Chapter; .II.

Curiosidad Impulsiva

Mantuvo su amabilidad y buen comportamiento durante todo el transcurso de la fiesta.

El Príncipe prometido de la ingenua azabache quedo espléndidamente complacido y enamorizado por ella, mayormente por su belleza y, por supuesto sus tesoros.

Los padres, -reyes- estaban complacidos por el bueno resultado de su plan, al parecer la Princesa y el Principe comenzaban a llevarse muy bien, así que vieron la necesidad de ya planear la fecha de la boda.

La Princesa, Chîchi, leyó cientos de libros en sus años de infancia, como por ejemplo: La cenicienta, Blanca nieves y los siete enanos, La bella durmiente, etc, las cuales cuentan que las princesas se enamoraron a primera vista de los príncipes y se casaron de inmediato sin siquiera esperar un poco para conocerce por completo.

Fantaseó, como toda chica, enamorarse del Príncipe valiente que derrotaba a los malos e incluso que la rescataba de un tenebroso dragón y salían del castillo para ser felices por siempre.

Ahora que lo pensaba mejor, eso sonaba tan patético.

¿Acaso las fantasías se cumplían?, cuando Chîchi vio por primera vez al Príncipe, con el que al parecer era su prometido, no sintió algo como amor a primera vista, ni sensaciones, ni nada, tan solo notó que éste no tenía lo que ella buscaba, buscaba algo nuevo, algo profundo, pero no ha cuya persona que se refleja a ella misma.

¿Te has preguntado que tambien podrías enamorarte del dragón malo o mejor dicho, del enemigo?, su corazón puro creía que no había maldad en la vida, era bastante ingenua e inocente para hablar de la vida, si ni siquiera había salido de la puerta de su castillo.

No tenía ninguna experiencia.

Hizo un reverencia al momento que se retiraba a su habitación por ordenes de sus progenitores que hablarían con los padres de su ahora prometido sobre asuntos importantes.

Camino hasta su habitación y giro la perilla y abrió la puerta al momento que entraba y volvía a cerrarla colocando el cerrojo. Caminó hasta su cama, el cual cabían como diez personas, se empezó a desvestir y quitarse todo aquel montón de telas incomodas y tirar el tacón bajo de sus pies, para luego quedar semidesnuda.

Ellos decían que ella lo tenía todo, poder, riqueza, corona, súbditos, etc, pero nada de aquello llenaba su ansiosa curiosidad de conocer el mundo aunque sea el noventa y nueve de porcentaje de la posibilidad de no conocerlo, quería aferrarse a ese un por ciento, las esperanzas eran las que la animaban ha seguir soñando

Se vistió con un vestido cómodo de color blanco, dejo su cabello suelto que le llegaba por debajo de sus glúteos, una hermosa Princesa a la vista de todos.

Caminó hasta su balcón elevando su mirada al cielo nocturno repleto de estrella; demasiados bellas y brillosas acompañando a la enorme luna iluminando a su alrededor, sus labios curvaron una sonrisa y sus ojos se cerraron, su nariz se arrugó susurrando por lo bajo cuando paso con velocidad una estrella fugaz, al menos lo que ella creía que era.

Un fuerte viento acechó por aquellos lugares haciendo un vaiven con su cabello y vestido, respiro profundo y un escalofrío recorrió su espinal dorsal.

...Ven...

Sus ojos se abrieron en sorpresa mirando a todos los lados buscando al responsable que le había susurrado aquella palabra, aunque quizá fue un producto de su imaginación.

...Ven...

Escucho de nuevo, tocó con las yemas de sus dedos sus oídos para deslizar por sus mejillas y labios, sus piernas le pedían en súplicas que corriera, que corriera como nunca antes lo había hecho, es más, nunca corrió hasta cansarse, siempre fue educada y sabía a la perfección que correr era una mala educación, pero sus pies empezaban ha arder y picar.

Intento dar la vuelta e ir donde su madre para preguntarle quizá si escuchar unos susurros era normal pero sabía que su progenitora no la escucharía, pero valía intentar.

