CAPITULO 4



C-AM

En un puesto de hotdog ambulante de esta calle atestada y peatonal.

Pido uno al vendedor mientras con disimulo y rabillo del ojo a poca distancia, veo como la quinta y última mujer de mi lista de falda corta y desagradables pantys rosa chillón con estampas de estrellas.

Mierda, pero que feas son.

Estando a mitad de esta y con las manos en su cintura, sin caminar.

Solo observa todo lo que es esta gran zona comercial.

Pago al puestero dando una mordida a mi salchicha.

Pero a una distancia prudente y metros más atrás.

Y sigo sus pasos cuando lo retoma, seguido de beber de la botella de agua que lleva con ella.

Un trámite me digo, mientras le saco otro par de fotos sin que nadie como ella lo perciba y saboreo mi comida chatarra, notando como entra a una de las tiendas textiles.

Espero afuera y mezclado entre la gente, su salida mientras delibero el paso siguiente y atinando a un tacho de residuos de la acera, la servilleta de papel y envoltorio de mi hotdog engullido.

El robo de su huella.

Trámite continué diciendo, al ver que sale de ese local de ropas.

Y entra a otro.

Otro.

Para luego, otro más.

Y me apoyo contra un muro aburrido y verificando la hora, cuando ingresa a un sexto.

Mierda.

Seguido a un séptimo negocio.

Y hasta a una octava tienda y a pocos metros de esa número siete.

Mueca de fastidio, porque me está tomando más tiempo de lo debido.

Como después a otra tienda más.

Y miro el cielo a su espera y por ayuda al Todopoderoso.

Porque mis hombros caen al notar que saliendo de esta.

Más caminata.

Entra a otra.

Y ya, no lo soporto más.

Acomodando mejor y más sobre mi cabeza la capucha de mi casaca oscura para ocultar mi rostro, bajando mi barbilla y con mis manos en los bolsillos.

Ingreso a esta inmensa tienda, donde su demora y mi poca paciencia ya muy fastidiado.

No se llevan para nada bien.

No tengo idea, que cosa busca incesante entre góndola y cajas con afán, cuando la diviso una vez dentro.

No me importa, tampoco.

Pero, no olviden mi meta.

Cumplir lo que falta de mi objetivo y largarme de aquí.

Y hasta la vista, chica.

Pero algo familiar golpea mi mente entre percheros y prendas colgando más atrás, que atravieso caminando mientras la observo de espalda a mí.

Hay algo.

Lo sostengo.

Aunque no termino de reconocer en su movimientos y acciones que me resulta conocido, mientras revisa y mira prendas totalmente ajena a mi presencia.

¿Pero, de dónde?

¿Alguna compañera antaña de colegio?

Niego.

No.

Pese a que no intento acercarme y esquivo con disimulo clientas del lugar e imito que busco ropa también, sigo con mi inquisidor registro si nos conocemos.

Pero mi mente no colabora hasta el momento y cuando me detengo tras un maniquí vestido con algo, que simulo que me interesa.

Descubro que me saca de mi eje de trabajo, este motivo de duda como la guardia baja y totalmente, apoyado en una parte de lo que es esa marquesina de venta.

La observo.

Y dejándome llevar.

Que con cada uno de sus movimientos, corriendo perchas.

Para luego, elevarlas y mirarlas en detalle.

Sonrío.

Porque son conjuntos de lencería femenina sexy y a juego con pantys y ligas.

Me acomodo mejor con mi puño en mi barbilla.

Lindo.

Pero, mi codo que busca apoyo en alguna base para una mejor postura en mi vista.

Resbala, cuando levanta otro atuendo de ropa interior que me desequilibra asombrado y provocando que el dichoso maniquí trastabille por mi peso y golpee el estante continuo y con la amenaza, que caiga todo a mi alrededor.

Pero un rápido movimiento presto de mis reflejos, logra acomodar todo en el momento que ella gira a mi dirección y me escondo tras las prendas.

Por lo feo que es, ese conjunto femenino que parece que le gustó.

Miro sin entender a la chica de pantys rosas con estrellitas que me resulta conocida, pero una extraña total, oculto e inclinado sobre un lado del muñeco exhibidor.

