CAPITULO 3
SARELI
Primer día.
En realidad esa tarde y dos horas antes de mi entrada de trabajo a la pastelería.
¿Búsqueda de mis pantys naranja chillón, por centro comercial?
Cero.
No encontré, ni siquiera una parecida.
Día dos.
Siguiendo la búsqueda, pero lado opuesto a lo que es el grandísimo lugar de comercios de la ciudad y caminando como una condenada.
Nada, tampoco.
Día tres.
Mi día libre y con más tiempo.
Y por eso, parada a mitad de la calle céntrica y peatonal pasando centenares de transeúntes por mi lado.
Unos acelerados en su horario y otros, mirando las vidrieras con sus bolsas de compras en mano, mientras yo, de pie y con mi manos en la cintura observando.
Miro concentrada toda la gran zona atestada de personas.
Deliberando esta parte del sector.
Una mayorista y aunque, pertenece al centro, la más alejada.
Pero, la única que queda por investigar.
Porque, pese a que anoche exploré en línea ante la negativa de encontrar mis medias naranja pollo, hasta ahora en mi ciudad.
Y encontrando un par adecuadas.
El tiempo de demora, sería de días con el jodido trámite de depósito más el envío.
Y yo las quiero urgente.
Por una fecha importante para mí.
Y por eso decidida.
Como rotando mi cuello y aflojando mis brazos como piernas, por otra gran caminata que promete ser esto y cual, agradezco que mi rodilla lesionada por el porrazo ya casi curada no moleste más.
Y dando un sorbo a mi botellita de agua fresca que llevo conmigo.
Comienzo mi tercer intento en esta vertiginosa caza y rastreo de mis super pantys largas y naranja pollo chillón.
Tienda tras tienda textil.
Hurgando en el interior de cada una a paciencia.
Hasta los contenedores, donde está abarrotados de prendas apiladas y de todo tipo.
Desde lencería con viejas liquidaciones por cierre de temporada u años de obsoleto uso.
Todo reviso, porque puede haber la posibilidad.
La milagrosa casualidad.
De encontrarlas como ocurrió la primera vez y me enamoré de ese color naranja vibrante.
Por eso, no descarto ninguna posibilidad entre cajas y percheros, como consulta a cada empleada de tienda, como en esta última que estoy.
Donde siempre es la misma negativa, pero me alientan a que siga mi búsqueda en la sección de rebajas y liquidaciones.
Le doy las gracias por su indicaciones y ofrecerme su ayuda si la necesito, cuando me dirijo a ese extremo del inmenso local.
Camino entre docenas de exhibidores de pie, atestados de ropa colgando de ellos y clientes como yo, mirando y midiéndose.
Pero giro sobre mi hombro, buscando a la empleada que consulté momentos antes.
No la encuentro entre la gente, ni metros más atrás donde quedó.
Raro.
Porque, hubiera jurado que la sentí.
En realidad, sentí.
Una mirada, pendiente de mí.
Y froto mi brazo por eso.
Por esa sensación de sentirme observada.
Pero localizarla adelante de todo y de este basto local hablando animadamente con otra compañera de trabajo y muy lejos de estar pendiente de mi persona.
Hace que sacuda mi cabeza y niegue divertida, reanudando mis pasos y búsqueda.
- Debe ser cansancio... - Me susurro, mirando las prendas en detalle y una por una, para seguir en la siguiente góndola.
C-AM
Esa misma tarde, saliendo del estacionamiento comencé con el objetivo.
Con el primer nombre de la lista.
Pero vestido ahora como un estudiante más, sentado contra un gran árbol y sobre el césped de este campus universitario.
Pantalones caqui.
Camisa y una chaqueta a tono.
Una mochila a mi lado descansando.
Y un grueso libro en mano, fingiendo que leo.
Suficiente para que desde mi posición y lugar estratégico, masticando mi chicle de siempre.
Observe una senda de muchas que hacen de arteria en esta universidad para el centenar de estudiantes.
A mi objetivo que, con disimulo y desde mi celular.
Y en mi distancia.
Disparé repetidas capturas de fotos a la primer chica de mi lista.