Giró sobre sus tobillos y al momento que lo hizo, las puertas de su balcón se cerraron por el brusco viento, brinco por el repentino ruido, abrazó sus brazos para encalentarse un poco ya que aquella noche comenzaba a enfriarse.

...Corre....

Esa voz...era muy suave.

A continuación un suceso muy extraño se vió, pensó al momento que era un meteorito pero lo extraño era que no sabía que era un meteorito, ¿entonces qué era?.

Observo como a los lejos de su región aquel meteorito o lo que fuese aterrizó dejandose ver una oleada de iluminación roja. Cayó bastante cerca.

Le faltaba el aire, las piernas comenzaron a controlarse solas como si fuese un robot, con un poco de esfuerzo salió de su balcón, de su habitación, caminó lugeramente sin hacer ruido por los pasillos y salir por la parte de atrás del castillo, estaba ansiosa, nerviosa, podia sentir el miedo y adrenalina recorrerle asi que sin más, con todos dentro del castillo, trepó el muro con ayuda de un árbol y no muy convencida de pasar los muros, lo hizo, por su ansiada  curiosidad que la mataba, saltó al otro lado lastimándose al caer pero el daño era lo de menos.

Su mente decía que lo que hacía era incorrecto,  pero su corazón decía que hiciera todo lo que siempre ansiaba hacer, desde siempre lo que siempre soñaba. Ver el exterior.

—Tranquila —se dijo—¿Cómo hacerlo?—se revolvió el pelo—No debí de salir del castillo. —suspiró negativa— Pero siempre quería hacerlo, y ya estoy aquí —Se animó levantándose, su pelo danzando mientras sus ojos adquirían un brillo hermoso.

Chichi sonrió al ver a su pequeño pueblo iluminado por los postes de luz, el sonido de la noche en los rincones, la brisa acompañandola hizo que mirase todo hermoso, ¿De que servía tener que mirar su pueblo desde su balcón?, se disfrutaba aun más estando ahí presente, ahí entre su cuerpo y emociones.

Dejó su pelea interna, era tiempo de correr donde sus pies querían hacerlo. Era hora de pensar en si misma.

Después se regañaría por muchas horas.

Un pie adelante para quedar atrás y volver a estar adelante, su cabello se chipaba al correr, el sonido del viento se escuchaba en sus oídos, el sudor resbalaba de su frente y esa sonrisa imborrable estaba en su pequeño rostro de niña feliz, se sentía feliz, corría con todo los que sus pies podían correr.

Cada paso, era un lugar que conocía el cual se grabaría en sus recuerdos.

No descanso en ningún momento hasta llegar donde sus piernas dejaron de funcionar cayendo en cuatro al suelo respirando con demasiada agitación, aquella sensación de correr jamás lo olvidaría.

Elevó su mirada, retrocedió al estar a la orilla de un gran hoyo o agujero profundo, ¿En que momento llego a aquel lugar? en cierta parte no sabía ni en donde se ubicaba, lo más exacto es que se había perdido.

—¿Dónde estoy? — se preguntó.

Retrocedió aun más el ambiente era muy escalofriante y aterradoe, un remolino de viento la atravesó, el viento poco a poco se transformaban en ráfagas bruscas que solo lograban ponerla de los pelos de punta.

Cuando estaba a punto de levantarse y espiar aquel hoyo sintió una mirada encima de ella, tan abrumadora y pesada, tembló en su lugar, era un presencia demasiada tenebrosa y no muy segura elevó su mirada al momento que su boca se abrió y su rostro demostraban perplejidad.

Unos ojos rojos para después transformarse en negros, sus cabellos alborotados, aquella cola que a lo menos media dos metros, aquel cuerpo varonil bastante modificado usando aquel traje bastante extraño.

Sus miradas se conectaron.

De él su mirada fría.

De ella su mirada ingenua.

~Has oído el cuento de La bella y la bestia~

. . . C H A N G E . . .

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