CAPITULO 2

C-AM

De docenas de actas de nacimientos, año '78.

Once son certificados de adopción, descartando las restantes.

Cada documentación en su carpeta, folio como hoja oficio y estas, una al lado de la otra depositadas a lo largo de la mesa.

¿En común?

Mismo año.

¿Diferencia?

Los días.

Una línea de tiempo de escaso periodo de seis meses entre un nacimiento y otro.

Fichas que me son familiares.

Porque yo, las robé.

Y donde a menos de 48h sucedido mi atraco, cual las tres grandes pantallas de televisión Led en mute y que tapizan las cuatro paredes que ahora estoy, lo dicen.

Con tres noticiosos diferentes.

Hablando.

Informando.

Y hasta debatiendo en uno un grupos expertos.

Mi robo.

Doy pasos sobre mi sitio, pero sin dejar de mirar los informes dentro del lugar.

Podría decir, habitación porque es una.

Pero no, si es de una casa o tal vez, un piso de un alto edificio.

Lo dejo a la imaginación, porque es incógnito a la sociedad.

Ignoto a la gente.

Porque este lugar.

Llamémosle, sede de trabajo.

No existe.

No tiene un catrasto escrito que avale su superficie física.

Es como una isla desierta que no figura en el mapa.

O un área 51.

Que se sabe que está, pero no donde en un punto exacto.

Porque para la policía como el gobierno y sociedad existimos, pero donde y para estas dos primeras, somos el enemigo por ir contra las leyes.

Y paradógicamente.

En su mayoría, pero en silencio y por abajo de la mesa.

Los encargos provienen en su mayoría de ellos mismos al contratarme por medio del padrino.

Mi contacto externo.

Ya que soy como un mercader, donde cumplo trabajos a individuos de su índole.

Gente de mucho dinero o poder político y que, solo me conocen a través de mi grafema.

C-AM.

Siglas de mi nombre y que nadie conoce, más que dos personas.

Mi padrino y hermana.

Pero un vocablo común, que ya es familiar en el ambiente del desfalco por mis años de trayectoria.

Un medio donde el juzgarme, es la punta de este inmenso iceberg.

Siendo el resto.

La persistencia latente a que sea encontrado y mi pedido de captura o información de mi paradero y eso valga miles.

Para luego, una vez descubierta mi identidad.

Ser apresado y sentenciado al confinamiento perpetuo ante el rigor de la ley.

Porque la etiqueta dice por nuestras obras.

Mis obras.

Que estoy cerca del mal.

Leyenda en este campo delictivo, impune y cerca de lo criminal por mis actos.

Bajo el nombre.

Del pecador.

Porque así, me titulan y me bautizaron los periodistas de las noticias en portadas de periódicos o noticieros.

Y hasta la población.

Pero lo que encubren estos, a la gente.

Que sobre mis pecados.

Mis trabajos son como el Yin y el Yan.

Dentro de todo malo, hay algo bueno.

Ya que en mis delitos.

Siempre hay un acto de justicia.

Y aunque vivamos al margen de la ley.

Tenemos códigos de honor.

- Yo no soy niñera... - Elevo una ceja y digo de mala gana.

Mi hermana Fiorella ríe a carcajadas, tirada sobre el largo sillón de tres cuerpo, al escuchar mi agria conclusión.

Pero ante la mirada del padrino fija en ella y del otro lado del único escritorio por su risa divertida, se incorpora tomando asiento como corresponde y obligando con una tos discreta a tragar su risa.

Aunque su mirada sonriente, pero ahora silenciosa, acusa que le sigue pareciendo gracioso mi ceño fruncido, ante mi poca apetencia a mi próximo encargo.

Hago a un lado una parte de mi pelo oscuro con frustración.

Reacción de impotencia.

Mientras veo ponerse de pie a mi padrino.

Que camina pausado y rodeando el escritorio.

Y lo observo como delante de este, hace ciertos pasos por el recinto.

Podrían imaginar que por ser el cabecilla de todo esto y estar, bajo su dirección en el ambiente del hampo delictivo.

Que lleva traje de costura sastre, como corbata y peinado pulcro.

Y a composé de ello.

Una imponente presencia, siendo en su perfecto conjunto con esta oficina y mobiliario de última generación.

Errado.

Aunque, compartimos la misma altura.

Viste unos simples pantalones oscuros y la camiseta mangas cortas que lleva puesta, decora en su frente con una estampa hawaiana de colores muy fuerte, hasta el punto de hacerte daño a la vista.

