ERES IRRESISTIBLE, LOMODORADO
A las ocho en punto, tal cómo había prometido, estaba llamando a la puerta de Ballister, no muy alejada de mi propia habitación.
—¡Voy! — Gritó mi compañero de curso desde el interior. De alguna forma, me sentí aliviado por saber que no sé había rajado. No sé por qué hasta el último momento me había imaginado que no iba a estar en su habitación y que le iba a encontrar escondido en la biblioteca leyendo un libro sobre "cómo escaquearse de eventos sociales cuándo crees que eres menos que los demás a tu alrededor".
En fin, menos mal que sólo habían sido imaginaciones suyas, y la puerta se abrió segundos después.
—Estoy. Ya estoy.
El que habla es un Ballister recién duchado y peinado a conciencia, con una camisa y chaqueta gris y unos pantalones del mismo color, de aspecto soldadesco, muy en su estilo. Creo que me detengo demasiado en mirarle porque empieza a poner caras preocupadas.
— ¿Qué? ¿Demasiado arreglado? ¿Debería cambiarme? Bueno, en realidad no creo que pueda cambiarme, es la única ropa de salir que tengo, porque el resto no corre a cuenta del colegio, ya sabes...
—No hace falta que te cambies. — Atino a decir, interrumpiendo su verborrea. —Estás... —precioso, guapísimo, increíble. —genial. Muy apropiado. — me corrigo, para que no queden dudas de que no estaba pensando en adjetivos como "precioso" o "guapísimo". —No te extrañe que seas el centro de atención hoy.
—Vale, me cambio.
—¡Espera! — Me empiezo a reír. Dejar sus inseguridades al aire empieza a ser un habitual en mí y sé que debería parar. Pero está muy mono cuando se pone rojo. —Era una broma, de verdad. Vámonos anda.
—Pued menos mal que los descendientes de Gloreth sois caballeros, y no humoristas. Sería una catástrofe.
---
Durante nuestra velada en la Serpiente Astada, me alegra ver que Ballister parece cómodo y alegre en todo momento. Incluso se atreve a participar en la conversación unas cuantas veces y se pide dos o tres cervezas. Para él ya es todo un logro pasar del agua con gas.
Quizá es la vena familiar y cuidadora de mi madre, pero no sé por qué razón me he propuesto que Ballister sea feliz en su etapa en el instituto. De alguna manera que desconozco, todo el mundo me admira y me respeta en este sitio, muy al contrario que a Ballister, que parece que se haya escapado de la cárcel, así que siempre me he visto en la obligación de ayudarle a integrarse, como un hermanito pequeño.
Excepto porque Ballister y yo tenemos la misma edad, y excepto porque yo no sentiría atracción por un hermano pequeño y por Ballister...
Tampoco, Ambrosius. Por Ballister tampoco.
Sacudo la cabeza, intentando deshacerme de esa idea. Cuando vuelvo en sí, encuentro a Ballister muy concentrado escribiendo algo en una servilleta mientras los demás mencionan bebidas, emocionados por una futura próxima ronda.
—¿Algo más? —Pregunta, pluma en mano.
—¿Tu que vas a pedir, Ballister?
—Yo quizá un poco de agua. — Como era de esperar, su comentario viene seguido de gritos de desagrado y de diversas palabras de ánimo para que se pida otra cerveza y no corte el rollo. — No chicos, lo siento de veras pero...por hoy está bien. — Se excusa con esa vocecita suya. Al ver que los reclamos continúan se levanta, algo apurado. — Si os parece voy
..voy un momento a la barra a pedir, ¡ahora vengo! — Antes de irse, me intercepta directamente y nuestros ojos se miran. — Ambrosius, ¿Tu que quieres tomar?
Al hacerme esa pregunta, me doy verdadera cuenta de la situación. El pobre Ballister, tan amable y cumplidor como siempre, se está encargando de todo con tal de escapar un rato del grupo en el que cree que no pinta nada y los demás están dejando que el plebeyo vaya a pedir por ellos. Si algunos no fueran mis amigos y supiera que no lo hacen con esa intención, montaría en cólera con todos ellos aquí mismo. Pero me decido por la otra opción más pacífica.
—La verdad que no lo sé. Mejor te acompaño y de paso vuelvo a echar un vistazo a la carta. Así te echo un cable. Si te parece bien.