- Mierda... - Me susurro bajito para mí, rascando un lado de mi cuello.

Pero que desagradable gusto tiene, por Dios...



SARELI

Mis manos no paran de deslizarse en perchas sobre perchas de lencería con piezas y no sé, si la palabra es arcaica.

Pero sí, algo antiguas de lo que es el parámetro de la moda ahora.

Juego de ropa interior con pantys de mujer que se encuentran en excelentes condiciones, pese a los años me hace sonreír, cuando solo por curiosidad elevo algunas para observar los extravagantes gustos y diseño que se usaban antes a la hora de la seducción una noche que promete con ellas pasión.

Miro el grueso volado que tiene una, de muy poco gusto.

Como las tipo prensillas utilizadas antes, para sostener la ligas en alto.

Y mi ceño se arruga al levantar un segundo conjunto íntimo de mujer de colores verdes muy fuertes y mezcla con género de encaje.

Amo las pantys con mucho color y estampa.

¿Pero quién, usaría esto en una noche de sexo y descontrol?

Y lo arrugo más, volteando para ver sobre uno de mis hombros, al sentir el ruido extraño de cosas cayéndose.

¿Qué, fue eso?

Sigo observando.

Pero, nada.

Todo encuentro normal tras de mí y en la sección que me encuentro.

Tanto de clientas como prendas y un maniquí pasos atrás mío  a modo exhibidor en su puesto.

¿Entonces, eso qué fue?

Y por eso y no muy convencida, miro por tercera vez todo lo que me rodea.

Pero, todo está bien.

Me encojo de hombros, siguiendo con mi búsqueda.

Tal vez, lo imaginé...



C-AM

Suspiro relajado, cuando veo que al fin deja ese muy feo conjunto íntimo de mujer y prosigue con lo suyo.

Y pestañeo sin poder creer lo que pensé.

¿Suspiro y relajado?

¿Y esa mierda de tranquilidad, por qué?

Miro a la muchacha que sigue espalda a mí, caminando a otra góndola y sacudo mi cabeza.

¿Por qué, me tiene que importar eso y sentirme aliviado?

Niego.

Concentración me digo y entre tanto, saco del bolsillo de mi casaca larga y negra, mis guantes del mismo color para ponérmelos.

Para dar termino a todo esto de una vez por toda y que por demás, se está prolongando.

Focalizando desde mi lugar, mientras la escaneo de arriba abajo su persona y analizando el mejor método para sustraerle la huella o ADN necesario.

Suéter y falda.

¿Dije, un imposible de lo feo a la vista, pantys rosas fluorescente con estampas de estrellas?

Irrealizable, sustraer algo de esos materiales sin que se de cuenta.

Su largo pelo, donde cabria una alta posibilidad de ello, lo lleva recogido con una coleta alta.

Mierda.

También, lo notaría.

Y mis ojos bajan a su carterita atravesando su pecho.

Porque de ella, sobresale la botella de agua que estuvo bebiendo.

Y sonrío, bajando más mi capucha y encaminándome a ella.

Perfecto.

Pero algo me detiene, casi llegando a la muchacha.

Grito y una sensación que me alertan, provocando que otra vez me esconda en mi media carrera.

Chillido de alegría y a su vez otra, por una percepción de pánico.

Felicidad por un lado, proviniendo de mi objetivo por algo naranja que encuentra y abraza contra ella, dando saltitos de alegría.

Pero, no tiempo de analizar eso.

Por esa otra cosa, llámese corazonada o palpito oscuro, que presiento en otro sector.

Uno de miedo y horror, viniendo del frente de la tienda que estamos.

Seguramente y más de una vez, habrán escuchado en muchas ocasiones, que ciertas personas tienen un sexto sentido para algunas cosas.

Sensación que quizás no entendemos qué, quiere decir realmente. 

Pero, yo la tengo.

Un término o emoción ligada a nuestros otros sentidos y sensación extra, cual ayuda a quien lo tiene a percibir o intuir cosas que están sucediendo o van a suceder y antes de que los demás tengan idea de ello.

Y por tal.

Mis vista recorre todo el comercio como el frente de la tienda, donde proviene mi mal augurio.

En cual, dos hombres fingiendo compra en el mostrador de pago y sin alterar la paz del local, están robando el lugar con disimulo.

