La Cacería.

La noche había caído finalmente. La isla les impedía a los dioses usar por completo sus poderes y a las reencarnaciones aún más.

Sin embargo, ese no era el problema de Hades. Tenía reunido ya la mitad del mapa que llevaba a la localización del cofre. Sus espectros hurgaban en cada rincón de la isla para conseguirlos; lo cual le daba una gran ventaja por encima del resto de sus compañeros.

- Cuando tenga el cofre y el poder absoluto en mis manos... - y no termino la frase. Se dio cuenta que había pensado en voz alta. Miro todos lados para cerciorarse que nadie lo hubiese escuchado y luego sonrió para sí.

- ¿A qué se debe esa sonrisa Hades?

- ¿Ahora me espías a mí? – dijo sin inmutarse. – Zeus fue muy inteligente, poner ojos en toda la isla y a ti de moderador. ¿Qué pensaría tu hermana si lo supiese, Abel?

- Así que lo sabes. – y el joven de un brinco bajo de la rama del árbol donde se hallaba sentado esperado y observándolo todo.

- A ti no te interesa el poder Abel; al menos no tanto como a nosotros. ¿Crees que soy un imbécil? Tu aparente participación en todo esto me resulto extraña... debiste adivinarlo. – y esbozo una risa tan amplia que enfureció por dentro al joven.

- Zeus me envió para controlar la situación; no desea sorpresas.

- Mi hermano y sus estupideces. ¿A qué le teme? ¿A caso nos vigila para evitar que encontremos los pedazos del mapa? Pues que pena, yo ya tengo la mitad completado – y le enseño el pergamino que tenía en la mano. – ¿me lo quitaras? – y su pregunta fue más un reto.

- No estoy autorizado para ello. Estoy aquí para evitar ciertas catástrofes posibles. No para ayudar o sabotear. Soy justo. – el joven arrastraba la voz con cada palabra, Hades jamás había sido precisamente de su agrado, y aunque su poderes podían ser casi del mismo nivel, sabía que aquel dios podía superarlo por mucho en cuanto a estrategias.

- Eso... y poner los obstáculos. – Abel lanzo un suspiro. – ponerle el minotauro a Athena. Eso no se hace.

- Basta. – murmuro entre dientes ante semejante sarcasmo.

- Dices que no estás aquí para ayudar o sabotear, pero lo cierto es que te preocupa tu hermana; encerrarla en un laberinto y ser custodiada por el minotauro fue muy inteligente; aún más teniendo en cuenta que ella aun es bastante torpe con su habilidades de diosa... aunque claro... ¿Qué podíamos esperar de la reencarnación patética y mimada de ella?

- Es una autentica guerrera.

- La Athena original, la de los tiempos antiguos... Saori Kido no es una diosa, es un pésimo intento de una.

- Pues... - respondió Abel mientras avanzaba un poco con una risita igual de burlona a las anteriores de Hades. – a ti te gano. Y a muchos más. – Hades carcajeo.

- ¿Eso fue lo mejor que pudiste decir para intentar humillarme? – hades comenzaba a disfrutar aquel encuentro. Sabía que tenía que avanzar, pero amaba frustrar las cosas de los demás, y teniendo la oportunidad, haría rabiar a Abel un rato. – ella realmente ha hecho mínimo en sus batallas, admito que su determinación es buena, cuando Hilda de Polaris dejaba derretir el hielo en Asgar fue lindo de su parte que orara a Odín, pero... el hielo seguía derritiéndose... sus poderes, simplemente no representan mucho. En cambio, sus caballeros... bueno... ellos merecen todo le crédito.

- Eres un maldito.

- Por los siglos de los siglos... - resoplo con astucia. – por algo soy el señor del inframundo. Si no, ¿crees que seguiría en pie todo ello ahí abajo? Como sea, creo que debiste instruir mejor a tu hermana, decirle a que se enfrentaría en esta pelea. – Abel bajo la mirada, hades le había dado en el corazón; si, había fracasado, había tenido la esperanza de que Zeus se retractara o no la dejase participar, pero no fue así y resulto ser demasiado tarde todo. Tampoco se le autorizo entrenarla, ayudarla a desarrollar sus poderes internos, despertar sus sentidos completos. Se sentía culpable. La había puesto dentro del laberinto para protegerla. El minotauro no quería matarla, la seguía para no perderla de vista, para cuidarla. Hasta que Poseidón intervino. – ocúpate en los demás Abel. – y las palabras de hades lo sacaron de sus pensamientos. – preocúpate por ellos... y de mí, solo ten miedo.

Y con una carcajada, el dios del inframundo hecho a andar. Abel apretó los puños fuertemente y sin querer aventó un rayo azulado al cielo que pareció chocar con algo y fragmentarse, cayendo sobre toda la isla como lluvia. En ese instante la tierra tembló.

- ¿Pero qué demonios?

- ¿Qué pasa? – pregunto Afrodita.

- La segunda ronda de obstáculos va a empezar. – dijo Ares mientras miraba el cielo.

- ¿Cómo lo sabes? – pregunto un poco temerosa.

- Solo lo sé. – y volviendo a su voz autoritaria continuo – camina, tenemos que seguir y antes de que entre la noche. Ahí es cuando habrá más peligro.

