El color del arrebol
Después de mil años vuelvo con este pequeño fic. Encontré este capítulo a medio terminar en mis archivos y me decidí a terminarlo.
Recuerden que es una secuela del fic "Etiquetas" de Chocolatandmint. Para que lo lean si aún no lo han hecho. Es necesario para comprender este fic.
Espero que esta continuación, mil años después, les agrade. Sin más les dejo a Dark-kasa y Badboy-Jean.
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Detrás de todo buen hombre, siempre hay una buena mujer. Eso dice el dicho y, en este caso, aplicó perfectamente.
Había pasado poco más de un mes desde que Jean había pasado a ser el “caballero de luz" de Mikasa. Y, con ello, su actitud cambió del cielo a la tierra.
De ser el abusador de la escuela, Jean Kirstein pasó a convertirse en el defensor de los ñoños, enfrentándose incluso a Reiner y los otros deportistas cierto día que se burlaban de Connie Springer. Lo cual le valió tener dos nuevos amigos, el mismo Connie y Sasha, la chica traga-traga.
Es así como se conformó un grupo de lo más variopinto. Uno que solía juntarse los viernes en casa de Marco. Usaban el sótano donde tenían una especie de sala de estar, para jugar videojuegos, rol o ver películas.
Ese viernes no fue diferente. Marco, Armin, Sasha y Connie estaban frente a una mesa listos para su primer torneo de cartas de Rol. Eren tras de ellos hojeaba el manual del juego sin estar convencido aun de participar. Mikasa estaba extendida en el sofá frente a la televisión revisando la disponibilidad de Netflix. Annie estaba sentada en una silla junto a Mikasa revisando su móvil.
–Dicen que Reiner está con indigestión –comentó Armin sacando sus cartas de rol junto con Marco.
–¡Ja! Mi hechizo funcionó –exclamó Mikasa dichosa desde su cómodo puesto, ya seleccionada la película que vería.
Eren, quien hizo mérito para ser disculpado por sus amigos entornó los ojos y cruzó luego miradas con Annie, quien sonrió maliciosa.
–¿Hechizo? –preguntó Sasha sorprendida –¿Eres una hechicera?
–Intento serlo –respondió Mikasa con orgullo.
–¡Eso es muy cool! –exclamó Sasha –¡Yo también quiero!
Connie comenzó a discutir con Sasha que cómo iba a aprender magia si con suerte aprobaba sus exámenes de la escuela. Marco trataba de calmarlos con sus buenos modos. Jean llegaba de la tienda con algunas cosas de comer y beber sin alcohol… Su Diosa Oscura decía que el alcohol era malo para su energía de luz. Y él, por supuesto, le creía y obedecía como el caballero devoto que era a su servicio.
Marco acercó un par de tiestos donde vaciaron las papas fritas y otras chatarras. Connie se encargó de las bebidas, mientras Armin se preocupaba que nada ensuciara las cartas.
Jean pasaba a sentarse junto a Mikasa.
–Encontré esta hoja de otoño con los tonos perfectos del arrebol y pensé en mi señora de la plácida muerte –le dijo a una Mikasa que se encantaba con cada apodo gallardo que Jean tenía hacia ella –Es una pequeña muestra de que cada pensamiento mío siempre termina en ti, Mikasa.
Mikasa tomó la hoja viendo la belleza de la muerte en ella, como los colores de la vida la abandonaban en un elegante destello de último suspiro.
–Es hermosa, mi caballero de luz –suspiró encantada.
Sasha los miraba con curiosidad.
–Ustedes son como de esos libros antiguos, esos tenebrosos de terror de literatura inglesa –dijo Connie sin ninguna mala intención.
Mikasa lo miró ensoñada.
–Gracias, Connie. Es un cumplido muy lindo. ¿Verdad que sí, Jean?
–Absolutamente –afirmó Jean –Tú me inspiras, mi ama y señora.
Annie se puso de pie y se estiró dejando escapar un bostezo. Enseguida tomó su bolso:
–Yo me voy. De pronto me dio indigestión. Será que el hechizo de Mikasa es contagioso –bromeó.
–Parece serlo –dijo Eren –Porque también se me revolvió el estómago –tomó sus cosas del sillón –Te encamino a casa, Annie.
