Capítulo 3: Dulces bocadillos
Diez años habían pasado, diez desde que el príncipe Izan rescato a Tristán y diez desde que no ha vuelto a ver a ese misterioso chico que se topó en los jardines del palacio. El tiempo se fue volando Tristán se convirtió en el caballero más joven de todo el reino ya que a los 13 años se le nombró de forma oficial caballero real, pero no sólo era parte de la guardia, sino que igual se convirtió en el guardaespaldas oficial del principie, pues por su amistad ese trabajo era ideal.
Los Reyes querían que si su hijo iba a ser protegido que fuera por alguien de confianza, y que también no incomodara al príncipe, pues conocían bien a su hijo y a él no le gustaba mucho sentirse débil ante otros. Por eso Tristán fue su mejor opción para el trabajo, siendo alguien que cuidaría bien al primogénito de la familia real, por ser el mejor amigo de este, lo conocía a la perfección, un gran guerrero, y alguien muy leal al reino. Todos sabían que el azabache era protector con el príncipe desde niños, pero de un modo que no lo hostigaría al ejercer su labor.
Y desde que a Tristán le encomendaron ser el protector del príncipe nunca lo dejaba solo, amenos que fuera necesaria o que este se lo pidiese, lo último solo era en raras ocaciones, pues bien sabemos ambos chicos se llevan muy bien desde que se conocieron, siendo casi inseparables.
Incluso una vez que el príncipe empezó a tener la edad para practicar con la espada el azabache se mantenía en constante vigilancia para evitar que algo le pasara al rubio, e incluso le llegaba a instruir de forma básica en cómo usar el arma.
Como en aquellos momentos, que teniendo la oportunidad y el tiempo el rubio quizo mejorar un poco más en el uso de la espesa y quién mejor para ayudarlo que su mejor amigo.
—Vamos príncipe, o vas a querer volver a perder contra este plebeyo—hablaba el azabache quien se dedicaba a dar golpes en lugares estratégicos a una velocidad considerable para que el príncipe pudiera bloquearlos con facilidad.
El otro por su parte hacia el mayor esfuerzo posible de su parte para poder hacer los bloqueados, aunque bien sabía que su mejor amigo se contenía para no dañarlo y hacerle posible y algo sencillo el entrenamiento a este que aún le costaba, lo que lo frustraba más ante el asunto. Siendo que ya lo había visto en entrenamientos anteriores donde daba un mayor esfuerzo que él que le mostraba en eso momentos. En uno de sus ataque tratando de en vez de bloquear atacar, logró esquivar el movimiento que se dirigía a su costado derecho, haciendo un pequeño brinco para atrás, y luego intentar su ataque, pero la suerte no estaba del lado del rubio, pues por dar un mal paso este se callo en el lodo del campo.
—Jaja, parece que gane otra vez—dijo el azabache extendiendo su mano, para poder ayudar a su amigo a levantarse, quien no dudó en aferrarse a ella y aceptar la ayuda— a un que estuviste a punto de ganarme, buen intento.
—A mí no me funciona un casí Tristán, yo deseo ganarte—alegó el menor.
—Y lo aras a su tiempo, bueno yo creo que tu defensa es bueno, solo necesitas mejorar el ataque, o si no te caerás de nuevo en pleno entrenamiento o batalla—se sacudió un poco la tierra que traía encima— pero por qué no tomamos un descanso ahora que dices.
—Esta bien— dice el rubio mientras va a dejar las espadas en su lugar correspondiente— solo por qué ya llevamos casi unas 3 horas y ya tengo algo de hambre.
—Tienes razón, es algo tarde y no hemos almorzado, así queeee, que te parece si vamos a la cocina por algo de pan y fruta y tal vez algo refrescante que beber?—propuso Tristán al príncipe, mientras guardaba su espada y le guiñaba el ojo.
—Me parece perfecta la idea jeje—apoyo el príncipe mientras él colocaba su espada en un barril donde se encontraban más de estas.
—Vamos?—preguntó el azabache en la salida de la zona de entrenamiento retrancado en esta.
—Claro!!!—mencionó entusiasmado el rubio corriendo al lugar donde se encontraba su amigo.
Cuando ambos chicos salieron del lugar no se dieron cuenta la sombra que se encontraba en el tejado de una de las cuadrillas del área de entrenamiento que a gran velocidad desapareció para seguirlos sin ser detectada.
Mientras ambos jóvenes ivan de camino a la cocina del castillo, para ver qué podían encontrar de comer, ya que tardaría un buen rato en lo que prepararían la cena siendo muy noche y a ambos ya le empezaba a rugir el estomago por no haber almorzado.