Que no solo acusa, un mal gusto a la hora de vestir.

Sino, también.

Muerdo mi sonrisa.

Que se dude de su estabilidad mental.

Pero nada es lo que parece y rompiendo las reglas de la ideología que la percha hace la persona.

El padrino es la excepción.

Porque con su pulcro, pero desalineado gusto para vestirse.

Y donde si lo cruzas en alguna calle o comercio, no le darías ni cinco céntimos a su persona.

A este hombre.

Mi padre adoptivo.

Y familia.

Tras esas fachas es una mente maestra.

El mejor en este campo.

Donde sus técnicas de defensa, bajo ese cuerpo delgado pero complexión atlética.

Derrumbaría sin dudar a una montonera de los mejores hombres de élite de seguridad y destreza en defensa, como en el planeamiento en una entradera a zona y emplazamiento de un trabajo asignado.

Porque, no existe la palabra fracaso en él.

Lo observo como rasca algo, su pelo ahora entrecano mirando como yo momentos antes y por mi negativa, esos folios con 11 actas de nacimiento y adopción.

Más arrugas propias de su edad, surcan en su rostro ahora por estar pensativo y analizando algo en su cabeza.

Pero la expresión de sus ojos como mirada pese a eso.

Son mas fuerte.

Vivaces.

Y como esos años vividos, sumando experiencias y aprendiendo como subsistir.

Ya que, nuestro padrino vino de la calle y sobrevivió de ella.

Y aunque ni mi hermana ni yo sabemos su origen de nacimiento.

Siempre nos dijo de pequeños.

<< Que vino de algún lugar del mundo, pero que está y estuvo en todas partes. >>

Fue en la peor época.

La militar.

Y donde estar en contra de esos ideales, pero con una apología de defenderse y ser libre.

Luchar por su libertad y la palabra justicia, ante esa adversidad contra tus derechos humanos.

Resistió.

Resistieron con su gente.

Y como muchos a base de esfuerzo.

Obligados a temprana edad y siendo poco más que adolescentes, catalogados por ser un subversivos de esa "era militar."

A vivir escondidos.

Obligados a viajar y alejarse de sus seres queridos por miedo a represalia y llevando lo puesto, si es necesario.

Y por eso, la calle.

El hambre.

Exiliarse en lugares refugiados con noches de intemperie desafiando crudos inviernos como estíos calores.

Y vivir una vida marginal, fue su mejor escuela.

Una.

Que ahora es de mi hermana y mía.

Porque, heredamos su experiencia.

Su inteligencia en ello y la de subsistir.

Y aunque, no leí nada de esos informes porque como dije anteriormente, no me interesa y mi política es, no saber en profundidad lo que me encomiendan.

En mis trabajos.

Veo que de esas 11, separa una de adopción y las descarta haciendo a un lado como poniéndola boca bajo.

No explica el motivo, pero sí, habla.

- Necesito C. - Raro que diga mi nombre completo. - Que investigues... - Sus manos se apoyan en las diez elegidas y me mira. - ...estas actas restantes. - Continúa y las señala. - ...A los hombres y mujeres nacidos, porque la fuente. - Dice por los clientes. - Me pide vida de ellos, desde su momento de adopción y... - Enfatiza más. - ...fotografías de ellos...

No me da tiempo a quejarme de vuelta, porque se dirige a mi hermana, cual se pone de pie ante su nueva orden y trabajo acercándose a nosotros.

- ...el tiempo es limitado, ya que la fuente... - Su tono de voz cambia y eso llama mi atención. - ...quiere avidez y presteza en este encargo... - ¿Por qué? - ...por eso. - Divide los informes entre los dos y nos mira a ambos. - En tiempo y forma la entrega. - Nos pide.

Y eso llama más mi atención.

Porque y pese a que es una orden.

Ni su connotación ni mirada, llega a ello.

Extraño.

- Me tocaron los hombres... - Suelta Fiorella, una vez en el estacionamiento y ya solos, releyendo la lista con datos.

Sonríe sin dejar de masticar su chicle y me mira elevando como bajando sus cejas divertida, llegando a su coche.

- Espero, que alguno sea muy guapo. - Ruega feliz. - La idea de espiar feos en su intimidad, no me seduc...

No la dejo terminar.

Porque sacudo su pelo a modo reproche tapando su rostro, mientras abro la puerta del conductor por ella y la miro sin reír.