Que sale de sus clases, acompañada de un par de jóvenes y amigas más.
Robando poco más de una docena de imágenes de ella.
En su trayecto.
Seguido, en la cantina por una colación.
Para luego, mirando por la pantalla conforme con la cantidad y que fueron tomadas de varios ángulos la fotos de ella y donde en muchas, cumplo lo que mi padrino me pidió.
Acercamiento y perfil de su rostro.
Voy al siguiente paso, del pedido del cliente.
Huellas.
Cosa que me lo facilita ahora en la cantina, al ver desde mi rincón que terminando su merienda como sus compañeras, lleva ya sus bandejas al sector de los cubos de residuos.
Y aprovechando esa oportunidad, bajando mas la gorra que llevo para que no se repare en mi rostro y tomando una bandeja abandonada que algún estudiante con restos de comida dejó en una mesa vacía que encuentro a mi paso.
Me cruzo inoportuno con ella y con un rápido movimiento, en un peculiar choque de bandejas por desechar lo consumido.
Incitado con disimulo por mí.
Que, con presteza y sin que llame la atención de las estudiantes.
Guarde en el bolsillo de mi abrigo el pequeño vaso descartable que utilizó, sobre un disculpa general y muy tímido, recogiendo un par de cosas que cayeron al suelo de ambas bandejas por la colisión.
Seguido a marcharme con más excusas repetitivas a ellas y bajo sus miradas perplejas con una huida de pasos apurados en dirección a la salida.
Uno muy avergonzado y con mi cabeza a gacha, sintiendo sus miradas y del resto de estudiantes en la cantina que fueron testigos del accidente.
Turbación retraída que reflejo en mi rostro como postura, mientras camino por el edificio universitario y cruzo más estudiantes caminando por este.
La de un muchachito avergonzado.
Pero, que va desapareciendo con cada paso que doy en dirección a la salida.
Y a medida que camino saliendo al exterior y fuera del alcance de todos, ya en dirección a mi motocicleta.
Mi sonrisa muy segura de mí mismo, aparece en mis labios ya con mi rostro despejado y en alto.
Por dejar de actuar.
Y ya montado y poniéndome mi casco, pero antes guardando y tocando apenas el vaso robado con guante puesto, para guardarlo en una bolsa pequeña y esterilizada, seguido a mi mochila.
Bajo el visor y arranco mi moto.
Porque, ahora voy.
Sonrío.
A mi segundo objetivo.
Cual, no me lleva tiempo.
Por trabajar en una tienda de comestibles al público y plena calle.
Que tras varias fotos robadas al igual que la primera, pero del otro lado de la calle sentado en una cafetería afuera de su comercio laboral.
Y con un último sorbo a mi gaseosa y tomando de un bolsillo de mi mochila, la pelotita que utilicé en el robo del registro.
Deslizando mi silla, me pongo de pie jugando con ella en una mano, mientras dejo un par de billetes en mi mesa.
Y mirando ambos lados de la calle antes de cruzar, me saco la gorra que llevo puesta para guardarla, pero poniéndome un lentes de sol oscuros y tirando mi pelo hacia adelante para cubrir más mi rostro.
Libre y algo desprolijo, lejos del peinado pulcro que utilicé ante mi cruce con la chica estudiantil y número uno en mi lista.
Ahora revuelto y cayendo sobre mi cara.
Me dirijo a ella.
Señalo un paquete de chicles y otra lata de gaseosa, cuando me atiende sonriente y despreocupada de mi persona.
Como un clientes más de tantos que ve durante sus jornadas.
- El de naranja... - Solo menciono mi elección de bebida cuando la busca detrás del mostrador, mientras me entretengo llevando la pelotita de una mano a otra, esperando como si nada y muy relajado.
Pero la pelotita, cae sobre su lado sin querer por mí, cuando me dice el valor de todo y busco mi billetera para pagar.
- Lo siento... - Digo, dejando apurado la paga en la mesa, pero simulando intentar recogerlo.
La muchacha sonríe tomándola por mí, del suelo y me lo entrega.
Y niega restándole importancia, mientras la agarro con cuidado y siempre con un guante.