Los dos platicaban amenamente mientras hacían su recorrido, primero por los jardines ya que él área de entrenamiento se encontraba a unos 200 metros más o menos del castillo donde parte del jardín lo rodeaba, siendo un área donde había muchas flores alrededor y un camino de árboles que daban dirección al castillo proporcionando buena sombra.
Todo era tranquilo y ninguno de los dos notaba a aquella persona que los vigilaba a distancia, siempre cambiando de escondite para no ser detectado, pero su mirada siempre fija en el rubio, quien era externo a aquella mirada. Aunque su acompañante ya estaba empezando a sentir sospechas de que alguien vigilaba al príncipe desde hace tiempo.
Pero cada vez que observaba a su alrededor no encontraba a nadie cerca que le afirmara su sospechas. Pero no dejaba de estar alerta de cualquier cosa.
Una vez dentro del castillo la sensación de ser observados se fue disipando un poco por parte del mayor siendo el que estaba más atento a esto, pero decidió dejarlo en paz, ya que no quería preocupar al príncipe.
Siguieron caminando por los pasillos del castillo por unos 5 minutos en total para entrar en la cocina, la poca servidumbre que se encontraba ahí los saludo de forma muy cortes.
En eso una chica rubia con el pelo corto, de piel blanca, ojos cafés de estatura un poco más baja que la del príncipe aparece sonriéndoles amablemente.
—Al parecer su jornada de entrenamiento ya acabó y también parece que ya tiene hambre por no haber tomado el almuerzo verdad?—inquirió la chica con un pequeño tono de burla.
Ambos chicos no pudieron mas que avergonzarse un poco por aquello, ya que aquella chica era una de sus tantas amigas y amigos que tenían dentro del castillo, siendo que los ha apoyado en varias ocaciones. Siendo que muchas veces se la han encontrado en la cocina justo en los momentos que planean tomar un poco de comida, por habérseles olvidado almorzar.
—Si tienes toda la razón Laini— hablo apenado el azabache mientras una de su manos rascaba la parte posterior de su cabeza.
—Era más que obvio chicos, pero descuiden aquí su gran amiga Laini nunca se olvida de ustedes.
Al decir aquello la rubia se acerca a una mesa para agacharse y luego sacar una canasta la cual contenía manzanas, una botella de metal, hogazas dd pan fresco y mermelada de bayas silvestre. Para después entregárselas al mayor de ambos.
—Eres la mejor Laini!—exclamó el príncipe ante la muestra de amabilidad de su amiga.
A lo cual la chica sonrío muy feliz, por hacer algo bueno y del agrado de sus amigos, después de eso se despidió ya que aún tenía muchas más cosas que hacer ese día y prefería terminarlo y no dejarlo acumulado.
Los chicos se despidieron de su amiga para de nuevo ir a los jardines, dirigiéndose a su lugar secreto que compartían desde niños, ese pequeño espacio escondido entre los arbustos de rosas.
Tristán siendo el más grande se le llego a complicar un poco ya pasar entre los árboles no imposible pero si un poco más difícil que cuando era niño. Pero al final ambos lograron estar ahí, su lugar secreto, un lugar para ellos dos nada más o eso pensaban.
Al final se sentaron en el pasto y sacaron los paltos, la botella, el pan, el frasco de mermelada y las manzanas. El azabache con su navaja partió uno de los panes a la mitad de forma exacta, para luego con una cuchara que estaba ahí colocar un poco de la mermelada en ambos pedazo de pan, y entregarle uno a Izan.
—El que tiene más mermelada es para ti, se lo mucho que te gustan lo dulce, así que toma—mencionó mientras se lo dejaba en las manos al rubio quien se apenó.
—Gracias Tristán—hablo el príncipe mientras observaba aquella rebanada, con una sonrisa leve la cual se agrandado al mirar al caballero.
Quien al ver aquella sonrisa no pudo evitar sonrojarse un poco que para disimular mordió una manzana, y para su suerte el príncipe no se dio cuenta ya que le dio una mordida a su pedazo de pan, saboreando con alegría.
Un buen rato se la pasaron comiendo, ninguno decía palabra alguna, y era esos momentos en los que no sabían si sentirse cómodos con el silencio agradable de confianza o sentirse incómodos por no tener nada de que platicar.
En eso Tristán vio de reojo como el rubio comía otra rebanada de pan con mermelada, la cual se le había quedado un poco en una de sus mejillas, ocasionando que una pequeña risa se le escapara por lo infantil que aún podía ser su amigo.
—De que te ríes?—inquirio el más bajo al notar las carcajadas que se quería echar el mayor, que por respeto no lo hacía.
