Capítulo Cinco
5
Alguien me sacudió para levantarme. Cuando abrí los ojos vi una cara que me contemplaba atentamente desde arriba. A mi alrededor, reinaban las sombras y la oscuridad de la madrugada. Quise decir algo, pero una mano fría me cerró la boca con fuerza. Entré en pánico hasta que descubrí quién era.
—Shh, Nuevita. No queremos despertar a Chuck, ¿verdad?
Era Newt, el tipo que parecía ser el segundo en el mando. El aire se impregnó con su aliento matutino.
Aunque estaba sorprendida, la sensación de alarma desapareció de inmediato. No podía evitar preguntarme qué querría ese chico de mi. Asentí con la mirada, hasta que
finalmente Newt retiró la mano.
—Vamos, Novata -susurró. Se estiró y me ayudó a incorporarme. Era tan fuerte que parecía que podía arrancarme el brazo-. Debo mostrarte algo antes del despertar.
Cualquier resto de sueño que quedara en mi cabeza ya se había desvanecido.
—Bueno —dije simplemente, lista para acompañarlo. Sabía que tenía que estar atenta, ya que todavía no tenía motivos para confiar en nadie. Pero la curiosidad me derrotó y me puse
los zapatos rápidamente—. ¿Adónde vamos?
—Sólo sígueme y no te alejes.
Pasamos sigilosamente entre los cuerpos dormidos, que yacían desparramados por el suelo. Tropecé varias veces. Al pisar la mano de alguien, escuche un grito agudo de dolor y recibí un golpe en la pantorrilla.
—Lo siento —murmuré, ignorando la mirada molesta de mi guía.
Una vez que dejamos la zona del césped y pisamos la piedra gris del patio, Newt comenzó a correr hacia el muro occidental. Al principio, dudé, sin saber por qué era necesario apurarse, pero enseguida me recuperé y lo seguí a la misma velocidad.
La luz era tenue, pero los obstáculos se cernían como sombras más oscuras,
permitiéndome andar muy rápido. Newt se detuvo justo al lado del enorme muro que se levantaba encima de nosotros: otra imagen al azar que surgía como un recuerdo borroso en la memoria perdida. Observé unas lucecitas rojas que brillaban en distintas partes de la pared: se movían, frenaban, se encendían y apagaban.
—¿Qué son? —susurré, rogando que mi voz no sonara tan temblorosa como yo la sentía. El resplandor intermitente de las luces ocultaba una advertencia.
Newt se encontraba a menos de un metro de la tupida cortina de hiedra.
—Cuando tengas que saber algo, lo sabrás, chica.
—Bueno, es medio estúpido mandarme a un lugar donde nada tiene sentido y nadie contesta mis preguntas -repusé, sorprendida ante mi repentino valor—. Larcho —agregué, cargando la palabra de sarcasmo.
Newt lanzó una carcajada, pero de inmediato la cortó.
—Me caes bien, Novata. Ahora has silencio y déjame mostrarte algo.
Dio un paso adelante, hundió las manos en la enredadera y separó varias lianas de la pared. Apareció una ventana cuadrada de unos sesenta centímetros, con un vidrio opaco y polvoriento. Como todavía estaba oscuro, parecía que lo habían pintado de negro.
—¿Qué estamos buscando? —pregunté en voz baja.
—Aguántate un poco, shank. Algo va a aparecer en cualquier momento.
Pasó un minuto. Dos. Varios más. Movía nerviosamente los pies, preguntándome cómo Newt podía estar ahí tan tranquilo, con la mirada fija en la oscuridad.
Luego todo cambió. Unos rayos de luz fantasmagórica brillaron por la ventana, proyectando un ondulante
arco iris en la cara y el cuerpo de Newt, como si estuviera al lado de una alberca iluminada.
Me mantuve inmóvil intentando descifrar que sucedía, mis ojos se posaban en Newt con inquietud, solo podía preguntarme ¿Qué pasaba?