Todos se despidieron y continuaron con su junta ñoña. Marco, Connie, Sasha y Armin jugaban rol, o trataban de enseñarle a los nuevos incorporados al grupo. En su rincón romántico–platónico, Jean y Mikasa veían una película de vampiros que Mikasa ya había visto mil veces, pero quería que Jean la viera. Y, por supuesto, Jean la miraba con entusiasmo, como todo lo que tenía relación con Mikasa. Él quería ser parte de su mundo y ser su caballero de todo corazón. Si su Dama alguna vez lo mirara con amor y le regalara su afecto, eso sería tocar el cielo, se conformaba con su cercanía. Ya era perfecto, así tal cual.
–Los vampiros son tan fascinantes –suspiró Mikasa –¿Te imaginas poder beber del cuello de otro ser vulnerable? Es tan… –volvió a suspirar.
–Puedes beber de mi cuello cuando quieras.
–¡Epa! Menores de edad presentes –exclamó Connie escuchando –Porno gótico no por favor.
–Déjalos, Connie –dijo Sasha –Es el cortejo vampírico… supongo –agregó poniendo una de sus cartas en juego.
Mientras tanto en el rincón gótico, Mikasa miraba a su caballero de luz con fascinación. De verdad se entregaba por su voluntad a ella, aun cuando por ella perdiera la vida. Era lo más romántico que alguien le había propuesto jamás.
–Jean… creo que deberíamos hacerlo –le susurró Mikasa al oído –Deberíamos beber nuestra sangre. Sería… –se alejó ligero para verlo a los ojos, tomó sus manos con emoción –sería un pacto eterno entre nosotros.
–Es… es perfecto, Mikasa –respondió Jean absorto en la mirada oscura de la muchacha –Eres maravillosa.
Mikasa pestañeó lento y sensual.
–Bésame, Jean.
–Mi dama oscura… no soy digno de besar su boca.
–Es una orden, caballero de luz.
Mientras ambos muchachos se comían la boca con ansiedad tendidos en el sillón del sótano de Marco, los otros chicos seguían en su batalla de rol.
Marco fue quien notó que la dama y su caballero estaban en lo suyo y se sonrió con agrado. Finalmente.
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Las semanas pasaban y el semestre avanzaba con rapidez. Los estudiantes pasaban los días entre el aula y el patio de la escuela. Usualmente los raros se sentaban en las mesas junto a la salida de la cafetería, mientras que los populares ocuparían unas bancas dispuestas del otro extremo del espacio externo de la cafetería, lejos de la chusma.
–Mira eso…
La voz se Ymir logró que Historia sacara la vista de su móvil para fijarla en la dirección que indicaba su amiga. Ahí, en una de las bancas al final del patio, junto a los arbustos, la gótica estaba sentada en el regazo del delincuente comiéndose como si no hubiese un mañana.
Historia hizo un gesto de desagrado con la boca.
–Hay que castrarlos para que no dejen crías –se rio Ymir –Les falta poco y lo hacen frente a todos.
Historia se alzó de hombros indiferente. Otros raros más que se juntaban. Aunque mientras miraba su móvil, les dedicaba un par de disimuladas miradas. ¿Cómo se sentiría que nada importara realmente? Estaban dando un espectáculo y ellos pasaban de todos. Para la gótica y el delincuente no existía más que ellos. Casi los envidió.
–Deberían tener un poco de recato –comentó Reiner –Como si uno quisiese ver el ritual de apareamiento de gente corriente.
–Vamos a joder a Kirstein un poco –propuso Bertholdt –¿Si le hacemos una broma? No sé… jugarle una bromita a la bruja esa.
Reiner alzó las palmas frente a él en actitud pacífica.
–Yo no lo haría. Ese tipo no tiene miedo de una expulsión. El siguiente destino es la correccional y, créeme que por defender a la rara esa, le importaría poco –dijo Reiner –Mejor los dejamos en paz.
Ymir enarcó una ceja.
–Asco.
Historia miró a Ymir.
–Tal vez te haría bien que te sobajearan como a la gótica. Para que se te quite lo amargada –dijo Historia con una sonrisa ladeada.
Ymir frunció el ceño y dejó de prestar atención a los muchachos quienes solo se separaron cuando tocó la campana para regresar a clases.