—pf jaja, esque pft jaja para ser un príncipe y que te enseñan pft ja clases de etiqueta pft aún eres un desastre al comer jajajaja—ya no podía aguantar más y la risa se le escapó.
Por su parte el príncipe se sentía un poco insultado por aquello, aun así noto que si fue algo descuidado.
—Oye! Perdón, pero no era necesario reírte, quien dice que un príncipe no puede llegar a ser descuidado de vez en cuando—hizo un pequeño puchero el rubio mientras se cruzaba de brazos y le daba un poco la espalda al mayor.
Ya después de un rato Tristán volvió a su compostura, y de algún modo se sentía bien por haber sacado unas cuantas risas, siendo que es muy comportado frente a otros, pero con el príncipe cuando están en privado se podía soltar un poco, aun así era necesario calmarse.
—Perdóneme su alteza, no lo pude evitar, sabes que con solo contigo soy más libre—la decir aquello el azabache sé hacer a un poco al rostro de Izan, para que con las llemas de sus dedos quitarle aquellas gotas de mermeladas de su cara— eres con quien más cómodo me siento—con aquello dicho lame los dedos con la mermelada.
Izan solo se le quedo viendo algo shokeado, no esperaba aquella acción de parte de su amigo de la infancia, para solo quedársele observando con asombro, mientras que el otro volvía a su lugar.
Tristán volvió a su lugar, para cortar otro pedazo de pan, el cual decidió comérselo sin la mermelada. Y todo esto ante la fija mirada del menor, quien le dio otra mordida a su pan sin quitarle la vista al caballero.
En eso nota como algunas migas de pan se quedaban cerca de la comisura de la boca, por lo que decidió regresarle el favor a su amigo. Con lentitud se fue acercando para quedar al frente del otro quien se le quedo viendo.
—Tristán?—lo llamo para ver si tenía toda la atención del azabache.
—Si?—respondió sin entender que era lo que pasaba.
—Tienes algunas migajas aquí—dijo mentiras que con su pulgar de forma delicada las fue quitando.
El otro no dijo nada, sabía que el rubio no lo hacía con maña o con malas intenciones, por lo que no lo detuvo en ningún instante has que ver que el otro ya había quitado todas aquellas migas que se encontraban en la comisura de sus labios.
—Gracias—dijo de forma honesta Tristán.
—De nada, solo devolvía el favor—respondió el otro con total unos encía, para volver a su lugar.
Pasado el tiempo ambos casi se terminaron lo que traía la canasta y platicando en el proceso. Y justamente ahí se encontraban ambos, recostados en el pasto observando el cielo mientras observaban las nubes, disfrutando la sombra de los árboles que los rodeaban.
Un buen momento tranquilo entre amigos, o eso creían, pues en el fondo ambos anhelaban algo más profundo que uno amistad. Uno bien ya sabía que era ese sentimiento, mientras que el otro an le faltaba entenderlo para descubrirlo.
Aquí la duda era que si se daría cuenta a tiempo o si el otro actuaría a su momento.
No lo sabían pero los dos fueron observados por alguien que de igual forma anhelaba a uno, y lo quería para si, ya que al momento de conocerlo no pudo evitar sentir aquel apego a aquella persona que lo trato bien a su momento.
Pero de igual forma no podía dejar de sentir celos y envidia de aquel que acompañaba al otro, sabiendo que de igual forma lo quería.
Esa persona que los veía a distancia era aquel pelirrojo que hace 10 años conoció al príncipe, convirtiéndose en un recuerdo y una sombra constante. Siendo que su deseo por el príncipe era en un principio vi lover a verlo y pasar de nuevo un buen momento con él.
Pero al estarlo observándolo por un buen tiempo para encontrar la oportunidad de volverse a reunir con él rubio, lo fue empezando a conocer, pero olvidándose de interactuar convirtiéndose en una sombra de este.
Sin más le satisfacía solo verlo, pero después de un tiempo su deseo de volver a interactuar con él creció, teniendo una idea y un plan que efectuaría por sí mismo.
—Al final nos volveremos a ver Izan—decía casi en susurro— después de todo al final serás mi príncipe.
Con aquellas palabras dichas las pupilas de sus ojos carmesí se largaron un poco para volver a su tamaño normal.
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Hola a todos aquellos lectores que siguen esta historia y que aún se quedaron, bueno aquí otro capítulo, e tenido problemas para ver cómo seguirla pero aquí está, Que opinan? Les gusto? Les agrada la trama? Al parecer los personajes ya crecieron?
Pues gracias por leer, Con esto me despido.
Adiós XD
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