Nadie de las personas comprando se dan cuenta de ello.

No son muchos los clientes y conmigo incluido, pero hay niños entre ellas y totalmente, ajenos a lo que ocurre dentro.

Inclusive la muchacha que llevando lo que sea entre sus manos.

Y aligerando sus pasos.

Blanqueo mis ojos.

Ay carajo, porque no puede ser...

Va en dirección de la mesa de pago y sin notar el peligro que acecha.




SARELI

No lo puedo evitar.

Entre muchas rebajas y final de la góndola que estoy.

No solo encuentro por esos milagros de la vida.

Mi pantys de pollo de naranja chillón.

Sino.

¡Dos de ellas!

En perfecto estado y hasta con sus etiquetitas originales, colgando de cada una.

Felicidad.

Muchas felicidad.

Y por eso salto de alegría llevando ambas contra mi pecho y sin perdida de tiempo, camino veloz en dirección a la caja y con la idea de llevar los dos pares para tener una de repuesto.

Sin embargo, algo me detiene al llegar al mostrador de pago y me asusta borrando mi sonrisa de pura alegría.

Los rostros petrificados, tanto de la cajera como la otras vendedoras contra un rincón.

Y por causa de dos hombres delante de mí, que con poses sospechosas y confundirlos con posibles clientes, me doy cuenta y notando mi presencia repentina tras ellos.

Que uno con disimulo, pero empuñando una navaja, apunta a la empleada.

Mientras el segundo viene hacia mí y con la intención de sus manos extendidas, callarme y no llame la atención alertando.

Y todo.

Confusión.

Mucha.

Sucede, rápido después...

Sin entender y robándome un gran chillido, cuando escapo de sus garras, pero no por mí.

Sino.

Secundado por alguien que no veo, pero lo siento. 

Ya que, sus fuertes manos llevando guantes negros y tomándome de los hombros, me aleja del arrebato del delincuente, provocando que su fuerza y por sacarme de ello, no solo mis medias queridas vuelen por el aire al soltarse de mis manos.

También, que mi cuerpo girando, voltee a un sector amortiguando mi caída milagrosamente sobre ropas de abrigos, colgando en ese rincón exhibiéndose.

Pero viendo mientras hago a un lado mi pelo cayendo en mi cara, por mi colisión acolchada.

Como un chico u hombre.

No lo podría definir, porque su rostro es impredecible de ver, ya que la capucha de su chaqueta que cubre su cabeza lo oculta.

Pero sí, la complexión de un cuerpo trabajado en toda la vestimenta algo oscura que viste, acusando algún tipo de disciplina de defensa, cuando embiste al hombre en su ataque.

Esquivando sus puños con maestría y hasta podría decir, como si cada arremetida de su oponente no fuera nada para él.

Reduciéndolo bajo un golpe, sí, certero de este hombre sin rostro, seguido de un puntapié diestro que lo empuja y lleva lejos, para caer sobre estantería exponiendo mercadería del lugar y estas al quebrarse, se desmoronan sobre él, dejándolo inconsciente en el suelo y contra esa pared.

Y ya, todo es caos después.

Gritos de auxilio por clientes de la tienda corriendo y donde muchos llevan niños en sus manos, arrastrando como alzando para poder escapar.

Empleadas, intentando lo mismo o llorisqueando sobre sus lugares, cuando el ladrón de la navaja dejando de amenazar a la cajera, voltea para enfrentar enfurecido al chico de la capucha.

Intento escabullirme también y arrastrándome para no ser vista en dirección a la salida.

Pero, recordando mis adoradas medias naranjas desde mi escondite, las busco por todo el piso mientras esos dos hombres y uno llevando un cuchillo que no duda en usar, luchan entre sí.

No me importa.

Y muerdo mi labio de satisfacción al divisar mis pantys naranjas chillón del otro lado, pero no a mucha distancia donde me encuentro.

Y no lo dudo.

Gateando, me arrastro a su encuentro.

Pero el descontrol aumenta y la gente que corre, pisa mis manos cuando gateo y me llevan puesta, ocasionando que pegue contra una marquesina y gima del dolor mirando mis deditos.




C-AM

Por una fracción de segundo.