—Allá afuera está el Laberinto —susurró Newt con los ojos abiertos, como en estado de trance-. Todo lo que hacemos, nuestra vida, Novata, gira alrededor de él. Pasamos cada precioso segundo del día tratando de resolver algo que parece no tener una maldita solución, ¿entiendes? Queremos mostrarte por qué no hay que meterse con él y que veas por qué esas estúpidas paredes se cierran cada noche. Así te quedará claro el motivo por el cual no tienes que posar tus pies más allá de estos muros.
El rubio retrocedió haciendome lugar para que pudiera observar, la curiosidad me obligó a caminar hacia aquella pequeña ventana y pegue mi cara contra el oscuro vidrio. Mi sangre se congeló al ver de dónde provenían aquellos rayos de luz, acompañados de sonidos terroríficos.
Al principio mis ojos no distinguían bien que estaban observando, hasta que poco a poco fueron descifrando que era esa extraña criatura que se encontraba a unos metros de mi. Sentí como si el oxígeno hubiera desaparecido, mientras un sudor frío recorría toda mi espalda, estremeciendome.
Era una mezcla espeluznante de animal y máquina, y parecía percibir que la estaban observando. Daba la impresión de que sabía lo que ocultaban los muros del Área y quería
entrar para darse un banquete de carne humana. Sentí que un terror helado brotaba de mi pecho y me dificultaba la respiración. Con pérdida de memoria y todo, estaba segura de que nunca había visto algo tan horroroso.
—¿Qué es esa cosa?
—Los llamamos Penitentes —contestó Newt—. Tipos desagradables, ¿no? Puedes estar contenta de que sólo salen por la noche. Deberías agradecerles a estas malditas paredes.
Me alejé lentamente de la polvorienta ventana, sintiendo nauseas. Las cosas solamente parecían empeorar, ahora comprendía el terror de Chuck al decirme que estaba prohibido entrar al laberinto.
Newt echó una mirada indiferente a la ventana.
—Ahora sabes qué es lo que acecha en el Laberinto. Y que no estamos para
bromas. Has sido enviada al Área, Novata, y todos esperamos que sobrevivas y nos ayudes a
cumplir con nuestra misión.
—¿Y cuál es? -pregunté, aunque la respuesta me producía terror.
Newt se dio vuelta y me miró directo a los ojos. Las primeras huellas del amanecer ya habían asomado y pude ver cada detalle de su cara: la piel tirante, la frente arrugada.
—Descubrir la forma de salir de aquí —repuso—. Es eso, resolver los enigmas
del maldito Laberinto y encontrar el camino a casa.
"Un camino a casa", me parecía una fantástica idea, no podría soportar mucho tiempo durmiendo junto a los monstruosos penitentes. Mientras pensaba en aquellas palabras una pregunta surgió en mi mente, la cual había estado allí desde que salí de la caja.
—Newt, ¿porqué soy la única chica aquí? — pregunté, me resultaba incómodo que solo fueran hombres. El chico me miró inspeccionando mi rostro.
— Ojalá lo supiera, no es normal que estés aquí... debe ser una equivocación. Pero ahora no podemos hacer nada, solo seguir en busca de una salida — supire, todas mis preguntas no recibían ninguna respuesta concluyente.
Un par de horas más tarde, cuando las puertas del laberinto ya estaban abiertas, Alby fue a buscarme para comenzar el recorrido. El chico moreno me resultaba muy intimidante y las pocas veces que me había dirigido la palabra, nada bueno había resultado.
Trate de no hacer muchas preguntas y mantenerme en silencio, mientras él nombraba lugares y comentaba acerca de cómo había surgido todo.
Jardines, matadero, finca, lápidas.
Poco a poco aprendería a manejarme en este extraño lugar, mi nuevo hogar.
•••
Gracias por leer esta historia.
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