- Estaba distraído. - Me excuso, sonriendo también como sujetando mi lata y paquete de chicle para irme.
- Sabe suceder... - Dice riendo y suficiente para mí, ante un último saludo.
Y ya fuera de su vista y otra vez sobre mi motocicleta.
Guardo en otra bolsa descartable, mi pelotita con sus huellas en mi mochila al igual que mi compra.
Miro la hora en mi reloj.
Ya es tarde.
Mañana seguiré...
MIENTRAS, EN EL DESPACHO DE ANDRÉS...
- Según las encuestas generales, vamos a la cabeza contra el favorito... - Andrés escucha a uno de sus tantos colaboradores de su campaña electoral.
Media docena que se encuentran sentados con carpetas y varios papeles en manos, como regazo y uno al lado del otro en el gran sillón en cuero negro, ubicado frente a una baja mesa con más hojas y algunas botellas de agua mineral como tazas de café.
Solo Lucian.
Su mano derecha.
Está de pie a metro de él y en el escritorio en que se encuentra su jefe.
Cual este, escucha atento lo que dicen sus auxiliares.
O eso intenta.
Por acusar su pluma en una mano que va y viene con pequeños golpecitos contra la superficie en madera de su lustrada y elegante mesa en algarroba barnizada.
Al igual, que su vista.
Solo fija.
En un punto específico de esa superficie ante y sobre el único sonido de ello, con la voz de uno de sus empleados que, dando vuelta una página continúa explicando las positivas evaluaciones de encuesta que dio su campaña en esta quincena.
Porque sus pensamientos en un cien por cien, no están abocados a los que sus colaboradores dicen sobre la estrategia y siguiente paso a seguir, según la fórmula debatida.
Pero su cierta mirada perdida como vaga en lo que sea que sus pensamientos dominan y por algo que ellos ignoran, se cruza ante algo nuevo viniendo a su mente.
Haciendo que sus ojos por ello, se abran mucho.
Y seguido con una mano en alto para callar a sus colaboradores, les ordena que se retiren de su oficina, bajo una mirada fija a Lucian que los desaloje y quedar a solas.
- Continuaremos, mas tarde... - Expresa a todos su mano derecha, mientras abre la puerta para que salgan y una vez solos en la oficina y cerrando esta, camina hacia el exmilitar curioso y por notar, que de pie empieza a abrir los cajones sin perdida de tiempo de su escritorio.
Y al encontrar lo buscado, los deposita y esparce sobre la mesa.
Las fotos captadas de las cámaras de seguridad del robo al registro civil.
De todas, busca una incesante.
Y al encontrarla, la eleva frente a él para mirarla más en detalle.
Pero ahora con una sonrisa de placer en sus labios.
La golpea con un dedo, satisfecho y señala a Lucian conforme.
Muy conforme.
Causando que su mano derecha se acerque curioso al ver con más detención y tomándolo entre sus manos ahora a la fotografía y también, sonríe afirmando y mirando a su jefe entendiendo.
- No me importa si tienes que sobornar a toda la jodida policía... - Gruñe la orden, buscando su saco de vestir que descansa en su silla. - ...pero quiero esa maldita cosa en un laboratorio con el resultado de su análisis en mis manos... - Finaliza, poniéndoselo y abotonando, porque ya la noche con sus azules crespos, comienza a colmar la tarde.
No espera una respuesta negativa o positiva de su empleado.
Porque es una orden.
Y como tal, que se cumpla mientras se encamina a la puerta.
Y deja solo a Lucian en su despacho mirando la foto, para luego mecánicamente hacer una llamada sin dejar de observarla.
Para rastrear la ubicación de lo que la imagen muestra.
El chicle pegado y que fue burla a una de las CCTV del recinto, para no ser capturada la identidad del ladrón.
Y corroborar.
Lucian, sonríe malicioso.
Por el posible ADN, del sospechoso.
C-AM
A la mañana siguiente y desde muy temprano arrancando mi día.
Cumplo con los nombres de mi lista, número tres y cuatro antes del mediodía.
Capturando fotos de ellas, como sustrayendo evidencias de sus huellas.