Lo que era una jornada aburrida y testigo de ello, por prolongado día de compra femenina.

Se transforma por la maldita suerte de que estemos en momento y lugar equivocado.

En un asalto con arma blanca en mano.

Y por esa fracción de segundo, donde mi idea era pasar desapercibido y así, como cumplir mi cometido, marcharme con la frente baja para no llamar la atención después de ello.

Todo se va al carajo.

No solo, por esta chica despistada y aislada de lo que está ocurriendo.

Sino, también.

De mi propia mandada a la mierda de pasar desapercibido.

Y sin siquiera, considerarlo.

Cuando y no tengo idea, el por qué.

Siento mi sangre hervir, como coagularse.

Cóctel peligroso para mi sistema nervioso.

Al verla en zona de peligro y que uno de los hombres va a su encuentro, al notar su aparición inocente pero inoportuna.

Y al carajo, todo.

Cubriendo mejor sobre mí, la capucha y bajando mi rostro, evitando que la visión de ella como la de todos sea completa.

Salgo en su defensa y tomándola de ambos hombros con fuerza, la aíslo de ser tomada como una posible rehén, pero verificando que su aterrizaje sea.

Lo siento chica, por la rudeza.

Sobre ropa de la tienda para no ser lastimada y lejos de nosotros.

Observo luego a mis colegas de vocación.

Solo, son rateros de poca monta y medio tiempo.

Me lo acusa cada golpe de puño inestable pero con ira, que esquivo sin mucha dificultad y percibir y viendo de reojo, que el otro ratero que empuñando la navaja.

Esta, de pura frustración por mi presencia y dando fracaso su atraco.

Tiemblan de cierto nerviosismo, pero aún, apuntando a la cajera observando nuestra lucha como todos en la tienda.

Pero oliendo, mientras de un golpe certero de mi parte.

El temor de los dos.

Sonrío para mis adentros.

Seguido y ya, cansado de todo y por un empuje de patada contra un rincón al primero y quedar inconsciente por unas estanterías cayendo sobre él y contra el piso.

De pie y girando solo mi rostro algo bajo, sin jamás mostrar mi rostro.

Miro a mi otro oponente, que voltea y viene a mí, amenazante con su arma.

Bien lejos del perímetro de ataque a la muchacha de la caja.

Retrocedo unos pasos, para alejarlo más del alcance de cualquier víctima y por encima de unas lejanas sirenas de móviles policiales sintiendo que llegan.

Desde la tienda deben haber dado alarma o tal vez, la gente asomada pero a una distancia fuera del local, observando curiosos.

Y cierro los ojos negando.

Mala y buena señal.

Mala.

Porque tendré que ingeniarme entre uniformados y tumulto de gente para escapar.

Y buena.

Voy a mi atacante, apurando este trámite.

Que reducidos se los podrán llevar de una vez por toda cuando acabe con ellos.



SARELI

Surge una lucha encarnizada entre ambos hombres.

Del tipo del cuchillo, queriendo atacar sin compasión y del otro sin rostro, eludiendo sus embestidas.

Se llevan puesto góndolas, causando el desparramo de prendas y cosas de la tienda entre golpe y golpe que se dan.

Y por un momento, dudo a gachas y desde mi lugar a pocos metros de su enfrentamiento y como cae ropa sobre mí, si debo seguir en busca de mis adoradas medias.

Pero verlas sobre el piso y tan a poca distancia me hace reanudar, haciendo a un lado la lluvia de prendas sobre el suelo desparramadas por la lucha campal.

Puedo sentir sobre el griterío de la gente y empleadas, la sirena lejanas de móviles llegando sin poder diferenciar, si son patrullas policiales o de bomberos.

Pero suficiente, para darme valor con cada arrastre que doy rumbo a las pantys y atravesando, entre perchero y otro.

Un choque de impacto del chico de oscuro, hace tambalear al agresor y su grueso cuerpo colisiona con un escaparate de sobreros y capelinas de mujer, causando que todas caigan.

Otro de sus puños, vuelve a ser certero en su mandíbula cuando intenta ponerse de pie, pero ahora el ratero perdiendo equilibrio sobre sus pasos y seguido a una patada diestra y sin dudar del chico de gorra negra no dejando ver su rostro, ocasiona que la navaja que empuña su mano, vuele lejos para caer a centímetros de mí.