Él sonríe y me echa una de esas miraditas suyas que matan de amor, así que me lo tomo como un sí, y acabamos los dos en la barra esperando a que el camarero del local saque un momento entre todo el gentío para prestarnos atención.
No se me escapa el detalle de que Ballister mira si servilleta anotada como si escondiera un tesoro secreto en su interior, con tal de no establecer un silencio incómodo conmigo.
Pero yo no quiero desaprovechar la oportunidad para asegurarme de todo va correctamente.
—¿Te lo estás pasando bien?
—¡Si! Muy bien. Gracias por invitarme. Aunque si te digo la verdad una parte de mi está deseando que llegue mañana para poder entrenar contigo. Quiero que probemos algunos enfrentamientos que...
—Espera. ¿Has venido hoy porque lo que en realidad querías era entrenar conmigo mañana? —Mi mirada no puede ser más divertida.
—Bueno, eres el mejor caballero de nuestra promoción, y un descendiente de Gloreth...supongo que...
—¡Ambrosius, eres tú! —Una voz masculina hizo que Ballister se callara repentinamente, casi al mismo tiempo que un brazo se posaba en mi hombro.
—¿Dreyfus? — Dije, nada más ver al chico que me había increpado. Miré a Ballister, y de nuevo a él respectivamente, sin saber muy bien que hacer en esta situación.
—¿Que haces por aquí? — Me preguntó Dreyfus.
—Yo, eh...estoy tomando algo con unos amigos del instituto. De hecho él es Ballister, otro futuro caballero.
—Ya, le he reconocido. Es el plebeyo.
—Em... Ballister. —Remarqué, algo molesto por la maldita etiqueta que era imposible de borrar de las mentes de los demás. Aunque a estas alturas a Ballister no parecía afectarle, puesto que ni se inmutó por el comentario, y parecía más bien curioso por quién era el chico. —El es Dreyfus, un...un amigo.
—Un ex, para ser exactos. ¿No?
—Si. Eso. — Dije con la boca muy pequeña, nada habitual a cómo solía presentar a mis ex.
—Oye, vente un rato y te invito a una cerveza. — Dijo él, con la boca más bien grande y sin tapujos. Dreyfus siempre había sido muy de ir al grano, para bien y para mal.
—No, gracias pero estoy ayudando a Ballister y...
—Venga, seguro que no le importa que te vengas a tomar algo conmigo, ¿Verdad?
Ballister abrió mucho los ojos, y me miró con cara de cachorrito asustado, con un pucherito que me sonó a "sácame de aquí por favor".
—Claro, ve si quieres. No hay ningún problema.
—¿Ves? El plebeyo ha hablado.
—Es...Ballister. Y de verdad que no puedo, no insistas. Quizá otro día. —Esas palabras, junto con mi mirada asesina y un gesto indicándole que vuelva a su sitio hacen a Dreyfus retroceder al fin.
—Está bien...ya nos vemos.
—Ha sido un placer verte. —Terminar las conversaciones de forma adecuada podría decir que también es algo de familia, pero teniendo en cuenta que la persona más conocida de mi familia dice cosas como "vuelve a las tinieblas de las que saliste", creo que ese hábito es algo más bien personal.
Cuando vuelvo a mirar a Ballister, al que casi no he podido quitar ojo durante la conversación, lo encuentro más sorprendido de lo que debería.
—No hacía falta que te quedases por mí de verdad. No soy tu hermano pequeño ni nada. No te sientas obligado.
—Sé que no lo eres. —Y tanto que lo sé. — Pero quiero quedarme. He quedado con vosotros y no pienso irme con ningún otro. Perdona, de verdad. No quería ponerte en este aprieto.
—Tranquilo, si...en realidad me ha servido para confirmar algo que ya sabía.
—¿Ah, si? ¿El qué?
—Que eres irresistible, Lomodorado. Y que tienes una enorme cola de pretendientes esperando a que les hagas caso.
El comentario no puede más que sacarme una enorme carcajada, que le contagio a él, porque también se ríe.
—No exageres, Bal, solo ha sido un ex. No estoy tan solicitado.
La risa de él se detiene un momento para dar paso a una mirada más triste y melancólica que me pone alerta.
—¿Qué pasa?
—No nada, es que...hace mucho que nadie me llama Bal. Y...es...agradable.
Desde ese momento nunca dejé de llamarle Bal.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top