Aunque, lo hago en mi interior.

- Profesionalismo. - Le apunto serio, obligando a que suba y no siga con sus burradas.

- Sí, señor... - Responde, abrochando su cinturón de seguridad. - ...pero, sería lindo y un plus a este trabajo tan agota...

Blanqueo mis ojos cerrando su puerta y dejando a mitad de escuchar su justificación, ante su deseo de hombres sexys en este nuevo trabajo.

Pero, sonriendo espalda a ella mientras camino los pocos metros en dirección a mi motocicleta y al escuchar, pese al encendido de su coche y verla irse.

Su carcajada juvenil y risueña.

Niego por su ocurrencia ya montado y poniéndome el casco bajando el visor de este.

Todo oscuro.

Negro.

Como el color de las prendas que llevo puesta y hasta mi motocicleta.

Una que ruge y retumba del interior del estacionamiento, cuando subo la rampa y salgo al exterior en dirección al primer nombre femenino de mi lista.



SARELI

El sonido de mi máquina de cocer parejito e insistente, colma mi habitación ante mi obstinado y concentrado zurcido.

- ¡Listo! - Digo feliz, una vez listo y extendiendo con mis manos, mi adorado disfraz de pollo ya arreglado.

Dándome maña y con pequeños retazos del mismo color, pudiendo arreglar su alita rota como cortes, producto de mi aterrizaje forzoso contra el pavimento.

Lo dejo con cuidado junto a una silla contigua, mientras paso a lo siguiente.

Lo tomo entre mis manos y con una mueca triste, observo mis pantys largas de naranja chillón.

Totalmente destruidas y raídas, donde grandes huecos en su tejido corrido la decoran.

- Esto, no tiene arreglo... - Susurro desalentada, mientras paso parte de mi brazo por su interior y notando la seriedad del asunto, ya que el hueco tiene el tamaño de mi mano.

Y gimo contra mi silla y mirando el techo.

Encontrar algo parecido, va ser una hazaña.

Las pongo frente a mí y las miro.

Ya que conseguir estas, me tomó caminar por el centro comercial millones de horas.

Pero chequeo la hora de mi móvil y me pongo de pie ligero sin hacer caso al dolor de la herida de mi rodilla en busca de un abrigo y anudando mejor, la coleta que sostiene mi pelo.

Un poco más de par de horas, antes de mi entrada a SugarCream.

Sonrío.

Capaz y con algo de suerte, quizás hasta consiga otra parecida antes de mi trabajo.


DESPACHO Y SEDE ELECTORAL DE ANDRÉS...

Una docena de fotografías que descansaban sobre una mesa, vuelan ante el ademán furioso por la reacción de Andrés.

Cayendo sobre el piso alfombrado y a la vista de su mano derecha de pie y a pocos pasos de él, que lo observa en silencio.

Su fornida espalda sube y baja sobre sus manos apoyadas en la superficie de ese escritorio, producto de su respiración acelerada y ante la ira en progreso intentando contenerla.

Vuelve su vista a uno de los culpables.

A las dichas imágenes, esparcidas en el suelo por las CCTV capturadas del registro civil.

Donde solo muestran un individuo y a la lejanía, de traje de vestir y en dirección a las escaleras.

Para luego de forma uniforme, pero estratégica por sus movimientos y contra estas.

Solo su espalda con altura.

Pero, sin rostro.

Nada.

Ninguna facción.

Ni detalle de sus rasgos.

O cualidad que ayude y pueda servir para identificarlo.

Solo los testigos de piso que avalan lo que delatan las fotos.

Que es joven.

Y su rabia aumenta, recordando al otro culpable de su estado de ánimo.

La noticia que recibió con la entrega de esas fotos con escasa información del bandido y donde las actas robadas, indican las fechas de nacimiento sustraídas.

Incluyendo, solo unos meses determinados.

Y por ende.

Acusa de un trabajo logístico para una investigación en detalle.

Y no, de algo.

Si no, de alguien.

O quizás, más de uno.

Andrés busca mejor postura en su silla tomando asiento nuevamente, preocupado y frotando su sien con ambas manos pensativo.

Por lo que apuñala y carcome de dudas, oprimiendo su corazón.

Ya que en esos meses sustraídos para investigar.

Y un puñetazo de una de sus manos otra vez, golpea con rudeza contra la superficie en madera.

Gruñe.

Es la de su hija...


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