Dios.

Miro el arma blanca como a los hombres.

Y sin analizarlo mucho y perdida de tiempo con la fuerza de mi pie, la deslizo de un movimiento, alejándola de su alcance que rotando por el impulso, termina abajo de un mobiliario.

Ambos me miran.

Uno con odio y brutalidad por mi acción, viniendo hacia mi dirección por lo que hice.

Diablos.

Y el otro.

Aunque por su postura de barbilla baja contra su pecho y por la capucha, cubriendo casi la totalidad de su rostro.

Donde solo por la media luz y en esa sombra, se percibe una porción baja de su rostro.

Noto, que sus ojos me miran y lo hacen profundamente.

En realidad, lo siento.

Pero, no amenazantes.

Más bien.

Y mi piel se eriza por experimentarla en mí.

Cuando, sobre su mirada y su cuerpo.

Todo se alerta en él, al ver que el hombre pero sin navaja ya, viene con toda su furia a mi encuentro amenazador.

Y lo hace también, elevando algo su rostro por esa acción.

Y mi curiosidad aumenta en verlo.

Descubrir su cara.

El rostro que tiene.

Y por ello, esos segundos y como una idiota total, donde tendría que haberme movilizado para escapar, obligando a mi estático cuerpo a hacer carrera.

Me quedo nula y notando por eso, como el segundo delincuente se quiere lanzar contra mí.

Demás decir, sin haber alcanzado de ver su rostro mientras al mismo tiempo, cruzo mis brazos en mi defensa por arriba de mi cabeza y contra el rincón que me encuentro.

Pero...

Algo.

Me cubre.

Y pese a que mis ojos están muy abiertos.

Solo veo oscuridad y algo duro que me lleva.

Envuelve.

Y cubre contra él.

¿Eh?



C-AM

Sé, que no puede verme.

Pero lo siente.

Al igual que al asaltante, cuando enfurecido por su reacción de alejar su arma lejos y olvidándose de mí.

Va contra ella de puro coraje y por eso, solo se limita la chica a entrecruzar sus brazos por arriba y a la espera de su ataque entregada.

Palpitaciones, dentro de mí.

Porque no lo puedo permitir y por eso voy a ellos, saltando un alto mostrador.

Y tomando un gran sombrero de playa de alas anchas de mujer que encuentro en mi camino y de tantos regados en el lugar.

Seguido de deslizarme por abajo de él y gracias a un segundo, ganado de tiempo.

Mientras el delincuente, sacude brutalmente su primer golpe con un pedazo de mampostería, que arranca de un exhibidor.

Recibiéndolo mi espalda por ello al inclinarme y no la lastime, mientras cubro a la chica su cabeza con el sombrero de playa para que no me vea, seguido de llevarla contra mí.

El fuerte dolor repercute en mi cuerpo por la descarga de esa madera sin piedad mientras llevo más la cabeza de la muchacha con la capelina playera puesta que sostengo con mi mano y contra mi torso, impidiendo que la dañe.

Pero sintiendo, pese a mi gruesa casaca negra cerrada y por más material de ese sombrero.

Carajo...

La presión y calidez de su pequeño rostro en mi pecho.

Como sus manos apretando esta y más sobre mí, percibiendo el temblor de miedo que la invade, pero con esa acción.

De dejarse, abrazar por mí.

Un sentimiento de su parte.

Que confía en mi protección.

Que la salve.

Un segundo golpe recibo en mi espalda otra vez, bajo el gemido de miedo de la muchacha.

Y ese fuerte dolor.

Miro vengativo y alzando algo mi vista al ladrón y ya, me importa una mierda que pueda verme.

Porque, me enoja.

Mucho...



SARELI

Sigo sin ver.

Pero, chillo ante la sacudida de algo.

Es el cuerpo del hombre que me abraza contra él, impidiendo que me lastime otro ataque de golpes del delincuente.

Quiero sacarme la mierda que tengo y puso en mi cabeza, impidiendo que vea.

Pero me lo niega con un ademán y volviendo a acomodarlo, tapando mis ojos.

Obedezco, pero sintiendo al mismo tiempo que su agarre protector se afloja, porque se pone de pie creo en mi oscuridad.