A una, notando su espíritu deportivo y vida sana, cual la ejercita a primeras horas del alba en un gimnasio y tras su ducha matinal en él y antes de su trabajo.
Escondido y a la espera en un sector.
Y bajo una santa paciencia y de forma respetuosa a esa intimidad.
Puedo hurtar y de un jirón, rasgando una porción de esa tela.
La toalla que usó para secarse y sin notar mi presencia nadie, al dejarla en el vestidor del lugar.
La siguiente y cuarta en mi lista.
Donde no hubo necesidad de mucha ciencia en elaborar un encuentro en su lugar de trabajo.
Una vendedora de ropa en un local abierto de un shopping.
Siendo solo necesario, disfrazarme como delivery de comidas.
Y saliendo del ascensor al piso de su lugar de trabajo, mezclado entre la gente y llevando una caja de pizza con un par de botellas de agua.
Como gruesos lentes y una gorra en mi cabeza, pero esta vez con el logo de una empresa de comidas.
Dejo el pedido en el mostrador de atención al público, con aire aburrido y ante la mirada de mi cuarto objetivo sin entender y cajera de la tienda.
- El almuerzo, que pidieron... - Explico como si nada, ante su silencio y ojos muy abiertos.
Niega.
- Nadie pidió nada... - Se excusa y empujando hacia mí, el pedido y arrugando su nariz ante el olor incipiente de la pizza grasienta y con la amenaza que su aroma se impregne en las prendas de moda del lugar.
Mi turno de negar y volver a deslizar la caja, otra vez a su dirección.
Hago un globo con mi chicle, mientras me apoyo más con mi cuerpo y un brazo a la mesa de recepción y causando, que mire con asco mi forma despectiva y muy ruidosa de masticar como postura.
Miro a la elegante y estirada muchachita.
- Acá, pidieron una pizza de queso doble y... - Elevo las botellas. - ...dos aguas sin gas que dejándolo pago...
- No. - Es rotunda.
Me incorporo para mirar el gran local de ropa femenina con clientes.
Volteo a ella rascando mi cabeza por sobre mi gorra y demorando mi actitud.
- ¿Segura? - Hago que chequeo el papel del pedido por teléfono, descansando una de mis manos y que momentos antes sujetaban la aceitosa caja, en uno de los percheros de pie y que sostiene diversidad de vestidos de mujer.
- Muy segura. - Afirma la chica viniendo a mí, ante la amenaza que manche estas. - Nadie pidió nada... - Exclama cerciorándose que no haya manchas en las vestimentas y corriendo percha por percha para verificarlo.
Y suspira aliviada al notar que no, pero me regala una mirada fulminante.
- ...por favor, retírese y consulte a su trabajo.
Y retrocedo, ocultando mi sonrisa.
Pero señalo la caja de pizza, abandonada sobre el mostrador.
- Tal vez, me dieron mal la locación... - Asiento tomando esta, pero provocando que unas de las botellas de agua caiga y ruede contra el pulcro piso del lugar y sea frenado de su trayecto, por uno de sus bonitos zapatos de tacón alto en color rojo a juego con su uniforme.
Quiero agacharme a recogerlo, pero lo toma ella entre sus manos con poca paciencia y notando que mi presencia como altercado, está llamando la atención de distinguidas clientas que nos observan sobre la ropa mirando no muy de acuerdo.
Me da la botella apurada y me incita a que salga del establecimiento.
- Por favor...solo váyase... - Me pide, retomando su compostura al ver que obedezco. - verifique bien la dirección... - Da por finalizado.
Hago un ademán con mis dedos en la visera de mi gorra como toda respuesta y dando por finalizado nuestro encuentro, me marcho en dirección nuevamente al ascensor.
Dejando la caja de pizza chorreante de doble queso aceitoso y una de las botellas mientras camino en el acero esmerilado como elegante tacho de residuos del shopping.
Y guardando con precaución, la que tomó del piso en la bolsa esterilizada teniendo su huella, seguido en mi mochila una vez dentro y apretando planta baja, sonriendo mucho.
Porque, solo me falta.
Miro el papel, ya algo arrugado que saco de un bolsillo.
El último nombre de mujer de mi lista.
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