó.

—Per-pero eso lo utilizas cua—todas nos reímos un poco por como su rostro palideció de horror.

—Sí, cuando tienes sexo—ella chilló y todas reímos aún más.

—Espera—Joey habló—. Si el Sr. Davids dice que no podemos relacionarnos 'físicamente' con él, ¿por qué tiene condones?

—Quizá quiera volarlos con globos.

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