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Era una tarde común de un sábado. Mikasa había llegado tarde la noche anterior. Al ser viernes, sus padres supusieron que estaría donde su amigo Marco junto con el resto del grupo. Pero a la hora del desayuno Maika, la madre, había notado un detalle en el cuello de su hija mayor.
Por lo mismo, aprovechó que la menor de sus hijas estaba donde una de sus amiguitas para entrar en conversación con Mikasa. Maika sabía como controlar ese tipo de situaciones. Tenía amplia experiencia y un máster en psicología infantojuvenil. De toda la ciudad, Maika Ackerman era la psicóloga más conocida y recomendada. Incluso escribía para una revista y publicaba libros de autoayuda para adolescentes y mujeres jóvenes. Su esposo, Albert, también era psicólogo, él trabajaba con adultos, asesoraba parejas con disfunciones sexuales y tenía un enorme grupo de seguidores en sus redes sociales. Viajaba por el país dando charlas sobre la sexualidad y su importancia en el crecimiento espiritual. Sí, Albert tenía formación en el extranjero sobre el poder del sexo.
–Mikasa –la madre se sentó en el sillón frente a la chica con un jugo de aloe vera –Quiero que hablemos sobre algo.
–¿Sí, mamá?
La chica dejó de lado su lectura con algo de desánimo, estaba en la mejor parte. Pero algo en el tono de voz de su madre le hizo saber que era serio.
–¿Qué es eso que tienes en el cuello? –preguntó su madre. Mikasa se llevó una mano al sitio que le indicaba.
–¿Tengo algo? –se puso de pie y se volteó hacia un espejo a su lado, comprobó que tenía una oscura marca.
–¿Estás saliendo con alguien? –continuó la madre con interés –Porque solo sé una forma en que lleguen esas marcas al cuello y es por besarse de manera… apasionada –Mikasa bajó la vista sonrojada –Mi amor, salir con chicos es de lo más normal. No tienes que avergonzarte. Pero… si no has traído a ningún chico a casa y tus horarios no han cambiado en nada… Me pregunto si no estarás dejando mostrar tus hormonas en la escuela. Escondidos por ahí… ¿o a la vista de todos tal vez?
Mikasa alzó la mirada sorprendida.
–¿Está mal? Demostrarse afecto en público.
–Depende. No es que sea algo malo, pero la gente vive tan contenida que no les agrada ver a otros darse afecto. Además, las demostraciones de afecto son algo íntimo.
–Entiendo… –asintió Mikasa lentamente –No creí que hiciéramos mal. Es que, a veces, nos dejamos llevar. Pero a mis amigos no les molesta… creo.
–Tus amigos quieren que seas feliz y, tal vez, no te dicen que se sienten incómodos por no abrumarte –explicó Maika –Pero, puedes traer a ese chico con el que sales a casa. Con tu padre estaremos más que felices de saber que están acá, que pueden tener un espacio de intimidad, que pueden vivir su relación tranquilos. No hay nada más bello que el amor, Mikasa. Darse y recibir afecto es maravilloso. Pero es más hermoso, poder hacerlo en un espacio íntimo y resguardado.
–Entiendo –dijo Mikasa con una sonrisa –Gracias, mamá.
–De nada, mi vida –respondió la madre –¿Y bien? Cuéntame un poco de ese chico… ¿es el chico nuevo? ¿El que también es amigo de Armin?
–No, pero fue gracias a él que pudo ver el hermoso corazón de Jean –respondió con emoción.
–¿Jean? ¿Jean Kirstein? ¿El hijo de Ellie? –preguntó Maika sorprendida –Pensaba que no te caía bien. Con toda esa fase por la que está pasando… pobre muchacho, el divorcio de sus padres le pegó fuerte. Toda esa actitud rebelde no es más que un grito de ayuda.
–Lo sé… he visto su alma y es tan pura –dijo Mikasa ensoñada –Es el caballero de luz, la única luz en las sombras de mi existencia.
Maika puso una de sus manos sobre la de Mikasa.
–Me alegra escucharte hablar así, hija. Deja que su afecto ilumine tu corazón. Creo que es momento de ver que en un mundo lleno de crueldad e injusticias, existe un lado hermoso.
–Es muy cierto, mamá. Eres tan sabia.
Maika rio suave.
–Solo soy un poquito más vieja –dijo con dulzura.
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