Mientras tanto; Julián y Saori caminaban por una especie de acantilados que iban a dar a un rio.

- ¿Qué ocurre? – le pregunto al notar que Saori se quedaba un poco a otras.

- ¿Has notado que en todo este tiempo, no hemos encontrado a otras personas? – Julián miro sigilosamente a su alrededor, no lo había analizado, pero era cierto, de hecho, desde donde estaban podía verse una vista panorámica de aquellos lugares, ni un edificio, ni un ruido, solo el de la naturaleza total, el sonido que ejercía el agua chocando contra las rocas y la orilla de la tierra.

- Es cierto... – murmuro.

- No siento la presencia de ninguna persona; de hecho de ningún ser vivo. Solo algunas pero son la de los demás. – dijo ella mientras cerrando los ojos intentaba recorrer todos los planos de la isla.

- Sí. Tienes razón. – Saori abrió los ojos, ahora era Julián el que los tenia cerrados intentando divisar cada plano, cada signo de vida en aquel lugar. – Afrodita y Ares están juntos, Abel esta solo... lejos de aquí pero cerca de Hades, Eolo y Dionisio han unido fuerzas aparentemente, Hermes y Deméter... todos han comenzado a trabajar en equipo. – murmuraba.

- Yo no puedo verlos... - murmuro ella apenada y esto lo hizo salir del trance. La miro un momento, ella tenía a vista abajo, intentando concentrarse e imitarlo.

- Te mostrare. – la sonrisa de Julián le sorprendió – dame tus manos, bien, ahora cierra los ojos y deja tu mente en blanco. – ambos cerraron los ojos, Julián podía sentir el corazón de Saori palpitar con fuerza, como si fuese a salírsele. – calma a tu corazón, no estés nerviosa, respira. – ella obedeció. – tienes que fundir tus sentidos con el lugar. - poco a poco ella se relajaba y comenzó escuchar atentamente el hablar de la isla. El viento, el agua, incluso la tierra. Y pronto comenzó a escuchar palabras que fuero poco a poco tomando sentido.

- Los escucho. – dijo intentando esbozar una sonrisa.

- Sigue así... - y la voz de Julián le pareció lejana. Escucho la conversación de Dionisio y ellos, hablando de antiguas aventuras de guerra y amoríos con alguna ninfa; de Hermes y Deméter, Artemisa aun vagaba sola, pero era sigilosa y siempre llevaba una aljaba llena de flechas doradas. Cuando Saori abrió los ojos, se sentía un poco exhausta pero feliz. Nunca había podido hacer algo similar, se había limitado solo a inspeccionar cosmos menores, superficiales, pero aquello le pareció como si su alma se hubiese separado del cuerpo terrenal y hubiese andado por cada lugar y hubiese estado con el resto. – ¿estás bien? ¿Saori?

- Sí.

- ¿Segura? – y le acaricio la mejilla obligándola al mismo tiempo a mirarlo.

- Sí. Estoy bien, es solo que fue...

- ¿Maravilloso? – termino Julián con una media sonrisa. – eso no es nada Saori. Puedes hacer mucho más.

- Muéstrame. – y Julián retrocedió. Quito su mano de ella con tal brusquedad como si una enfermedad contagiosa lo fuese a perseguir.

- Habíamos acordado que no. – dijo secamente. Y Saori se sintió incomoda.

- Lo siento. No volverá a suceder.

En ese momento, el sol lanzo su último rayo de luz y sumió todo en una completa obscuridad. Poco a poco la isla fue tomando luz propia, los arboles brillaban por si solos tenuemente junto con el agua.

- ¿Qué ha pasado?

- Ha iniciado la cacería. – y apenas había dicho esto, un grito desgarrador de mujer inundo todos los rincones de la isla.

- Artemisa – dijo Saori. – ¡tenemos que ayudarla! – exclamo angustiada mientras intentaba echar a correr. Pero Julián el sujeto de la muñeca imposibilitándola.

- ¿Estás loca? No llegaríamos a tiempo aunque quisiéramos.

- ¡Hay que intentarlo!... ella... ella puede... - peor no hubo tiempo. Un último grito aún más estrepitoso que el anterior, y luego, un punto de luz blanco comenzó a elevarse hasta perderse en el cielo.

- Se ha ido. – murmuro Julián.

- ¡No! ¡No! ¡No es posible! – grito afligida Saori mientras se aferraba a su compañero que perdió su vista en el horizonte mientras con sus brazos intentaba consolar al a chica.

- ¿Qué diablos estás haciendo Zeus? – murmuro entre dientes Julián con una furia que apenas contenía. – Saori!... Saori! – dijo con brusquedad mientras la apartaba y sacudía de los hombros para despabilarla. – tenemos que seguir, no podemos quedarnos en ningún lugar mucho tiempo... ¿entiendes?

- Si... - dijo ella limpiándose las lágrimas. Tenía que concentrarse.

- Muy bien. Mientras caminamos, tendrás tu primera lección para aprender a dominar tus poderes.

- ¿Qué?... – su boca se abrió en una sorpresa total. ¿Julián hablaba enserio? – pensé que...

- Olvídalo. No lo hago por ti; si no por mí. No me sirve de nada que estés conmigo si no puedes defenderte por ti misma. ¿Queda claro? ahora camina, te explicare en que consiste cada uno de los sentidos de un dios...

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