- Tápate los oídos y no veas... - Me susurra suave.

¿Eh?

¿Por qué, dice eso?

 No tengo idea, sin embargo vuelvo a obedecer, dudosa y llevando mis manos a mis oídos.

No vuelve a hablarme, pero siento su energía.

Un aura llena de enojo.

Y empiezo a escuchar, porque sigo sin ver el motivo de ese halo o poder, del por que me lo dijo y mi pecho, se tensa ante el primer impacto que siento que le da al malhechor.

Seguido de otro por los choques de cuerpos.

Y otro más.

Una lucha como sonidos de cosas derrumbándose a mi alrededor y aumentando.

Para luego y desde mi oscuridad, un gemido lastimero y pidiendo piedad dando fin a todo.

De alguien.

¿El delincuente?

Y no lo puedo evitar, pestañeando consecutivamente y curiosa.

Y mi mano, aún temblorosa eleva a medias y lentamente, el ala ancha del sombrero y lo que tapa mis ojos, pero sin moverme del rincón que quedé.

Para observar y pestañeando con fuerza para que mis pupilas dilatadas focalicen.

La silueta de pie y espalda a mí, de la persona que me salvó.

Que bajo su ropa oscura, sus hombros bajan y suben por su acelerada respiración, propia de la batalla y aún, con ambas manos cubiertas por esos guantes negros como puños cerrados sobre sus lados.

Mirando como el resto de empleadas chillando de miedo pero que todo acabó, al igual de personas fuera del la tienda, ahora animándose a ingresar tras finalizar.

Y como yo, siguiendo la suyas.

Al cuerpo maltrecho y tirado del otro hombre, retorciéndose sobre sí y gimiendo por una ambulancia, tomándose un brazo que parece quebrado y escupiendo sangre que baña parte de su cabeza y toda su cara.

Santo Dios, fue una carnicería.

Y en ese preciso momento, voces como más gente, colman el lugar.

Policías y paramédicos con camillas ingresando al local, haciéndose paso entre la muchedumbre que cada vez es más en el interior.

Un desorden, todo.

Pero uno, apresando como atendiendo a los delincuentes e intentando calmar a los curiosos como los que están en estado de shock.

La aglomeración es inmensa y haciendo a un lado lo que cubría mi visión.

Lo miro.

Guau.

Un sobrero de playa de mujer.

Levanto mi cabeza sobre un hombro de un oficial que al notarme en mi rincón tumbada, viene a mi encuentro e inclinado pregunta si me encuentro bien.

Asiento con mi cabeza y apretando más las pantys en mi pecho, mientras intento registrar con mis ojos el lugar.

Buscando.

Al hombre de la capucha y gorra negra.

Nada y solo vacío de su persona, cuando con ayuda del policía me pongo de pie.

Pero mi vientre calienta, mientras veo y sin dejar de buscar, como esposan a los rateros sobre las camillas.

Uno todavía inconsciente y el otro maldiciendo y llorando de dolor.

Y no tengo idea como.

Pero, creo que.

¿De felicidad?

Al notar chico de la capucha, detrás del amontonamiento de personas que es todo esto.

Sonrío sin entender, porque pudo escabullirse de la policía del lugar sin ser visto.

Y digo bien, en decir chico.

Porque y pese al amontonamiento, desorden y confusión que es todo esto y mientras me asisten obligada a mi también los paramédicos.

Aunque su expresión es ilegible entre el tumulto y detrás de muchas personas haciéndose pasar por del montón de curiosos y testigo de esto a una cierta distancia, mientras soy llevada a una tercer camilla.

Puedo divisar.

Notar, pese al incógnito de sus ojos por la sombra de su capucha, que nunca abandona su rostro cubriendo.

Una linda tez trigueña, marcando unas facciones viriles.

Y no solo un mentón juvenil.

Sino, también.

Unos lindos labios, llenos y definidos.

Que, creo.

Creo dije.

Avistan una imperceptible media sonrisa con ellos y a mí, antes de marcharse definitivamente.

Así, como apareció.

Como una sombra.

Dejándome inmóvil y simplemente mirando mis medias entre mis manos y con una sola pregunta.

¿Quién, es ese chico?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top